Documenta Catholica Omnia
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam


Index Verborum:     como


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Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos

§ 20

Hay almas que se revuelcan en el cieno, como los animales que se revuelcan en él, y otras que vuelan, como las aves que en el aire se purifican y limpian.

§ 20

Hay almas que se revuelcan en el cieno, como los animales que se revuelcan en él, y otras que vuelan, como las aves que en el aire se purifican y limpian.

§ 27

Lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como el fuego convierte todas las cosas en fuego.

§ 39

Las señales del recogimiento interior son tres: la primera, si el alma no gusta de las cosas transitorias; la segunda, si gusta de la soledad y silencio y acudir a todo lo que es más perfección; la tercera, si las cosas que solían ayudarle le estorban, como es las consideraciones y meditaciones y actos, no llevando el alma otro arrimo a la oración sino la fe y la esperanza y la caridad.

§ 42

Los hábitos de voluntarias imperfecciones que nunca acaban de vencerse, no solamente impiden a la divina unión, pero para llegar a la perfección, como son: costumbre de hablar mucho, algún asimientillo sin vencer, como a persona, vestido, celda, libro, tal manera de comida y otras conversaciones y gustillos en querer gustar de las cosas, saber y oír y otras semejantes.

§ 42

Los hábitos de voluntarias imperfecciones que nunca acaban de vencerse, no solamente impiden a la divina unión, pero para llegar a la perfección, como son: costumbre de hablar mucho, algún asimientillo sin vencer, como a persona, vestido, celda, libro, tal manera de comida y otras conversaciones y gustillos en querer gustar de las cosas, saber y oír y otras semejantes.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos a un Religioso para Alcanzar la Perfecion

§ 2

Para guardar lo primero, que es resignación, le conviene que de tal manera viva en el monasterio como si otra persona en él no viviese.

§ 3

Para obrar lo segundo y aprovecharse en ello, que es mortificación, le conviene muy de veras poner en su corazón esta verdad, y es que no ha venido a otra cosa al convento sino para que le labren y ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de pulir y labrar antes que la asienten en el edificio.

§ 4

Porque nunca han de faltar ocasiones en la Religión, ni Dios quiere que falten, porque, como trae allí a las almas para que se prueben y purifiquen, como el oro con fuego y martillo (Eccli. 2, 5), conviene que no falten pruebas y tentaciones de hombres y de demonios, fuego de angustias y desconsuelos.

§ 4

Porque nunca han de faltar ocasiones en la Religión, ni Dios quiere que falten, porque, como trae allí a las almas para que se prueben y purifiquen, como el oro con fuego y martillo (Eccli. 2, 5), conviene que no falten pruebas y tentaciones de hombres y de demonios, fuego de angustias y desconsuelos.

§ 6

Procure también siempre que tos Hermanos sean preferidos a él en todas las comodidades, poniéndose siempre en más bajo lugar, y esto muy de corazón, porque éste es el modo de ser mayor en lo espiritual, como nos dice Dios en su Evangelio: Qui se humiliaverit, exaltabitur (Lc. 14, 11).

§ 7

Para obrar lo cuarto, que es soledad, le conviene tener todas las cosas del mundo por acabadas, y así cuando, por no poder más, las hubiere de tratar, sea tan desasidamente como si no fuesen.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos copiados por Magdalena del Espiritu Santo

§ 2

Otro para vencer los apetitos: Traer un ordinario apetito de imitar a Jesucristo en todas sus obras, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como él se hubiera.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos por la Madre Maria de Jesus

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos procedentes de Antequera

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos recogidos por la edicion de Gerona

§ 4

El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al mismo Dios.

§ 22

Viva como si no hubiese en este mundo más que Dios y ella, para que no pueda su corazón ser detenido por cosa humana.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico Espiritual A

§ 0

Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (Sb 8, 1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se pueden bien explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza, como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar.

§ 0

Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (Sb 8, 1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se pueden bien explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza, como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar.

§ 0

De donde se sigue que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo que de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en sí.

§ 0

1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

§ 1

¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

§ 1.2

Y es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar do estás escondido.

§ 1.2

En lo cual le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar do está escondido el Hijo de Dios, es, como dice san Juan (Jn 1, 18), el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de todo entendimiento.

§ 1.4

Y es de notar, para saber hallar este Esposo (cual en esta vida se puede), que el Verbo, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, está esencialmente en el íntimo centro del alma escondido; por tanto, el alma que por unión de amor le ha de hallar, conviénele salir y esconderse de todas las cosas criadas según la voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, comunicándose allí con Dios en amoroso y afectuoso trato, estimando todo lo que hay en el mundo como si no fuese.

§ 1.6

Y en lo que dice luego: Y me dejaste con gemido, es de notar que la ausencia del Amado es un continuo gemido en el corazón del amante, porque, como fuera de él nada ama, en nada descansa ni recibe alivio.

§ 1.6

Este gemido dio bien a entender san Pablo (Rm. 8, 23) cuando dijo: Nos intra nos gemimus, expectantes adoptionem filiorum Dei, esto es: Nosotros dentro de nosotros tenemos el gemido, esperando la adopción y posesión de hijos de Dios; que es como si dijera: dentro de nuestro corazón, donde tenemos la prenda, sentimos lo que nos aqueja, que es la ausencia.

§ 1.6

Como el ciervo huiste,

§ 1.8

Y es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que ordinariamente padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de amor con tu flecha y aumentado la pasión y apetito de tu vista huyas con ligereza de ciervo y no te dejes comprehender algún tanto siquiera.

§ 1.9

Inflaman éstas tanto la voluntad en afición, que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor; tanto, que parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de nuevo.

§ 1.10

Porque estas visitas de heridas de amor no son como otras en que Dios suele recrear y satisfacer al alma, llenándola de pacífica suavidad y reposo; porque éstas sólo las hace él más para llagar que para sanar, y más para lastimar que para satisfacer, pues no sirven más de para avivar la noticia y aumentar el apetito y, por el consiguiente, el dolor.

§ 1.11

Y así es como si dijera: Esposo mío, en aquel toque tuyo y herida de amor, sacásteme no sólo de todas las cosas, enajenándome de ellas, mas también me hiciste salir de mí (porque, a la verdad, y aun de las carnes parece que entonces saca Dios al alma) y levantásteme a ti, clamando por ti, desasida ya de todo para asirme a ti.

§ 1.12

Y eras ido, como si dijera: al tiempo que quise comprehender tu presencia no te hallé, y quedéme vacía y desasida de todo por ti y sin asirme a ti, penando en los aires de amor sin arrimo de ti y de mí.

§ 1.13

Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan grande en los que van llegándose a perfección, al tiempo de estas divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían, porque, como tienen el paladar de la voluntad y el espíritu limpio y sano, bien dispuesto para Dios, y en lo dicho se les da a gustar algo de la dulzura del amor, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios, se les muestra un inmenso bien y no se les concede: así es inefable la pena y el tormento.

§ 1.13

Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan grande en los que van llegándose a perfección, al tiempo de estas divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían, porque, como tienen el paladar de la voluntad y el espíritu limpio y sano, bien dispuesto para Dios, y en lo dicho se les da a gustar algo de la dulzura del amor, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios, se les muestra un inmenso bien y no se les concede: así es inefable la pena y el tormento.

§ 2.1

En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la ausencia no puede comunicarse, hacerlo por los mejores medios que puede; y así el alma, de sus deseos, afectos y gemidos, se quiere aquí aprovechar como de mensajeros que tan bien saben manifestar los secretos del corazón; y así, dice:

§ 2.3

Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero porque, así como el otero es alto, así Dios es la suma alteza, y porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las cosas; al cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho, porque ellos son los que le ofrecen nuestras oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al santo Tobías (Tb 12, 12), diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc., ego obtuli orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.

§ 2.3

Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero porque, así como el otero es alto, así Dios es la suma alteza, y porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las cosas; al cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho, porque ellos son los que le ofrecen nuestras oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al santo Tobías (Tb 12, 12), diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc., ego obtuli orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.

§ 2.3

Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero porque, así como el otero es alto, así Dios es la suma alteza, y porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las cosas; al cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho, porque ellos son los que le ofrecen nuestras oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al santo Tobías (Tb 12, 12), diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc., ego obtuli orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.

§ 2.3

También se pueden entender estos pastores, que aquí dice el alma, por los mismos ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas como buenos pastores de dulces inspiraciones y comunicaciones de Dios, por cuyo medio también Dios las hace, y ellos nos amparan de los lobos, que son los demonios, y nos defienden de ellos como buenos pastores.

§ 2.3

También se pueden entender estos pastores, que aquí dice el alma, por los mismos ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas como buenos pastores de dulces inspiraciones y comunicaciones de Dios, por cuyo medio también Dios las hace, y ellos nos amparan de los lobos, que son los demonios, y nos defienden de ellos como buenos pastores.

§ 2.4

Y es tanto como decir: si por mi buena dicha y ventura llegáredes a su presencia, de suerte que os vea y os oiga.

§ 2.4

Porque no cualesquier necesidades ni cualesquier peticiones llegan a colmo que las oiga Dios para cumplirlas, hasta que en sus ojos llegue bastante tiempo y sazón y número para concederlas o remediarlas; y entonces se dice verlas y oírlas, según es de ver en el Exodo (Ex 3, 7­8), donde, después de cuatrocientos años que los hijos de Israel habían estado afligidos en la servidumbre de Egipto, dijo Dios a Moisés: Vidi aflictionem populi mei in Aegipto et clamorem eius audivi, etc., et descendi liberare eum, esto es: Vi la aflicción de mi pueblo y he oído su clamor, y he bajado para librarlos, como quiera que siempre la hubiese visto; pero entonces se dijo verla cuando por la obra quiso cumplirla.

§ 2.4

Y también dijo san Gabriel a Zacarías (Lc. 1, 13): Ne timeas, Zacharia, quioniam exaudita est desprecatio tua, que quiere decir: No temas Zacarías, porque es oída tu oración, es a saber, concediéndole el hijo que muchos años le había andado pidiendo, como quiera que siempre le hubiese oído.

§ 2.4

Y así ha de entender cualquiera alma que, aunque Dios no acuda luego a su necesidad y ruego, no por eso, si ella no lo desmerece, dejará de acudir en el tiempo debido y portuno, el cual es, como dice David (Sal. 9, 10), adiutor in opportunitatibus, in tribulatione, esto es, ayudador en las oportunidades y en la tribulación.

§ 2.7

La pobreza se refiere al entendimiento, porque a él pertenecen las riquezas de la sabiduría de Dios, en la cual, como dice san Pablo (Col. 2, 3), están encerrados todos los tesoros de Dios.

§ 2.8

Y es de notar que el alma, en el dicho verso, no hace más que representar su necesidad y pena al Amado, porque el que discretamente ama, no cura de pedir lo que le falta y desea sino de representar su necesidad, para que el Amado haga lo que fuere servido; como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino diciendo: No tienen vino (Jn. 2, 3); y las hermanas de Lázaro le enviaron, no a decir que sanase a su hermano, sino a decir que mirase que al que amaba estaba enfermo (Jn. 11, 3).

§ 2.8

Ni más ni menos hace el alma en este presente verso, representando sus tres necesidades, lo cual es tanto como pedirle el remedio de ellas.

§ 2.8

Porque decir: Decidle que adolezco, peno y muero, es como decir: pues adolezco, y él sólo es mi salud, que me dé mi salud; y pues peno, y él solo es mi descanso, que me dé mi descanso; y pues muero, y él solo es mi vida, que me dé mi vida.

§ 3.1

No sólo basta al alma orar y desear y ayudarse de terceros para hablar al Amado, como ha hecho en las precedentes canciones, sino que junto con eso ella misma se ponga por la obra a le buscar.

§ 3.3

Es, pues, tanto como decir: buscando a mi Amado, iré poniendo por obra las virtudes altas, y humillándome en las mortificaciones y cosas bajas.

§ 3.4

Y así, es como si dijera: ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que ofrece el mundo, ni admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en los gustos y consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en buscar a mis amores por los montes y riberas de las virtudes y trabajos.

§ 3.4

Esto dice por tomar el consejo que da el profeta David (Sal. 61, 11) a los que van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant, nolite cor apponere, esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no queráis aplicar a ellas el corazón; lo cual entiende así de los gustos sensuales como de los demás bienes temporales y consuelos espirituales.

§ 3.6

Llama fieras al mundo, porque al alma que comienza el camino de Dios, parécele que se le representa en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros.

§ 3.7

Pero a algunas almas más generosas se les suelen poner otras fieras más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras, por que les conviene pasar, cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta perfección, probándolos y esmerándolos como al oro en el fuego, según aquello de David (Sal. 33, 20) en que dice: Multae tribulationes iustorum, esto es: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas los librará el Señor.

§ 3.8

Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11­12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y la sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.

§ 3.9

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la cual, como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual.

§ 3.9

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la cual, como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual.

§ 3.9

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la cual, como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual.

§ 4.1

Porque, después del ejercicio del conocimiento propio, esta consideración de las criaturas es la primera por orden en este camino espiritual para ir conociendo a Dios, considerando su grandeza y excelencia por ellas, según aquello del Apóstol (Rm. 1, 20), que dice: Invisibilia enim ipsius a creatura mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur, que es como decir: Las cosas invisibles de Dios, del alma son conocidas por las cosas visibles criadas e invisibles.

§ 4.1

Y es de notar que, como dice san Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas es la consideración que en ellas hace del Criador de ellas.

§ 4.2

Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y fuego, porque así como amenísimos bosques están poblados de espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande número y muchas diferencias que hay de ellas en cada elemento: en la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua, innumerables diferencias de peces; y en el aire mucha diversidad de aves, y el elemento del fuego, que concurre con todos para la animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su bosque y región donde nace y se cría.

§ 4.2

Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y fuego, porque así como amenísimos bosques están poblados de espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande número y muchas diferencias que hay de ellas en cada elemento: en la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua, innumerables diferencias de peces; y en el aire mucha diversidad de aves, y el elemento del fuego, que concurre con todos para la animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su bosque y región donde nace y se cría.

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta que es criar nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 4.4

Esta es la consideración del cielo, al cual llama prado de verduras, porque las cosas que hay en él criadas siempre están con verdura inmarcesible, que ni fenecen ni se marchitan con el tiempo; y en ellas, como en frescas verduras, se recrean y deleitan los justos.

§ 4.6

Por las cuales flores entiende los ángeles y almas santas, con las cuales está adornado aquel lugar y hermoseado como un gracioso y subido esmalte en un vaso de oro excelente.

§ 4.7

Esta pregunta es la consideración que arriba queda dicha, y es como si dijera: decid qué excelencias en vosotros ha criado.

§ 5.1

En esta canción responden las criaturas al alma, la cual respuesta, como también dice san Agustín en aquel mismo lugar, es el testimonio que dan en sí de la grandeza y excelencia de Dios al alma que por la consideración se lo pregunta.

§ 5.3

Y dice que pasó, porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 5.5

Pero, allende de todo eso, hablando ahora algo según el sentido y afecto de contemplación, en la viva contemplación y conocimiento de las criaturas echa de ver el alma con gran claridad haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable hermosura natural, derivada y comunicada de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y todos los cielos, así como también con abrir su mano, según dice David (Sal. 144, 16), diciendo: Imples omne animal benedictione, es a saber: Hinches a todo animal de bendición.

§ 6.1

Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor y, por consiguiente, crecióle el dolor de la ausencia, porque cuanto más el alma conoce de Dios, tanto más le crece el apetito de verle.

§ 6.1

Y, como ve no hay cosa que la pueda curar su dolencia sino la vista y la presencia de su Amado, desconfiada de otro cualquiera remedio, pídele en esta canción la entrega y posesión de su presencia, diciendo que no quiera de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones suyas, porque no satisfacen a su deseo y voluntad, la cual no se contenta con menos que su vista y presencia; por tanto, que sea él servido de entregarse ya de veras en acabado y perfecto amor.

§ 6.2

Como si dijera: entre todos los deleites del mundo y contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad del espíritu, cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme.

§ 6.3

Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de verle a él como es.

§ 6.3

Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de verle a él como es.

§ 6.3

Y así, cada visita que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquiera comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quien él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre, haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 6.3

Y así, cada visita que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquiera comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quien él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre, haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 6.5

Como si dijera: no quieras que ya de aquí adelante te conozca tan a la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma; porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien sabes tú, Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la venida.

§ 6.5

Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.5

Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.5

Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.5

Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.6

Como si dijera: yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo, porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden dar al alma la noticia que ella desea tener de ti, y así no saben decirme lo que quiero.

§ 7.2

La primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente pasa, bien así como herida, porque de la noticia que el alma recibe de las criaturas le nace, que son las más bajas obras de Dios.

§ 7.3

La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que la herida, y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en llaga, con la cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de amor.

§ 7.3

Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras de la encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga hecha, que dura; de la cual, hablando el Esposo en los Cantares (Ct 4, 9) con el alma, dice: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste mi corazón en el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello.

§ 7.3

Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras de la encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga hecha, que dura; de la cual, hablando el Esposo en los Cantares (Ct 4, 9) con el alma, dice: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste mi corazón en el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello.

§ 7.4

La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor.

§ 7.4

La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos estos entre todas las criaturas vacan a Dios, entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo $vagan&, el cual en latín se dice $vacant&.

§ 7.6

Y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

Y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

Y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

Y porque por estas criaturas racionales más al vivo conoce a Dios el alma, ahora por la consideración de la excelencia que tienen sobre todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de Dios: las unas interiormente por secretas inspiraciones, como lo hacen los ángeles, las otras exteriormente por las verdades de las Escrituras, dice:

§ 7.9

Como si dijera: pero allende de lo que me llagan estas criaturas en las mil gracias que me dan a entender de ti, es tal un no sé qué que se siente quedar por decir, y una cosa que se conoce quedar por descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios, quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se sabe decir, que por eso lo llama no sé qué; que, si lo otro que entiendo me llaga y hiere de amor, esto que no acabo de entender, de que altamente siento, me mata.

§ 7.9

Porque es, en alguna manera, al modo de los que le ven en el cielo, donde los que más le conocen entienden más distintamente lo infinito que les queda por entender; porque aquellos que menos le ven son a los cuales no les parece tan distintamente lo que les queda por ver como a los que más ven.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 7.10

También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es como que van a dar a entender y se queda por entender, y así es un no sé qué que quedan balbuciendo.

§ 8.1

Como el alma se ve morir de amor, según acaba de decir, y que no se acaba de morir, para poder gozar del amor con libertad, quéjase de la duración de la vida corporal, a cuya causa se le dilata la vida espiritual.

§ 8.2

Pero allende de esta vida de amor, por el cual vive el alma en cualquiera cosa que ama, natural y radicalmente tiene el alma su vida en Dios, como también todas las cosas criadas, según aquello que dice san Pablo (Act. 17, 28): In ipso vivimus, movemur et sumus, que es tanto como decir: En Dios tenemos nuestra vida y nuestro movimiento y nuestro ser.

§ 8.2

Pero allende de esta vida de amor, por el cual vive el alma en cualquiera cosa que ama, natural y radicalmente tiene el alma su vida en Dios, como también todas las cosas criadas, según aquello que dice san Pablo (Act. 17, 28): In ipso vivimus, movemur et sumus, que es tanto como decir: En Dios tenemos nuestra vida y nuestro movimiento y nuestro ser.

§ 8.2

Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le ama, quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque la impide de vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y por amor, como habemos dicho.

§ 8.2

Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le ama, quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque la impide de vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y por amor, como habemos dicho.

§ 8.2

En lo cual es grande el encarecimiento que el alma aquí hace, porque da a entender que padece en dos contrarios, que son: vida natural en cuerpo y vida espiritual en Dios, que son contrarias en sí; y, viviendo ella en entrambas, por fuerza ha de tener gran tormento, pues la vida natural le es a ella como muerte, pues la priva de la espiritual en que ella tiene empleado todo su ser, vida y operaciones por el amor y el afecto.

§ 8.3

Como si dijera: y demás de lo dicho, ¿cómo puedes perseverar en el cuerpo, pues por sí solo bastan a quitarte la vida los toques de amor (que eso entiende por flechas) que en tu corazón hace el Amado? Los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el corazón de inteligencia y amor de Dios que se puede bien decir que concibe de Dios, según lo que dice en el verso siguiente, es a saber:

§ 9.1

Y como se ve llagada y sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el que la llagó, dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no le ha sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también robado por el amor con que la ha enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha dejado así, es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha dado al Amado) y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en entera y acabada transformación de amor en gloria.

§ 9.2

Y por eso dice: ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Como si dijera: ¿por qué, pues le has herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor? Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa de la salud en muerte de amor; porque, de esta manera, el corazón que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite y gloria de tu dulce presencia.

§ 9.3

Esta querella, pues, propone aquí el alma al Amado, diciendo que, pues él ha robado su corazón y sacádolo de su poder y posesión, que por qué le ha dejado así, sin ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el robador al robo que robó, que de hecho se le lleva.

§ 9.5

Y verse ha si el corazón está bien robado en si trae ansias por el Amado o no gusta de otra cosa sino de él, como aquí muestra el alma.

§ 9.5

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma manera está el corazón enamorado.

§ 9.5

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma manera está el corazón enamorado.

§ 9.5

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma manera está el corazón enamorado.

§ 9.5

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma manera está el corazón enamorado.

§ 9.6

Si dormiero, dicam: quando consurgam? Et rursum expectabo vesperam, et replebor doloribus usque ad tenebras, que quiere decir: Como el ciervo desea la sombra y como el mercenario espera el fin de su obra, así yo también tuve los meses vacíos y contaba las noches trabajosas y prolijas para mí.

§ 9.6

Si dormiero, dicam: quando consurgam? Et rursum expectabo vesperam, et replebor doloribus usque ad tenebras, que quiere decir: Como el ciervo desea la sombra y como el mercenario espera el fin de su obra, así yo también tuve los meses vacíos y contaba las noches trabajosas y prolijas para mí.

§ 9.6

Como el ciervo fatigado del estío desea el refrigerio de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera el fin el alma de la suya.

§ 9.6

Como el ciervo fatigado del estío desea el refrigerio de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera el fin el alma de la suya.

§ 10.2

Tiene una propiedad la concupiscencia del amor, como queda dicho, que todo lo que no hace o dice o conviene con aquello que ama la voluntad, la cansa, fatiga y enoja y la pone desabrida, no viendo cumplirse lo que ella quiere.

§ 10.2

Por lo cual dice que los apague él con su presencia, refrigerándolos todos, como hace el agua fresca al que está fatigado del calor, que por eso usa aquí de este vocablo apaga, para dar a entender que ella está padeciendo con fuego de amor.

§ 10.5

Y así es como si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos míos no tienen otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor véante mis ojos, pues de todas maneras eres lumbre de ellos.

§ 10.6

Porque, así como justamente es privada de esta divina lumbre el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios, por cuanto pone impedimento para recibirla, así también congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.

§ 11.1

Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que no halla remedio ni medio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar luz de su Amado) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera unión de Dios, según por Oseas (Os 2, 20) lo da a entender el Esposo, diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe.

§ 11.1

Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que no halla remedio ni medio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar luz de su Amado) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera unión de Dios, según por Oseas (Os 2, 20) lo da a entender el Esposo, diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe.

§ 11.3

Quiere decir que, si cerráremos los ojos del entendimiento a las cosas de arriba y a las de abajo, a lo cual llama dormir en medio, quedaremos sólo en fe, a la cual llama paloma, cuyas plumas, que son las verdades que nos dice, serán plateadas; porque en esta vida la fe nos las propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama aquí semblantes plateados; pero a la postre de esta fe, que será cuando se acabe la fe por la clara visión de Dios, quedará la sustancia de la fe, desnuda del velo de esta plata, de color como el oro.

§ 11.3

De manera que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe; y no por eso nos le deja de dar en la verdad, así como el que da un vaso de oro plateado, no porque vaya cubierto con plata deja de dar el vaso de oro.

§ 11.4

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 11.4

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 11.4

Y así, es como si dijera: ¡Oh, si esas verdades que informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:

§ 11.4

Y así, es como si dijera: ¡Oh, si esas verdades que informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:

§ 11.5

Y porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que están dibujadas; porque así como el dibujo no es perfecta pintura, así la noticia de la fe no es perfecto conocimiento.

§ 11.5

Por tanto, las verdades que se infunden en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en clara visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura, según aquello que dice el Apóstol (1 Cor 13, 10), diciendo: Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara visión, acabarse ha lo que es en parte, que es el conocimiento de la fe.

§ 11.5

Por tanto, las verdades que se infunden en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en clara visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura, según aquello que dice el Apóstol (1 Cor 13, 10), diciendo: Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara visión, acabarse ha lo que es en parte, que es el conocimiento de la fe.

§ 11.7

Lo cual en esta vida aunque puede ser, como lo era en san Pablo, no empero perfecta y acabadamente, aunque llegue el alma a tal transformación de amor que sea matrimonio espiritual, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida, porque todo se puede llamar dibujo de amor en comparación de aquella perfecta figura de transformación de gloria.

§ 11.7

Pero cuando este dibujo de transformación en esta vida se alcanza es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando él que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (Ct 8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 11.7

Pero cuando este dibujo de transformación en esta vida se alcanza es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando él que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (Ct 8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 11.7

Pero cuando este dibujo de transformación en esta vida se alcanza es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando él que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (Ct 8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 11.7

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba, y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 11.7

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba, y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 11.7

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba, y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 12.1

Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural.

§ 12.1

Lo cual dice porque le parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que por eso le pidió que los apartase, conviene a saber, dejando de comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne.

§ 12.1

El cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de mí recibes, aún no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí, que soy a quien tú, llagada de amor, buscas, que también yo, como el ciervo herido de tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu contemplación.

§ 12.3

Y a la verdad, así le parece al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y desamparar al cuerpo.

§ 12.4

Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más la costase, no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía.

§ 12.5

Como si dijera: que voy de vuelo de la carne, para que me los comuniques fuera de ella, siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne.

§ 12.5

Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho, en aquella visitación de Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo y deja de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo.

§ 12.5

Y ésta es la causa por que en estos raptos y vuelos se queda el cuerpo sin sentido y, aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no siente; porque no es como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven en sí.

§ 12.6

Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto impresas a luz.

§ 12.7

De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo espiritual, pensando que se le acababa ya la vida y que pudiera gozarse con su Esposo para siempre y quedarse al descubierto con él; mas atajóle el Esposo el paso, diciendo: Vuélvete, paloma, como si dijera: paloma en el vuelo alto y ligero que llevas de contemplación, y en el amor con que ardes, y simplicidad con que vas (porque estas tres propiedades tiene la paloma); vuélvete de ese vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que yo ahora te comunico en este tu exceso, y es:

§ 12.8

Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto, que por eso dice:

§ 12.8

Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto, que por eso dice:

§ 12.8

Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto, que por eso dice:

§ 12.9

9. esto es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese vuelo; porque la contemplación es un puesto alto por donde Dios en esta vida se comienza a comunicar al alma y mostrársele, mas no acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma, porque por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas.

§ 12.10

Y así como allí es aire del vuelo, esto es, que de la contemplación y sabiduría del Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí, a este amor del alma llama el Esposo aire, porque de la contemplación y noticia que a este tiempo tiene de Dios le procede.

§ 12.10

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 12.10

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 12.10

Y de aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y contemplación y conociere todos los misterios, si no tiene amor, no le hace nada al caso, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 2) para unirse con Dios.

§ 12.10

Porque, como también dice el mismo (Col. 3, 14): Charitatem habete, quod est vinculum perfectionis, es a saber: Tened esta caridad, que es vínculo de perfección.

§ 12.10

Esta caridad, pues, y amor del alma hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de amor de su Esposa, como las aguas frescas hacen venir al ciervo sediento y llagado a tomar refrigerio, y por eso se sigue: Y fresco toma.

§ 12.11

Porque así como el aire hace fresco y refrigerio al que está fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor; porque tiene tal propiedad este fuego de amor, que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor, porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder más, según hace la llama del fuego natural.

§ 12.11

Y así es como si dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque un amor enciende otro amor.

§ 12.11

Por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le tenga más amor y se recree más en su alma.

§ 13.1

Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad y arreándola de dones y virtudes y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios, bien así como a desposada en el día de su desposorio.

§ 13.1

Y así, en las demás canciones siguientes ya no dice cosas de penas ni ansias, como antes hacía, sino comunicación y ejercicio de dulce y pacifico amor con su Amado, porque ya en este estado todo aquello fenece.

§ 13.2

Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su pie, a este último vuelo que habemos dicho extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de su caridad y amor.

§ 13.3

Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina Escritura (Gn. 6, 14 ss.), había muchas mansiones para muchas diferencias de animales, y todos los manjares que se podían comer, así el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de Dios, no sólo echa de ver en ella las muchas mansiones que Su Majestad dijo por san Juan (Jn 14, 2) que había en la casa de su Padre, mas ve y conoce haber allí todos los manjares, esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma, que son todas las cosas que se contienen en las dos sobredichas canciones, significadas por aquellos vocablos comunes; las cuales en sustancia son las que se siguen.

§ 13.5

Y así no se ha de entender que en lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la luz o las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios.

§ 13.9

Y no porque es cosa de tanta fuerza es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (Is 66, 12) da Dios a entender de este embestir en el alma, diciendo: Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis et quasi torrentem inundantem gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un torrente que va redundando gloria.

§ 13.9

Y no porque es cosa de tanta fuerza es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (Is 66, 12) da Dios a entender de este embestir en el alma, diciendo: Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis et quasi torrentem inundantem gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un torrente que va redundando gloria.

§ 13.9

Y así, esté embestir divino que hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y gloria.

§ 13.10

Pero esta voz es voz espiritual y no trae esotros sonidos corporales, ni la pena y molestia de ellos, sino grandeza, fuerza, poder y deleite y gloria; y así es como una voz y sonido inmenso interior que viste al alma de poder y fortaleza.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.10

Donde es de notar que la voz espiritual es el efecto que ella hace en el alma, así como la corporal imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu.

§ 13.11

Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (Ap 14, 2), y dice que la voz que oyó del cielo erat tanquam vocem aquarum multarum et tanquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno.

§ 13.11

Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (Ap 14, 2), y dice que la voz que oyó del cielo erat tanquam vocem aquarum multarum et tanquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno.

§ 13.11

Y porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y áspera, añade luego diciendo que esta misma voz era tan suave que erat sicut citharoedorum citharizantium in citharis suis, que quiere decir: Era como de muchos tañedores que citarizaban en sus citaras.

§ 13.11

Y Ezequiel (Ez 1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: Como sonido del altísimo Dios, esto es, que altísima y suavísimamente en él se comunicaba.

§ 13.11

Y Ezequiel (Ez 1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: Como sonido del altísimo Dios, esto es, que altísima y suavísimamente en él se comunicaba.

§ 13.11

Esta voz es infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios que se comunica, haciendo voz en el alma, mas cíñese a cada alma, dando voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran deleite y grandeza al alma; que por eso dijo la Esposa en los Cantares (Ct 2, 14): Sonet vox tua in auribus meis, vox enim tua dulcis, que quiere decir: Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce tu voz.

§ 13.13

Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en esta comunicación del Esposo se sienten otras dos cosas, que son sentimiento de deleite e inteligencia.

§ 13.13

Y así como el toque del aire se gusta con el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan en el tacto de esta alma, que es en la sustancia de ella, y la inteligencia de las tales virtudes de Dios se sienten en el oído del alma, que es en el entendimiento.

§ 13.14

Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toque, aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia.

§ 13.14

Y llámale silbo, porque así como el silbo del aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás.

§ 13.14

La causa es, porque se le da sustancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas, porque se da al entendimiento que llaman los filósofos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada de su parte, la recibe, lo cual es el principal deleite del alma, porque es en el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los teólogos, que es ver a Dios.

§ 13.15

Este divino silbo que entra por el oído del alma, no solamente es sustancia, como he dicho, entendida, sino también descubrimiento de verdades de la divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escritura divina se halla alguna comunicación de Dios que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios, los cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma, sin servicio y ayuda de los sentidos, y así es muy alto y cierto esto que se dice comunicar Dios por el oído.

§ 13.15

Y es como si dijera: Oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar.

§ 13.15

En lo cual se piensa que vio a Dios también, como nuestro padre Elías en el silbo.

§ 13.15

Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual.

§ 13.15

Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual.

§ 13.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la cual es en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 13.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la cual es en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 13.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la cual es en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 13.17

Y en romance quiere decir: De verdad a mí se me dijo una palabra escondida, y como a hurtadillas recibió mi oreja las venas de su susurro.

§ 13.17

En el horror de la visión nocturna, cuando el sueño suele ocupar a los hombres, ocupóme el pavor y el temblor, y todos mis huesos se alborotaron; y, como el espíritu pasase en mi presencia, encogiéronseme las pieles de mi carne; púsose delante uno cuyo rostro no conocía: era imagen delante de mis ojos; y oí una voz de aire delgado.

§ 13.18

Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia entendida.

§ 13.18

Y llámale aquí susurro, porque es muy suave la tal comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque amorosamente se comunica.

§ 13.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 13.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 13.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 13.18

Porque da aquí a entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman pesadilla, la cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en aquel punto que comienza el sueño, así al tiempo de este traspaso espiritual entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia del conocimiento sobrenatural, que es el principio del arrobamiento o éxtasi, les hace temor y temblor la visión espiritual que entonces se les comunica.

§ 13.19

Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron, o alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron y descasaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecerse a este tiempo.

§ 13.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronse las pieles de mi carne, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 13.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronse las pieles de mi carne, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 13.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos; porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 13.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos; porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 13.21

Y no se ha de entender que siempre acaecen estas visitas con estos temores y detrimentos naturales, que, como queda dicho, es a los que comienzan a entrar en estado de iluminación y perfección y en este género de comunicación, porque en otros antes acaecen con gran suavidad.

§ 13.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana; porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 13.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana; porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 13.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana; porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 13.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro, sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 13.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro, sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 13.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro, sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 13.23

Porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.

§ 13.23

Porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.

§ 13.24

En este sosiego se ve el entendimiento levantado con extraña novedad sobre todo natural entender a la divina luz, bien así como el que después de un largo sueño abre los ojos a la luz que no esperaba.

§ 13.24

Como si dijera: abrí los ojos de mi entendimiento y halléme sobre todas las inteligencias naturales, solitario sin ellas en el tejado, que es sobre todas las cosas de abajo.

§ 13.25

Y llama a esta música callada, porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio.

§ 13.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sonido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (Ap 14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu, y no de citaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno en su manera de gloria hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente, y todos en una concordancia de amor bien así como música.

§ 13.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sonido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (Ap 14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu, y no de citaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno en su manera de gloria hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente, y todos en una concordancia de amor bien así como música.

§ 13.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sonido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (Ap 14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu, y no de citaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno en su manera de gloria hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente, y todos en una concordancia de amor bien así como música.

§ 13.28

Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende por la visión divina; porque así como la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia, que habemos dicho sosegada, le hace sentir al alma cierto fin de males y posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que antes estaba.

§ 14.3

Así, cada una de las virtudes, cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de león, en la cual mora y asiste el Esposo fuerte como león, unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás virtudes; y la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está como un fuerte león, porque allí recibe las propiedades del Amado.

§ 14.3

Así, cada una de las virtudes, cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de león, en la cual mora y asiste el Esposo fuerte como león, unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás virtudes; y la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está como un fuerte león, porque allí recibe las propiedades del Amado.

§ 14.3

Así, cada una de las virtudes, cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de león, en la cual mora y asiste el Esposo fuerte como león, unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás virtudes; y la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está como un fuerte león, porque allí recibe las propiedades del Amado.

§ 14.3

Y en este caso está el alma tan amparada y fuerte con cada virtud y con todas ellas juntas en esta unión de Dios, que es el lecho florido, que no sólo el demonio no se atreve a acometer a la tal alma, mas ni aún osa parecer delante de ella por el gran temor que ha de ella, viéndola tan engrandecida y osada con las virtudes perfectas en el lecho del Amado; porque, estando ella unida con Dios en transformación de amor, tanto la teme como al mismo Dios, y no la osa ni aun mirar: teme mucho el demonio al alma que tiene perfección.

§ 14.5

Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma esté llena de virtudes en perfección no siempre las está en acto gozando el alma; aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan, sí goza ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas (causándolo el Espíritu Santo), y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.

§ 14.5

Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma esté llena de virtudes en perfección no siempre las está en acto gozando el alma; aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan, sí goza ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas (causándolo el Espíritu Santo), y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.

§ 14.6

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan; y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor.

§ 14.6

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan; y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor.

§ 14.6

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan; y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor.

§ 14.7

Y porque este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna ni de mundo ni de demonio ni de carne.

§ 14.8

A las virtudes y dones del alma llama escudos, de los cuales dice que está coronado el lecho del deleite del alma; porque no sólo las virtudes y dones sirven al que los ganó de corona y premio, mas también de defensa, como fuertes escudos, contra los vicios que con ellas venció; y por eso está el lecho florido, coronado de ellas en premio, y defendido como con amparo de escudo.

§ 14.8

A las virtudes y dones del alma llama escudos, de los cuales dice que está coronado el lecho del deleite del alma; porque no sólo las virtudes y dones sirven al que los ganó de corona y premio, mas también de defensa, como fuertes escudos, contra los vicios que con ellas venció; y por eso está el lecho florido, coronado de ellas en premio, y defendido como con amparo de escudo.

§ 15.1

La tercera es abundancia de caridad que en ellas infunde, con que de tal manera las embriaga que las hace levantar el espíritu (así con esta embriaguez, como con la visita de amor) a enviar alabanzas a Dios y afectos sabrosos de amor; y así dice:

§ 15.3

Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga, sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al camino.

§ 15.4

Cuanto a lo primero, es de saber que este toque de centella, que aquí dice es un toque sutilísimo que el Amado hace al alma a veces, aun cuando ella está más descuidada, de manera que la enciende el corazón en fuego de amor, que no parece sino una centella de fuego que saltó y la abrasó; y entonces, con gran presteza, como quien de súbito recuerda, enciéndese la voluntad en amar, y desear, y alabar, y agradecer, y reverenciar, y estimar, y rogar a Dios con sabor de amor; a las cuales cosas llama emisiones de bálsamo divino, que responden al toque de centella, salidas del divino amor que pegó la centella, que es el bálsamo divino, que conforta y sana al alma con su olor y sustancia.

§ 15.6

Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo cual le llama vino adobado; porque así como el vino adobado está cocido con muchas y diversas especias olorosas y esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya cocido y asentado en sus almas, y adobado con las virtudes que ya el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios la hace, que con grande eficacia y fuerza la hace enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos de alabar, amar y reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables deseos de hacer y padecer por él.

§ 15.7

Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto, y algunas veces harto; mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión, porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4), diciendo: Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Mi corazón se calentó dentro de mí, y en mi meditación se encenderá fuego.

§ 15.7

Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto, y algunas veces harto; mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión, porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4), diciendo: Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Mi corazón se calentó dentro de mí, y en mi meditación se encenderá fuego.

§ 15.9

Porque así como estos hervores y calor de sentido lo pueden inclinar a bueno y perfecto amor y servirle de buen medio para él, digiriéndose bien la hez de su imperfección, así también es muy fácil en estos principios y novedad de gustos faltar el vino del amor y perderse cuando falta el hervor y sabor de nuevo.

§ 15.9

Estas ansias y fatigas de amor es el sabor del vino nuevo, que decíamos ser áspero y grueso, y no aún suavizado en la acabada cocción, cuando se acaban esas ansias de amor, como luego diremos.

§ 15.10

Esta misma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico (Ec 9, 15), diciendo: Vinum novum amicus novus: veterascet, et cum suavitate bibes illud; quiere decir: El amigo nuevo es como el vino nuevo; añejarse ha y beberáslo con suavidad.

§ 15.10

Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino añejo, ya cocida la hez, que no tiene aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de fuera, sino gustan la suavidad del vino en sustancia, ya cocido y asentado allá dentro en el alma, no ya en aquel sabor de sentido como los nuevos, sino con sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra.

§ 15.10

Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino añejo, ya cocida la hez, que no tiene aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de fuera, sino gustan la suavidad del vino en sustancia, ya cocido y asentado allá dentro en el alma, no ya en aquel sabor de sentido como los nuevos, sino con sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra.

§ 15.10

Y porque estos amantes viejos no tienen la suavidad radicalmente en el sentido, no traen ya ansias y penas de amor en el sentido y alma; y así, estos amigos viejos por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre lo que los había de hacer faltar, que es sobre el sentido inferior, y tienen el vino de amor, no sólo ya cocido y purgado de hez, mas aun adobado con las especias que decíamos de virtudes perfectas, que no le dejan malear como el nuevo.

§ 16.3

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 16.3

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 16.3

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 16.3

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 16.4

Porque así como la bebida se difunde y derrama por todos los miembros y venas del cuerpo, así se difunde esta comunicación de Dios sustancialmente en toda el alma, o, por mejor decir, el alma más se transforma en Dios, según la cual transformación bebe el alma de su Dios según la sustancia de ella y según sus potencias espirituales.

§ 16.5

Cuanto a lo tercero, que es que la voluntad beba allí amor, dícelo también la esposa en el dicho libro de los Cantares (Ct 2, 4), diciendo: Introduxit me rex in cellam vinariam, ordinavit in me charitatem; quiere decir: Metióme dentro de la bodega secreta y ordenó en mí caridad, que es tanto como decir: diome a beber amor metida dentro en su amor, o más claramente, hablando con propiedad; ordenó en mí su caridad acomodando y apropiando a mí su misma caridad: lo cual es beber el alma de su Amado su mismo amor, infundiéndosele su Amado.

§ 16.6

Donde es de saber, acerca de lo que algunos dicen que no puede amar la voluntad sino lo que primero entiende el entendimiento, hase de entender naturalmente, porque por vía natural es imposible amar si no se entiende primero lo que se ama; mas por vía sobrenatural bien puede Dios infundir amor y aumentarle, sin infundir ni aumentar distinta inteligencia, como en la autoridad dicha se da a entender.

§ 16.6

Antes, ordinariamente, aquellos espirituales que no tienen muy aventajado entendimiento acerca de Dios, suelen aventajarse en la voluntad; y bástales la fe infusa por ciencia de entendimiento, mediante la cual les infunde Dios caridad y se la aumenta, y el acto de ella, que es amar más, aunque no se le aumente la noticia, como hemos dicho.

§ 16.6

Y así, puede la voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como habemos dicho, todas ellas beben juntamente.

§ 16.10

Y aquel endiosamiento con que queda y levantamiento de mente en Dios en que queda como robada, embebida de amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir cosa alguna del mundo, y así puede bien decir: ya cosa no sabía; porque no sólo de todo, mas aun de sí queda ajenada y aniquilada, como resuelta en amor, que consiste en pasar de sí al Amado.

§ 16.10

Y aquel endiosamiento con que queda y levantamiento de mente en Dios en que queda como robada, embebida de amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir cosa alguna del mundo, y así puede bien decir: ya cosa no sabía; porque no sólo de todo, mas aun de sí queda ajenada y aniquilada, como resuelta en amor, que consiste en pasar de sí al Amado.

§ 16.11

Y esto por dos cosas: la una, porque como actualmente queda absorta y embebida en aquella bebida de amor, no puede estar actualmente en otra cosa; la segunda, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con su sencillez y pureza, que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía -.porque el acto siempre tiene consigo estas formas-.; así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y pelillos que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, apartándose bien de ella, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas que antes.

§ 16.11

Y esto por dos cosas: la una, porque como actualmente queda absorta y embebida en aquella bebida de amor, no puede estar actualmente en otra cosa; la segunda, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con su sencillez y pureza, que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía -.porque el acto siempre tiene consigo estas formas-.; así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y pelillos que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, apartándose bien de ella, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas que antes.

§ 16.11

Mas el alma, como le queda y dura el efecto de aquel acto de amor algún tanto, dura también el no saber, según habemos dicho, cuanto dura el efecto y dejo de aquel acto; el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, y dejóla no sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21), que dice: Quia inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt et ego ad mihilum redactus sum, et nescivi, que quiere decir: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes juntamente se mudaron, yo fui resuelto en nada y no supe.

§ 16.11

Mas el alma, como le queda y dura el efecto de aquel acto de amor algún tanto, dura también el no saber, según habemos dicho, cuanto dura el efecto y dejo de aquel acto; el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, y dejóla no sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21), que dice: Quia inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt et ego ad mihilum redactus sum, et nescivi, que quiere decir: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes juntamente se mudaron, yo fui resuelto en nada y no supe.

§ 16.12

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios; ahora en lo temporal, como en poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 16.12

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios; ahora en lo temporal, como en poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 16.12

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios; ahora en lo temporal, como en poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 16.13

Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos, tras de que se andan todavía siguiéndolo, hasta que, entrándose a beber en esta interior bodega, lo pierdan todo, quedando, como habemos dicho, deshechos todos en amor; en la cual más fácilmente se consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y moho de los metales en el fuego.

§ 17.2

Dar el pecho uno a otro es darle su amor y amistad, y descubrirle sus secretos como a amigo.

§ 17.4

En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha unión la pureza y perfección que para esto es menester; que, por cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo lo que tenía ajeno de Dios.

§ 17.4

De aquí es que, no solamente según la voluntad, sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella; de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la una a la otra, con fe y firmeza de desposorio; que por eso añade ella, diciendo:

§ 17.5

Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su cuidado ni su obra fuera de su esposo, así el alma en este estado no tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender.

§ 17.5

Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su cuidado ni su obra fuera de su esposo, así el alma en este estado no tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender.

§ 17.5

Porque, así como un alma imperfecta tiene muy ordinariamente a lo menos primeros movimientos según el entendimiento y según la voluntad y memoria y apetitos inclinados a mal e imperfección, así el alma en este estado, según el entendimiento y voluntad y memoria y apetitos, en los primeros movimientos de ordinario se mueve e inclina a Dios, por la grande ayuda y firmeza que tiene ya en Dios y perfecta conversión al bien.

§ 18.3

Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma, la cual dice que está empleada en su servicio, también como la parte razional o espiritual que acabamos de decir en el verso pasado.

§ 18.3

Y en esta parte sensitiva se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores.

§ 18.3

Entiéndese también en este verso toda la habilidad natural y razonal, como habemos dicho, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y espirituales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en su servicio.

§ 18.4

Todo este caudal de tal manera está ya empleado en Dios, que, aun sin advertencia del alma, todas las partes que habemos dicho de este caudal en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y la memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos y apetitos, la esperanza, el gozo, y luego todo el caudal de prima instancia se inclinan a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por Dios.

§ 18.5

Que es tanto como decir: ya no me ando tras mis gustos y apetitos, porque, habiéndolos puesto en Dios y dado a él, ya no los apacienta ni guarda para sí el alma.

§ 18.6

Muchos oficios tiene el alma no provechosos antes que llegue a hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado; porque todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios podemos decir que tenía, los cuales pueden ser acerca del hablar y del pensar y del obrar, teniendo en esto costumbre de no usar de esto como conviene ordenadamente a la perfección.

§ 18.6

Acerca de lo cual siempre el alma tiene algún oficio vicioso que nunca acabó de vencer hasta que de veras emplea su caudal en el servicio de Dios, donde, como habemos dicho, todas las palabras y pensamientos y obras son ya de Dios, no habiendo ya oficio de murmurar ni de otra imperfección en las palabras, ni en las demás potencias.

§ 18.6

Y así, es como si dijera: ni me ocupo ya ni entretengo en otros tratos, ni pasatiempos, ni cosas del mundo:

§ 18.7

Como si dijera: que ya todas estas potencias y habilidad del caudal de mi alma y mi cuerpo, que antes algún tanto empleaba en otras cosas no útiles, las he puesto en ejercicio de amor.

§ 18.9

9. ¡Dichosa vida y dichoso estado y dichosa el alma que a él llega, donde todo le es ya sustancia de amor y regalo y deleite de desposorio, en que de veras puede la esposa decir al divino Esposo aquellas palabras que de puro amor le dice en los Cantares (Ct 7, 13), diciendo: Omnia poma, nova et vetera, servavi tibi, que es como si dijera: Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero por ti, y todo lo suave y sabroso quiero para ti!

§ 19.2

En lo cual dice el alma a los del mundo que si no fuere vista ni hallada (como solía antes que fuese toda de Dios) que la tengan por perdida en eso mismo, y que así lo digan; porque de eso se goza ella queriendo que lo digan, diciendo:

§ 19.3

No se afrenta el que ama delante del mundo de las obras que hace por Dios, ni las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las haya de condenar; porque el que tuviere vergüenza delante de los hombres de confesar al Hijo de Dios, como él lo dice por san Lucas (Lc 9, 26), tendrá vergüenza de confesarle delante de su Padre.

§ 20.1

Por eso llama a este gozar las virtudes hacer guirnaldas de ellas; porque todas juntas, como flores en guirnalda, las gozan entrambos en el amor común que el uno tiene al otro.

§ 20.3

Y llama a estas juventudes frescas mañanas, porque, así como es agradable la frescura de la mañana en la primavera más que las otras partes del día, así lo es la virtud de la juventud delante de Dios.

§ 20.5

Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como de una vestidura de preciosa variedad.

§ 20.5

Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como de una vestidura de preciosa variedad.

§ 20.5

Y para mejor entenderlo es de saber que, así como las flores materiales se van cogiendo, las van en la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera, así como las flores espirituales de virtudes y dones se van adquiriendo, se van en el alma asentando.

§ 20.5

Y para mejor entenderlo es de saber que, así como las flores materiales se van cogiendo, las van en la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera, así como las flores espirituales de virtudes y dones se van adquiriendo, se van en el alma asentando.

§ 20.5

Y acabadas de adquirir, está ya la guirnalda de perfección en el alma acabada de hacer, en que el alma y el Esposo se deleitan hermoseados con esta guirnalda y adornados, bien así como ya en estado de perfección.

§ 20.5

Estas son las guirnaldas que dice han de hacer, que es ceñirse y cercarse de variedad de flores y esmeraldas de virtudes y dones perfectos, para parecer dignamente con este hermoso y precioso adorno delante la cara del rey, y merezca la iguale consigo, poniéndola como reina a su lado, pues ella lo merece con la hermosura de su variedad.

§ 20.5

De donde hablando David (Sal. 44, 10) con Cristo en este caso, dijo: Astitit regina a dextris tuis in vestitu deaurato, circumdata varietate, que quiere decir: estuvo la reina a tu diestra en vestidura de oro cercada de variedad, que es tanto como decir: estuvo a tu diestra vestida de perfecto amor, y cercada de variedad de dones y virtudes perfectas.

§ 20.5

Porque, aunque es verdad que todo dado bueno y todo don perfecto sea de arriba, descendido del Padre de las lumbres, como dice Santiago (Sant 1, 17) todavía eso mismo no se recibe sin la habilidad y ayuda del alma que lo recibe.

§ 20.6

Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo, en el cual la Iglesia esposa suya, habla con él, diciendo: Haremos las guirnaldas, entendiendo por guirnaldas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo.

§ 20.8

Porque, así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en ella; porque, como dice san Pablo (Col. 3, 14), es la caridad el vínculo y atadura de la perfección.

§ 20.8

Porque, así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en ella; porque, como dice san Pablo (Col. 3, 14), es la caridad el vínculo y atadura de la perfección.

§ 20.8

De manera que en este amor del alma están las virtudes y dones sobrenaturales tan necesariamente asidos que, si quebrase, faltando a Dios, luego se desasirían todas las virtudes y faltarían del alma, así como, quebrado el hilo en la guirnalda, se caerían las flores.

§ 21.2

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltarían todas; porque las virtudes así como donde está una están todas, así también donde una falta faltan todas.

§ 21.2

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltarían todas; porque las virtudes así como donde está una están todas, así también donde una falta faltan todas.

§ 21.2

Y dice que volaba en el cuello, porque en la fortaleza del alma, que es el cuello del alma, vuela este amor a Dios con gran fortaleza y ligereza, sin detenerse en cosa alguna; y así como en el cuello el aire menea y hace volar al cabello, así también el aire del Espíritu Santo mueve y altera al amor fuerte para que haga vuelos a Dios; porque sin este divino viento, que mueve las potencias a ejercicios de amor divino, no obran ni hacen sus efectos las virtudes, aunque las haya en el alma.

§ 21.3

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor, sino que también le amó, viéndole fuerte, porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 21.3

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor, sino que también le amó, viéndole fuerte, porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 21.3

Y vuelve a repetir en este verso el cuello, diciendo del cabello: Mirástele en mi cuello, porque, como está dicho, ésa es la causa por que le amó mucho, es a saber, verle en fortaleza.

§ 21.3

Y así es como si dijera: amástele viéndole fuerte sin pusilanimidad y temor, y solo sin otro amor, y volar con ligereza y fervor; de donde se sigue que,

§ 21.4

4. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el pararse él a mirar, que es, como habemos dicho, amar él nuestro bajo ser; porque si él, por su gran misericordia, no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn. 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro amor bajo, porque no tenía tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar nuestro vuelo y levantarle, dando valor a nuestro amor, por eso él mismo se prendó del cabello en el vuelo, esto es, él mismo se pagó y se agradó, y por eso se prendó.

§ 21.4

4. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el pararse él a mirar, que es, como habemos dicho, amar él nuestro bajo ser; porque si él, por su gran misericordia, no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn. 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro amor bajo, porque no tenía tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar nuestro vuelo y levantarle, dando valor a nuestro amor, por eso él mismo se prendó del cabello en el vuelo, esto es, él mismo se pagó y se agradó, y por eso se prendó.

§ 21.5

Y dice uno solo, y que en él se llagó, porque si la fe y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola, sino que estuviese mezclada con otro algún respeto o cumplimiento, no llegaría a efecto de llagar a Dios de amor; y así, solo un ojo ha de ser en que se llaga, como también un solo cabello en que se prenda el Amado.

§ 21.6

Y por eso el alma en la dicha canción hace relación de estas dos cosas, como agradeciendo al Amado y regraciando tan gran merced, y también para gozarse ella y deleitarse en haber sido tan dichosa que haya caído en gracia a su Amado.

§ 22.1

Y, por tanto, porque en las dos canciones pasadas parece se atribuía a sí alguna cosa la esposa, tal como decir: que haría ella juntamente con el Esposo las guirnaldas, y que se tejerían con el cabello de ella (lo cual es obra no de poco momento y estima), y después decir y gloriarse que el Esposo se había prendado en su cabello y llagado en su ojo (en lo cual también parece atribuirse a sí misma gran merecimiento), quiere ahora en la presente canción declarar su intención y deshacer el engaño que en esto se puede entender, con cuidado y temor no se le atribuya a ella algún valor y merecimiento, y por eso se le atribuya a Dios menos de lo que se le debe y ella desea.

§ 22.4

Adamar es amar mucho, es más que amar simplemente; es como amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas.

§ 22.4

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 22.5

Es de notar, para inteligencia de esto, que Dios, así como no ama cosa fuera de sí, así ninguna cosa ama más bajamente que a sí, porque todo lo ama por sí, y el amor tiene la razón del fin; y así, no ama las cosas por lo que ellas son en sí.

§ 22.7

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor, lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.

§ 23.2

Como si dijera: pues así es lo dicho, no quieras tenerme ya en poco;

§ 23.5

Porque el alma que está subida en amor y honrada acerca de Dios, siempre va alcanzando más amor y honra de Dios, según se dice por san Juan (Jn 1, 16), como habemos dicho: Dat gratiam pro gratia.

§ 23.5

Y así lo da a entender Dios hablando con su amigo Jacob por Isaías (Is 43, 4), diciendo: Ex quo honorabilis factus es in oculis meis, et gloriosus, ego dilexi te, que quiere decir: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia mirándote la primera vez, por la cual te hiciste honrado y glorioso en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 23.5

Lo cual es tanto como si dijera: hijas de Jerusalén, no os maravilléis porque el rey celestial me haya hecho tan grandes mercedes en meterme en lo interior de su lecho, porque, aunque soy morena de mío, por lo cual no las merecía, ya soy hecha hermosa de él, por haberme él mirado, y por eso me ha amado, etc.

§ 23.6

Bien puedes ya, Dios mío, mirar y preciar mucho al alma que ya una vez miraste, pues con tu vista primera la dejaste prendas con que ya no una sola vez sino muchas merece ser vista de tus divinos ojos; porque, como se dice en el libro de Ester (Ester 6, 11), hoc honore condignus est quemcumque rex voluerit honorare.

§ 24.1

Viendo la esposa las virtudes de su alma puestas ya en el punto de su perfección, en que está ya gozando el deleite y suavidad y fragancia de ellas (así como se goza la vista y olor de las plantas cuando están bien florecidas) deseando ella continuar esta suavidad y que no haya cosa que pueda impedírsela, pide en esta canción a los ángeles y ministros de Dios que entiendan en apartar de ella todas aquellas cosas que pueden derribar y ajar la dicha flor y fragancia de sus virtudes, como son todas las turbaciones, tentaciones, desasosiegos, apetitos, si algunos quedan, imaginaciones y otros movimientos naturales y espirituales, que aquí pone nombre de raposas, que suelen impedir al alma la flor de la paz y quietud y suavidad interior, al tiempo que más a su sabor la está gozando el alma en sus virtudes junto con su Amado.

§ 24.1

Viendo la esposa las virtudes de su alma puestas ya en el punto de su perfección, en que está ya gozando el deleite y suavidad y fragancia de ellas (así como se goza la vista y olor de las plantas cuando están bien florecidas) deseando ella continuar esta suavidad y que no haya cosa que pueda impedírsela, pide en esta canción a los ángeles y ministros de Dios que entiendan en apartar de ella todas aquellas cosas que pueden derribar y ajar la dicha flor y fragancia de sus virtudes, como son todas las turbaciones, tentaciones, desasosiegos, apetitos, si algunos quedan, imaginaciones y otros movimientos naturales y espirituales, que aquí pone nombre de raposas, que suelen impedir al alma la flor de la paz y quietud y suavidad interior, al tiempo que más a su sabor la está gozando el alma en sus virtudes junto con su Amado.

§ 24.1

Porque suele el alma a veces ver en su espíritu todas las virtudes que Dios la ha dado (obrando él en ella esta luz); y ella entonces, con admirable deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al Amado como una piña de flores; en lo cual, recibiéndolas el Amado entonces (como a la verdad las recibe) recibe en ello gran servicio, porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes, que es el mayor servicio que ella le puede hacer; y así es uno de los mayores deleites que en el trato con Dios suele recibir éste que recibe en esta manera de don que al Amado hace.

§ 24.1

Porque suele el alma a veces ver en su espíritu todas las virtudes que Dios la ha dado (obrando él en ella esta luz); y ella entonces, con admirable deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al Amado como una piña de flores; en lo cual, recibiéndolas el Amado entonces (como a la verdad las recibe) recibe en ello gran servicio, porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes, que es el mayor servicio que ella le puede hacer; y así es uno de los mayores deleites que en el trato con Dios suele recibir éste que recibe en esta manera de don que al Amado hace.

§ 24.2

Y a este tiempo suelen algunas veces acudir a la memoria y fantasía muchas y varias formas e imaginaciones, y en la parte sensitiva muchos y varios movimientos y apetitos, que, como habemos dicho, con su mucha sutileza y viveza molestan y desquietan al alma de la suavidad y quietud interior de que goza, y, allende de esto, los demonios, que tienen mucha envidia de la paz y recogimiento interior, suelen ingerir en el espíritu horrores y turbaciones y temores.

§ 24.2

A todas las cuales cosas llama aquí raposas, porque, así como las ligeras y astutas raposillas con sus sutiles saltos suelen derribar y estragar la flor de las viñas al tiempo que están floridas, así, los astutos y maliciosos demonios con estas turbaciones y movimientos ya dichos, saltando turban la devoción de las almas santas.

§ 24.4

Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de manera que la parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y de él, en que ambos se apacientan y deleitan.

§ 24.5

Y llama piña a esta junta de virtudes, porque, así como la piña es una pieza fuerte, y en sí contiene muchas piezas fuertes y fuertemente abrazadas, que son los piñones, así esta piña de virtudes que hace el alma para su Amado es una sola pieza de perfección del alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en sí muchas perfecciones y virtudes muy fuertes y dones muy ricos.

§ 24.6

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales, como son entendimiento, memoria y voluntad, no haya otras consideraciones ni otros afectos ni otras digresiones; y en todos los sentidos y potencias corporales, como son imaginativa y fantasía, y los cinco sentidos exteriores, no haya otras formas, imágenes o figuras de algunos objetos y operaciones naturales.

§ 24.6

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales, como son entendimiento, memoria y voluntad, no haya otras consideraciones ni otros afectos ni otras digresiones; y en todos los sentidos y potencias corporales, como son imaginativa y fantasía, y los cinco sentidos exteriores, no haya otras formas, imágenes o figuras de algunos objetos y operaciones naturales.

§ 24.6

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales, como son entendimiento, memoria y voluntad, no haya otras consideraciones ni otros afectos ni otras digresiones; y en todos los sentidos y potencias corporales, como son imaginativa y fantasía, y los cinco sentidos exteriores, no haya otras formas, imágenes o figuras de algunos objetos y operaciones naturales.

§ 24.7

Esto dice aquí el alma, por cuanto en esta sazón de comunicación con Dios conviene que todos los sentidos, así interiores como exteriores, estén desocupados y vacíos; porque en tal caso cuanto ellos más se ponen en obra, tanto mas estorban; porque en llegando el alma a la unión interior de Dios, ya no obran en esto las potencias espirituales, y menos las corporales, por cuanto está ya hecha la obra de unión de amor, y así acabaron de obrar, porque llegado al término cesan todas las operaciones de los medios.

§ 25.4

Porque aspirar en el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes; y aspirar por el alma es hacer Dios toque en las virtudes y perfecciones que ya le son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí admirable fragancia y suavidad; bien así como cuando menean las especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella moción, derraman la abundancia de su olor, el cual antes no era tal ni se sentía en tanto grado.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.6

Los cuales son en tanta abundancia algunas veces, que al alma le parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable; tanto, que no sólo ella lo siente de dentro, pero aun suele redundar tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les parece estar la tal alma como un deleitoso jardín, lleno de deleites y riquezas de Dios.

§ 25.7

En este aspirar del Espíritu Santo por el alma, que es visitación suya en amor a ella, se comunica en alta manera el Esposo Hijo de Dios a ella; que por eso envía su Espíritu primero, como a los Apóstoles, que es su aposentador, para que le prepare la posada del alma esposa, levantándola en deleite, descubriendo sus dones, arreándole de la tapicería de sus gracias y riquezas.

§ 25.7

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, más subidamente se comunica a ella y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio de virtudes que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración de tal sabor y suavidad de virtudes la cual dura en el alma todo el tiempo que el Amado asiste allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus virtudes, según en los Cánticos (Ct 1, 11) ella dice en esta manera: Cum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suavitatis; y es como si dijera: En tanto que estaba reclinado el rey en su reclinatorio, que es mi alma, el mi arbolico oloroso dio olor de suavidad, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que consta de muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después dijo.

§ 25.7

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, más subidamente se comunica a ella y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio de virtudes que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración de tal sabor y suavidad de virtudes la cual dura en el alma todo el tiempo que el Amado asiste allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus virtudes, según en los Cánticos (Ct 1, 11) ella dice en esta manera: Cum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suavitatis; y es como si dijera: En tanto que estaba reclinado el rey en su reclinatorio, que es mi alma, el mi arbolico oloroso dio olor de suavidad, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que consta de muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después dijo.

§ 25.7

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, más subidamente se comunica a ella y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio de virtudes que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración de tal sabor y suavidad de virtudes la cual dura en el alma todo el tiempo que el Amado asiste allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus virtudes, según en los Cánticos (Ct 1, 11) ella dice en esta manera: Cum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suavitatis; y es como si dijera: En tanto que estaba reclinado el rey en su reclinatorio, que es mi alma, el mi arbolico oloroso dio olor de suavidad, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que consta de muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después dijo.

§ 25.9

Y así, el Hijo de Dios se deleita en el alma en estos deleites de ella, y se sustenta en ella, esto es, persevera en ella, como en lugar donde grandemente se deleita, porque el lugar se deleita de veras en él.

§ 25.9

Y así también la esposa en los Cantares (Ct 6, 1), como quien tan bien sabe la condición del Esposo, dice ella por estas palabras: Dilectus meus descendit in hortum suum ad areolam aromatum, ut pascatur in hortis, et lilia colligat, que quiere decir: Mi Amado descendió a su huerto, a la erica y aire de las especias aromáticas olorosas, para apacentarse en los huertos y coger lirios para sí.

§ 26.1

Habiendo ya el alma puesto diligencia en que las raposas se cazasen y el cierzo se fuese, que eran estorbos e inconvenientes que impedían el acabado deleite del estado del matrimonio espiritual; y también habiendo invocado y alcanzado el aire del Espíritu Santo, como en las dos precedentes canciones ha hecho, el cual es propia disposición e instrumento para la perfección del tal estado, resta ahora tratar de él en esta canción, en la cual habla el Esposo llamando ya esposa al alma.

§ 26.1

Y dice dos cosas: la una es decir cómo ya, después de haber salido victoriosa, ha llegado a este estado deleitoso del matrimonio espiritual, que él y ella tanto habían deseado; y la segunda es contar las propiedades del dicho estado, de las cuales el alma goza ya en él, como son: reposar a su sabor y tener el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado, según ahora iremos declarando.

§ 26.2

Y, allende de esto, después cuenta haber recibido grandes comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido perfeccionando y enterando en el amor de él; tanto que, pasando de todas las cosas y de sí misma, se entregó a él por unión de amor en desposorio espiritual, en que como ya desposada, ha recibido del Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción, donde se hizo este divino desposorio, que dice: Apártalos, Amado, de cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí, donde el Esposo hace mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en ésta, hasta ésta de ahora que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo, el cual es mucho más que el desposorio, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra en consumada unión de amor, cual se puede en esta vida, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en cuanto se puede en esta vida.

§ 26.2

Y, allende de esto, después cuenta haber recibido grandes comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido perfeccionando y enterando en el amor de él; tanto que, pasando de todas las cosas y de sí misma, se entregó a él por unión de amor en desposorio espiritual, en que como ya desposada, ha recibido del Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción, donde se hizo este divino desposorio, que dice: Apártalos, Amado, de cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí, donde el Esposo hace mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en ésta, hasta ésta de ahora que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo, el cual es mucho más que el desposorio, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra en consumada unión de amor, cual se puede en esta vida, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en cuanto se puede en esta vida.

§ 26.2

Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este espiritual matrimonio entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor de Dios; bien así como cuando la luz de la estrella o la de la candela se junta y une con el sol, y ya el que luce no es la estrella ni la candela sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces.

§ 26.2

Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este espiritual matrimonio entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor de Dios; bien así como cuando la luz de la estrella o la de la candela se junta y une con el sol, y ya el que luce no es la estrella ni la candela sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces.

§ 26.2

Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este espiritual matrimonio entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor de Dios; bien así como cuando la luz de la estrella o la de la candela se junta y une con el sol, y ya el que luce no es la estrella ni la candela sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces.

§ 26.3

Y es como si dijera: transformado se ha en su Dios, que es el que aquí llama huerto ameno, por el deleitoso y suave asiento que halla el alma en él.

§ 26.4

Porque todo el deseo y fin del alma y de Dios en todas las obras de ella es la consumación y perfección de este estado, por lo cual nunca descansa el alma hasta llegar a él; porque halla en este estado mucha más abundancia y henchimiento de Dios, y más segura y estable paz, y más perfecta suavidad sin comparación que en el desposorio espiritual, bien así como ya colocada en los brazos de tal Esposo.

§ 26.4

Por tanto, viviendo el alma vida tan feliz y dichosa, como es vida de Dios, considere cada uno, si puede, qué vida será ésta del ánima, en la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor, ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite y gloria de Dios en la sustancia del alma ya transformada en él.

§ 26.4

Por tanto, viviendo el alma vida tan feliz y dichosa, como es vida de Dios, considere cada uno, si puede, qué vida será ésta del ánima, en la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor, ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite y gloria de Dios en la sustancia del alma ya transformada en él.

§ 26.5

El cuello, como arriba queda dicho, denota la fortaleza, que es con la que el alma trabaja y obra las virtudes y vence los vicios; y así, es justo que el alma repose y descanse en aquello que trabajó, y recline su cuello

§ 26.6

Por tanto, la Esposa en los Cantares (Ct 8, 1), deseando este estado, dijo al Esposo: Quis det te mihi fratrem meum sugentem ubera matris meae, ut inveniam te solum foris, et desosculer te, et iam me nemo despiciat?, como si dijera: ¿Quién te me diese, hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de manera que te hallase yo solo afuera y te besase, y ya no me despreciase nadie? En llamarle hermano, da a entender la igualdad que hay en el desposorio de amor entre los dos antes de llegar a este estado.

§ 28.1

Y también por medio de estas liras y canto da a entender cómo en este estado se ponen en perfección y medio de obra, según se puede en esta vida, las tres potencias del alma, que son: entendimiento, voluntad y memoria; y también se contiene cómo las cuatro pasiones del ánima, que son: dolor, esperanza, gozo y temor, se mitigan y ponen en razón por medio de la satisfacción que el alma tiene, significada por las amenas liras y canto de sirenas, como luego diremos.

§ 28.2

A las cuales dice el Esposo que las conjura por las amenas liras, etc., esto es, que pues ya la suavidad y deleite del alma es tan abundante y frecuente y fuerte que ellas no lo podían impedir, como antes solían, por no haber llegado a tanto que cesen sus inquietos vuelos, ímpetus y excesos.

§ 28.2

Lo cual se ha de entender así en las demás partes que habemos de declarar aquí, como son:

§ 28.3

Por los leones entiende las acrimonias e ímpetus de la potencia irascible, porque esta potencia es osada y atrevida en sus actos, como los leones.

§ 28.3

Los efectos de cobardía ejercita cuando las cosas no las halla para sí convenientes, porque entonces se retira, encoge y acobarda, y en estos efectos es comparada a los ciervos; porque, así como tienen esta potencia concupiscible más intensa que otros muchos animales, así son muy cobardes y encogidos.

§ 28.4

De manera que en conjurar los leones, pone rienda a los ímpetus y excesos de la ira; y en conjurar los ciervos, fortalece la concupiscencia en las cobardías y pusilanimidades que antes la encogían; y en conjurar los gamos saltadores, la satisface y apacigua los deseos y apetitos que antes andaban inquietos, saltando como gamos de uno en otro por satisfacer a la concupiscencia, la cual está ya satisfecha por las amenas liras, de cuya suavidad goza, y por el canto de sirenas, en cuyo deleite se apacienta.

§ 28.6

También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las cuatro pasiones, que, como dijimos, son dolor, esperanza, gozo y temor.

§ 28.6

Por las aguas se entienden las afecciones del dolor que afligen al ánima, porque así como agua se entran en el alma, de donde David (Sal. 68, 2) dice a Dios, hablando de ellas: Salvum me fac, Deus, quoniam intraverunt aquae usque ad animam meam, esto es: Sálvame, Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma.

§ 28.6

Por los aires se entienden las afecciones de la esperanza, porque así como aire vuelan a desear lo ausente que se espera.

§ 28.6

De donde también dice David (Sal. 118, 131): Os meum aperui, et attraxi spiritum, quia mandata tua desiderabam; como si dijera: Abrí la boca de mi esperanza y atraje al aire de mi deseo, porque esperaba y deseaba tus mandamientos.

§ 28.6

Por los ardores se entienden las afecciones de la pasión del gozo, las cuales inflaman el corazón a manera de fuego, por lo cual el mismo David (Sal. 38, 4) dice: Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Dentro de mí se calentó mi corazón, y en mi meditación se encenderá fuego; que es tanto como decir: en mi meditación se encenderá el gozo.

§ 28.6

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba), que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios, a veces también de parte del demonio, el cual, al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción o variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la esposa de su tálamo.

§ 28.6

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba), que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios, a veces también de parte del demonio, el cual, al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción o variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la esposa de su tálamo.

§ 28.6

Y llama veladores a estos temores, porque de suyo hacen velar y recordar al alma de su suave sueño interior; y también porque los demonios, que los causan, están siempre velando por ponerlos estos temores que pasivamente de parte de Dios, o del demonio, como he dicho, se ingieren en el espíritu de los que son ya espirituales.

§ 28.7

Porque, a modo de los ángeles, que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor, y ejercitan las obras de misericordia y compasión sin sentir compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas veces y en algunas cosas dispensa Dios con ella, dándoselo a sentir y dejándola padecer porque merezca más, como hizo con la Madre Virgen y con san Pablo, pero el estado de suyo no lo lleva.

§ 28.8

Y así, ninguna cosa la puede ya llegar ni molestar, habiéndose ya ella entrado, como habemos dicho, de todas ellas en el ameno huerto deseado, donde toda paz goza, de toda suavidad gusta, y en todo deleite se deleita, según sufre la condición y estado de esta vida.

§ 28.8

Porque de esta tal alma se entiende aquello que dice el Sabio en los Proverbios (Pv 15, 15), diciendo: Secura mens quasi iuge convivium, esto es: El alma segura y pacífica es como un convite continuo, porque, así como en un convite hay de todos manjares sabrosos al paladar y de todas músicas suaves al oído, así el alma en este continuo convite que ya tiene en el pecho de su Amado, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.

§ 28.8

Porque de esta tal alma se entiende aquello que dice el Sabio en los Proverbios (Pv 15, 15), diciendo: Secura mens quasi iuge convivium, esto es: El alma segura y pacífica es como un convite continuo, porque, así como en un convite hay de todos manjares sabrosos al paladar y de todas músicas suaves al oído, así el alma en este continuo convite que ya tiene en el pecho de su Amado, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.

§ 28.10

Ya dijimos que las amenas liras significan la suavidad del alma en este estado; porque así como la música de las liras llena el ánimo de suavidad y recreación (de manera que tiene el ánimo tan embebecido y suspenso que le tiene ajenado de penas y sinsabores), así esta suavidad tiene al alma tan en sí que ninguna pena la llega; y por eso conjura a todas las molestias de las potencias y pasiones que cesen por la suavidad.

§ 28.10

Y también el canto de serenas, como también queda dicho, significa el deleite ordinario que el alma posee, por el cual también está desnuda de todos los contrarios y operaciones molestas dichas, las cuales son entendidas en el verso que luego dice, es a saber:

§ 28.11

Porque así como la ira es cierto ímpetu que sale del límite de la razón cuando obra viciosamente, así todas las afecciones y operaciones ya dichas exceden del límite de la paz y tranquilidad del alma si reinan en ella.

§ 29.2

Y llámala Judea, porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la gente judaica.

§ 29.2

A todas éstas llama ninfas, porque así como las ninfas con su afición y gracia atraen para sí a los amantes, así estas operaciones y movimientos de la sensualidad sabrosamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte razonal, sacándola de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y apetecen, moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se case y junte con ellas en su bajo modo sensual, procurando conformar a la parte razonal y aunarla con la sensual.

§ 29.3

Las flores son las virtudes del alma, como arriba dijimos; los rosales son las tres potencias del alma: entendimiento, memoria y voluntad, que llevan rosas y flores de conceptos divinos y actos de amor y de virtudes; el ámbar es el divino espíritu que mora en el alma; y perfumear este divino ámbar en las flores y rosales es comunicarse y derramarse suavísimamente en las potencias y virtudes del alma, dando en ellas al alma perfume de divina suavidad.

§ 29.4

En los arrabales de Judea, que decimos ser la parte sensitiva del alma; y los arrabales de ella son los sentidos sensitivos interiores como son la fantasía, la imaginativa, memoria, en los cuales se colocan y recogen las fantasías e imaginaciones y formas de las cosas.

§ 29.6

Esta canción se ha puesto aquí para dar a entender la quieta paz y segura que tiene el alma que llega a este alto estado; no para que se piense que este deseo que muestra aquí el alma de que se sosieguen estas ninfas sea porque en este estado molesten, porque ya están sosegadas, como arriba queda dado a entender, que este deseo más es de los que van aprovechando y de los aprovechados que de los ya perfectos, en los cuales poco o nada reinan las pasiones y movimientos.

§ 30.1

Después que el Esposo y la esposa en las canciones pasadas han puesto rienda y silencio a las pasiones y potencias del ánima, así sensitivas como espirituales, que la podían perturbar conviértese en esta canción la esposa a gozar de su Amado al interior recogimiento de su alma, donde él con ella está en amor unido, donde escondidamente en grande manera la goza.

§ 30.2

Como si dijera: querido Esposo mío, recógete en lo más interior de mi alma, comunicándote a ella escondidamente, manifestándole tus escondidas maravillas ajenas de todos los ojos mortales.

§ 30.3

Y así, es como si dijera: embiste con tu divinidad en mi entendimiento, dándole inteligencias divinas; y en mi voluntad, dándole y comunicándole el divino amor; y en mi memoria con divina posesión de gloria.

§ 30.3

En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación esencial de la divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a saber, del alma y divinidad.

§ 30.4

Es a saber: y no quieras decillo como antes, cuando las comunicaciones que en mí hacías eran de manera que las decías a los sentidos exteriores, por ser cosas de que ellos eran capaces, porque no eran tan altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzarlas; mas ahora sean tan subidas y sustanciales y tan de adentro, que no quieras decírselo a ellos, de manera que sean capaces de ellas (porque la sustancia no se puede comunicar en los sentidos, y así lo que puede caer en sentido no es Dios esencialmente).

§ 30.5

Y así es como si dijera: mas antes conviértete adentro, Carillo, enamorándote de las compañas de las virtudes y perfecciones que has puesto en mi alma, para que, enamorado de ella en ellas, en ella te escondas y te detengas; pues que es verdad que aunque son tuyas, ya, por habérselas tú dado, también son suyas,

§ 30.5

Y así, es como si dijera: pues va mi alma a ti por noticias extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tú a ella también tan interior y subidamente que sea ajeno de todos ellos.

§ 31.3

Porque así como la paloma que salió del arca de Noé se volvió a ella con un ramo de oliva en el pico en señal de misericordia de Dios en la cesación de las aguas sobre la tierra, que por el diluvio estaba anegada (Gn. 8, 11), así esta tal alma que salió del arca de la omnipotencia de Dios, que fue cuando la crió, habiendo andado por las aguas del diluvio de los pecados imperfecciones y penas y trabajos de esta vida, vuelve al arca del pecho de su Criador con el ramo de oliva, que es la clemencia y misericordia que Dios ha usado con ella en haberla traído a tan alto estado de perfección, y haber hecho cesar en la tierra de su alma las aguas de los pecados, y dádola victoria contra toda la guerra y batería de los enemigos, que esto la habían siempre procurado impedir; y así, el ramo significa victoria de los enemigos y aún premio de los merecimientos.

§ 31.3

Y así, la palomica no sólo vuelve ahora al arca de su Dios blanca y limpia como salió de ella en la creación, mas aún con aumento de ramo de premio y paz conseguida en la victoria.

§ 31.4

También llama aquí al alma tortolica, porque en este caso ha sido como la tortolilla cuando ha hallado al socio que deseaba.

§ 31.5

Y porque esta tal alma, antes que llegase a este estado, anduvo de esta suerte buscando a su Amado como la tortolilla, no hallando ni queriendo hallar consuelo ni refrigerio sino sólo en él, canta aquí el mismo Esposo el fin de sus fatigas y cumplimiento de los deseos de ella, diciendo que ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado, que es decir: que ya se sienta en ramo verde, deleitándose en su Amado; y que ya bebe el agua clara de subida contemplación y sabiduría de Dios y fría, que es el refrigerio que tiene en él; y también se pone debajo de la sombra de su amparo y favor, que tanto ella había deseado, donde es consolada y reficionada sabrosa y divinamente, según ella de ello se alegra en los Cantares (Ct 2, 3), diciendo: Sub umbra illius, quem desideravam sedi, et fructus eius dulcis gutturi meo, que quiere decir: Debajo de la sombra de aquel que había deseado me asenté, y su fruto es dulce a mi garganta.

§ 32.1

Y no sólo dice que él ya la guía en esa soledad, sino que a solas lo hace él mismo, comunicándose a ella sin otros medios de ángeles ni de hombres ni figuras ni formas, estando él también (como ella está enamorada de él) herido de amor de ella en esta soledad y libertad de espíritu, que por medio de la dicha soledad tiene, porque ama él mucho la soledad.

§ 32.3

Y así, es como si dijera: en esa soledad en que antes vivía, ejercitándose en ella con trabajo y angustia, porque no estaba perfecta, en ella ha puesto su descanso ya y refrigerio, por haberla ya adquirido perfectamente en Dios.

§ 32.5

Porque ésta es la propiedad de esta unión del alma con Dios en matrimonio espiritual: hacer Dios en ella y comunicarse por si solo, no ya por medio de ángeles como antes, ni por medio de la habilidad natural.

§ 32.5

Y la causa es porque la halla a solas, como está dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y fiándola de otro que de si solo.

§ 32.6

Porque en haberse el alma quedado a solas de todas las cosas por amor de él, grandemente se enamora él de ella en esa soledad, también como ella se enamoró de él en la soledad, quedándose en ella herida de amor de él.

§ 33.2

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 33.2

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 33.4

En decir, pues, el alma vámonos a ver en tu hermosura al monte, es decir: aseméjame e infórmame en la hermosura de la Sabiduría divina, que, como decimos, es el Hijo de Dios.

§ 33.9

Porque desear entrar en espesura de sabiduría y riquezas y regalos de Dios es de todos; mas desear entrar en la espesura de trabajos y dolores por el Hijo de Dios, es de pocos, así como muchos se querrían ver en el término, sin pasar por el camino y medio a él.

§ 34.1

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro en sus juicios, como habemos dicho, es por poder de allí venir a unir su entendimiento y conocer en los altos misterios de la Encarnación del Verbo, como a más alta y sabrosa sabiduría para ella; a cuya noticia clara no se viene sino habiendo primero entrado en la espesura que habemos dicho de sabiduría y experiencia de trabajos.

§ 34.1

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro en sus juicios, como habemos dicho, es por poder de allí venir a unir su entendimiento y conocer en los altos misterios de la Encarnación del Verbo, como a más alta y sabrosa sabiduría para ella; a cuya noticia clara no se viene sino habiendo primero entrado en la espesura que habemos dicho de sabiduría y experiencia de trabajos.

§ 34.1

Y así, dice la esposa en esta canción que, después de haber entrado más adentro en esta sabiduría y trabajos, irán a conocer los subidos misterios de Dios y hombre, que están más subidos en sabiduría, escondidos en Dios, y que allí se entrarán, engolfándose el alma e infundiéndose en ellos, y gozarán y gustarán de ellos y de las virtudes y atributos de Dios que por ellos se descubren en Dios, como son justicia, misericordia, sabiduría. etc.

§ 34.2

Porque así como las cavernas son profundas y de muchos senos, así cada misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría, y tiene muchos senos de juicios suyos ocultos de predestinación y presciencia en los hijos de los hombres.

§ 34.3

Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir, y aun por entender, y así, mucho que ahondar en Cristo; porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término; antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.

§ 34.3

En los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero y entra en la espesura del padecer exterior e interiormente y, después de haberla Dios hecho muchas otras mercedes intelectuales y sensitivas y habiendo precedido en ella mucho ejercicio espiritual; porque todas estas cosas son más bajas y disposiciones para venir a las subidas cavernas del conocimiento de los misterios de Cristo, que es la más alta sabiduría que en esta vida se puede alcanzar.

§ 34.3

Y fue que, metiéndole en el agujero de la piedra, que es Cristo, como habemos dicho, le mostró sus espaldas (Ex 21­23), que fue darle conocimiento de los misterios de las obras suyas, mayormente los de la Encarnación de su Hijo.

§ 34.5

Y esto que dice allí nos entraremos, es tanto como decir: allí nos transformaremos en transformación de nuevas noticias y nuevos actos y comunicaciones de amor.

§ 34.5

Porque, aunque es verdad que el alma, cuando dice esto, está ya transformada por causa del estado ya dicho -.aunque, como habemos dicho, en sabiduría no se le añade nada-. no quita por eso que no pueda en este estado tener nuevas ilustraciones y transformaciones de nuevas noticias y luces divinas; antes, son muy frecuentes las iluminaciones de nuevos misterios que al alma comunica Dios en la comunicación que siempre está hecha entre él y el alma; y en sí mismo se lo comunica, y ella como de nuevo se entra en él según la noticia de aquellos misterios que en él conoce, y en aquel conocimiento de nuevo le ama estrechísima y subidamente, transformándose en él según aquellas noticias nuevas.

§ 34.5

Porque, aunque es verdad que el alma, cuando dice esto, está ya transformada por causa del estado ya dicho -.aunque, como habemos dicho, en sabiduría no se le añade nada-. no quita por eso que no pueda en este estado tener nuevas ilustraciones y transformaciones de nuevas noticias y luces divinas; antes, son muy frecuentes las iluminaciones de nuevos misterios que al alma comunica Dios en la comunicación que siempre está hecha entre él y el alma; y en sí mismo se lo comunica, y ella como de nuevo se entra en él según la noticia de aquellos misterios que en él conoce, y en aquel conocimiento de nuevo le ama estrechísima y subidamente, transformándose en él según aquellas noticias nuevas.

§ 34.6

Porque, así como las granadas tienen muchos granicos, todos nacidos y sustentados en aquel seno circular, así cada virtud y atributo y misterio y juicio de Dios contiene en sí gran multitud de granos de efectos y ordenaciones maravillosas de Dios, contenidos y sustentados en el seno esférico o circular de virtud y misterio que pertenece a aquellos tales efectos.

§ 34.7

Y así como de muchos granos de las granadas un solo mosto sale, así de todas estas maravillas y grandezas de Dios conocidas, sale y redunda una sola fruición y deleite de amor para el alma, el cual ella luego ofrece a Dios con gran ternura de voluntad.

§ 34.7

Lo cual ella en los Cánticos divinos (Ct 8, 2) prometió al Esposo, si él la metía en estas altas noticias, diciendo: Ibi me docebis, et dabo tibi poculum ex vino condito, et mustum malorum granatorum meorum, que quiere decir: Allí me enseñarás y daréte yo a ti bebida del vino adobado y el mosto de mis granadas; llamándolas suyas aunque son de Dios, por habérselas él a ella dado, y ella como propias las vuelve al mismo Dios.

§ 35.1

Y así, en esta canción dice dos cosas: la primera es decir que allí la mostraría, es a saber, en aquella transformación de noticias, lo que su alma pretendía en todos sus actos e intentos, que es mostrarla perfectamente a amar a su Esposo como él se ama, junto con las demás cosas que declara en la siguiente canción; y la segunda es decir que allí también la daría la limpieza y pureza que en el estado original la dio, o en el día del bautismo, acabándola de limpiar de todas sus imperfecciones y tinieblas como entonces lo estaba.

§ 35.1

Y así, en esta canción dice dos cosas: la primera es decir que allí la mostraría, es a saber, en aquella transformación de noticias, lo que su alma pretendía en todos sus actos e intentos, que es mostrarla perfectamente a amar a su Esposo como él se ama, junto con las demás cosas que declara en la siguiente canción; y la segunda es decir que allí también la daría la limpieza y pureza que en el estado original la dio, o en el día del bautismo, acabándola de limpiar de todas sus imperfecciones y tinieblas como entonces lo estaba.

§ 35.2

Y como ve el alma la verdad de la inmensidad del amor con que Dios la ama, no quiere ella amarle menos altamente y perfectamente, y para esto desea la actual transformación, porque no puede el alma venir a esta igualdad y enterez de amor si no es en transformación total de su voluntad con la de Dios, en que de tal manera se unen las voluntades, que se hace de dos una y, así, hay igualdad de amor.

§ 35.2

Porque la voluntad del alma, convertida en voluntad de Dios, toda es ya voluntad de Dios, y no está perdida la voluntad del alma, sino hecha voluntad de Dios, y así, el alma ama a Dios con voluntad de Dios, que también es voluntad suya; y así, le amará tanto como es amada de Dios, pues le ama con voluntad del mismo Dios, en el mismo amor con que él a ella la ama, que es el Espíritu Santo, que es dado al alma, según lo dice el Apóstol (Rm. 5, 5), diciendo: Gratia Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis, que quiere decir: La gracia de Dios está infusa en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.

§ 35.2

Y así ama en el Espíritu Santo a Dios junto con el Espíritu Santo, no como con instrumento, sino juntamente con él, por razón de la transformación, como luego se declarará, supliendo lo que falta en ella por haberse transformado en amor ella con él.

§ 35.2

Y así ama en el Espíritu Santo a Dios junto con el Espíritu Santo, no como con instrumento, sino juntamente con él, por razón de la transformación, como luego se declarará, supliendo lo que falta en ella por haberse transformado en amor ella con él.

§ 35.3

Por lo cual no dice que la dará, sino que la mostrará cómo le ha de amar ella, porque, aunque es verdad que la da su amor, pero muy propiamente se dice que le muestra el amor, esto es, la muestra a amarle como él se ama; porque Dios, amándonos primero, nos muestra a amar pura y enteramente como él nos ama.

§ 35.3

Por lo cual no dice que la dará, sino que la mostrará cómo le ha de amar ella, porque, aunque es verdad que la da su amor, pero muy propiamente se dice que le muestra el amor, esto es, la muestra a amarle como él se ama; porque Dios, amándonos primero, nos muestra a amar pura y enteramente como él nos ama.

§ 35.3

Y porque en esta transformación muestra Dios al alma, comunicándosele, un total amor generoso y puro con que amorosísimamente se comunica él todo a ella, transformándola en sí (en lo cual la da su mismo amor, como decíamos, con que ella le ame), es propiamente mostrarla a amar, que es como ponerla el instrumento en las manos, y decille él cómo lo ha de hacer, e irlo haciendo con ella; y así aquí ama el alma a Dios cuanto de él es amada.

§ 35.3

Y porque en esta transformación muestra Dios al alma, comunicándosele, un total amor generoso y puro con que amorosísimamente se comunica él todo a ella, transformándola en sí (en lo cual la da su mismo amor, como decíamos, con que ella le ame), es propiamente mostrarla a amar, que es como ponerla el instrumento en las manos, y decille él cómo lo ha de hacer, e irlo haciendo con ella; y así aquí ama el alma a Dios cuanto de él es amada.

§ 35.3

Y no quiero decir que amará a Dios cuanto él se ama, que esto no puede ser, sino cuanto de él es amada; porque así como ha de conocer a Dios como de él es conocida, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de él, pues un amor es el de entrambos.

§ 35.3

Y no quiero decir que amará a Dios cuanto él se ama, que esto no puede ser, sino cuanto de él es amada; porque así como ha de conocer a Dios como de él es conocida, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de él, pues un amor es el de entrambos.

§ 35.3

Y no quiero decir que amará a Dios cuanto él se ama, que esto no puede ser, sino cuanto de él es amada; porque así como ha de conocer a Dios como de él es conocida, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de él, pues un amor es el de entrambos.

§ 35.3

Y no quiero decir que amará a Dios cuanto él se ama, que esto no puede ser, sino cuanto de él es amada; porque así como ha de conocer a Dios como de él es conocida, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de él, pues un amor es el de entrambos.

§ 35.5

Y eso es lo que entiende por lo que dice en el verso postrero, es a saber: Aquello que me diste el otro día; porque, como habemos dicho, hasta esta pureza y limpieza llega el alma en este estado de perfección.

§ 36.1

Pero la primera petición, que es lo que dice que su alma pretendía, declara ahora en esta canción qué cosa sea; porque no sólo es el amor perfecto que allí dijimos, sino también, como allí notamos, todo lo que se contiene en esta canción, que es el mismo amor y lo que por eso medio se le comunica al alma.

§ 36.2

Porque no sería verdadera transformación si el alma no se uniese y transformase también en el Espíritu Santo como en las otras dos personas divinas, aunque no en revelado y manifiesto grado por la bajeza y condición de esta vida.

§ 36.3

Y no hay que maravillar que el alma pueda una cosa tan alta, porque, dado que Dios la haga merced que llegue a estar deiforme y unida en la Santísima Trinidad, en que ella se hace Dios por participación, ¿qué cosa tan increíble es que obre ella su obra de entendimiento, noticia y amor en la Trinidad juntamente con ella, como la misma Trinidad, por modo participado, obrándolo Dios en la misma alma?

§ 36.4

Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decir, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este alto puesto, como dice san Juan (Jn 1, 12), de poder ser hijos de Dios, y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan (Jn 17, 24), diciendo: Pater, volo ut quos dedisti mihi, ut ubi sum ego, et illi sint mecum; ut videant claritatem meam quam dedisti mihi, que quiere decir: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste, es a saber: que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo.

§ 36.4

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 36.4

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 36.4

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 36.4

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 36.4

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor.

§ 36.4

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor.

§ 36.4

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor.

§ 36.4

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado perfecto, se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 36.6

Lo que nace en el alma de aquel aspirar del aire es el canto de la dulce filomena, porque así como el canto de la filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos y lluvias del invierno, y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación de amor, amparada ya la esposa y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones y penalidades y nieblas naturales, siente nueva primavera en su espíritu, en el cual siente la dulce voz del Esposo, que es su dulce filomena, la cual refrigera y renueva la sustancia de su alma, diciendo (Ct. 2, 10­12): Levántate, date priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven; porque ya ha pasado el invierno, las lluvias se han ya ido y apartado lejos, las flores han parecido ya en nuestra tierra, y llegado al tiempo del podar, y la voz de la tortolica se ha oído en nuestra tierra.

§ 36.7

Que, porque en esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el mismo Dios (como decíamos del amor), es alabanza perfecta, porque, estando el alma en perfección, hace las obras perfectas, y así esta voz es muy dulce para Dios y para el alma.

§ 36.8

Por soto entiende aquí a Dios con todas las criaturas que en él están; porque así como todos los árboles y plantas tienen su vida y raíz en el soto, así las criaturas celestes y terrestres tienen en Dios su raíz y su vida.

§ 36.8

El donaire del soto desea también mucho el alma ver, el cual es la gracia y sabiduría y donaire que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, sino la que hacen entre sí en la respondencia sabia y ordenada de unas a otras, así superiores como inferiores.

§ 36.9

Esta noche en que el alma desea ver estas cosas, es la contemplación, porque la contemplación es oscura que por eso la llaman por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría escondida y secreta de Dios, en la cual, sin ruido de palabras y sin servicio y ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud de la noche, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma, sin ella saber cómo; lo cual algunos espirituales llaman entender no entendiendo.

§ 36.10

Y por eso, no sólo llama a esta contemplación noche, pero también la llama serena; porque así como la noche se llama serena porque está limpia de nubes y vapores en el aire, que son los que ocupan la serenidad de la noche, así esta noche de contemplación está para la vista del entendimiento rasa y ajena de todas nubes de formas y fantasías y noticias particulares que pueden entrar por los sentidos, y está limpia también de cualesquier vapores de afectos y apetitos; por lo cual la contemplación es noche serena para el sentido y entendimiento natural, según lo enseña el Filósofo diciendo que así como el rayo del sol es oscuro y tenebroso para el ojo del murciélago, así las cosas altas y más claras de Dios son oscuras para nuestro entendimiento.

§ 36.10

Y por eso, no sólo llama a esta contemplación noche, pero también la llama serena; porque así como la noche se llama serena porque está limpia de nubes y vapores en el aire, que son los que ocupan la serenidad de la noche, así esta noche de contemplación está para la vista del entendimiento rasa y ajena de todas nubes de formas y fantasías y noticias particulares que pueden entrar por los sentidos, y está limpia también de cualesquier vapores de afectos y apetitos; por lo cual la contemplación es noche serena para el sentido y entendimiento natural, según lo enseña el Filósofo diciendo que así como el rayo del sol es oscuro y tenebroso para el ojo del murciélago, así las cosas altas y más claras de Dios son oscuras para nuestro entendimiento.

§ 36.11

Y así, esta llama es ya amor suave, porque en la transformación del alma en ella hay conformidad y satisfacción de ambas partes, y, por tanto, no da pena de variedad de más o menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad de este perfecto amor.

§ 36.11

Porque, habiendo llegado, está ya el alma tan transformada y conforme con Dios, como el carbón encendido lo está con el fuego, sin aquel humear y respendar que hacía antes que lo estuviese, y sin la oscuridad y accidentes propios que tenía antes que del todo entrase el fuego en él.

§ 36.12

En esta llama quiere la esposa que la dé el Esposo como habemos dicho, todas las cosas que ella pretende, porque no las quiere poseer ni estimar ni gozar sin perfecto y suave amor de Dios.

§ 37.1

Y así, pone al Amado delante cuatro disposiciones o conveniencias que son bastantes para lo dicho, para más obligarle a que se las haga, como es dicho.

§ 37.2

Lo cual es como si dijera: mi alma está ya tan sola y ajenada y desasida de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan adentro entrada en el recogimiento contigo, que ninguna de ellas la alcanza ya de vista, es a saber, a moverla a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con su miseria y bajeza, porque, estando mi alma tan lejos de ellas, quedan muy atrás de vista perdidas.

§ 37.5

Por la caballería entiende las potencias de la parte sensitiva, así interiores como exteriores, las cuales dice la esposa que en este estado descienden a vista de estas aguas espirituales, porque de tal manera está ya en este estado purificada y espiritualizada en alguna manera la parte sensitiva del alma, que ella con sus potencias sensitivas y fuerzas naturales se recogen a participar y gozar en su manera de las grandezas espirituales que Dios está comunicando al espíritu, según lo quiso entender David (Sal. 83, 3) cuando dijo: Cor meum et caro mea exultaverunt in Deum vivum, que quiere decir: Mi espíritu y mi carne se gozaron y deleitaron en Dios vivo.

§ 37.6

Lo cual más es descender a la vista de ellos que al gusto esencial de ellos; pero gustan, como habemos dicho, la redundancia que del alma se comunica en ellos.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual B

§ 0

Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (8, 1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se puedan bien explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza, como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar.

§ 0

Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (8, 1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se puedan bien explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza, como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar.

§ 0

De donde se sigue que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo que de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en sí.

§ 0

1 ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

§ 0

Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14, 5), la senda de la vida eterna estrecha (Mt. 7, 14), que el justo apenas se salva (1 Pe. 4, 18), que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y falta como el agua que corre (2 Re. 14, 14), el tiempo incierto, la cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación muy dificultosa; conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le debe todo el resto y respondencia del amor de su voluntad, y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese; y que gran parte de su vida se ha ido en el aire; y que de todo esto ha de haber cuenta y razón, así de lo primero como de lo postrero, hasta el último cuadrante (Mt. 5, 26), cuando escudriñará Dios a Jerusalén con candelas encendidas (Sof. 1, 12), y que ya es tarde y por ventura lo postrero del día (Mt. 20, 6); para remediar tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y escondido por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las criaturas, tocada ella de pavor y dolor de corazón interior sobre tanta perdición y peligro, renunciando a todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su Amado y dice:

§ 0

Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14, 5), la senda de la vida eterna estrecha (Mt. 7, 14), que el justo apenas se salva (1 Pe. 4, 18), que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y falta como el agua que corre (2 Re. 14, 14), el tiempo incierto, la cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación muy dificultosa; conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le debe todo el resto y respondencia del amor de su voluntad, y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese; y que gran parte de su vida se ha ido en el aire; y que de todo esto ha de haber cuenta y razón, así de lo primero como de lo postrero, hasta el último cuadrante (Mt. 5, 26), cuando escudriñará Dios a Jerusalén con candelas encendidas (Sof. 1, 12), y que ya es tarde y por ventura lo postrero del día (Mt. 20, 6); para remediar tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y escondido por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las criaturas, tocada ella de pavor y dolor de corazón interior sobre tanta perdición y peligro, renunciando a todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su Amado y dice:

§ 1.1

¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

§ 1.3

Y es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar donde estás escondido.

§ 1.3

En lo cual le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar donde está escondido el Hijo de Dios es, como dice san Juan (1, 18), el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena de todo ojo mortal y escondida de todo humano entendimiento; que por eso Isaías (45, 15), hablando con Dios, dijo: Verdaderamente tú eres Dios escondido.

§ 1.6

Para lo cual es de notar que el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar conviénele salir de todas las cosas según la afección y voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen.

§ 1.9

Porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido como ella.

§ 1.9

Como quiera, pues; que tu Esposo amado es el tesoro escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader dio todas sus cosas (Mt. 13, 44), convendrá que para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te escondas en tu retrete interior del espíritu (Mt. 6, 6), y, cerrando la puerta sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu Padre en escondido; y así, quedando escondida con él, entonces le sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en escondido, y te deleitarás en escondido con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza la lengua y sentido.

§ 1.10

Porque, si en esta brevedad de vida guardares, ¡oh alma!, con toda guarda tu corazón, como dice el Sabio (Pv. 4, 23), sin duda ninguna te dará Dios lo que adelante dice Dios también por Isaías (45, 3), diciendo: Daréte los tesoros escondidos, y descubrirte he la sustancia y misterios de los secretos.

§ 1.10

Y cuando se revelare y manifestare esto que nos tiene secreto y encubierto la fe, que es lo perfecto de Dios, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 10), entonces se descubrirán al alma la sustancia y misterios de los secretos.

§ 1.10

Pero en esta vida mortal, aunque no llegará el alma tan a lo puro de ellos como en la otra, por más que se esconda, todavía, si se escondiere, como Moisés, en la caverna de la piedra (Ex. 33, 22­23), que es en la verdadera imitación de la perfección de la vida del Hijo de Dios, Esposo del alma, amparándola Dios con su diestra, merecerá que le muestren las espaldas de Dios, que es llegar en esta vida a tanta perfección, que se una y transforme por amor en el dicho Hijo de Dios, su Esposo; de manera que se sienta tan junta con él y tan instruida y sabia en sus misterios, que cuanto a lo que toca a conocerle en esta vida no tenga necesidad de decir: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.10

Pero en esta vida mortal, aunque no llegará el alma tan a lo puro de ellos como en la otra, por más que se esconda, todavía, si se escondiere, como Moisés, en la caverna de la piedra (Ex. 33, 22­23), que es en la verdadera imitación de la perfección de la vida del Hijo de Dios, Esposo del alma, amparándola Dios con su diestra, merecerá que le muestren las espaldas de Dios, que es llegar en esta vida a tanta perfección, que se una y transforme por amor en el dicho Hijo de Dios, su Esposo; de manera que se sienta tan junta con él y tan instruida y sabia en sus misterios, que cuanto a lo que toca a conocerle en esta vida no tenga necesidad de decir: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.11

Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido.

§ 1.11

Pero, entre tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida, por cuanto todavía al alma le está escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.11

Pero, entre tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida, por cuanto todavía al alma le está escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.12

Quiero decir que nunca te quieras satisfacer en lo que entendieres de Dios, sino en lo que no entendieres de él; y nunca pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender y sentir de él; que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe.

§ 1.12

Que, pues es Dios inaccesible y escondido, como también habemos dicho, aunque más te parezca que le hallas y le sientes y le entiendes, siempre le has de tener por escondido y le has de servir escondido en escondido.

§ 1.12

Y no seas como muchos insipientes, que piensan bajamente de Dios, entendiendo que, cuando no le entienden o le gustan o sienten, está Dios más lejos y más escondido; siendo más verdad lo contrario, que cuanto menos distintamente le entienden, más se llegan a él, pues, como dice el profeta David (Sal. 17, 12): Puso su escondrijo en las tinieblas.

§ 1.12

Y no seas como muchos insipientes, que piensan bajamente de Dios, entendiendo que, cuando no le entienden o le gustan o sienten, está Dios más lejos y más escondido; siendo más verdad lo contrario, que cuanto menos distintamente le entienden, más se llegan a él, pues, como dice el profeta David (Sal. 17, 12): Puso su escondrijo en las tinieblas.

§ 1.14

En lo que dice luego: Y me dejaste con gemido, es de notar que la ausencia del Amado causa continuo gemir en el amante, porque, como fuera de él nada ama, en nada descansa ni recibe alivio.

§ 1.14

Porque el gemido es anejo a la esperanza; como el que decía el Apóstol (Rm. 8, 23) que tenía él y los demás, aunque perfectos, diciendo: Nosotros mismos, que tenemos las primicias del espíritu, dentro de nosotros mismos gemimos esperando la adopción de hijos de Dios.

§ 1.14

Como el ciervo huiste.

§ 1.15

Y esto no sólo por ser extraño y solitario y huir de las compañas, como el ciervo, sino también por la presteza del esconderse y mostrarse, cual suele hacer en las visitas que hace a las devotas almas para regalarlas y animarlas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir después de las tales visitas, para probarlas y humillarlas y enseñarlas; por lo cual las hace sentir con mayor dolor la ausencia, según ahora da aquí a entender en lo que se sigue, diciendo:

§ 1.16

Que es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que ordinariamente padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de amor con tu flecha y aumentando la pasión y apetito de tu vista, huyes con ligereza de ciervo y no te dejas comprehender algún tanto.

§ 1.17

Inflaman éstas tanto la voluntad en afición, que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor; tanto, que parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva manera de ser, así como el ave fénix que se quema y renace de nuevo.

§ 1.18

Por tanto, encareciendo o declarando ella su dolor, dice: Habiéndome herido, es a saber, dejándome así herida, muriendo con heridas de amor de ti, te escondiste con tanta ligereza como ciervo.

§ 1.19

Y con esa misma presteza siente la ausencia y el no poderle poseer aquí como desea; y así, luego allí juntamente siente el gemido de la tal ausencia, porque estas visitas tales no son como otras en que Dios recrea y satisface al alma, porque éstas solo las hace más para herir que para sanar, y más para lastimar que para satisfacer, pues sirven para avivar la noticia y aumentar el apetito y, por consiguiente, el dolor y ansia de ver a Dios.

§ 1.19

Y con esa misma presteza siente la ausencia y el no poderle poseer aquí como desea; y así, luego allí juntamente siente el gemido de la tal ausencia, porque estas visitas tales no son como otras en que Dios recrea y satisface al alma, porque éstas solo las hace más para herir que para sanar, y más para lastimar que para satisfacer, pues sirven para avivar la noticia y aumentar el apetito y, por consiguiente, el dolor y ansia de ver a Dios.

§ 1.20

Y así, es como si dijera: Esposo mío, en aquel toque tuyo y herida de amor sacaste mi alma, no sólo de todas las cosas, mas también la sacaste e hiciste salir de sí (porque, a la verdad, y aun de la carnes parece la saca), y levantástela a ti clamando por ti, ya desasida de todo para asirse a ti.

§ 1.21

Y eras ido, como si dijera: al tiempo que quise comprehender tu presencia, no te hallé. y quedéme desasida de lo uno y sin asir lo otro, penando en los aires de amor sin arrimo de ti y de mí.

§ 1.22

Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan grande a los que van llegando al estado de perfección, al tiempo de estas divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían; porque, como tienen el paladar de la voluntad sano y el espíritu limpio y bien dispuesto para Dios, y en lo que está dicho se les da a gustar algo de la dulzura del amor divino, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios se les muestra un inmenso bien y no se les concede, así es inefable la pena y el tormento.

§ 1.22

Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan grande a los que van llegando al estado de perfección, al tiempo de estas divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían; porque, como tienen el paladar de la voluntad sano y el espíritu limpio y bien dispuesto para Dios, y en lo que está dicho se les da a gustar algo de la dulzura del amor divino, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios se les muestra un inmenso bien y no se les concede, así es inefable la pena y el tormento.

§ 2.1

En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la presencia no pueda comunicarse con el amado, de hacerlo con los mejores medios que puede; y así, el alma, de sus deseos, afectos y gemidos se quiere aquí aprovechar como de mensajeros que tan bien saben manifestar lo secreto del corazón a su Amado, y así, los requiere que vayan, diciendo:

§ 2.2

Y dice: Los que fuéredes, que es como decir, los que de puro amor saliéredes; porque no todos los afectos y deseos van hasta él, sino los que salen de verdadero amor.

§ 2.3

Llama majadas a las jerarquías y coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual aquí llama otero, por ser él la suma alteza, y porque en él, como en el otero, se otean y ven todas las cosas y las majadas superiores e inferiores, al cual van nuestras oraciones, ofreciéndolas los ángeles, como habemos dicho, según lo dijo el ángel a Tobías (12, 12), diciendo: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecía tu oración a Dios.

§ 2.3

Llama majadas a las jerarquías y coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual aquí llama otero, por ser él la suma alteza, y porque en él, como en el otero, se otean y ven todas las cosas y las majadas superiores e inferiores, al cual van nuestras oraciones, ofreciéndolas los ángeles, como habemos dicho, según lo dijo el ángel a Tobías (12, 12), diciendo: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecía tu oración a Dios.

§ 2.3

También se pueden entender estos pastores del alma por los mismos ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas, como buenos pastores, de dulces comunicaciones e inspiraciones de Dios, por cuyo medio Dios también las hace, y ellos nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios.

§ 2.4

Y es tanto como decir: si por mi buena dicha y ventura llegáredes a su presencia, de manera que él os vea y os oiga.

§ 2.4

Donde es de notar que, aunque es verdad que Dios todo lo sabe y entiende, y hasta los mismos pensamientos del alma ve y nota, como dice Moisés (Dt. 31, 21), entonces se dice ver nuestras necesidades y oraciones u oírlas, cuando las remedia o las cumple.

§ 2.4

Porque no cualesquier necesidades y peticiones llegan a colmo que las oiga Dios para cumplirlas, hasta que en sus ojos lleguen a bastante sazón y tiempo y número: y entonces se dice verlo y oírlo, según es de ver en el Exodo (3, 7­8), que, después de cuatrocientos años que los hijos de Israel habían estado afligidos en la servidumbre de Egipto, dijo Dios a Moisés: Vi la aflicción de mi pueblo y he bajado para librarlos, como quiera que siempre la hubiese visto.

§ 2.4

Y también dijo san Gabriel a Zacarías (Lc. 1, 13) que no temiese, porque ya Dios había oído su oración en darle el hijo que muchos años le había andado pidiendo, como quiera que siempre le hubiese oído.

§ 2.4

Y así ha de entender cualquiera alma que, aunque Dios no acuda luego a su necesidad y ruego, que no por eso dejará de acudir en el tiempo oportuno el que es ayudador, como dice David (Sal. 9, 10), en las oportunidades y en la tribulación, si ella no desmayare y cesare.

§ 2.7

La pobreza se refiere al entendimiento, porque a él pertenecen las riquezas de la sabiduría del Hijo de Dios, en el cual, como dice san Pablo (Col. 2, 3), están encerrados todos los tesoros de Dios.

§ 2.8

Y es de notar que el alma en el dicho verso no hace más que representar su necesidad y pena al Amado; porque el que discretamente ama no cura de pedir lo que le falta y desea, sino de representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere servido, como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino sino diciéndole: No tienen vino (Jn. 2, 3), y las hermanas de Lázaro (Jn. 11, 3) le enviaron no a decir que sanase a su hermano, sino a decir que mirase que al que amaba estaba enfermo.

§ 2.8

Ni más ni menos hace ahora el alma representando sus tres necesidades, y es como si dijera: decid a mi Amado que, pues adolezco, y él solo es mi salud, que me dé mi salud; y que, pues peno, y él solo es mi gozo, que me dé mi gozo; y que, pues muero, y él solo es mi vida, que me dé mi vida.

§ 3.1

Viendo el alma que para hallar al Amado no le bastan gemidos y oraciones, ni tampoco ayudarse de buenos terceros, como ha hecho en la primera y segunda canción, por cuanto el deseo con que le busca es verdadero y su amor grande, no quiere dejar de hacer alguna diligencia de las que de su parte puede; porque el alma que de veras a Dios ama, no empereza hacer cuanto puede por hallar al Hijo de Dios, su Amado; y aun después que lo ha hecho todo, no se satisface ni piensa que ha hecho nada.

§ 3.2

Y, por eso, acordándose aquí el alma del dicho del Amado, que dice: Buscad y hallaréis (Lc. 11, 9), ella misma se determina a salir, de la manera que arriba habemos dicho, a buscarle por la obra, por no se quedar sin hallarle, como muchos que no querrían que les costase Dios más que hablar, y aun eso mal; y por él no quieren hacer casi cosa que les cueste algo, y algunos aun no levantarse de un lugar de su gusto y contento por él, sino que así se les viniese el sabor de Dios a la boca y al corazón, sin dar paso y mortificarse en perder alguno de sus gustos, consuelos y quereres inútiles.

§ 3.4

Es, pues tanto como decir: buscando a mi Amado, iré poniendo por obra las altas virtudes y humillándome en las bajas mortificaciones y ejercicios humildes.

§ 3.5

Y así, es como si dijera: ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que ofrece el mundo, ni admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en los gustos y consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en buscar a mis amores por los montes y riberas de las virtudes y trabajos.

§ 3.5

Lo cual entiende así de los gustos sensuales como de los más bienes temporales y consuelos espirituales.

§ 3.7

Llama fieras al mundo, porque el alma que comienza el camino de Dios parece que se le representa en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros.

§ 3.8

Pero a algunas almas generosas se les suelen poner otras fieras más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras, por que les conviene pasar, cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta perfección, probándolos y examinándolos como al oro en el fuego (Sab. 3, 5, 6), según aquello de David (Sal. 33, 20), en que dice: Multae tribulationes iustorum, esto es: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas los librará el Señor.

§ 3.9

Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11­12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos de las armas de Dios para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.

§ 3.10

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice san Pablo (Gl. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espíritu, y se pone como en frontera resistiendo al camino espiritual.

§ 3.10

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice san Pablo (Gl. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espíritu, y se pone como en frontera resistiendo al camino espiritual.

§ 3.10

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice san Pablo (Gl. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espíritu, y se pone como en frontera resistiendo al camino espiritual.

§ 4.1

Porque, después del ejercicio del conocimiento propio, esta consideración de las criaturas es la primera por orden en este camino espiritual para ir conociendo a Dios, considerando su grandeza y excelencia por ellas, según aquello del Apóstol (Rm. 1, 20), que dice: Invisibilia enim ipsius a creatura mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur, que es como si dijera: Las cosas invisibles de Dios, del alma son conocidas por las cosas visibles criadas e invisibles.

§ 4.1

Y es de notar que, como dice san Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas es la consideración que en ellas hace del Criador de ellas.

§ 4.2

Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y fuego; porque así como amenísimos bosques están poblados de espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande número y mucha diferencia que hay de ellas en cada elemento: en la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua, innumerables diferencias de peces, y en el aire, mucha diversidad de aves; y el elemento del fuego, que concurre con todos para la animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su bosque y región donde nace y se cría.

§ 4.2

Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y fuego; porque así como amenísimos bosques están poblados de espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande número y mucha diferencia que hay de ellas en cada elemento: en la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua, innumerables diferencias de peces, y en el aire, mucha diversidad de aves; y el elemento del fuego, que concurre con todos para la animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su bosque y región donde nace y se cría.

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta, que es criar, nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 4.4

Esta es la consideración del cielo, al cual llama prado de verduras, porque las cosas que hay en él criadas siempre están con verdura inmarcesible, que ni fenecen ni se marchitan con el tiempo; y en ellas, como en frescas verduras, se recrean y deleitan los justos.

§ 4.6

Por las cuales flores entiende los ángeles y almas santas, con las cuales está ordenado aquel lugar y hermoseado como un gracioso y subido esmalte en vaso de oro excelente.

§ 4.7

Esta pregunta es la consideración que arriba queda dicha, y es como si dijera: decid qué excelencias en vosotros ha criado.

§ 5.1

En esta canción responden las criaturas al alma, la cual respuesta, como también dice san Agustín en aquel mismo lugar, es el testimonio que dan en sí de la grandeza y excelencia de Dios al alma que por la consideración se lo pregunta.

§ 5.3

Y dice que pasó, porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 6.1

Pero, demás de esto todo, hablando ahora según el sentido y afecto de la contemplación, es de saber que en la viva contemplación y conocimiento de las criaturas echa de ver el alma haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable hermosura y virtud natural, sobrederivada y comunicada de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos; así como también con abrir su mano, como dice David (Sal. 144, 16), llena todo animal de bendición.

§ 6.1

Pero, demás de esto todo, hablando ahora según el sentido y afecto de la contemplación, es de saber que en la viva contemplación y conocimiento de las criaturas echa de ver el alma haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable hermosura y virtud natural, sobrederivada y comunicada de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos; así como también con abrir su mano, como dice David (Sal. 144, 16), llena todo animal de bendición.

§ 6.2

Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor y, por consiguiente, le creció el dolor de la ausencia, porque cuanto más el alma conoce a Dios, tanto más le crece el apetito y pena por verle.

§ 6.2

Y, como ve que no hay cosa que pueda curar su dolencia sino la presencia y vista de su Amado, desconfiada de cualquier otro remedio, pídele en esta canción la entrega y posesión de su presencia, diciendo que no quiera de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones suyas y rastros de su excelencia, porque éstas (más) le aumentan las ansias y el dolor que satisfacen a su voluntad y deseo; la cual voluntad no se contenta y satisface con menos que su vista y presencia; por tanto, que sea él servido de entregarse a ella ya de veras en acabado y perfecto amor.

§ 6.3

Como si dijera: entre todos los deleites del mundo y contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad del espíritu, cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme.

§ 6.4

Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, le hacen crecer el hambre y apetito de verle a él como es.

§ 6.4

Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, le hacen crecer el hambre y apetito de verle a él como es.

§ 6.4

Y así, cada vista que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquier comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quién él es aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre), haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 6.4

Y así, cada vista que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquier comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quién él es aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre), haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 6.6

Como si dijera: no quieras que de aquí adelante te conozca tan a la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma; porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien sabes tú, Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga con la noticia que dan, lo otro, porque parecen dilaciones de la venida.

§ 6.6

Como si más claro dijera: esto, Señor mío Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.6

Como si más claro dijera: esto, Señor mío Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.6

Como si más claro dijera: esto, Señor mío Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.6

Como si más claro dijera: esto, Señor mío Esposo, que andas dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo: que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla.

§ 6.7

Como si dijera: yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo; porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden dar al alma la noticia que ella desea tener de ti, y así no saben decirme lo que quiero.

§ 7.2

La primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente pasa, bien así como herida, porque de la noticia que el alma recibe de las criaturas le nace, que son las más bajas obras de Dios.

§ 7.3

La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que la herida, y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en llaga, con la cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de amor.

§ 7.3

Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga hecha, que dura.

§ 7.3

Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga hecha, que dura.

§ 7.4

La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor.

§ 7.4

La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 7.6

Y porque por estas criaturas racionales más al vivo conoce a Dios el alma, ahora por la consideración de la excelencia que tienen sobre todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de Dios; las unas interiormente por secretas inspiraciones, como lo hacen los ángeles; las otras exteriormente por las verdades de las Escrituras, dice:

§ 7.9

Como si dijera: pero, allende de lo que me llagan estas criaturas en las mil gracias que me dan a entender de ti, es tal un no sé qué que se siente quedar por decir, y una cosa que se conoce quedar por descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se sabe decir, que por eso lo llama no sé qué, que si lo otro que entiendo me llaga y hiere de amor, esto que no acabo de entender, de que altamente siento, me mata.

§ 7.9

Porque es, en alguna manera, al modo de los que le ven en el cielo, donde los que más le conocen entienden más distintamente lo infinito que les queda por entender; porque aquellos que menos le ven son a los cuales no les parece tan distintamente lo que les queda por ver como a los que más ven.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué; porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué; porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 7.10

Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé qué; porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.

§ 8.1

También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es como que van a dar a entender y se quedan por entender, y así es un no sé qué que quedan balbuciendo.

§ 8.2

Como el alma se ve morir de amor, según acaba de decir, y que no se acaba de morir para poder gozar del amor con libertad, quéjase de la duración de la vida corporal, a cuya causa se le dilata la vida espiritual.

§ 8.3

Pero demás de esta vida de amor, por el cual vive en Dios el alma que le ama, tiene el alma su vida radical y naturalmente, como también todas las cosas criadas, en Dios, según aquello de san Pablo (Act. 17, 28), que dice: En él vivimos, y nos movemos, y somos, que es decir: en Dios tenemos nuestra vida y nuestro movimiento y nuestro ser.

§ 8.3

Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le ama, quéjase y lastímase que puede tanto una vida tan frágil en cuerpo mortal, que la impida gozar una vida tan fuerte, verdadera y sabrosa como vive en Dios por naturaleza y amor.

§ 8.3

Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le ama, quéjase y lastímase que puede tanto una vida tan frágil en cuerpo mortal, que la impida gozar una vida tan fuerte, verdadera y sabrosa como vive en Dios por naturaleza y amor.

§ 8.3

En lo cual es grande el encarecimiento que el alma hace, porque da aquí a entender que padece en dos contrarios, que son vida natural en cuerpo y vida espiritual en Dios, que son contrarios en sí, por cuanto repugna el uno al otro; y, viviendo ella en entrambas por fuerza ha de tener gran tormento, pues la una vida penosa le impide la otra sabrosa, tanto que la vida natural le es a ella como muerte, pues por ella está privada de la espiritual, en que tiene todo su ser y vida por naturaleza, y todas sus operaciones y afecciones por amor.

§ 8.4

Como si dijera: y demás de lo dicho ¿cómo puedes perseverar en el cuerpo, pues por sí sólo bastan a quitarte la vida los toques de amor (que eso entiende por flechas) que en tu corazón hace el Amado? Los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el corazón de inteligencia y amor de Dios, que se puede bien decir que concibe de Dios, según lo dice el verso siguiente, que dice:

§ 9.2

Y como se ve llagada y sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el que la llagó, dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no la ha sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también robado por el amor con que le ha enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha dejado así, es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha dado al Amado), y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en entera y acabada transformación de amor en gloria.

§ 9.3

Y por eso dice: ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Como si dijera: ¿por qué, pues le has herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor? Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa de la salud en muerte de amor; porque, de esta manera, el corazón que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite y gloria de tu dulce presencia.

§ 9.4

Esta querella, pues, propone aquí el alma al Amado diciendo que, pues él ha robado su corazón por amor y sacádole de su poder y posesión, por qué le ha dejado así, sin ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el robador el robo que robó, que de hecho se le lleva consigo.

§ 9.6

Y verse ha si el corazón está bien robado de Dios en una de dos cosas: en si trae ansias por Dios, y no gusta de otra cosa sino de él, como aquí muestra el alma.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.7

Y de otra manera no sería verdadero amor, porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor; porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y conté las noches trabajosas para mí.

§ 9.7

Y de otra manera no sería verdadero amor, porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor; porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y conté las noches trabajosas para mí.

§ 9.7

Como el siervo fatigado del estío desea el refrigerio de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera ella el fin de la suya.

§ 9.7

Como el siervo fatigado del estío desea el refrigerio de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera ella el fin de la suya.

§ 10.1

Estando, pues, el alma en este término de amor, está como un enfermo muy fatigado que, teniendo perdido el gusto y el apetito, de todos los manjares fastidia y todas las cosas le molestan y enojan.

§ 10.2

La razón de todo esto, sacándola de lo dicho, es que, como el paladar de la voluntad de alma anda tocado y saboreado con este manjar de amor de Dios, en cualquier cosa o trato que se le ofrece, luego en continente, sin mirar a otro gusto o respeto, se inclina la voluntad a buscar y gozar en aquello a su Amado, como hizo María Magdalena cuando con ardiente amor andaba buscándole por el huerto: pensando que era el hortelano, sin otra ninguna razón ni acuerdo le dijo: Si tú me le tomaste dímelo, y yo le tomaré (Jn. 20, 15).

§ 10.2

La razón de todo esto, sacándola de lo dicho, es que, como el paladar de la voluntad de alma anda tocado y saboreado con este manjar de amor de Dios, en cualquier cosa o trato que se le ofrece, luego en continente, sin mirar a otro gusto o respeto, se inclina la voluntad a buscar y gozar en aquello a su Amado, como hizo María Magdalena cuando con ardiente amor andaba buscándole por el huerto: pensando que era el hortelano, sin otra ninguna razón ni acuerdo le dijo: Si tú me le tomaste dímelo, y yo le tomaré (Jn. 20, 15).

§ 10.2

Trayendo semejante ansia esta alma de hallarle en todas las cosas, y no hallándole luego como desea, antes muy al revés, no sólo no las gusta, mas también le son tormento, y a veces muy grande.

§ 10.5

Tiene, pues, esta propiedad la concupiscencia del amor, como queda dicho, que todo lo que no hace o dice y conviene con aquello que ama la voluntad, la cansa y fatiga y enoja y la pone desabrida, no viendo cumplirse lo que ella quiere.

§ 10.5

Por lo cual dice que los apague él con su presencia, refrigerándolos todos, como hace el agua fresca al que está fatigado del calor, que por eso usa aquí de este vocablo apagar, para dar a entender que ella está padeciendo con fuego de amor.

§ 10.8

Y así es como si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos de mi alma no tienen otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor, sino a ti, véante mis ojos, pues de todas maneras eres lumbre de ellos.

§ 10.9

Porque, así como justamente es privada de esta divina luz el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios (por cuanto en ello ocupa la vista para recibir la lumbre de Dios), así también congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.

§ 11.1

Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas verlas penar mucho tiempo a solas, como a esta de que vamos tratando; porque, como él dice por Zacarías (2, 8), sus penas y quejas le tocan a él en las niñetas de sus ojos; mayormente cuando las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta.

§ 11.1

Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas verlas penar mucho tiempo a solas, como a esta de que vamos tratando; porque, como él dice por Zacarías (2, 8), sus penas y quejas le tocan a él en las niñetas de sus ojos; mayormente cuando las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta.

§ 11.1

Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas verlas penar mucho tiempo a solas, como a esta de que vamos tratando; porque, como él dice por Zacarías (2, 8), sus penas y quejas le tocan a él en las niñetas de sus ojos; mayormente cuando las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta.

§ 11.1

El Sabio (Pv. 2, 4­5) dice de él que, si le buscare el alma como al dinero, le hallará.

§ 11.1

Porque, así como suelen echar agua en la fragua para que se encienda y afervore más el fuego, así el Señor suele hacer con algunas de estas almas, que andan con estas calmas de amor, dándoles algunas muestras de su excelencia para afervorarlas más, y así irlas más disponiendo para las mercedes que les quiere hacer después.

§ 11.1

Y así, como el alma echó de ver y sintió por aquella presencia oscura aquel sumo bien y hermosura encubierta allí, muriendo en deseo por verla, dice la canción que se sigue:

§ 11.2

Deseando, pues, el alma verse poseída ya de este gran Dios, de cuyo amor se siente robado y llagado el corazón, no pudiéndolo ya sufrir, pide en esta canción determinadamente le descubra y muestre su hermosura, que es su divina esencia, y que le mate con esta vista, desatándola de la carne, pues en ella no puede verle y gozarle como desea, poniéndole por delante la dolencia y ansia de su corazón, en que persevera penando por su amor, sin poder tener remedio con menos que esta gloriosa vista de su divina esencia.

§ 11.3

Pero, así estas presencias espirituales como las demás, todas son encubiertas, porque no se muestra Dios en ellas como es, porque no lo sufre la condición de esta vida.

§ 11.3

Pero, así estas presencias espirituales como las demás, todas son encubiertas, porque no se muestra Dios en ellas como es, porque no lo sufre la condición de esta vida.

§ 11.4

Porque, así como con su presente ser da ser natural al alma y con su presente gracia la perfecciona, que también la glorifique con su manifiesta gloria.

§ 11.5

Pero respondióle el Señor, diciendo (Ex. 33, 20): No podrás tú ver mi rostro, porque no me verá hombre y vivirá; que es como si dijera: dificultosa cosa me pides, Moisés, porque es tanta la hermosura de mi cara y el deleite de la vista de mi ser, que no la podrá sufrir tu alma en esa suerte de vida tan flaca.

§ 11.5

Y así, sabedora el alma de esta verdad, ahora por palabras que Dios aquí respondió a Moisés, ahora también por lo que habemos dicho que siente aquí encubierto en la presencia de Dios, que no le podrá ver en su hermosura en este género de vida (porque aun de sólo traslucírsele desfallece, como habemos dicho), previene ella a la respuesta que se le puede dar, como a Moisés, y dice:

§ 11.5

Y así, sabedora el alma de esta verdad, ahora por palabras que Dios aquí respondió a Moisés, ahora también por lo que habemos dicho que siente aquí encubierto en la presencia de Dios, que no le podrá ver en su hermosura en este género de vida (porque aun de sólo traslucírsele desfallece, como habemos dicho), previene ella a la respuesta que se le puede dar, como a Moisés, y dice:

§ 11.6

Que es como si dijera: pues tanto es el deleite de la vista de tu ser y hermosura, que no la puede sufrir mi alma, sino que tengo de morir en viéndola, máteme tu vista y hermosura.

§ 11.7

Por lo cual no hace mucho aquí el alma en querer morir a vista de la hermosura de Dios para gozarla para siempre; pues que, si el alma tuviese un solo barrunto de la alteza y hermosura de Dios, no sólo una muerte apetecería por verla ya para siempre, como aquí desea, pero mil acerbísimas muertes pasaría muy alegre por verla un solo momento, y, después de haberla visto, pediría padecer otras tantas por verla otro tanto.

§ 11.9

Pero, viendo él que no se puede vivir en gloria y en carne mortal juntamente, como decimos, dice a los Filipenses (1, 23) que desea ser desatado y verse con Cristo.

§ 11.9

Pero hay aquí una duda, y es: ¿por qué los hijos de Israel antiguamente huían y temían de ver a Dios por no morir, como dijo Manué a su mujer (Jue. 13, 22), y esta alma a la vista de Dios desea morir?

§ 11.10

La segunda causa es de parte del amor, porque, como aquéllos no estaban tan fortalecidos en amor ni tan llegados a Dios por amor, temían morir a su vista.

§ 11.10

Y ya que esto no fuera, amando el alma a Dios, como ésta le ama, no temiera morir a su vista; porque el amor verdadero todo lo que le viene de parte del Amado, ahora sea adverso, ahora próspero, y los mismos castigos, como sea cosa que él quiera hacer los recibe con la misma igualdad y de una manera, y le hace gozo y deleite, porque, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), la perfecta caridad echa fuera todo temor.

§ 11.10

Y ya que esto no fuera, amando el alma a Dios, como ésta le ama, no temiera morir a su vista; porque el amor verdadero todo lo que le viene de parte del Amado, ahora sea adverso, ahora próspero, y los mismos castigos, como sea cosa que él quiera hacer los recibe con la misma igualdad y de una manera, y le hace gozo y deleite, porque, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), la perfecta caridad echa fuera todo temor.

§ 11.10

Y ya que esto no fuera, amando el alma a Dios, como ésta le ama, no temiera morir a su vista; porque el amor verdadero todo lo que le viene de parte del Amado, ahora sea adverso, ahora próspero, y los mismos castigos, como sea cosa que él quiera hacer los recibe con la misma igualdad y de una manera, y le hace gozo y deleite, porque, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), la perfecta caridad echa fuera todo temor.

§ 11.10

Tiénela por amiga y esposa, y con su memoria se goza como en el día de su desposorio y bodas, y más desea aquel día y aquella hora en que ha de venir su muerte que los reyes de la tierra desearon los reinos y principados.

§ 11.10

La cual, si para el hombre que se siente necesitado de las cosas de acá es buena, no habiendo de suplirle sus necesidades, sino antes despojarlo de lo que tenía, ¿cuánto mejor será su juicio para el alma que está necesitada de amor como ésta, que está clamando por más amor, pues que no sólo no la despojará de lo que tenía, sino antes le será causa del cumplimiento de amor que deseaba y satisfacción de todas sus necesidades? Razón tiene, pues, el alma en atreverse a decir sin temor: Máteme tu vista y hermosura, pues que sabe que en aquel mismo punto que le viese, sería ella arrebatada a la misma hermosura, y absorta en la misma hermosura, y transformada en la misma hermosura, y ser ella hermosa como la misma hermosura, y abastada y enriquecida como la misma hermosura.

§ 11.10

La cual, si para el hombre que se siente necesitado de las cosas de acá es buena, no habiendo de suplirle sus necesidades, sino antes despojarlo de lo que tenía, ¿cuánto mejor será su juicio para el alma que está necesitada de amor como ésta, que está clamando por más amor, pues que no sólo no la despojará de lo que tenía, sino antes le será causa del cumplimiento de amor que deseaba y satisfacción de todas sus necesidades? Razón tiene, pues, el alma en atreverse a decir sin temor: Máteme tu vista y hermosura, pues que sabe que en aquel mismo punto que le viese, sería ella arrebatada a la misma hermosura, y absorta en la misma hermosura, y transformada en la misma hermosura, y ser ella hermosa como la misma hermosura, y abastada y enriquecida como la misma hermosura.

§ 11.10

La cual, si para el hombre que se siente necesitado de las cosas de acá es buena, no habiendo de suplirle sus necesidades, sino antes despojarlo de lo que tenía, ¿cuánto mejor será su juicio para el alma que está necesitada de amor como ésta, que está clamando por más amor, pues que no sólo no la despojará de lo que tenía, sino antes le será causa del cumplimiento de amor que deseaba y satisfacción de todas sus necesidades? Razón tiene, pues, el alma en atreverse a decir sin temor: Máteme tu vista y hermosura, pues que sabe que en aquel mismo punto que le viese, sería ella arrebatada a la misma hermosura, y absorta en la misma hermosura, y transformada en la misma hermosura, y ser ella hermosa como la misma hermosura, y abastada y enriquecida como la misma hermosura.

§ 11.10

Por eso el alma no teme morir cuando ama, antes lo desea; pero el pecador siempre teme morir, porque barrunta que la muerte todos los bienes le ha de quitar y todos los males le ha de dar; porque, como dice David (Sal. 33, 22), la muerte de los pecadores es pésima.

§ 11.10

Y, por eso, como dice el Sabio (Ecli. 41, 1), les es amarga su memoria; porque, como aman mucho la vida de este siglo y poco la del otro, temen mucho la muerte.

§ 11.10

Y, por eso, como dice el Sabio (Ecli. 41, 1), les es amarga su memoria; porque, como aman mucho la vida de este siglo y poco la del otro, temen mucho la muerte.

§ 11.11

La causa por que la enfermedad de amor no tiene otra cura sino la presencia y figura del Amado, como aquí dice, es porque la dolencia de amor, así como es diferente de las demás enfermedades, su medicina es también diferente.

§ 11.11

La causa por que la enfermedad de amor no tiene otra cura sino la presencia y figura del Amado, como aquí dice, es porque la dolencia de amor, así como es diferente de las demás enfermedades, su medicina es también diferente.

§ 11.12

Y, porque aquí el alma se siente con cierto dibujo de amor, que es la dolencia que aquí dice, deseando que se acabe de figurar con la figura cuyo es el dibujo, que es su Esposo el Verbo, Hijo de Dios, el cual, como dice san Pablo (Heb. 1, 3), es resplandor de su gloria y figura de su sustancia (porque esta figura es la que aquí entiende el alma en que se desea transfigurar por amor), dice: Mira que la dolencia de amor, que no se cura, sino con la presencia y la figura.

§ 11.13

Bien se llama dolencia el amor no perfecto; porque, así como el enfermo está debilitado para obrar, así el alma que está flaca en amor lo está también para obrar las virtudes heroicas.

§ 12.1

En esta sazón, sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va más llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto, conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar, teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor.

§ 12.1

En esta sazón, sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va más llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto, conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar, teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor.

§ 12.1

En esta sazón, sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va más llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto, conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar, teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor.

§ 12.1

En esta sazón, sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va más llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto, conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar, teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor.

§ 12.2

Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que no halla medio ni remedio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar de su Amado luz) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera unión y desposorio espiritual con Dios, según por Oseas (2, 20) lo da a entender, diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe.

§ 12.2

Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que no halla medio ni remedio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar de su Amado luz) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera unión y desposorio espiritual con Dios, según por Oseas (2, 20) lo da a entender, diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe.

§ 12.2

Y con el deseo en que arde, le dice lo siguiente, que es el sentido de la canción: ¡Oh fe de mi Esposo Cristo, si las verdades que has infundido de mi Amado en mi alma, encubiertas con oscuridad y tiniebla (porque la fe, como dicen los teólogos, es hábito oscuro), las manifestases ya con claridad, de manera que lo que me comunicas en noticias informes y oscuras, lo mostrases y descubrieses en un momento, apartándote de esas verdades (porque la fe es cubierta y velo de las verdades de Dios) formada y acabadamente, volviéndolas en manifestación de gloria! Dice, pues, el verso:

§ 12.4

Quiere decir que, si cerráremos los ojos del entendimiento a las cosas de arriba y a las de abajo (a lo cual llama dormir en medio) quedaremos en fe, a la cual llama paloma, cuyas plumas, que son las verdades que nos dice, serán plateadas; porque en esta vida la fe nos las propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama aquí semblantes plateados: pero a la postre de esta fe, que será cuando se acabe la fe por la clara visión de Dios, quedará la sustancia de la fe desnuda del velo de esta plata, de color como el oro.

§ 12.4

De manera que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe, y no por eso nos le deja de dar en la verdad, así como el que da un vaso plateado y él es de oro, no porque vaya cubierto con plata deja de dar el vaso de oro.

§ 12.5

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 12.5

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 12.5

Y así es como si dijera: ¡Oh, si esas verdades que, informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:

§ 12.5

Y así es como si dijera: ¡Oh, si esas verdades que, informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:

§ 12.6

Y porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que están dibujadas; porque así como el dibujo no es perfecta pintura así la noticia de la fe no es perfecto conocimiento.

§ 12.6

Por tanto, las verdades que se infunden en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en clara visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura, según aquello que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 10), diciendo: Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara visión, acabaráse lo que es en parte, que es el conocimiento de la fe.

§ 12.6

Por tanto, las verdades que se infunden en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en clara visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura, según aquello que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 10), diciendo: Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara visión, acabaráse lo que es en parte, que es el conocimiento de la fe.

§ 12.8

Lo cual en esta vida, aunque puede ser, como lo era en san Pablo, no empero perfecta y acabadamente, aunque llegue el alma a tal transformación de amor que sea en matrimonio espiritual, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida; porque todo se puede llamar dibujo de amor en comparación de aquella perfecta figura de transformación de gloria.

§ 12.8

Pero cuanto este dibujo de transformación en esta vida se alcanza, es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando el que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 12.8

Pero cuanto este dibujo de transformación en esta vida se alcanza, es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando el que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 12.8

Pero cuanto este dibujo de transformación en esta vida se alcanza, es grande buena dicha, porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando el que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.

§ 12.8

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba; y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 12.8

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba; y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 12.8

El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba; y el brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como ahora acabamos de decir.

§ 12.9

Porque la sustancia corporal y espiritual parece al alma se le seca en sed de esta fuente viva de Dios, porque es su sed semejante a aquella que tenía David cuando dijo (Sal. 41, 2­3): Como el ciervo desea la fuente de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.

§ 12.9

Estuvo mi alma sedienta de Dios, fuente viva; ¿cuándo vendré y pareceré delante la cara de Dios? Y fatígala tanto esta sed, que no tendría el alma en nada romper por medio de los filisteos, como hicieron los fuertes de David, a llenar su vaso de agua en la cisterna de Belén (1 Par. 11, 18), que era Cristo.

§ 12.9

Porque a este propósito se dijo en los Cantares (8, 6): Fuerte es la dilección como la muerte, y dura es su porfía como el infierno.

§ 12.9

Porque a este propósito se dijo en los Cantares (8, 6): Fuerte es la dilección como la muerte, y dura es su porfía como el infierno.

§ 12.9

De donde a este propósito espiritual dice Job (3, 24): Antes que coma, suspiro; y como las avenidas de las aguas es el rugido y bramido de mi alma, es a saber, por la codicia de la comida, entendiendo allí a Dios por la comida, porque conforme a la codicia del manjar y conocimiento de él es la pena por él.

§ 13.1

La causa de padecer el alma tanto a este tiempo por él es que como se va juntando más a Dios, siente en sí más el vacío de Dios y gravísimas tinieblas en su alma, con fuego espiritual que la seca y purga, para que, purificada, se pueda unir con Dios.

§ 13.1

Y, entre tanto, siempre está el alma como Job (23, 3) diciendo: ¿Quién me dará que le conozca y le halle y venga yo hasta su trono?

§ 13.1

Pero, como Dios, por su inmensa piedad, conforme a las tinieblas y vacíos del alma son también las consolaciones y regalos que hace, porque sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal. 148, 12), porque en ensalzarlas y glorificarlas las humilla y fatiga, de esta manera envió al alma entre estas fatigas ciertos rayos divinos de sí con tal gloria y fuerza de amor que la conmovió toda y todo el natural la desencajó.

§ 13.2

Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasis, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural.

§ 13.2

Lo cual dice porque le parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que por eso le pidió que los apartase, conviene a saber, dejando de comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne.

§ 13.2

El cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de mí recibes, aún no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí, que soy a quien tú, llagada de amor, buscas; que también yo, como el ciervo, herido de tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu contemplación.

§ 13.4

Y a la verdad, así parece al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y desamparar el cuerpo.

§ 13.5

Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más le costase, no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque, aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía.

§ 13.6

Como si dijera: que voy de vuelo de la carne, para que me los comuniques fuera de ella, siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne.

§ 13.6

Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho, en aquella visitación del Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo, y deja de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso, dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo.

§ 13.6

Y ésta es la causa por que en estos raptos y vuelos se queda el cuerpo sin sentido y, aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no siente; porque no es como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven en sí.

§ 13.7

Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo; y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales (espero en Dios) saldrán presto impresas a luz.

§ 13.8

De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo espiritual, pensando que se le acababa ya la vida y que pudiera gozar con su Esposo para siempre y quedarse al descubierto con él; más atajóle el Esposo el paso diciendo: Vuélvete, paloma, como si dijera: paloma en el vuelo alto y ligero que llevas de contemplación, y en el amor con que ardes, y simplicidad con que vas (porque estas tres propiedades tiene la paloma); vuélvete de ese vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que yo ahora te comunico en este tu exceso, y es:

§ 13.9

Y así, es como si dijera: vuélvete, Esposa mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también, como el ciervo, vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo; y también, en asomar por lo alto, que por eso, dice:

§ 13.9

Y así, es como si dijera: vuélvete, Esposa mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también, como el ciervo, vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo; y también, en asomar por lo alto, que por eso, dice:

§ 13.9

Y así, es como si dijera: vuélvete, Esposa mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también, como el ciervo, vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo; y también, en asomar por lo alto, que por eso, dice:

§ 13.10

10. esto es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese vuelo, porque la contemplación es un puesto alto por donde Dios en esta vida se comienza a comunicar al alma y mostrársele, mas no acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma; porque, por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas.

§ 13.11

Y así como allí es aire del vuelo, esto es, que de la contemplación y sabiduría del Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí a este amor del alma llama el Esposo aire, porque de la contemplación y noticia que a este tiempo tiene de Dios le procede.

§ 13.11

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo; porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque, así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 13.11

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo; porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque, así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 13.11

Y de aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y contemplación, y conociere todos los misterios, si no tiene amor, no le hace nada al caso, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 2), para unirse con Dios.

§ 13.11

Como también dice el mismo (Cl. 3, 14): Charitatem habete, quod est vinculum perfectionis, es a saber: Tened esta caridad que es vínculo de la perfección.

§ 13.11

Esta caridad, pues, y amor del alma hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de amor de su Esposa, como las aguas frescas hacen venir al ciervo sediento y llagado a tomar refrigerio, y por eso se sigue: Y fresco toma.

§ 13.12

Porque, así como el aire hace fresco y refrigerio al que está fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor, porque tiene tal propiedad este fuego de amor, que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor; porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder más, según hace la llama del fuego natural.

§ 13.12

Y así, es como si dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque un amor enciende otro amor.

§ 13.12

Por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos dicho, moverá más (si así se puede decir) a que Dios le tenga más amor y se recree más en su alma.

§ 14.1

Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su pie, a este último vuelo que habemos dicho, extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de su caridad y amor.

§ 14.2

Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad, y arreándola de dones y virtudes, y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios, bien así como a desposada en el día de su desposorio.

§ 14.2

Y así, en las demás canciones siguientes ya no dice cosas de penas y ansias, como antes hacía, sino comunicación y ejercicio de dulce y pacífico amor con su Amado, porque ya en este estado todo aquello fenece.

§ 14.3

Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina Escritura (Gn. 6, 14 ss.), había muchas mansiones para muchas diferencias de animales, y todos los manjares que se podían comer, así el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de Dios no sólo echa de ver en ellas las muchas mansiones que Su Majestad dijo por san Juan (14, 2) que había en la casa de su Padre, mas ve y conoce allí todos los manjares, esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma, que son todas las cosas que se contienen en las dos sobredichas canciones, significadas por aquellos vocablos comunes; las cuales en sustancia son las que se siguen:

§ 14.5

Y así, no se ha de entender que lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la luz o las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios.

§ 14.9

Y no porque es cosa de tanta fuerza, es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (66, 12) da Dios a entender, diciendo de este embestir en el alma: Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis, et quasi torrentem inundantem gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz, y así como un torrente que va redundando gloria.

§ 14.9

Y no porque es cosa de tanta fuerza, es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (66, 12) da Dios a entender, diciendo de este embestir en el alma: Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis, et quasi torrentem inundantem gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz, y así como un torrente que va redundando gloria.

§ 14.9

Y así, este embestir divino que hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y gloria.

§ 14.10

Pero esta voz es voz espiritual y no trae esos otros sonidos corporales ni la pena y molestia de ellos, sino grandeza, fuerza, poder y deleite y gloria; y así es como una voz y sonido inmenso interior que viste el alma de poder y fortaleza.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.10

Donde es de notar que la voz espiritual es el efecto que ella hace en el alma; así como la corporal imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu.

§ 14.11

Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (14, 2), y dice que la voz que oyó del cielo erat tamquam vocem aquarum multarum et tamquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno.

§ 14.11

Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (14, 2), y dice que la voz que oyó del cielo erat tamquam vocem aquarum multarum et tamquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno.

§ 14.11

Y porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y áspera, añade luego (Ap. 14, 2), diciendo que esta misma voz era tan suave, que erat sicut citharoedorum citharizantium in citharis suis, que quiere decir: Era como de muchos tañedores que citarizaban en sus cítaras.

§ 14.11

Y Ezequiel (1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: como sonido del Altísimo Dios, esto es, que altísima y suavísimamente se comunicaba en él.

§ 14.11

Y Ezequiel (1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: como sonido del Altísimo Dios, esto es, que altísima y suavísimamente se comunicaba en él.

§ 14.11

Esta voz es infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios que se comunica haciendo voz en el alma, mas cíñese a cada alma, dando voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran deleite y grandeza al alma.

§ 14.13

Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en esta comunicación del Esposo se sienten otras dos cosas, que son sentimiento de deleite e inteligencia.

§ 14.13

Y así como el toque del aire se gusta en el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan con el tacto de esta alma, que es en la sustancia de ella, y la inteligencia de las tales virtudes de Dios se sienten en el oído del alma, que es el entendimiento.

§ 14.14

Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toques aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia.

§ 14.14

Y llámale silbo, porque así como el silbo del aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás.

§ 14.14

La causa es porque se le da sustancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas; porque se da al entendimiento que llaman los filósofos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada de su parte, la recibe; lo cual es el principal deleite del alma, porque es en el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los teólogos, que es ver a Dios.

§ 14.15

Este divino silbo que entra por el oído del alma no solamente es sustancia, como he dicho entendida, sino también descubrimiento de verdades de la Divinidad y revelación de secretos suyos ocultos.

§ 14.15

Y es como si dijera: Oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar.

§ 14.15

En lo cual se piensa que vio a Dios también, como nuestro Padre Elías en el silbo.

§ 14.15

Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual.

§ 14.15

Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual.

§ 14.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara, sino oscura, porque es contemplación, la cual en esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tiniebla; y así, podemos decir que es un rayo de imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 14.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara, sino oscura, porque es contemplación, la cual en esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tiniebla; y así, podemos decir que es un rayo de imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 14.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara, sino oscura, porque es contemplación, la cual en esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tiniebla; y así, podemos decir que es un rayo de imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 14.17

Y en romance quiere decir: De verdad a mí se me dijo una palabra escondida, y como a hurtadillas recibió mi oreja las venas de su susurro.

§ 14.17

En el horror de la visión nocturna, cuando el sueño suele ocupar a los hombres, ocupóme el pavor y el temblor y todos mis huesos se alborotaron; y, como el espíritu pasase en mi presencia, encogiéronseme las pieles de mi carne; púsose delante uno cuyo rostro no conocía; era imagen delante de mis ojos, y oí una voz de aire delgado.

§ 14.18

Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia entendida.

§ 14.18

Y llámale aquí susurro, porque es muy suave la tal comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque amorosamente se comunica.

§ 14.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12, 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 14.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12, 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 14.18

Y dice que le recibió como a hurtadillas, porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo (2 Cor. 12, 4) le era lícito poder decir el suyo.

§ 14.18

Porque da aquí a entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman pesadilla, la cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en aquel punto que comienza el sueño, así al tiempo de este traspaso espiritual entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia del conocimiento sobrenatural, que es el principio del arrobamiento o éxtasis, les hace temor y temblor la visión espiritual que entonces se les comunica.

§ 14.19

Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron o alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron o desencajaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecer a este tiempo.

§ 14.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia (es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho) encogiéronse las pieles de mis carnes, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 14.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia (es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho) encogiéronse las pieles de mis carnes, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 14.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos, porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima, como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 14.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos, porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima, como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 14.21

Y no se ha de entender que siempre acaecen estas visitas con estos temores y detrimentos naturales, que, como queda dicho, es a los que comienzan a entrar en estado de iluminación y perfección y en este género de comunicación, porque en otros antes acaecen con gran suavidad.

§ 14.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana, porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina, en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 14.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana, porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina, en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 14.23

Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana, porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina, en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a luz divina.

§ 14.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 14.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 14.23

Porque así como los levantes de la mañana despiden la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de los levantes de la aurora.

§ 14.23

Porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.

§ 14.23

Porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.

§ 14.24

En este sosiego se ve el entendimiento levantado con extraña novedad sobre todo natural entender a la divina luz, bien así como el que, después de un largo sueño, abre los ojos a la luz que no esperaba.

§ 14.24

Como si dijera: abrí los ojos de mi entendimiento y halléme sobre todas las inteligencias naturales, solitario sin ellas en el tejado, que es sobre todas las cosas de abajo.

§ 14.25

Y llama a esta música callada porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así, se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio.

§ 14.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu y no de cítaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno, en su manera de gloria, hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque, así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente y todos en una concordancia de amor, bien así como música.

§ 14.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu y no de cítaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno, en su manera de gloria, hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque, así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente y todos en una concordancia de amor, bien así como música.

§ 14.26

Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el Apocalipsis (14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu y no de cítaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados que cada uno, en su manera de gloria, hace a Dios continuamente; lo cual es como música, porque, así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente y todos en una concordancia de amor, bien así como música.

§ 14.28

Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende por la visión divina (Ap. 3, 20); porque así como la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia que habemos dicho sosegada le hace sentir al alma cierto fin de males y posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que de antes estaba.

§ 14.29

Pero, para que se entienda mejor cómo sea esta cena para el alma (la cual cena, como habemos dicho es su Amado), conviene aquí notar lo que el mismo amado Esposo dice en el Apocalipsis (3, 20), es a saber: Yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno me abriere, entraré yo, cenaré con él, y él conmigo.

§ 14.29

Y así, en estas palabras se da a entender el efecto de la divina unión del alma con Dios, en la cual los mismos bienes propios de Dios se hacen comunes también al alma Esposa, comunicándoselos él, como habemos dicho, graciosa y largamente.

§ 14.30

Antes que entremos en la declaración de las demás canciones, conviene aquí advertir que no porque habemos dicho que en aqueste estado de desposorio, aunque habemos dicho que el alma goza de toda tranquilidad y que se le comunica todo lo más que se puede en esta vida, entiéndese que la tranquilidad sólo es según la parte superior; porque la parte sensitiva, hasta el estado del matrimonio espiritual nunca acaba de perder sus resabios, ni sujetar del todo sus fuerzas, como después se dirá; y que lo que se le comunica es lo más que se puede en razón de desposorio.

§ 14.30

Porque en el matrimonio espiritual hay grandes ventajas; porque en el desposorio, aunque en las visitas goza de tanto bien el alma Esposa como se ha dicho, todavía padece ausencias y perturbaciones y molestias de parte de la porción inferior y del demonio, todo lo cual cesa en el estado del matrimonio.

§ 15.1

Pues como la Esposa tiene ya las virtudes puestas en el alma en el punto de su perfección, en que está gozando de ordinaria paz en las visitas que el Amado le hace, algunas veces goza subidísimamente la suavidad y fragancia de ellas por el toque que el Amado hace en ellas, bien así como se gusta la suavidad y hermosura de las azucenas y flores cuando están abiertas y las tratan.

§ 15.1

Pues como la Esposa tiene ya las virtudes puestas en el alma en el punto de su perfección, en que está gozando de ordinaria paz en las visitas que el Amado le hace, algunas veces goza subidísimamente la suavidad y fragancia de ellas por el toque que el Amado hace en ellas, bien así como se gusta la suavidad y hermosura de las azucenas y flores cuando están abiertas y las tratan.

§ 15.1

Porque en muchas de estas visitas ve el alma en su espíritu todas las virtudes suyas, obrando él en ella esta luz; y ella entonces, con admirable deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al Amado como una piña de hermosas flores, y, recibiéndolas el Amado entonces (porque de veras las recibe), recibe en ello gran servicio.

§ 15.1

Todo lo cual pasa dentro del alma, en que siente ella estar el Amado como en su propio lecho, porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes, que es el mayor servicio que ella le puede hacer, y así uno de los mayores deleites que en el trato interior con Dios ella suele recibir en esta manera de don que hace al Amado.

§ 15.2

Porque más precia él impedir a esta alma un quilate de esta su riqueza y glorioso deleite que hacer caer a otras muchas en otros muchos y graves pecados; porque las otras tienen poco o nada que perder, y ésta mucho, porque tiene mucho ganado y muy precioso; así como perder un poco de oro muy primo es más que perder mucho de otros bajos metales.

§ 15.2

Aprovéchase aquí el demonio de los apetitos sensitivos (aunque con éstos en este estado las más veces puede muy poco o nada, por estar ya ellos amortiguados) y, de que con esto no puede, representa a la imaginación muchas variedades; y a las veces levanta en la parte sensitiva muchos movimientos, como después se dirá, y otras molestias que causa, así espirituales como sensitivas.

§ 15.2

Aprovéchase aquí el demonio de los apetitos sensitivos (aunque con éstos en este estado las más veces puede muy poco o nada, por estar ya ellos amortiguados) y, de que con esto no puede, representa a la imaginación muchas variedades; y a las veces levanta en la parte sensitiva muchos movimientos, como después se dirá, y otras molestias que causa, así espirituales como sensitivas.

§ 15.2

De las cuales no es en mano del alma poderse librar hasta que el Señor envía su ángel, como se dice en el salmo (33, 8), en derredor de los que le temen, y los libra, y hace paz y tranquilidad, así en la parte sensitiva como en la espiritual del alma.

§ 15.2

De las cuales no es en mano del alma poderse librar hasta que el Señor envía su ángel, como se dice en el salmo (33, 8), en derredor de los que le temen, y los libra, y hace paz y tranquilidad, así en la parte sensitiva como en la espiritual del alma.

§ 15.4

Y algunas veces, como habemos dicho, suelen acudir a la memoria y fantasía muchas y varias formas de imaginaciones, y en la parte sensitiva se levantan muchos y varios movimientos y apetitos.

§ 15.5

Porque así como las raposas se hacen dormidas para hacer presa cuando salen a caza, así todos estos apetitos y fuerzas sensitivas estaban sosegadas y dormidas, hasta que en el alma se levantan y se abren y salen a ejercicio estas flores de las virtudes; y entonces también parece que despiertan y se levantan en la sensualidad sus flores de apetitos y fuerzas sensuales a querer ellas contradecir al espíritu y reinar.

§ 15.6

Lo cual a este tiempo, si se les da licencia, pueden ellos muy bien hacer; porque, como el alma se pone en muy desnudo espíritu para este ejercicio espiritual, puede con facilidad él hacerse presente a ella, pues también él es espíritu.

§ 15.7

La causa por que aquí dice que la viña está con flor y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida, aunque se gozan en el alma con tanta perfección como ésta de que hablamos, es como gozarla en flor, porque sólo en la otra se gozarán como en fruto.

§ 15.7

La causa por que aquí dice que la viña está con flor y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida, aunque se gozan en el alma con tanta perfección como ésta de que hablamos, es como gozarla en flor, porque sólo en la otra se gozarán como en fruto.

§ 15.7

La causa por que aquí dice que la viña está con flor y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida, aunque se gozan en el alma con tanta perfección como ésta de que hablamos, es como gozarla en flor, porque sólo en la otra se gozarán como en fruto.

§ 15.8

Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de manera que le parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y de él, en que ambos se apacientan y deleitan.

§ 15.9

Y llama piña a esta junta de virtudes, porque así como la piña es una pieza fuerte, y en sí contiene muchas piezas fuertes y fuertemente abrazadas, que son los piñones, así esta piña de virtudes que hace el alma para su Amado es una sola pieza de perfección del alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en sí muchas perfecciones y virtudes fuertes y dones muy ricos.

§ 15.10

Porque para este divino ejercicio interior es también necesaria soledad y ajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al alma, ahora de parte de la porción inferior, que es la sensitiva del hombre, ahora de la parte de la porción superior, que es la racional, las cuales dos porciones son en que se encierra toda la armonía de las potencias y sentidos del hombre, a la cual armonía llama aquí montiña, porque, morando en ella y situándose en ella todas las noticias y apetitos de la naturaleza, como la caza en el monte, en ella suele el demonio hacer caza y presa en esos apetitos y noticias para mal del alma.

§ 15.10

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales del alma, como son memoria, entendimiento y voluntad, no haya noticias ni afectos particulares, ni otras cualesquier advertencias; y en todos los sentidos y potencias corporales, así interiores como exteriores, que son imaginativa, fantasía, etc., ver, oír, etc., no haya otras digresiones y formas, imágenes y figuras, ni representaciones de objetos al alma, ni otras operaciones naturales.

§ 15.10

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales del alma, como son memoria, entendimiento y voluntad, no haya noticias ni afectos particulares, ni otras cualesquier advertencias; y en todos los sentidos y potencias corporales, así interiores como exteriores, que son imaginativa, fantasía, etc., ver, oír, etc., no haya otras digresiones y formas, imágenes y figuras, ni representaciones de objetos al alma, ni otras operaciones naturales.

§ 15.10

Y así, es como si dijera: en todas las potencias espirituales del alma, como son memoria, entendimiento y voluntad, no haya noticias ni afectos particulares, ni otras cualesquier advertencias; y en todos los sentidos y potencias corporales, así interiores como exteriores, que son imaginativa, fantasía, etc., ver, oír, etc., no haya otras digresiones y formas, imágenes y figuras, ni representaciones de objetos al alma, ni otras operaciones naturales.

§ 15.11

Esto dice aquí el alma, por cuanto, para gozar perfectamente de esta comunicación con Dios, conviene que todos los sentidos y potencias, así interiores como exteriores, estén desocupados, vacíos y ociosos de sus propias operaciones y objetos; porque, en tal caso, cuanto ellos de suyo más se ponen en ejercicio, tanto más estorban, porque en llegando el alma a alguna manera de unión interior de amor, ya no obran en esto las potencias espirituales, y menos las corporales, por cuanto está ya hecha y obrada la obra de unión de amor, actuada el alma en amor, y así acabaron de obrar las potencias, porque llegando al término cesan todas las operaciones de los medios.

§ 16.1

La causa de esto es que, como el amor que tiene a Dios en este estado es grande y fuerte, atorméntale grande y fuertemente en la ausencia.

§ 16.1

Y añádese a esta pena la molestia que a este tiempo recibe en cualquiera manera de trato o comunicación de las criaturas, que es muy grande; porque, como ella está con aquella gran fuerza de deseo abisal por la unión con Dios, cualquiera entretenimiento le es gravísimo y molesto; bien así como a la piedra, cuando con grande ímpetu y velocidad va llegando hacia su centro, cualquiera cosa en que topase y la entretuviese en aquel vacío le sería muy violenta.

§ 16.1

Y añádese a esta pena la molestia que a este tiempo recibe en cualquiera manera de trato o comunicación de las criaturas, que es muy grande; porque, como ella está con aquella gran fuerza de deseo abisal por la unión con Dios, cualquiera entretenimiento le es gravísimo y molesto; bien así como a la piedra, cuando con grande ímpetu y velocidad va llegando hacia su centro, cualquiera cosa en que topase y la entretuviese en aquel vacío le sería muy violenta.

§ 16.1

Y como está ya el alma saboreada con estas dulces visitas, sonle más deseables sobre el oro (Sal. 18, 11) y toda hermosura.

§ 16.5

Porque así como arriba ha llamado a la misma alma viña florecida, porque la flor de las virtudes que hay en ella le dan vino de dulce sabor, así aquí la llama también huerto, porque en ella están plantadas y nacen y crecen las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho.

§ 16.5

Porque aspirar en el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes, y aspirar por el alma es hacer Dios toque y moción en las virtudes y perfecciones que ya le son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí admirable fragancia y suavidad al alma; bien así como cuando menean las especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella moción, derraman la abundancia de su olor, el cual antes ni era tal ni se sentía en tanto grado.

§ 16.5

Porque las virtudes que el alma tiene en sí, adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como habemos dicho.

§ 16.5

Porque las virtudes que el alma tiene en sí, adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como habemos dicho.

§ 16.5

Porque las virtudes que el alma tiene en sí, adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como habemos dicho.

§ 16.5

Porque las virtudes que el alma tiene en sí, adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como habemos dicho.

§ 16.7

Los cuales son en tanta abundancia algunas veces, que al alma le parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable; tanto, que no sólo ella lo siente de dentro, pero aun suélele redundar tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les parece estar la tal alma como un deleitoso jardín lleno de deleites y riquezas de Dios.

§ 16.8

En este aspirar el Espíritu Santo por el alma, que es visitación suya en amor a ella, se comunica en alta manera el Esposo Hijo de Dios; que por eso envía su Espíritu primero como a los Apóstoles, que es su aposentador, para que le prepare la posada del alma Esposa, levantándola en deleite, poniéndole el huerto a gesto, abriendo sus flores, descubriendo sus dones, arreándola de la tapicería de sus gracias y riquezas.

§ 16.8

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, se comunica en ella con más estrecho amor y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio actual de virtudes, que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración del tal sabor y suavidad de virtudes.

§ 16.8

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, se comunica en ella con más estrecho amor y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio actual de virtudes, que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración del tal sabor y suavidad de virtudes.

§ 16.10

Y así, el Hijo de Dios se deleita en el alma en estos deleites de ella y se sustenta en ella, esto es, persevera en ella, como en lugar donde grandemente se deleita, porque el lugar se deleita de veras en él.

§ 16.10

Y conviene aquí notar que no dice el alma aquí que pacerá el Amado las flores, sino entre las flores; porque, como quiera que la comunicación suya, es a saber, del Esposo, sea en la misma alma mediante el arreo ya dicho de las virtudes, síguese que lo que pace es la misma alma transformándola en sí, estando ya ella guisada, salada y sazonada con las dichas flores de virtudes y dones y perfecciones, que son la salsa con que y entre que la pace; las cuales, por medio del aposentador ya dicho, están dando al Hijo de Dios sabor y suavidad en el alma, para que por este medio se apaciente más en el amor de ella.

§ 16.10

La cual condición nota muy bien la Esposa en los Cantares (6, 1), como quien tan bien la sabe, por estas palabras, diciendo: Mi Amado descendió a su huerto, a la erica y aire de las especias odoríferas, para apacentarse en los huertos y coger lirios.

§ 17.1

En este estado, pues, de desposorio espiritual, como el alma echa de ver sus excelencias y grandes riquezas, y que no las posee y goza como querría a causa de la morada que hace en carne, muchas veces padece mucho, mayormente cuando más se le aviva la noticia de esto.

§ 17.1

En este estado, pues, de desposorio espiritual, como el alma echa de ver sus excelencias y grandes riquezas, y que no las posee y goza como querría a causa de la morada que hace en carne, muchas veces padece mucho, mayormente cuando más se le aviva la noticia de esto.

§ 17.1

Porque echa de ver que ella está en el cuerpo como un gran señor en la cárcel, sujeto a mil miserias y que le tienen confiscados sus reinos, e impedido todo su señorío y riquezas, y no se le da de su hacienda sino muy por tasa la comida; en lo cual lo que podrá sentir, cada uno lo echará bien de ver, mayormente aun los domésticos de su casa no le estando bien sujetos, sino que a cada ocasión sus siervos y esclavos sin algún respeto se enderezan contra él, hasta querer cogerle el bocado del plato.

§ 17.2

En lo cual se siente el alma estar como en tierra de enemigos y tiranizada entre extraños y como muerta entre los muertos, sintiendo bien lo que da a entender el profeta Baruc (3, 10­11), cuando encarece esta miseria en la cautividad de Jacob, diciendo: ¿Quién es Israel para que esté en la tierra de los enemigos? Envejecístete en la tierra ajena, contaminástete con los muertos y estimáronte con los que descienden al infierno.

§ 17.2

En lo cual se siente el alma estar como en tierra de enemigos y tiranizada entre extraños y como muerta entre los muertos, sintiendo bien lo que da a entender el profeta Baruc (3, 10­11), cuando encarece esta miseria en la cautividad de Jacob, diciendo: ¿Quién es Israel para que esté en la tierra de los enemigos? Envejecístete en la tierra ajena, contaminástete con los muertos y estimáronte con los que descienden al infierno.

§ 17.2

De lo cual para mostrar el alma la molestia que recibe y el deseo que tiene de que este reino de la sensualidad, con todos sus ejércitos y molestias, se acabe ya o se le sujete del todo, levantando los ojos al Esposo, como quien lo ha de hacer todo, hablando contra los dichos movimientos y rebeliones, dice esta canción:

§ 17.4

Y llámala Judea porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la gente judaica.

§ 17.4

A todas éstas llama ninfas, porque así como las ninfas con su afición y gracia atraen a sí a los amantes, así estas operaciones y movimientos de la sensualidad sabrosa y porfiadamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte racional, para sacarla de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y apetecen; moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se case y junte con ellas en su bajo modo de sentido, procurando conformar y aunar la parte racional con la sensual.

§ 17.5

Las flores, como habemos dicho, son las virtudes del alma; los rosales son las potencias de la misma alma; memoria, entendimiento y voluntad, las cuales llevan en sí y crían flores de conceptos divinos y actos de amor y las dichas virtudes.

§ 17.7

En los arrabales de Judea, que decimos ser la porción inferior o sensitiva del alma: y los arrabales de ella son los sentidos sensitivos interiores, como son la memoria, fantasía, imaginativa, en los cuales se colocan y recogen las formas e imágenes y fantasmas de los objetos, por medio de las cuales la sensualidad mueve sus apetitos y codicias.

§ 18.1

Porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15), el cuerpo agrava al alma, porque se corrompe.

§ 18.1

Y como el alma desea las altas y excelentes comunicaciones de Dios, y éstas no las puede recibir en compañía de la parte sensitiva, desea que Dios se las haga sin ella.

§ 18.1

Pero de cualquier manera que ello fuese, ello fue sin el cuerpo; porque si el cuerpo participara, no lo pudiera dejar de saber, ni la visión pudiera ser tan alta como él dice, diciendo (2 Cor. 12, 4) que oyó tan secretas palabras, que no es lícito al hombre hablarlas.

§ 18.3

Como si dijera: querido Esposo mío, recógete en lo más interior de mi alma, comunicándote a ella escondidamente, manifestándole tus escondidas maravillas, ajenas de todos los ojos mortales.

§ 18.4

Y así, es como si dijera: embiste con tu divinidad en mi entendimiento, dándole inteligencias divinas, y en mi voluntad, dándole y comunicándole el divino amor, y en mi memoria, con divina posesión de gloria.

§ 18.4

En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación esencial de la Divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a saber, del alma y Divinidad.

§ 18.5

Es a saber: y no quieras decillo como antes, cuando las comunicaciones que en mí hacías eran de manera que las decías a los sentidos exteriores por ser cosas de que ellos eran capaces, porque no eran tan altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzarlas; mas ahora sean tan subidas y sustanciales estas comunicaciones y tan de adentro, que no se les diga a ellos nada, esto es, que no lo puedan ellos alcanzar a saber.

§ 18.5

Deseando, pues, el alma aquí esta comunicación de Dios tan sustancial y esencial que no cae en sentido, pide al Esposo que no quiera decillo, que es como decir: sea de manera la profundidad de este escondrijo de unión espiritual, que el sentido ni lo acierte a decir ni a sentir, siendo como los secretos que oyó san Pablo, que no era lícito al hombre decillos (2 Cor. 12, 4).

§ 18.5

Deseando, pues, el alma aquí esta comunicación de Dios tan sustancial y esencial que no cae en sentido, pide al Esposo que no quiera decillo, que es como decir: sea de manera la profundidad de este escondrijo de unión espiritual, que el sentido ni lo acierte a decir ni a sentir, siendo como los secretos que oyó san Pablo, que no era lícito al hombre decillos (2 Cor. 12, 4).

§ 18.6

Las compañas que aquí dice el alma que mire Dios son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y otras riquezas espirituales que él ha puesto ya en ella, como arras y prendas y joyas de desposada.

§ 18.6

Y así, es como si dijera: mas antes conviértete, Amado, a lo interior de mi alma, enamorándote del acompañamiento de riquezas que has puesto en ella, para que, enamorado de ella en ellas, te escondas en ella y te detengas, pues que es verdad que, aunque son tuyas, ya por habérselas tú dado, también son

§ 18.7

Y así, es como si dijera, queriéndole obligar: pues va mi alma a ti por noticias espirituales, extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tú a ella también en tan interior y subido grado que sea ajeno de todos ellos.

§ 19.1

Para llegar a tan alto estado de perfección como aquí el alma pretende, que es el matrimonio espiritual, no sólo le basta estar limpia y purificada de todas las imperfecciones y rebeliones y hábitos imperfectos de la parte inferior, en que, desnudado el viejo hombre, está ya sujeta y rendida a la superior, sino que también ha menester grande fortaleza y muy subido amor para tan fuerte y estrecho abrazo de Dios.

§ 19.3

Pero dice allí el texto (8, 10) que respondió luego la Esposa con el deseo que tenía de salir a estas vistas, diciendo: Yo soy muro, y mis pechos son como una torre; que es como decir: mi alma es fuerte y mi amor muy alto, para que no quede por eso.

§ 19.3

Pero dice allí el texto (8, 10) que respondió luego la Esposa con el deseo que tenía de salir a estas vistas, diciendo: Yo soy muro, y mis pechos son como una torre; que es como decir: mi alma es fuerte y mi amor muy alto, para que no quede por eso.

§ 19.3

Y por eso el Esposo, queriendo concluir con este negocio, dice las dos siguientes canciones, en que acaba de purificar al alma y hacerla fuerte y disponerla, así según la parte sensitiva como según la espiritual, para este estado, diciéndolas contra todas las contrariedades y rebeliones, así de la parte sensitiva como de parte del demonio.

§ 19.3

Y por eso el Esposo, queriendo concluir con este negocio, dice las dos siguientes canciones, en que acaba de purificar al alma y hacerla fuerte y disponerla, así según la parte sensitiva como según la espiritual, para este estado, diciéndolas contra todas las contrariedades y rebeliones, así de la parte sensitiva como de parte del demonio.

§ 19.5

A las cuales dice el Esposo que las conjura por las amenas liras, etc.; esto es, que pues ya la suavidad y deleite del alma es tan abundante y frecuente que ellas no lo podrán impedir (como antes solían) por no haber llegado a tanto, que cesen sus inquietos vuelos, ímpetus y excesos.

§ 19.5

Lo cual se ha de entender así en las demás partes que habemos de declarar aquí, como son:

§ 19.6

Por los leones entiende las acrimonias e ímpetus de la potencia irascible; porque esta potencia es osada y atrevida en sus actos como los leones.

§ 19.6

Y en estos afectos es comparada a los ciervos; porque así como tienen esta potencia concupiscible más intensa que otros muchos animales, así son muy cobardes y encogidos.

§ 19.7

De manera que, en conjurar los leones, pone rienda a los ímpetus y excesos de la ira; y en conjurar los ciervos, fortalece la concupiscencia en las cobardías y pusilanimidades que antes la encogían; y en conjurar los gamos saltadores, la satisface y apacigua los deseos y apetitos que antes andaban inquietos, saltando como gamos de uno en otro, para satisfacer a la concupiscencia, la cual está ya satisfecha por las amenas liras, de cuya suavidad goza, y por el canto de sirenas, en cuyo deleite se apacienta.

§ 19.9

También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las cuatro pasiones, que, como dijimos, son: dolor, esperanza, gozo, temor.

§ 19.9

Por las aguas se entienden las afecciones del dolor que afligen al alma, porque así como agua se entran en el alma; de donde David (Sal. 68, 2) dice a Dios hablando de ellas: Salvum me fac, Deus, quoniam intraverunt aquae usque ad animam meam, esto es: Sálvame, Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma.

§ 19.9

Por los aires se entiende las afecciones de la esperanza, porque así como aire vuelan a desear lo ausente que se espera; de donde también dice David (Sal. 118, 131): Os meum aperui et attraxi spiritum, quia mandata tua desiderabam, como si dijera: Abrí la boca de mi esperanza y atraje el aire de mi deseo, porque esperaba y deseaba tus mandamientos.

§ 19.9

Por los aires se entiende las afecciones de la esperanza, porque así como aire vuelan a desear lo ausente que se espera; de donde también dice David (Sal. 118, 131): Os meum aperui et attraxi spiritum, quia mandata tua desiderabam, como si dijera: Abrí la boca de mi esperanza y atraje el aire de mi deseo, porque esperaba y deseaba tus mandamientos.

§ 19.9

Por los ardores se entienden las afecciones de la pasión del gozo, las cuales inflaman el corazón a manera de fuego; por lo cual el mismo David (Sal. 38, 4) dice: Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Dentro de mi se calentó mi corazón, y en mi meditación se encenderá fuego; que es tanto como decir: en mi meditación se encenderá el gozo.

§ 19.9

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor; las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes, a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes; a veces también de parte del demonio, el cual al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción, variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la Esposa de su tálamo.

§ 19.9

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor; las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes, a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes; a veces también de parte del demonio, el cual al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción, variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la Esposa de su tálamo.

§ 19.9

Y llama veladores a estos temores porque de suyo hacen velar y recordar al alma de su suave sueño interior; y también, porque los demonios que los causan, están siempre velando por ponerlos estos temores, que pasivamente de parte de Dios o del demonio (como he dicho) se ingieren en el espíritu de los que son ya espirituales.

§ 19.10

Porque, a modo de los ángeles, que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor y ejercitan las obras de misericordia sin sentimiento de compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas veces y en algunas sazones dispensa Dios con ella, dándole a sentir cosas y a padecer en ellas, porque más merezca y se afervore en el amor, o por otros respetos, como hizo con la Madre Virgen y con San Pablo y otros; pero el estado de suyo no lo lleva.

§ 19.12

De donde todas las veces que a esta alma se le ofrecen cosas de gozo y alegría, ahora de cosas exteriores, ahora espirituales e interiores, luego se convierte a gozar las riquezas que ella tiene ya en sí, y se queda con mucho mayor gozo y deleite en ellas y en las que de nuevo le vienen; porque tiene en alguna manera la propiedad de Dios en esto, el cual, aunque en todas las cosas se deleita, no se deleita tanto en ellas como en sí mismo, porque tiene él en sí eminente bien sobre todas ellas.

§ 19.12

Y así, todas las novedades que a esta alma acaecen de gozos y gustos, más le sirven de recuerdos para que se deleite en lo que ella ya tiene y siente en sí, que en aquellas novedades; porque como digo, es más que ellas.

§ 19.13

Y así es tan poco lo accidentario de estas novedades espirituales y lo que ponen de nuevo en el alma, en comparación de lo sustancial que ella ya en sí tiene, que lo podemos decir nada; porque el alma que ha llegado a este cumplimiento de transformación, en que está toda crecida, no va creciendo con las novedades espirituales, como las otras que no han llegado.

§ 19.14

Porque a manera del sol, cuando de lleno embiste en la mar, esclarece hasta los profundos senos y cavernas y parecen las perlas y venas riquísimas de oros y otros minerales preciosos, etc., así este divino sol del Esposo, convirtiéndose a la Esposa, saca de manera a luz las riquezas del alma, que hasta los ángeles se maravillan de ella y digan aquello de los Cantares (6, 9), es a saber: ¿Quien es esta que procede como la mañana que se levanta, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible y ordenada como las haces de los ejércitos? En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle a luz a que goce lo que antes tenía.

§ 19.14

Porque a manera del sol, cuando de lleno embiste en la mar, esclarece hasta los profundos senos y cavernas y parecen las perlas y venas riquísimas de oros y otros minerales preciosos, etc., así este divino sol del Esposo, convirtiéndose a la Esposa, saca de manera a luz las riquezas del alma, que hasta los ángeles se maravillan de ella y digan aquello de los Cantares (6, 9), es a saber: ¿Quien es esta que procede como la mañana que se levanta, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible y ordenada como las haces de los ejércitos? En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle a luz a que goce lo que antes tenía.

§ 19.14

Porque a manera del sol, cuando de lleno embiste en la mar, esclarece hasta los profundos senos y cavernas y parecen las perlas y venas riquísimas de oros y otros minerales preciosos, etc., así este divino sol del Esposo, convirtiéndose a la Esposa, saca de manera a luz las riquezas del alma, que hasta los ángeles se maravillan de ella y digan aquello de los Cantares (6, 9), es a saber: ¿Quien es esta que procede como la mañana que se levanta, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible y ordenada como las haces de los ejércitos? En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle a luz a que goce lo que antes tenía.

§ 19.14

Porque a manera del sol, cuando de lleno embiste en la mar, esclarece hasta los profundos senos y cavernas y parecen las perlas y venas riquísimas de oros y otros minerales preciosos, etc., así este divino sol del Esposo, convirtiéndose a la Esposa, saca de manera a luz las riquezas del alma, que hasta los ángeles se maravillan de ella y digan aquello de los Cantares (6, 9), es a saber: ¿Quien es esta que procede como la mañana que se levanta, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible y ordenada como las haces de los ejércitos? En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle a luz a que goce lo que antes tenía.

§ 19.15

Porque de esta tal alma se entiende aquello que dice el Sabio (Pv. 15, 15), es a saber: El alma pacífica y sosegada es como un convite continuo; porque así como en un convite hay sabor de todos manjares y suavidad de todas músicas, así el alma, en este convite que ya tiene en el pecho del Esposo, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.

§ 19.15

Porque de esta tal alma se entiende aquello que dice el Sabio (Pv. 15, 15), es a saber: El alma pacífica y sosegada es como un convite continuo; porque así como en un convite hay sabor de todos manjares y suavidad de todas músicas, así el alma, en este convite que ya tiene en el pecho del Esposo, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.

§ 19.15

Y es tan poco lo que habemos dicho de lo que aquí pasa y lo que se puede decir con palabras, que siempre se diría lo menos que en el alma que a este dichoso estado llega pasa; porque, si el alma atina a dar en la paz de Dios, que, como dice la Iglesia, sobrepuja todo sentido, quedará todo sentido, para hablar en ella, corto y mudo.

§ 19.16

Porque, así como la música de las liras llena el ánima de suavidad y recreación, y le embebe y suspende de manera que le tiene enajenado de sinsabores y penas, así esta suavidad tiene al alma tan en sí, que ninguna cosa penosa la llega.

§ 19.16

Y así, es como si dijera: por la suavidad que yo pongo en el alma, cesen todas las cosas no suaves al alma.

§ 19.16

Y llama a este deleite canto de sirenas, porque así como, según dicen, el canto de sirenas es tan sabroso y deleitoso que al que le oye de tal manera le arroba y enamora que le hace olvidar como transportado de todas las cosas, así el deleite de esta unión de tal manera absorbe el alma en sí y la recrea que la pone como encantada a todas las molestias y turbaciones de las cosas ya dichas.

§ 19.16

Y llama a este deleite canto de sirenas, porque así como, según dicen, el canto de sirenas es tan sabroso y deleitoso que al que le oye de tal manera le arroba y enamora que le hace olvidar como transportado de todas las cosas, así el deleite de esta unión de tal manera absorbe el alma en sí y la recrea que la pone como encantada a todas las molestias y turbaciones de las cosas ya dichas.

§ 19.16

Y llama a este deleite canto de sirenas, porque así como, según dicen, el canto de sirenas es tan sabroso y deleitoso que al que le oye de tal manera le arroba y enamora que le hace olvidar como transportado de todas las cosas, así el deleite de esta unión de tal manera absorbe el alma en sí y la recrea que la pone como encantada a todas las molestias y turbaciones de las cosas ya dichas.

§ 19.17

Y porque, así como la ira es cierto ímpetu que turba la paz, saliendo de los límites de ella, así todas las afecciones, etc., ya dichas, con sus movimientos, exceden el límite de la paz y tranquilidad del alma, desquietándola cuando la tocan.

§ 20.1

Tanto era el deseo que el Esposo tenía de acabar de libertar y rescatar esta su Esposa de las manos de la sensualidad y del demonio, que, ya que lo ha hecho, como lo ha hecho aquí, de la manera que el buen Pastor se goza con la oveja sobre sus hombros, que había perdido y buscado por muchos rodeos (Lc. 15, 5), y como la mujer se alegra con la dracma en las manos, que para hallarla había encendido la candela y trastornado toda la casa, llamando a sus amigos y vecinos, se regracia con ellos, diciendo: Alegraos conmigo, etc. (Lc. 15, 9), así este amoroso Pastor y Esposo del alma es admirable cosa de ver el placer que tiene y gozo de ver al alma ya así ganada y perfeccionada, puesta en sus hombros y asida con sus manos en esta deseada junta y unión.

§ 20.1

Tanto era el deseo que el Esposo tenía de acabar de libertar y rescatar esta su Esposa de las manos de la sensualidad y del demonio, que, ya que lo ha hecho, como lo ha hecho aquí, de la manera que el buen Pastor se goza con la oveja sobre sus hombros, que había perdido y buscado por muchos rodeos (Lc. 15, 5), y como la mujer se alegra con la dracma en las manos, que para hallarla había encendido la candela y trastornado toda la casa, llamando a sus amigos y vecinos, se regracia con ellos, diciendo: Alegraos conmigo, etc. (Lc. 15, 9), así este amoroso Pastor y Esposo del alma es admirable cosa de ver el placer que tiene y gozo de ver al alma ya así ganada y perfeccionada, puesta en sus hombros y asida con sus manos en esta deseada junta y unión.

§ 20.1

Y no sólo en sí se goza, sino que también hace participantes a los ángeles y almas santas de su alegría, diciendo como en los Cantares (3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona que le coronó su madre el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón, llamando al alma en estas dichas palabras su esposa y la alegría de su corazón, trayéndola ya en sus brazos y procediendo con ella como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6).

§ 20.1

Y no sólo en sí se goza, sino que también hace participantes a los ángeles y almas santas de su alegría, diciendo como en los Cantares (3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona que le coronó su madre el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón, llamando al alma en estas dichas palabras su esposa y la alegría de su corazón, trayéndola ya en sus brazos y procediendo con ella como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6).

§ 20.2

Habiendo ya la Esposa puesto diligencia en que las raposas se cazasen, y el cierzo se fuese, y las ninfas se sosegasen, que eran estorbos e inconvenientes que impedían el acabado deleite del estado del matrimonio espiritual; y también habiendo invocado y alcanzado el aire del Espíritu Santo (como en las precedentes canciones ha hecho), el cual es propia disposición e instrumento para la perfección del tal estado, resta ahora tratar de él en esta canción, en la cual habla el Esposo llamando ya Esposa al alma, y dice dos cosas.

§ 20.2

Y la segunda es contar las propiedades del dicho estado, de las cuales el alma goza ya en él, como son: reposar a su sabor y tener el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado, según que ahora iremos declarando.

§ 20.3

Y demás de esto, va por la vía unitiva, en que recibe muchas y grandes comunicaciones y visitas y dones y joyas del Esposo, bien así como desposada, se va enterando y perfeccionando en el amor de él, como ha cantado desde la dicha canción donde se hizo el dicho desposorio, que dice: Apártalos, Amado, hasta ésta de ahora, que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacerse el matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios.

§ 20.3

Y demás de esto, va por la vía unitiva, en que recibe muchas y grandes comunicaciones y visitas y dones y joyas del Esposo, bien así como desposada, se va enterando y perfeccionando en el amor de él, como ha cantado desde la dicha canción donde se hizo el dicho desposorio, que dice: Apártalos, Amado, hasta ésta de ahora, que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacerse el matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios.

§ 20.3

Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este matrimonio espiritual entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor, según dice san Pablo trayendo esta misma comparación (1 Cor. 6, 17), diciendo: El que se junta al Señor, un espíritu se hace con él.

§ 20.3

Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este matrimonio espiritual entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor, según dice san Pablo trayendo esta misma comparación (1 Cor. 6, 17), diciendo: El que se junta al Señor, un espíritu se hace con él.

§ 20.3

Bien así como cuando la luz de la estrella o de la candela se junta y une con la del sol, que ya el que luce ni es la estrella ni la candela, sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces.

§ 20.5

Y es como si dijera: transformado se ha en su Dios, que es el que aquí llama huerto ameno, por el deleitoso y suave asiento que halla el alma en él.

§ 20.6

Porque todo el deseo y fin del alma y de Dios en todas las obras de ella es la consumación y perfección de este estado, por lo cual nunca descansa el alma hasta llegar a él; porque halla en este estado mucha más abundancia y henchimiento de Dios, y más segura y estable paz, y más perfecta suavidad sin comparación que en el desposorio espiritual, bien así como ya colocada en los brazos de tal Esposo, con el cual ordinariamente siente el alma tener un estrecho abrazo espiritual, que verdaderamente es abrazo, por medio del cual abrazo vive el alma vida de Dios.

§ 20.6

Por tanto, viviendo el alma aquí vida tan feliz y gloriosa, como es vida de Dios, considere cada uno, si pudiere, qué vida tan sabrosa será esta que vive, en la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor, ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite de gloria de Dios en la sustancia del alma ya transformada en él.

§ 20.6

Por tanto, viviendo el alma aquí vida tan feliz y gloriosa, como es vida de Dios, considere cada uno, si pudiere, qué vida tan sabrosa será esta que vive, en la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor, ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite de gloria de Dios en la sustancia del alma ya transformada en él.

§ 20.7

El cuello significa aquí la fortaleza del alma, mediante la cual como habemos dicho se hace esta junta y unión entre ella y el Esposo porque no podría el alma sufrir tan estrecho abrazo si no estuviese ya muy fuerte.

§ 21.1

En este alto estado del matrimonio espiritual, con gran facilidad y frecuencia descubre el Esposo al alma sus maravillosos secretos como su fiel consorte, porque el verdadero y entero amor no sabe tener nada encubierto al que ama.

§ 21.1

Por lo cual, aunque otros muchos misterios la comunica, sólo hace mención el Esposo en la canción siguiente de la Encarnación, como el más principal de todos.

§ 21.2

Declara el Esposo al alma en esta canción la admirable manera y traza que tuvo en redimirla y desposarla consigo por aquellos mismos términos que la naturaleza humana fue estragada y perdida, diciendo que, así como por medio del árbol vedado en el paraíso fue perdida y estragada en la naturaleza humana por Adán, así en el árbol de la cruz fue redimida y reparada, dándole allí la mano de su favor y misericordia por medio de su muerte y pasión, alzando las treguas: que del pecado original había entre el hombre y Dios.

§ 21.6

Y díjete, como estuvieses en tu sangre: vive; y púsete tan multiplicada como la yerba del campo.

§ 21.6

Y díjete, como estuvieses en tu sangre: vive; y púsete tan multiplicada como la yerba del campo.

§ 22.1

Porque el lecho no es otra cosa que su mismo Esposo el Verbo, Hijo de Dios, como luego se dirá, en el cual ella, por medio de la dicha unión de amor, se recuesta.

§ 22.1

Al cual lecho ella llama florido, porque su Esposo no sólo es florido, sino, como él mismo dice de sí en los Cantares (2, 1), es la misma flor del campo y el lirio de los valles.

§ 22.1

Y así, el alma no sólo se acuesta en el lecho florido, sino en la misma flor, que es el Hijo de Dios, la cual en sí tiene divino olor y fragancia y gracia y hermosura, como también él lo dice por David (Sal. 49, 11) diciendo: La hermosura del campo está conmigo.

§ 22.2

Lo quinto, que tiene paz espiritual cumplida y que toda ella está enriquecida y hermoseada con dones y virtudes, como se puede en esta vida poseer y gozar, según se irá diciendo en los versos.

§ 22.4

Así, cada una de las virtudes cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de leones para ella, en la cual mora y asiste el Esposo Cristo unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás virtudes como fuerte león.

§ 22.4

Así, cada una de las virtudes cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de leones para ella, en la cual mora y asiste el Esposo Cristo unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás virtudes como fuerte león.

§ 22.4

Y la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está también como fuerte león, porque allí recibe las propiedades de Dios.

§ 22.4

Y así, en este caso está el alma tan amparada y fuerte en cada una de las virtudes y en todas ellas juntas, recostada en este lecho florido de la unión con su Dios, que no sólo no se atreven los demonios a acometer a la tal alma, mas ni aun osan parecer delante de ella por el gran temor que le tienen viéndola tan engrandecida, animada y osada con las virtudes perfectas en el lecho del Amado: porque, estando ella unida con Dios en transformación de amor, tanto la temen como al mismo Dios, y ni la osan aun mirar.

§ 22.5

Dice también que está enlazado el lecho de estas cuevas de las virtudes; porque en este estado de tal manera están trabadas entre sí las virtudes, y unidas y fortalecidas entre sí unas con otras, y ajustadas en una acabada perfección del alma, sustentándose unas con otras, que no queda parte abierta ni flaca, no sólo para que el demonio pueda entrar, pero ni aun para que ninguna cosa del mundo, alta ni baja, la pueda inquietar ni molestar ni aun mover; porque, estando ya libre de toda molestia de las pasiones naturales y ajena y desnuda de la tormenta y variedad de los cuidados temporales, como aquí lo está, goza en seguridad y quietud la participación de Dios.

§ 22.6

Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma está llena de virtudes en perfección, no siempre las está en acto gozando el alma, aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan si goza ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas, causándolo el Espíritu Santo, y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.

§ 22.6

Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma está llena de virtudes en perfección, no siempre las está en acto gozando el alma, aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan si goza ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas, causándolo el Espíritu Santo, y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.

§ 22.7

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor de Dios.

§ 22.7

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor de Dios.

§ 22.7

Y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor de Dios.

§ 22.7

Porque las virtudes y dotes que Dios pone en el lecho del alma, que son significadas por los maderos de Líbano y las columnas de plata, tiene su reclinatorio y recuesto de amor, que es el oro; porque como habemos dicho, en el amor se asientan y conservan las virtudes; y todas ellas, mediante la caridad de Dios y del alma, se ordenan entre sí y ejercitan, como acabamos de decir.

§ 22.7

Porque las virtudes y dotes que Dios pone en el lecho del alma, que son significadas por los maderos de Líbano y las columnas de plata, tiene su reclinatorio y recuesto de amor, que es el oro; porque como habemos dicho, en el amor se asientan y conservan las virtudes; y todas ellas, mediante la caridad de Dios y del alma, se ordenan entre sí y ejercitan, como acabamos de decir.

§ 22.8

Pone aquí la cuarta excelencia de este lecho, que depende en orden de la tercera que acaba de decir; porque la tercera era perfecto amor, (y del perfecto amor), cuya propiedad es echar fuera todo temor, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), sale la perfecta paz del alma, que es la cuarta propiedad de este lecho, como dijimos.

§ 22.8

Pone aquí la cuarta excelencia de este lecho, que depende en orden de la tercera que acaba de decir; porque la tercera era perfecto amor, (y del perfecto amor), cuya propiedad es echar fuera todo temor, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), sale la perfecta paz del alma, que es la cuarta propiedad de este lecho, como dijimos.

§ 22.8

Y porque este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna, ni de mundo, ni de demonio, ni de carne.

§ 22.9

Los cuales escudos son aquí las virtudes y dones del alma que aunque, como habemos dicho, son las flores, etc., de este lecho, también le sirven de corona y premio de su trabajo en haberlas ganado, y, no sólo eso, sino también de defensa, como fuertes escudos contra los vicios que con el ejercicio de ellas venció.

§ 22.9

Los cuales escudos son aquí las virtudes y dones del alma que aunque, como habemos dicho, son las flores, etc., de este lecho, también le sirven de corona y premio de su trabajo en haberlas ganado, y, no sólo eso, sino también de defensa, como fuertes escudos contra los vicios que con el ejercicio de ellas venció.

§ 22.9

Y por eso este lecho florido de la Esposa está coronado de ellas en premio de la Esposa y amparado con ellos como con escudo.

§ 22.9

Porque para significar también el innumerable número de las virtudes de la Esposa usó del mismo término (Ct. 4, 4), diciendo: Como la torre de David es tu cuello, la cual está edificada con defensas; mil escudos cuelgan de ella, y todas las armas de los fuertes.

§ 23.2

La tercera es abundancia de caridad que en ellas infunde, con que de tal manera las embriaga, que las hace levantar el espíritu (así con esta embriaguez como con la visita de amor) a enviar alabanzas a Dios y afectos sabrosos de amor.

§ 23.4

Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga, sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al camino.

§ 23.5

Cuanto a lo primero, es de saber que este toque de centella que aquí dice es un toque sutilísimo que el Amado hace al alma a veces, aun cuando ella está más descuidada, de manera que la enciende el corazón en fuego de amor, que no parece sino una centella de fuego que saltó y la abrasó; y entonces con grande presteza, como quien de súbito recuerda, enciéndese la voluntad en amar, y desear, y alabar, y agradecer, y reverenciar, y estimar, y rogar a Dios con sabor de amor; a las cuales cosas llama emisiones de bálsamo divino, que responden al toque de centellas salidas del divino amor que pegó la centella, que es el bálsamo divino que conforta y sana al alma con su olor y sustancia.

§ 23.7

Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo cual le llama vino adobado; porque, así como el vino adobado está adobado y cocido con muchas y diversas especias olorosas y esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya cocido y asentado en sus almas y adobado con las virtudes que ya el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios le hace, que con grande eficacia y fuerza le hace enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos: de alabar, amar y reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables deseos de hacer y padecer por él.

§ 23.8

Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto y algunas veces harto; mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión, porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4) diciendo: Mi corazón se calentó dentro de mí y en mi meditación se encenderá fuego.

§ 23.8

Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto y algunas veces harto; mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión, porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4) diciendo: Mi corazón se calentó dentro de mí y en mi meditación se encenderá fuego.

§ 23.10

Porque así como estos fervores y calor de sentido lo pueden inclinar a bueno y perfecto amor y servirle de buen medio para él, digiriéndose bien la hez de su imperfección, así también es muy fácil en estos principios y novedad de gustos faltar el vino del amor y perderse el fervor y sabor de nuevo.

§ 23.10

Estas ansias y fatigas de amor es el sabor del vino nuevo, que decíamos ser áspero y grueso y no suavizado aún en la acabada cocción, cuando se acaban esas ansias de amor, como luego diremos.

§ 23.11

Esta misma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico (9, 15), diciendo: El amigo nuevo es como el vino nuevo; añejarse ha, y beberáslo con suavidad.

§ 23.11

Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino añejo, que tiene ya cocida la hez y no tiene aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de fuera, mas gustan la suavidad del vino de amor ya bien cocido en sustancia, estando ya él, no ya en aquel sabor de sentido, como el amor de los nuevos, sino asentado allá dentro en el alma en sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra.

§ 23.11

Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino añejo, que tiene ya cocida la hez y no tiene aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de fuera, mas gustan la suavidad del vino de amor ya bien cocido en sustancia, estando ya él, no ya en aquel sabor de sentido, como el amor de los nuevos, sino asentado allá dentro en el alma en sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra.

§ 23.11

De donde, por cuanto estos amantes viejos carecen ya de la suavidad espiritual que tiene su raíz en el sentido, no traen ya ansias ni penas de amor en el sentido y espíritu; de donde estos amigos viejos por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre lo que les había de hacer faltar, esto es, sobre la sensualidad, y tienen el vino de amor no sólo ya cocido y purgado de hez, mas aun adobado, como se dice en el verso, con las especias que decíamos de virtudes perfectas, que no le dejan malear como al nuevo.

§ 23.11

De donde, por cuanto estos amantes viejos carecen ya de la suavidad espiritual que tiene su raíz en el sentido, no traen ya ansias ni penas de amor en el sentido y espíritu; de donde estos amigos viejos por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre lo que les había de hacer faltar, esto es, sobre la sensualidad, y tienen el vino de amor no sólo ya cocido y purgado de hez, mas aun adobado, como se dice en el verso, con las especias que decíamos de virtudes perfectas, que no le dejan malear como al nuevo.

§ 24.1

Por lo cual con verdad se podrá decir que esta alma está aquí vestida de Dios y bañada en divinidad; y no como por cima, sino que en los interiores de su espíritu, estando revertida en deleites divinos, con hartura de aguas espirituales de vida, experimenta lo que David dice (Sal. 35, 9­10) de los que así están allegados a Dios, es a saber: Embriagarse han de la grosura de tu casa, y con el torrente de tu deleite darles has a beber; porque cerca de ti está le fuente de vida. ¡Qué hartura será, pues, ésta del alma en su ser, pues la bebida que le dan no es menos que un torrente de deleite! El cual torrente es el Espíritu Santo, porque, como dice san Juan (Ap. 22, 1), él es el río resplandeciente de agua viva que nace de la silla de Dios y del Cordero, cuyas aguas, por ser ellas amor íntimo de Dios, íntimamente infunden al alma y le dan a beber este torrente de amor, que, como decimos, es el Espíritu de su Esposo que se le infunde en esta unión; y por eso ella, con grande abundancia de amor, canta esta canción:

§ 24.1

Por lo cual con verdad se podrá decir que esta alma está aquí vestida de Dios y bañada en divinidad; y no como por cima, sino que en los interiores de su espíritu, estando revertida en deleites divinos, con hartura de aguas espirituales de vida, experimenta lo que David dice (Sal. 35, 9­10) de los que así están allegados a Dios, es a saber: Embriagarse han de la grosura de tu casa, y con el torrente de tu deleite darles has a beber; porque cerca de ti está le fuente de vida. ¡Qué hartura será, pues, ésta del alma en su ser, pues la bebida que le dan no es menos que un torrente de deleite! El cual torrente es el Espíritu Santo, porque, como dice san Juan (Ap. 22, 1), él es el río resplandeciente de agua viva que nace de la silla de Dios y del Cordero, cuyas aguas, por ser ellas amor íntimo de Dios, íntimamente infunden al alma y le dan a beber este torrente de amor, que, como decimos, es el Espíritu de su Esposo que se le infunde en esta unión; y por eso ella, con grande abundancia de amor, canta esta canción:

§ 24.1

Por lo cual con verdad se podrá decir que esta alma está aquí vestida de Dios y bañada en divinidad; y no como por cima, sino que en los interiores de su espíritu, estando revertida en deleites divinos, con hartura de aguas espirituales de vida, experimenta lo que David dice (Sal. 35, 9­10) de los que así están allegados a Dios, es a saber: Embriagarse han de la grosura de tu casa, y con el torrente de tu deleite darles has a beber; porque cerca de ti está le fuente de vida. ¡Qué hartura será, pues, ésta del alma en su ser, pues la bebida que le dan no es menos que un torrente de deleite! El cual torrente es el Espíritu Santo, porque, como dice san Juan (Ap. 22, 1), él es el río resplandeciente de agua viva que nace de la silla de Dios y del Cordero, cuyas aguas, por ser ellas amor íntimo de Dios, íntimamente infunden al alma y le dan a beber este torrente de amor, que, como decimos, es el Espíritu de su Esposo que se le infunde en esta unión; y por eso ella, con grande abundancia de amor, canta esta canción:

§ 24.4

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 24.4

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 24.4

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 24.4

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 24.5

Porque así como la bebida se difunde y derrama por todos los miembros y venas del cuerpo, así se difunde esta comunicación de Dios sustancialmente en toda el alma, o, por mejor decir, el alma se transforma en Dios, según la cual transformación bebe el alma de su Dios según la sustancia de ella y según sus potencias espirituales.

§ 24.7

Cuanto a lo tercero, que es que la voluntad beba allí amor, dícelo también la Esposa en el dicho libro de los Cantares (2, 4), diciendo: Metióme dentro de la bodega secreta y ordenó en mi caridad, que es tanto como decir: Diome a beber amor metida dentro en su amor, o más claramente, hablando con propiedad: ordenó en mí su caridad, acomodando y apropiando a mí su misma caridad; lo cual es beber el alma de su Amado su mismo amor, infundiéndoselo su Amado.

§ 24.8

Donde es de saber, acerca de lo que algunos dicen que no puede amar la voluntad sino lo que primero entiende el entendimiento, hase de entender naturalmente, porque por vía natural es imposible amar si no se entiende primero lo que se ama; mas por vía sobrenatural bien puede Dios infundir amor y aumentarle sin infundir ni aumentar distinta inteligencia, como en la autoridad dicha se da a entender.

§ 24.8

Antes, ordinariamente aquellos espirituales que no tienen muy aventajado entendimiento acerca de Dios, suelen aventajarse en la voluntad, y bástales la fe infusa por ciencia de entendimiento, mediante la cual les infunde Dios caridad y se la aumenta, y el acto de ella, que es amar más, aunque no se le aumente la noticia, como hemos dicho.

§ 24.8

Y así, puede la voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como habemos dicho, todas ellas beben juntamente.

§ 24.13

Lo cual es porque, estando en aquel exceso de sabiduría alta de Dios, esle ignorancia la baja de los hombres; porque las mismas ciencias naturales y las mismas obras que Dios hace, delante de lo que es saber a Dios, es como no saber, porque donde no se sabe a Dios, no se sabe nada.

§ 24.13

De donde: Lo alto de Dios es insipiencia y locura para los hombres, como también dice san Pablo (1 Cor. 2, 14).

§ 24.13

Por lo cual los sabios de Dios y los sabios del mundo, los unos son insipientes para los otros, porque ni los unos pueden percibir la sabiduría de Dios y ciencia, ni los otros la del mundo; por cuanto la del mundo, como habemos dicho, es no saber acerca de la de Dios, y la de Dios acerca de la del mundo.

§ 24.14

Pero, demás de esto, aquel endiosamiento y levantamiento de mente en Dios, en que queda el alma como robada y embebida en amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir a cosa alguna del mundo; porque no sólo de todas las cosas, mas aun de sí queda enajenada y aniquilada, como resumida y resuelta en amor, que consiste en pasar de sí al Amado.

§ 24.14

Pero, demás de esto, aquel endiosamiento y levantamiento de mente en Dios, en que queda el alma como robada y embebida en amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir a cosa alguna del mundo; porque no sólo de todas las cosas, mas aun de sí queda enajenada y aniquilada, como resumida y resuelta en amor, que consiste en pasar de sí al Amado.

§ 24.14

Está el alma en este puesto en cierta manera como Adán en la inocencia, que no sabía qué cosa era mal; porque está tan inocente, que no entiende el mal ni cosa juzga a mal; y oirá cosas muy malas y las verá con sus ojos, y no podrá entender que lo son, porque no tiene en sí hábito de mal por donde lo juzgar; habiéndole Dios raído los hábitos imperfectos y la ignorancia, en que cae el mal de pecado, con el hábito perfecto de la verdadera sabiduría.

§ 24.16

Porque en esta unión de sabiduría divina se juntan estos hábitos con la sabiduría superior de las otras ciencias, así como, juntándose una luz pequeña con otra grande, la grande es la que priva y luce, y la pequeña no se pierde, antes se perfecciona, aunque no es la que principalmente luce.

§ 24.17

Y esto, por dos causas: la primera, porque, como actualmente queda absorta y embebida el alma en aquella bebida de amor, no puede estar en otra cosa actualmente y no advertir a ella; la segunda y principal, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con la sencillez y pureza de Dios (en la cual no cae forma ni figura imaginaria) que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía, purgada e ilustrada con sencilla contemplación, así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y motas que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas de antes.

§ 24.17

Y esto, por dos causas: la primera, porque, como actualmente queda absorta y embebida el alma en aquella bebida de amor, no puede estar en otra cosa actualmente y no advertir a ella; la segunda y principal, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con la sencillez y pureza de Dios (en la cual no cae forma ni figura imaginaria) que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía, purgada e ilustrada con sencilla contemplación, así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y motas que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas de antes.

§ 24.17

Mas el alma, como le queda y dura algún tanto el efecto de aquel acto de amor, dura también el no saber, de manera que no pueda advertir en particular a cosa ninguna hasta que pase el efecto de aquel acto de amor, el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, según se entiende por aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes se mudaron juntamente, y yo fui resuelto en nada, y no supe.

§ 24.17

Mas el alma, como le queda y dura algún tanto el efecto de aquel acto de amor, dura también el no saber, de manera que no pueda advertir en particular a cosa ninguna hasta que pase el efecto de aquel acto de amor, el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, según se entiende por aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes se mudaron juntamente, y yo fui resuelto en nada, y no supe.

§ 24.18

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios: ahora en lo temporal, como poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 24.18

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios: ahora en lo temporal, como poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 24.18

Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios: ahora en lo temporal, como poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no perfectos.

§ 24.19

Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos, tras de que se andan todavía, siguiéndolo, hasta que, entrándose a beber en esta interior bodega, lo pierden todo, quedando, como habemos dicho, hechos todos en amor; en la cual más fácilmente se consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y moho de los metales en el fuego.

§ 25.1

Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, ­¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!­, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su señor.

§ 25.1

Y está tan solícito en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella fuese su Dios: ¡tan profunda es la humildad y dulzura de Dios! Porque él en esta comunicación de amor en alguna manera ejercita aquel servicio que dice él en el Evangelio (Lc. 12, 37) que hará a sus escogidos en el cielo, es a saber, que, ciñéndose, pasando de uno en otro, le servirá.

§ 25.1

Y así, aquí está empleado en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos.

§ 25.4

Dar el pecho uno a otro es darle su amor y amistad y descubrirle sus secretos como a amigo.

§ 25.6

En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha unión, la pureza y perfección que para esto es menester; que, por cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo lo que tenía ajeno de Dios.

§ 25.6

De aquí es que, no solamente según la voluntad sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella; de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la una a la otra, con fe y firmeza de desposorio, que, por eso, añade ella, diciendo:

§ 25.7

Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su cuidado ni su obra fuera de su Esposo, así el alma en este estado no tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender.

§ 25.7

Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su cuidado ni su obra fuera de su Esposo, así el alma en este estado no tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender.

§ 25.7

Porque, así como un alma imperfecta tiene muy ordinariamente a lo menos primeros movimientos inclinados a mal, según el entendimiento y según la voluntad y memoria, y apetitos e imperfecciones también, así el alma de este estado según el entendimiento y voluntad y memoria, y apetitos, en los primeros movimientos de ordinario se mueve e inclina a Dios por la grande ayuda y firmeza que tiene ya en Dios y perfecta conversión al bien.

§ 25.8

De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13, 46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro de Dios.

§ 25.8

De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13, 46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro de Dios.

§ 25.8

De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13, 46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro de Dios.

§ 25.8

De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13, 46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro de Dios.

§ 25.8

Porque, así como la abeja saca de todas las yerbas la miel que allí hay y no se sirve de ellas más que para esto, así también de todas las cosas que pasan por el alma, con grande facilidad saca ella la dulzura de amor que hay.

§ 25.8

Que amar a Dios en ellas, ahora sea sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de Dios.

§ 25.8

Que amar a Dios en ellas, ahora sea sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de Dios.

§ 25.8

Que amar a Dios en ellas, ahora sea sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de Dios.

§ 26.1

Para sí nada de esto desea, pues no lo ha menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada.

§ 26.1

De donde, porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama Esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos (Jn. 15, 15), diciendo: Ya os he dicho mis amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he manifestado.

§ 26.4

Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma; en la cual parte sensitiva se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores, y toda la habilidad natural, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en servicio de su Amado, también como la parte racional y espiritual del alma que acabamos de decir en el verso pasado.

§ 26.4

Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma; en la cual parte sensitiva se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores, y toda la habilidad natural, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en servicio de su Amado, también como la parte racional y espiritual del alma que acabamos de decir en el verso pasado.

§ 26.5

Y todo este caudal de tal manera está ya empleado y enderezado a Dios que (aun sin advertencia del alma) todas las partes que habemos dicho de este caudal, en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos y apetitos, la esperanza, el gozo y luego todo el caudal de prima instancia se inclina a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por Dios.

§ 26.6

Que es tanto como decir: ya no me ando tras mis gustos y apetitos, porque, habiéndolos puesto en Dios y dado a él, ya no los apacienta ni guarda para sí el alma.

§ 26.7

Muchos oficios suele tener el alma no provechosos antes que llegue a hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado, con los cuales procuraba servir a su propio apetito y al ajeno; porque todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios podemos decir que tenía; los cuales hábitos pueden ser como propiedad y oficio que tiene de hablar cosas inútiles, y pensarlas y obrarlas también, no usando de esto conforme a la perfección del alma; suele tener otros apetitos con que sirve al apetito ajeno, así como ostentaciones, cumplimientos, adulaciones, respetos, procurar parecer bien y dar gusto con sus cosas a las gentes, y otras cosas muchas inútiles con que procura agradar a la gente empleando en ella el cuidado y el apetito y la obra, y finalmente el caudal del alma.

§ 26.7

Muchos oficios suele tener el alma no provechosos antes que llegue a hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado, con los cuales procuraba servir a su propio apetito y al ajeno; porque todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios podemos decir que tenía; los cuales hábitos pueden ser como propiedad y oficio que tiene de hablar cosas inútiles, y pensarlas y obrarlas también, no usando de esto conforme a la perfección del alma; suele tener otros apetitos con que sirve al apetito ajeno, así como ostentaciones, cumplimientos, adulaciones, respetos, procurar parecer bien y dar gusto con sus cosas a las gentes, y otras cosas muchas inútiles con que procura agradar a la gente empleando en ella el cuidado y el apetito y la obra, y finalmente el caudal del alma.

§ 26.7

Y así, es como si dijera: ya no ando a dar gusto a mi apetito ni al ajeno, ni me ocupo ni entretengo en otros pasatiempos inútiles ni en cosas del mundo,

§ 26.8

Como si dijera: que ya todos estos oficios están puestos en ejercicio de amor de Dios, es a saber: que toda la habilidad de mi alma y cuerpo, memoria, entendimiento y voluntad, sentidos interiores y exteriores y apetitos de la parte sensitiva y espiritual, todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor.

§ 26.9

Aquí es de notar que, cuando el alma llega a este estado, todo el ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en hacer, ahora en padecer, de cualquier manera que sea, siempre la causa más amor y regalo en Dios, como habemos dicho; y hasta el mismo ejercicio de oración y trato con Dios que antes solía tener en otras consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor.

§ 26.9

10. ¡Dichosa vida, y dichoso estado, y dichosa el alma que a él llega!, donde todo le es ya sustancia de amor y regalo y deleite de desposorio, en que de veras puede la Esposa decir al divino Esposo aquellas palabras que de puro amor le dice en los Cantares (7, 13), diciendo: Todas las manzanas nuevas y viejas guardé pare ti, que es como si dijera: Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero por ti y todo lo suave y sabroso para ti.

§ 27.1

Lo cual él precia y estima en tanto, que, así como reprendió a Marta (Lc. 10, 41) porque quería apartar a María de sus pies por ocuparla en otras cosas activas en servicio del Señor (entendiendo que ella se lo hacía todo y que María no hacía nada, pues se estaba holgando con el Señor, siendo ello muy al revés, pues no hay obra mejor ni más necesaria que el amor), así también en los Cantares (3, 5) defiende a la Esposa, conjurando a todas las criaturas del mundo, las cuales se entienden allí por las hijas de Jerusalén, que no impidan a la Esposa el sueño espiritual de amor, ni la hagan velar, ni abrir los ojos a otra cosa hasta que ella quiera.

§ 27.2

Donde es de notar que, en tanto que el alma no llega a este estado de unión de amor, le conviene ejercitar el amor así en la vida activa como en la contemplativa.

§ 27.3

Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta.

§ 27.6

En lo cual dice el alma a los del mundo que si no fuere vista ni hallada (como solía antes que fuese toda de Dios) que la tengan por perdida en eso mismo, y que así lo digan; porque de eso se goza ella queriendo que lo digan, diciendo:

§ 27.7

No se afrenta delante del mundo el que ama de las obras que hace por Dios, ni las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las haya de condenar; porque el que tuviere vergüenza delante de los hombres de confesar al Hijo de Dios, dejando de hacer sus obras, el mismo Hijo de Dios, como él dice por san Lucas (9, 26), tendrá vergüenza de confesarle delante de su Padre.

§ 28.1

Porque, así como la desposada en el día de su desposorio no entiende en otra cosa sino en lo que es fiesta y deleite de amor y en sacar todas sus joyas y gracias a luz para con ellas agradar y deleitar al esposo, y el esposo ni más ni menos todas sus riquezas y excelencias le muestra para hacerle a ella fiesta y solaz, así aquí en este espiritual desposorio, donde el alma siente de veras lo que la Esposa dice en los Cantares (6, 2), es a saber: Yo para mi Amado, y mi Amado para mí, las virtudes y gracias de la Esposa alma y las magnificencias y gracias del Esposo Hijo de Dios salen a la luz, y se ponen en plato para que se celebren las bodas de este desposorio. comunicándose los bienes y deleites del uno en el otro con vino de sabroso amor en el Espíritu Santo.

§ 28.2

Por eso llama a este gozar las virtudes hacer guirnaldas de ellas; porque todas juntas, como flores en guirnaldas, las gozan entrambos en el amor común que el uno tiene al otro.

§ 28.4

Y llama a estas juventudes frescas mañanas, porque, así como es agradable la frescura de la mañana en la primavera más que las otras partes del día, así lo es la virtud de la juventud delante de Dios.

§ 28.6

Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como de una vestidura de preciosa variedad.

§ 28.6

Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como de una vestidura de preciosa variedad.

§ 28.6

Y para mejor entenderlo, es de saber que así como las flores materiales se van cogiendo, las van en la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera así como las flores espirituales de virtudes y dones se van adquiriendo se van en el alma asentando.

§ 28.6

Y para mejor entenderlo, es de saber que así como las flores materiales se van cogiendo, las van en la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera así como las flores espirituales de virtudes y dones se van adquiriendo se van en el alma asentando.

§ 28.6

Y acabadas de adquirir, está ya la guirnalda de perfección en el alma acabada de hacer en que el alma y el Esposo se deleitan hermoseados con esta guirnalda y adornados, bien así como en estado de perfección.

§ 28.6

Estas son las guirnaldas que dice han de hacer que es ceñirse y cercarse de variedad de flores y esmeraldas de virtudes y dones perfectos para parecer dignamente con este hermoso y precioso adorno delante la cara del rey y merezca la iguale consigo poniéndola como reina a su lado, pues ella lo merece con la hermosura de su variedad.

§ 28.6

Estuvo la reina a tu diestra en vestidura de oro cercada de variedad, que es tanto como decir: estuvo a tu diestra vestida de perfecto amor y cercada de variedad de dones y virtudes perfectas.

§ 28.6

Porque aunque es verdad que todo lo bueno y todo don perfecto sea de arriba descendido del Padre de las lumbres, como dice Santiago (1, 17), todavía eso mismo no se recibe sin la habilidad y ayuda del alma que lo recibe.

§ 28.7

Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo en el cual la Iglesia, Esposa suya, habla con él diciendo: Haremos las guirnaldas entendiendo por guirnaldas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo.

§ 28.9

Porque así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en ella; porque, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es la caridad el vínculo y atadura de la perfección.

§ 28.9

Porque así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en ella; porque, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es la caridad el vínculo y atadura de la perfección.

§ 28.9

De manera que en este amor del alma están las virtudes y dones sobrenaturales tan necesariamente asidos que si quebrase, faltando a Dios luego se desatarían todas las virtudes y faltarían del alma, así como quebrado el hilo en la guirnalda, se caerían las flores.

§ 28.10

Del demonio dice Dios en el libro de Job (41, 6­7) que su cuerpo es como escudos de metal colado, guarnecido con escamas tan apretadas entre sí, que de tal manera se juntan una a otra, que no puede entrar el aire por ellas.

§ 28.10

Pues si el demonio tiene tanta fortaleza en sí, por estar vestido de malicias asidas y ordenadas unas con otras, las cuales son significadas por las escamas, que su cuerpo se dice ser como escudo de metal colado, siendo todas las malicias en sí flaqueza, ¿cuánta será la fortaleza de esta alma vestida toda de fuertes virtudes, tan asidas y entretejidas entre sí, que no puede caber entre ellas fealdad ninguna ni imperfección, añadiendo cada una con su fortaleza, (fortaleza) al alma; y con su hermosura, hermosura; y con su valor y precio haciéndola rica; y con su majestad, añadiéndola señorío y grandeza? ¡Cuán maravillosa, pues, será para la vista espiritual esta alma Esposa en la postura de estos dones a la diestra del rey su Esposo! ¡Hermosos son tus pasos en los calzados, hija del príncipe!, dice el Esposo de ella en los Cantares (7, 1).

§ 28.11

Y porque no sólo admira la hermosura que ella tiene con la vestidura de estas flores, sino que también espanta la fortaleza y poder que con la compostura y orden de ellas, junto con la interposición de las esmeraldas que de innumerables dones divinos tiene, dice también de ella el Esposo en los dichos Cantares (6, 3): Terrible eres, ordenada como las haces de los reales.

§ 28.11

Porque estas virtudes y dones de Dios, así como con su olor espiritual recrean, así también, cuando están unidas en el alma, con su sustancia dan fuerza.

§ 29.1

Pues que el Esposo es las flores, pues es la flor del campo y el lirio de los valles, como él dice (Ct. 2, 1); y el cabello del amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella esta flor de las flores, pues, como dice el Apóstol (Cl. 3, 14), el amor es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios y el alma el acerico donde se asientan estas guirnaldas, pues ella es el sujeto de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la misma flor perfecta con perfección y hermosura de todas las flores; porque con tanta fuerza ase a los dos, es a saber, a Dios y al alma, este hilo del amor y los junta, que los transforma y hace uno por amor, de manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma.

§ 29.1

Pues que el Esposo es las flores, pues es la flor del campo y el lirio de los valles, como él dice (Ct. 2, 1); y el cabello del amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella esta flor de las flores, pues, como dice el Apóstol (Cl. 3, 14), el amor es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios y el alma el acerico donde se asientan estas guirnaldas, pues ella es el sujeto de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la misma flor perfecta con perfección y hermosura de todas las flores; porque con tanta fuerza ase a los dos, es a saber, a Dios y al alma, este hilo del amor y los junta, que los transforma y hace uno por amor, de manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma.

§ 29.1

Pues que el Esposo es las flores, pues es la flor del campo y el lirio de los valles, como él dice (Ct. 2, 1); y el cabello del amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella esta flor de las flores, pues, como dice el Apóstol (Cl. 3, 14), el amor es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios y el alma el acerico donde se asientan estas guirnaldas, pues ella es el sujeto de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la misma flor perfecta con perfección y hermosura de todas las flores; porque con tanta fuerza ase a los dos, es a saber, a Dios y al alma, este hilo del amor y los junta, que los transforma y hace uno por amor, de manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma.

§ 29.2

Tal es la junta como ésta: es admirable sobre todo lo que se puede decir.

§ 29.4

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltaría en todas; porque las virtudes, así como donde está una están todas, así también donde una falta, faltan todas.

§ 29.4

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltaría en todas; porque las virtudes, así como donde está una están todas, así también donde una falta, faltan todas.

§ 29.4

Y dice que volaba en el cuello, porque en la fortaleza del alma vuela este amor a Dios con gran fortaleza y ligereza, sin detenerse en cosa alguna; y así como en el cuello el aire menea y hace volar el cabello, así también el aire del Espíritu Santo, mueve y altera al amor fuerte para que haga vuelos a Dios; porque sin este divino viento, que mueve las potencias a ejercicio de amor divino, no obran ni hacen sus efectos las virtudes, aunque las haya en el alma.

§ 29.5

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor viéndole solo, sino que también le amó viéndole fuerte; porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 29.5

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor viéndole solo, sino que también le amó viéndole fuerte; porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 29.5

Y vuelve a repetir en este verso el cuello, diciendo del cabello: Mirástele en mi cuello, porque, como está dicho, ésa es la causa por que le amó mucho, es a saber, verle en fortaleza.

§ 29.5

Y así, es como si dijera: amástele viéndole fuerte sin pusilanimidad ni temor, y solo sin otro amor, y volar con ligereza y fervor.

§ 29.8

8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo del cabello, como dicen los versos antecedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar el vuelo y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó, por lo cual se prendó.

§ 29.8

8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo del cabello, como dicen los versos antecedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar el vuelo y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó, por lo cual se prendó.

§ 29.8

8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo del cabello, como dicen los versos antecedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar el vuelo y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó, por lo cual se prendó.

§ 29.9

Entiéndese aquí por el ojo la fe, y dice uno solo, y que en él se llagó, porque si la fe y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola, sino que fuese mezclada con otro algún respeto o cumplimiento, no llegaría a efecto de llagar a Dios de amor, y así, sólo un ojo ha de ser en que se llaga, como también un solo cabello en que se prenda el Amado.

§ 29.10

De la cual unión se gloría aquí el alma y regracia esta merced a su Esposo como recibida de su mano, estimando en mucho haberse querido pagar y prendar de su amor.

§ 30.2

Y, por tanto, porque en las dos canciones pasadas parece se atribuía a sí alguna cosa la Esposa, tal como decir que haría ella juntamente con el Esposo las guirnaldas y que se tejerían con el cabello de ella (lo cual es obra no de poco momento y estima), y después decir y gloriarse que el Esposo se había prendado en su cabello y llagado en su ojo (en lo cual parece también atribuirse a sí misma gran merecimiento) quiere ahora en la presente canción declarar su intención y deshacer el engaño que en esto se puede entender, con cuidado y temor no se le atribuya a ella algún valor y merecimiento, y por eso se le atribuya a Dios menos de lo que se le debe y ella desea.

§ 30.5

Adamar es amar mucho, es más que amar simplemente: es como amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas.

§ 30.5

Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia.

§ 30.6

Es de notar, para inteligencia de esto, que Dios, así como no ama cosa fuera de sí, así ninguna cosa ama más bajamente que a sí, porque todo lo ama por sí, y así el amor tiene la razón del fin, de donde no ama las cosas por lo que ellas son en sí.

§ 30.8

Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, que son los ojos con que de mi puedes ser visto, merecieron levantarse a mirarte, las cuales antes con la miseria de su baja operación y caudal natural estaban caídas y bajas ­porque poder mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios­, y así merecían las potencias del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios, en la cual toda operación es meritoria.

§ 30.9

Mucho hay aquí que notar y mucho de qué se doler, ver cuán fuera está de hacer lo que es obligada el alma que no está ilustrada con el amor de Dios; porque estando ella obligada a conocer estas y otras innumerables mercedes, así temporales como espirituales, que de él ha recibido y a cada paso recibe, y a adorar y servir con todas sus potencias a Dios sin cesar por ellas, no sólo no lo hace, más ni aun mirarlo y conocerlo merece, ni caer en la cuenta de tal cosa; que hasta aquí llega la miseria de los que viven o, por mejor decir, están muertos en pecado.

§ 31.1

Para más inteligencia de lo dicho y de lo que se sigue, es de saber que la mirada de Dios cuatro bienes hace en el alma, es a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla; así como el sol cuando envía sus rayos, que enjuga y calienta y hermosea y resplandece.

§ 31.7

Y porque con esta gracia ella está delante de Dios engrandecida, honrada y hermoseada, como habemos dicho, por eso es amada de él inefablemente.

§ 31.7

De manera que, si antes que estuviese en su gracia por sí sólo la amaba, ahora que ya está en su gracia, no sólo la ama por sí, sino también por ella; y así, enamorado de su hermosura, mediante los efectos y obras de ella, ahora sin ellos, siempre le va él comunicando más amor y gracias, y como la va honrando y engrandeciendo más, siempre se va más prendando y enamorando de ella.

§ 31.7

Porque así lo da Dios a entender, hablando con su amigo Jacob por Isaías (43, 4), diciendo: Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia por su vista, por la cual te hiciste glorioso y digno de honra en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.

§ 31.8

8. ¿Quién podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en agradarse de ella? No hay poderlo ni aun imaginar; porque, en fin, lo hace como Dios, para mostrar quién él es.

§ 31.8

De donde los mejores y principales bienes de su casa, esto es, de su Iglesia, así militante como triunfante, acumula Dios en el que es más amigo suyo, y lo ordena para más honrarle y glorificarle; así como una luz grande absorbe en sí muchas luces pequeñas.

§ 31.8

De donde los mejores y principales bienes de su casa, esto es, de su Iglesia, así militante como triunfante, acumula Dios en el que es más amigo suyo, y lo ordena para más honrarle y glorificarle; así como una luz grande absorbe en sí muchas luces pequeñas.

§ 31.8

Como también lo dio Dios a entender en la sobredicha autoridad de Isaías (43, 3­4), según el sentido espiritual, hablando con Jacob, diciendo: Yo soy tu Señor Dios, Santo de Israel, tu Salvador; a Egipto he dado por tu propiciación, a Etiopía y a Saba por ti; y daré hombres por ti y pueblos por tu alma.

§ 31.9

Pues, como se dice en el libro de Ester (6, 11) por el Espíritu Santo: Digno es de tal honra a quien quiere honrar el Rey.

§ 32.1

Y él, porque tiene de costumbre de ensalzar al que se humilla, poniendo en ella los ojos como ella se lo ha pedido, en la canción que se sigue se emplea en alabarla, llamándola, no morena, como ella se llamó, sino blanca paloma, alabándola de las buenas propiedades que tiene como paloma y tórtola.

§ 32.1

Y él, porque tiene de costumbre de ensalzar al que se humilla, poniendo en ella los ojos como ella se lo ha pedido, en la canción que se sigue se emplea en alabarla, llamándola, no morena, como ella se llamó, sino blanca paloma, alabándola de las buenas propiedades que tiene como paloma y tórtola.

§ 32.1

Y él, porque tiene de costumbre de ensalzar al que se humilla, poniendo en ella los ojos como ella se lo ha pedido, en la canción que se sigue se emplea en alabarla, llamándola, no morena, como ella se llamó, sino blanca paloma, alabándola de las buenas propiedades que tiene como paloma y tórtola.

§ 32.4

Porque así como la paloma iba y venía al arca porque no hallaba dónde descansase su pie entre las aguas del diluvio, hasta que después se volvió a ella con un ramo de oliva en el pico, en señal de la misericordia de Dios en la cesación de las aguas que tenían anegada la tierra (Gn. 8, 8­11), así esta tal alma que salió del arca de la omnipotencia de Dios, cuando la crió, habiendo andado por las aguas del diluvio de los pecados e imperfecciones, no hallando dónde descansase su apetito, andaba yendo y viniendo por los aires de las ansias de amar al arca del pecho de su Criador, sin que de hecho la acabase de recoger en él, hasta que ya, habiendo Dios hecho cesar las dichas aguas todas de imperfecciones sobre la tierra de su alma, ha vuelto con el ramo de oliva, que es la victoria que por la clemencia y misericordia de Dios tiene de todas las cosas, a este dichoso y acabado recogimiento del pecho de su Amado, no solamente con victoria de todos sus contrarios, sino con premio de sus merecimientos, porque lo uno y lo otro es denotado por el ramo de oliva.

§ 32.4

Y así, la palomica del alma no sólo vuelve ahora al arca de su Dios blanca y limpia como salió de ella cuando la crió, mas aun con aumento de ramo del premio y paz conseguida en la victoria de sí misma.

§ 32.5

También llama aquí el Esposo al alma tortolica, porque en este caso de buscar al Esposo ha sido como la tórtola cuando no hallaba al consorte que deseaba.

§ 32.6

Y porque esta tal alma, antes que llegase a este alto estado, anduvo con grande amor buscando a su Amado, no se satisfaciendo de cosa sin él, canta aquí el mismo Esposo el fin de sus fatigas y el cumplimiento de los deseos de ella, diciendo que ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado, que es tanto como decir: ya el alma Esposa se sienta en ramo verde, deleitándose en su Amado; y ya bebe el agua clara de muy alta contemplación y sabiduría de Dios y fría de refrigerio y regalo que tiene en Dios; y también se pone debajo de la sombra de su amparo y favor, que tanto ella había deseado donde es consolada apacentada y refeccionada sabrosa y divinamente según ella de ello se alegra en los Cantares (2, 3) diciendo: Debajo de la sombra de aquel que había deseado me senté y su fruto es dulce a mi garganta.

§ 33.1

Porque cuando el alma llega a confirmarse en la quietud del único y solitario amor del Esposo, como ha hecho ésta de que hablamos aquí, hace tan sabroso asiento de amor en Dios y Dios en ella, que no tiene necesidad de otros medios ni maestros que la encaminen a Dios, porque es ya Dios su guía y su luz.

§ 33.2

La primera, alabar la soledad en que antes el alma quiso vivir, diciendo cómo fue medio para en ella hallar y gozar a su Amado a solas de todas las penas y fatigas que antes tenía; porque, como ella se quiso sustentar en soledad de todo gusto y consuelo y arrimo de las criaturas por llegar a la compañía y junta de su Amado, mereció hallar la posesión de la paz de la soledad en su Amado, en que reposa ajena y sola de todas las dichas molestias.

§ 33.6

Porque ésta es la propiedad de esta unión del alma con Dios en matrimonio espiritual: hacer Dios en ella y comunicársele por sí solo, no ya por medio de ángeles como antes, ni por medio de la habilidad natural.

§ 33.6

Y la causa es porque la halla a solas, como está dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y fiándola de otro que sí solo.

§ 34.1

La razón es porque el amor, como es unidad de dos solos, a solas se quieren comunicar ellos.

§ 34.1

Como se escribe del santo Tobías en su libro (14, 4), donde dice que, después que había pasado por los trabajos de su pobreza y tentaciones, le alumbró Dios, y que todo lo demás de sus días pasó en gozo, como ya lo pasa esta alma de que vamos hablando, por ser los bienes que en sí ve de tanto gozo y deleite, como lo da a entender Isaías (58, 10­14) del alma que, habiéndose ejercitado en las obras de perfección, ha llegado al punto de perfección que vamos hablando.

§ 34.1

Como se escribe del santo Tobías en su libro (14, 4), donde dice que, después que había pasado por los trabajos de su pobreza y tentaciones, le alumbró Dios, y que todo lo demás de sus días pasó en gozo, como ya lo pasa esta alma de que vamos hablando, por ser los bienes que en sí ve de tanto gozo y deleite, como lo da a entender Isaías (58, 10­14) del alma que, habiéndose ejercitado en las obras de perfección, ha llegado al punto de perfección que vamos hablando.

§ 34.1

Como se escribe del santo Tobías en su libro (14, 4), donde dice que, después que había pasado por los trabajos de su pobreza y tentaciones, le alumbró Dios, y que todo lo demás de sus días pasó en gozo, como ya lo pasa esta alma de que vamos hablando, por ser los bienes que en sí ve de tanto gozo y deleite, como lo da a entender Isaías (58, 10­14) del alma que, habiéndose ejercitado en las obras de perfección, ha llegado al punto de perfección que vamos hablando.

§ 34.2

Dice, pues, allí, hablando con el alma de esta perfección: Entonces, dice, nacerá en la tiniebla tu luz, y tus tinieblas serán como el mediodía.

§ 34.2

Y darte ha tu Señor Dios descanso siempre, y llenará de resplandores tu alma, y librará tus huesos, y serás como un huerto de regadío y como una fuente de aguas, cuyas aguas no faltarán.

§ 34.2

Y darte ha tu Señor Dios descanso siempre, y llenará de resplandores tu alma, y librará tus huesos, y serás como un huerto de regadío y como una fuente de aguas, cuyas aguas no faltarán.

§ 34.2

Y por eso, como habemos dicho, esta alma ya no entiende sino en andar gozando de los deleites de este pasto.

§ 34.4

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento: que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho, todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 34.4

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento: que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho, todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 34.6

6. esto es, a la noticia matutina y esencial de Dios, que es conocimiento en el Verbo divino, el cual por su alteza es aquí significado por el monte, como dice Isaías (2, 3), provocando a que conozcan al Hijo de Dios, diciendo: Venid y subamos al monte del Señor; otra vez (2, 2): Estará aparejado el monte de la casa del Señor.

§ 34.6

Pero así la vespertina como la matutina pide aquí en el alma cuando dice: al monte y al collado.

§ 34.7

En decir, pues, el alma al Esposo Vámonos a ver en tu hermosura, al monte, es decir: transfórmame y aseméjame en la hermosura de la Sabiduría divina, que, como decíamos, es el Verbo Hijo de Dios.

§ 35.1

Una de las cosas más principales por que desea el alma ser desatada y verse con Cristo (Fp. 1, 23) es por verle allá cara a cara, y entender allí de raíz las profundas vías y misterios eternos de su Encarnación, que no es la menor parte de su bienaventuranza; porque, como dice el mismo Cristo por san Juan (Jn. 17, 33), hablando con el Padre: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, un solo Dios verdadero, y a tu Hijo Jesucristo, que enviaste.

§ 35.1

Por lo cual, así como, cuando una persona ha llegado de lejos lo primero que hace es tratar y ver a quien bien quiere, así el alma lo primero que desea hacer, en llegando a la vista de Dios, es conocer y gozar los profundos secretos y misterios de la Encarnación y las vías antiguas de Dios que de ella dependen.

§ 35.2

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro la hermosura de su Sabiduría divina, es, como habemos dicho, por venir a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de la Encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus obras.

§ 35.2

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro la hermosura de su Sabiduría divina, es, como habemos dicho, por venir a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de la Encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus obras.

§ 35.2

Y así, dice la Esposa en esta canción que, después de haber entrado más adentro en la Sabiduría divina, esto es más adentro del matrimonio espiritual que ahora posee, que será en la gloria viendo a Dios cara a cara, unida el alma con esta Sabiduría divina que es el Hijo de Dios, conocerá el alma los subidos misterios de Dios y hombre, que están muy subidos en sabiduría, escondidos en Dios y que en la noticia de ellos se entrarán, engolfándose e infundiéndose el alma en ellos, y gustarán ella y el Esposo el sabor y deleite que causa el conocimiento de ellos y de las virtudes y atributos de Dios, que por los dichos misterios se conocen en Dios, como son justicia, misericordia, sabiduría, potencia, caridad, etc.

§ 35.3

Las subidas cavernas de esta piedra son los subidos y altos y profundos misterios de sabiduría de Dios que hay en Cristo sobre la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo divino, y en la respondencia que hay a ésta de la unión de los hombres a Dios y en las conveniencias de justicia y misericordia de Dios sobre la salud del género humano en manifestación de sus juicios, los cuales, por ser tan altos y profundos, bien propiamente los llama subidas cavernas, por la alteza de los misterios subidos y cavernas por la hondura y profundidad de la sabiduría de Dios en ellos; porque así como las cavernas son profundas y de muchos senos así cada misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría y tiene muchos senos de juicios suyos ocultos de predestinación y presciencia en los hijos de los hombres.

§ 35.4

Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir, y aun por entender; y así hay mucho que ahondar en Cristo: porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.

§ 35.4

En los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero por la estrechura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría.

§ 35.4

Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios y habiendo precedido mucho ejercicio espiritual, porque todas estas mercedes son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo, porque todas son como disposiciones para venir a ella.

§ 35.4

Y fue que, metiéndole en la caverna de la piedra, que (como habemos dicho) es Cristo, le mostró sus espaldas, que fue darle conocimiento de los misterios de la Humanidad de Cristo (Ex. 33, 18­23).

§ 35.7

Porque, así como las granadas tienen muchos granicos, nacidos y sustentados en aquel seno circular, así cada uno de los atributos y misterios y juicios y virtudes de Dios contiene en sí gran multitud de ordenaciones maravillosas y admirables efectos de Dios, contenidos y sustentados en el seno esférico de virtud y misterio, etc., que pertenecen a aquellos tales efectos.

§ 35.8

Porque así como de muchos granos de las granadas un solo mosto sale cuando se comen, así todas estas maravillas y grandezas de Dios en el alma infundidas redunda en ella una fruición y deleite de amor, que es bebida del Espíritu Santo; la cual ella luego ofrece a su Dios, el Verbo Esposo suyo, con grande ternura de amor.

§ 36.1

En estas dos canciones pasadas ha ido cantando la Esposa los bienes que le ha de dar el Esposo en aquella felicidad eterna, conviene a saber: que la ha de transformar de hecho el Esposo en la hermosura de su sabiduría creada e increada, y que allí la transformará también en la hermosura de la unión del Verbo con la Humanidad, en que le conocerá ya así por la haz como por las espaldas.

§ 36.3

Y como el alma ve que, con la transformación que tiene en Dios en esta vida, aunque es inmenso el amor, no puede llegar a igualar con la perfección de amor con que de Dios es amada, desea la clara transformación de gloria en que llegará a igualar con el dicho amor.

§ 36.3

Porque, aunque en este alto estado que aquí tiene hay unión verdadera de voluntad, no puede llegar a los quilates y fuerza de amor que en aquella fuerte unión de gloria tendrá; porque, así como según dice san Pablo, conocerá el alma entonces como es conocida de Dios (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de Dios; porque, así como entonces su entendimiento será entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios, y así su amor será amor de Dios.

§ 36.3

Porque, aunque en este alto estado que aquí tiene hay unión verdadera de voluntad, no puede llegar a los quilates y fuerza de amor que en aquella fuerte unión de gloria tendrá; porque, así como según dice san Pablo, conocerá el alma entonces como es conocida de Dios (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de Dios; porque, así como entonces su entendimiento será entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios, y así su amor será amor de Dios.

§ 36.3

Porque, aunque en este alto estado que aquí tiene hay unión verdadera de voluntad, no puede llegar a los quilates y fuerza de amor que en aquella fuerte unión de gloria tendrá; porque, así como según dice san Pablo, conocerá el alma entonces como es conocida de Dios (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de Dios; porque, así como entonces su entendimiento será entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios, y así su amor será amor de Dios.

§ 36.3

Porque, aunque en este alto estado que aquí tiene hay unión verdadera de voluntad, no puede llegar a los quilates y fuerza de amor que en aquella fuerte unión de gloria tendrá; porque, así como según dice san Pablo, conocerá el alma entonces como es conocida de Dios (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es amada de Dios; porque, así como entonces su entendimiento será entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios, y así su amor será amor de Dios.

§ 36.3

Porque, aunque allí no está perdida la voluntad del alma, está tan fuertemente unida con la fortaleza de la voluntad de Dios con que de él es amada, que le ama tan fuerte y perfectamente como de él es amada, estando las dos voluntades unidas en una sola voluntad y un solo amor de Dios.

§ 36.4

Por cuanto él allí le da su amor, en el mismo la muestra de amarle como de él es amada.

§ 36.4

Porque, demás de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente sin interese, como él nos ama, la hace amar con la fuerza que él la ama transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le da su misma fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello.

§ 36.4

Porque, demás de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente sin interese, como él nos ama, la hace amar con la fuerza que él la ama transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le da su misma fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello.

§ 36.4

Porque, demás de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente sin interese, como él nos ama, la hace amar con la fuerza que él la ama transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le da su misma fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello.

§ 36.4

Hasta llegar a esto no está el alma contenta, ni en la otra vida lo estaría, si como dice Santo Tomás in opusculo De Beatitudine, no sintiese que ama a Dios tanto cuanto de él es amada.

§ 36.4

Y, como queda dicho, en este estado de matrimonio espiritual de que vamos hablando en esta sazón, aunque no haya aquella perfección de amor glorioso, hay, empero, un vivo viso e imagen de aquella perfección que totalmente es inefable.

§ 36.5

De donde, antes que pasemos adelante, conviene desatar aquí una duda, y es: ¿por qué, pues la gloria esencial consiste en ver a Dios y no en amar, dice aquí el alma que su pretensión era este amor, y no lo dice de la gloria esencial, y lo pone al principio de la canción, y después, como cosa de que menos caso hace, pone la petición de lo que es gloria esencial? Es por dos razones:

§ 36.5

La primera, porque así como el fin de todo es el amor, que se sujeta en la voluntad, cuya propiedad es dar y no recibir, y la propiedad del entendimiento, que es sujeto de la gloria esencial, es recibir y no dar, estando el alma aquí embriagada del amor, no se le pone por delante la gloria que Dios le ha de dar, sino darse ella a él en entrega de verdadero amor sin algún respeto de su provecho.

§ 36.6

¿Y qué será aquello que allí le dio? Ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni en corazón de hombre cayó, como dice el Apóstol (1 Cor. 2, 9).

§ 36.7

El que venciere, dice, y guardare mis obras hasta el fin, darle he potestad sobre las gentes, y regirlas ha en vara de hierro, y como un vaso de barro se desmenuzarán, así como yo también recibí de mi Padre, y darle he la estrella matutinal.

§ 36.7

El que venciere, dice, y guardare mis obras hasta el fin, darle he potestad sobre las gentes, y regirlas ha en vara de hierro, y como un vaso de barro se desmenuzarán, así como yo también recibí de mi Padre, y darle he la estrella matutinal.

§ 36.8

Y dice luego (3, 21­22) lo séptimo, para declarar aquello, y es: El que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono.

§ 37.1

Pero, por cuanto el alma en este estado de matrimonio espiritual, que aquí tratamos, no deja de saber algo de aquello, pues, por estar transformada en Dios pasa por ella algo de ello, no quiere dejar de decir algo de aquello cuyas prendas y rastros siente ya en sí, porque, como dice en el profeta Job (4, 2): ¿Quién podrá contener la palabra que en sí tiene concebida, sin decirla? Y así, en la siguiente canción se emplea en decir algo de aquella fruición que entonces gozará en la beatífica vista, declarando ella, en cuanto le es posible, qué sea y cómo sea aquello que allí será.

§ 37.4

Y en la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en revelado y manifiesto grado, como en la otra vida.

§ 37.4

Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado; porque dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma? Porque esto es estar transformada en las tres Personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza (Gn. 1, 26).

§ 37.4

Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado; porque dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma? Porque esto es estar transformada en las tres Personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza (Gn. 1, 26).

§ 37.5

Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san Juan (1, 12); y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan (17, 24), diciendo: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste; es a saber: que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo.

§ 37.5

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 37.5

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 37.5

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 37.5

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 37.5

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de Amor.

§ 37.5

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de Amor.

§ 37.5

Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de Amor.

§ 37.6

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta (cuando se llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma) se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 37.6

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta (cuando se llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma) se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 37.8

Porque así como el canto de la filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos, lluvias y variedades del invierno, y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación de amor que tiene ya la Esposa en esta vida, amparada ya y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones, penalidades y nieblas, así del sentido como del espíritu, siente nueva primavera en libertad y anchura y alegría de espíritu.

§ 37.8

Porque así como el canto de la filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos, lluvias y variedades del invierno, y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación de amor que tiene ya la Esposa en esta vida, amparada ya y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones, penalidades y nieblas, así del sentido como del espíritu, siente nueva primavera en libertad y anchura y alegría de espíritu.

§ 37.8

En la cual siente la dulce voz del Esposo, que es su dulce filomena, con la cual voz renovando y refrigerando la sustancia de su alma, como a alma ya bien dispuesta para caminar a vida eterna, la llama dulce y sabrosamente, sintiendo ella la sabrosa voz que dice (Ct. 2, 10­12): Levántate, date priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; porque ya ha pasado el invierno, la lluvia se ha ya ido muy lejos, las flores han parecido en nuestra tierra, el tiempo del podar es llegado, y la voz de la tórtola se oye en nuestra tierra.

§ 37.9

En la cual voz del Esposo, que se la habla en lo interior del alma, siente la Esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigerio y amparo y sentimiento sabroso ella también como dulce filomena da su voz con nuevo canto de jubilación a Dios, juntamente con Dios, que la mueve a ello.

§ 37.9

Que, porque en esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el mismo Dios, como decíamos del amor: es alabanza muy perfecta y agradable a Dios, porque, estando el alma en esta perfección, hace las obras muy perfectas; y así, esta voz de jubilación es dulce para Dios y dulce para el alma.

§ 37.10

Pero, por cuanto no es tan perfecto como el cantar nuevo de la vida gloriosa, saboreada el alma por esto que aquí siente, rastreando por la alteza de este canto la excelencia del que tendrá en la gloria, cuya ventaja es mayor sin comparación, hace memoria de él, y dice que aquello que le dará será el canto de la dulce filomena.

§ 37.11

Por el donaire de este soto, que también pide al Esposo el alma aquí para entonces, pide la gracia y sabiduría y la belleza que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, así terrestres como celestes, sino también la que hacen entre sí, en la respondencia sabia, ordenada, graciosa y amigable de unas a otras, así de las inferiores entre sí como de las superiores también entre sí, y entre las superiores y las inferiores, que es cosa que hace al alma gran donaire y deleite conocerla.

§ 37.11

Por el donaire de este soto, que también pide al Esposo el alma aquí para entonces, pide la gracia y sabiduría y la belleza que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, así terrestres como celestes, sino también la que hacen entre sí, en la respondencia sabia, ordenada, graciosa y amigable de unas a otras, así de las inferiores entre sí como de las superiores también entre sí, y entre las superiores y las inferiores, que es cosa que hace al alma gran donaire y deleite conocerla.

§ 37.12

Llámala noche porque la contemplación es oscura, que por eso la llama por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría de Dios secreta o escondida, en la cual, sin ruido de palabras y sin ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma sin ella saber cómo; lo cual algunos espirituales llaman entender no entendiendo.

§ 37.13

De donde David (Sal. 138, 11) de esta noche de contemplación dice: La noche será mi iluminación en mis deleites, que es como si dijera: Cuando esté en mis deleites de la vista esencial de Dios, ya la noche de contemplación habrá amanecido en día y luz de mi entendimiento.

§ 37.14

Porque en la transformación del alma en ella hay conformidad y satisfacción beatífica de ambas partes, y por tanto, no da pena de variedad en más o en menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad de este perfecto amor.

§ 37.14

Porque, habiendo llegado a él, está el alma en tan conforme y suave amor con Dios, que, con ser Dios, como dice Moisés (Dt. 4, 24), fuego consumidor, ya no lo sea sino consumador y refeccionador.

§ 37.14

Que no es ya como la transformación que tenía en esta vida el alma, que, aunque era muy perfecta y consumadora en amor, todavía le era algo consumidora y detractiva, a manera del fuego en el ascua, que aunque está transformada y conforme con ella, sin aquel humear que hacía antes que en sí la transformase, todavía, aunque la consumaba en fuego, la consumía y resolvía en ceniza.

§ 38.2

Lo cual es como si dijera: mi alma está ya desnuda, desasida, sola y ajena de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan adentro entrada en el interior recogimiento contigo, que ninguna de ellas alcanza ya de vista el íntimo deleite que en ti poseo, es a saber, a mover mi alma a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con su miseria y bajeza, porque, estando mi alma tan lejos de ellas y en tan profundo deleite contigo, ninguna de ellas lo alcanza de vista.

§ 38.5

Por la caballería entiende aquí los sentidos corporales de la parte sensitiva, así interiores como exteriores, porque ellos traen en sí los fantasmas y figuras de sus objetos.

§ 38.6

Y es de notar que no dice aquí la Esposa que la caballería descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas, porque esta parte sensitiva con sus potencias no tienen capacidad para gustar esencial y propiamente de los bienes espirituales, no sólo en esta vida, pero ni aun en la otra; sino por cierta redundancia del espíritu reciben sensitivamente recreación y deleite de ellos, por el cual deleite estos sentidos y potencias corporales son atraídos al recogimiento interior, donde está bebiendo el alma las aguas de los bienes espirituales, lo cual más es descender a la vista de ellas que a beberlas y gustarlas como ellas son.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual CA

§ 1.

1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cautelas

§ 5.

La primera es que acerca de todas las personas tengas igualdad de amor e igualdad de olvido, ahora sean deudos ahora no, quitando el corazón de éstos tanto como de aquéllos y aun en alguna manera más de parientes, por el temor de que la carne y sangre no se avive con el amor natural que entre los deudos siempre vive, el cual conviene mortificar para la perfección espiritual.

§ 5.

Tenlos todos como por extraños, y de esa manera cumples mejor con ellos que poniendo la afición que debes a Dios en ellos.

§ 7.

La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6, 33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias.

§ 9.

Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de lo daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su lengua, la religión de éste vana es (1, 26).

§ 9.

Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de lo daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su lengua, la religión de éste vana es (1, 26).

§ 11.

Aunque no sea más que no regirte en todo por obediencia, ya yerras culpablemente, pues Dios más quiere obediencia que sacrificios (1 Re. 15, 22), y las acciones del religioso no son suyas, sino de la obediencia, y si las sacare de ella, se las pedirán como perdidas.

§ 13.

La tercera cautela, derechamente contra el demonio, es que de corazón procures siempre humillarte en la palabra y en la obra, holgándote del bien de los otros como del de ti mismo y queriendo que los antepongan a ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón.

§ 15.

Y así, para librarte de todas las turbaciones e imperfecciones se te pueden ofrecer acerca de las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de todo acaecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales que están en el convento para ejercitarte, como a la ver dad lo son, y que unos te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamientos contra ti, y que en todo esto tú has de estar sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.

§ 15.

Y así, para librarte de todas las turbaciones e imperfecciones se te pueden ofrecer acerca de las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de todo acaecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales que están en el convento para ejercitarte, como a la ver dad lo son, y que unos te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamientos contra ti, y que en todo esto tú has de estar sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.

§ 16.

Ni las hagas por solo el sabor y gusto que te dieren sino conviene hacerlas tanto como las desabridas, porque sin esto es imposible que ganes constancia y que venzas tu flaqueza.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Dichos de luz y amor

§ 5.

El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón.

§ 7.

El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo: antes se irá enfriando que encendiendo.

§ 23.

El que de los apetitos no se deja llevar, volará ligero según el espíritu, como el ave a que no falta pluma.

§ 32.

El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano, que no la volverá a cobrar.

§ 46.

El que obra razón es como el que come sustancia, y el que se mueve por el gusto de su voluntad, como el que come fruta floja.

§ 46.

El que obra razón es como el que come sustancia, y el que se mueve por el gusto de su voluntad, como el que come fruta floja.

§ 53.

Yéndome yo, Dios mío, por doquiera contigo, por doquiera me irá como yo quiero para ti.

§ 56.

Como el que tira el carro la cuesta arriba, así camina para Dios el alma que no sacude el cuidado y apaga el apetito.

§ 59.

No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y respetos.

§ 60.

A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.

§ 77.

Pues que en la hora de la cuenta te ha de pesar de no haber empleado este tiempo en servicio de Dios, ¿por qué no le ordenas y empleas ahora como lo querrías haber hecho cuando te estés muriendo?

§ 78.

Porque, así como el enfermo, echado fuera el mal humor, luego siente el bien de la salud y le nace gana de comer, así tú convalecerás en Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque más hagas, no aprovecharás.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Epistolario

§ 2

Mucha caridad recibí con su carta y quisiera yo harto cumplir lo que en ella me dice y darla mucho contento y a sus hermanas; mas como Dios manda de otra manera que pensamos, habrémonos de conformar con su voluntad.

§ 5

Acabóse de hacer la de Córdoba de frailes con el mayor aplauso y solemnidad de toda la ciudad que se ha hecho allí con religión ninguna; porque toda la clerecía de Córdoba y cofradías se juntaron, y se trajo el Santísimo Sacramento con gran solemnidad de la Iglesia Mayor; todas las calles muy bien colgadas y la gente como el día del Corpus Christi.

§ 5

¡Ojalá tuviera yo comisión para esa fundación como la tengo para éstas, que no esperara yo muchas andulencias, mas espero en Dios que se hará y en la Junta haré cuanto pudiere.

§ 5

Por eso, mire que la digo que, sin decirles nada a ellos, ni a nadie, trate con el señor Gonzalo Muñoz de comprar la otra casa que está de esotra parte y hagan sus escrituras, que ellos, como ven que tienen cogida la cuerda, ensánchanse.

§ 6

Hija, en el vacío y sequedad de todas las cosas ha Dios de probar los que son soldados fuertes para vencer su batalla; que saben beber el agua en el aire sin pegar el pecho a la tierra, como los soldados de Gedeón (Jc. 7, 5­7, 16­23), que vencieron con barro seco y candelas encendidas dentro, que significa la sequedad del sentido, y dentro, el espíritu bueno y encendido.

§ 7

De manera que el que busca gusto en alguna cosa, ya no se guarda vacío para que Dios le llene de su inefable deleite; y así como va Dios, así se sale, porque lleva las manos embarazadas y no puede tomar lo que Dios le daba. ¡Dios nos libre de tan malos embarazos, que tan dulces y sabrosas libertades estorban!

§ 8

Y de aquí es que ni lo primero ni lo postrero aprovecha, como el que come sobre lo indigesto, que, porque el calor natural se reparte en lo uno y en lo otro, no tiene fuerza para todo convertirlo en sustancia, y engéndrase enfermedad.

§ 8

Digo, pues, que para que esto no sea, y para guardar al espíritu, como he dicho, no hay mejor remedio que padecer y hacer y callar, y cerrar los sentidos con uso e inclinación de soledad y olvido de toda criatura y de todos los acaecimientos, aunque se hunda el mundo.

§ 9

No piense, hija en Cristo, que me he dejado de doler de sus trabajos y de las que son participantes; pero acordándome que así como Dios la llamó para que hiciese vida apostólica, que es vida de desprecio, la lleva por el camino de ella, me consuelo.

§ 10

La necesidad que hay de religiosos, como Vuestra Reverencia sabe, según la multitud de fundaciones que hay, es muy grande; por eso es menester que Vuestra Reverencia tenga paciencia en que vaya de ahí el padre fray Miguel a esperar en Pastrana al P.

§ 10

Y convendrá que no pierda Vuestra Reverencia cuidado en que ningún sacerdote, ni no sacerdote, se le entremeta en tratar con los novicios; pues, como sabe Vuestra Reverencia, no hay cosa más perniciosa que pasar por muchas manos y que otros anden traqueando a los novicios; y, pues tiene tantos, es razón ayudar y aliviar al padre fray Angel, y aun darle autoridad, como ahora se le ha dado, de Suprior, para que en casa le tengan más respeto.

§ 10

Y convendrá que no pierda Vuestra Reverencia cuidado en que ningún sacerdote, ni no sacerdote, se le entremeta en tratar con los novicios; pues, como sabe Vuestra Reverencia, no hay cosa más perniciosa que pasar por muchas manos y que otros anden traqueando a los novicios; y, pues tiene tantos, es razón ayudar y aliviar al padre fray Angel, y aun darle autoridad, como ahora se le ha dado, de Suprior, para que en casa le tengan más respeto.

§ 11

No se asga el alma, que, como no falte oración, Dios tendrá cuidado de su hacienda, pues no es de otro dueño, ni lo ha de ser.

§ 11

¡Oh gran Dios de amor, y Señor, y qué de riquezas vuestras ponéis en el que no ama ni gusta sino de Vos, pues a Vos mismo le dais y hacéis una cosa por amor, y en eso le dais a gustar y amar lo que más el alma quiere en Vos y le aprovecha! Mas, porque conviene que no nos falte cruz como a nuestro Amado, hasta la muerte de amor, él ordena nuestras pasiones en el amor de lo que más queremos, para que mayores sacrificios hagamos y más valgamos.

§ 12

Déle Dios, hija mía, siempre su santa gracia, para que toda en todo se emplee en su santo amor, como tiene la obligación, pues sólo para (esto la crió y redimió).

§ 12

Lo tercero, que es la gloria, para bien pensar en ella y amarla, tenga toda la riqueza del mundo y los deleites de ella por lodo y vanidad y cansancio, como de verdad lo es, y no estime en nada cosa alguna, por grande y preciosa que sea, sino estar bien con Dios, pues que todo lo mejor de acá, comparado con aquellos bienes eternos para que somos criados, es feo y amargo y, aunque breve su amargura y fealdad, durará para siempre en el alma del que los estimare.

§ 13

Para lo cual le conviene advertir cómo todos los gustos, gozos y aficiones se causan siempre en el alma mediante la voluntad y querer de las cosas que se le ofrecen como buenas y convenientes y deleitables, por ser ellas a su parecer gustosas y preciosas; y según las aficiones y gozos de las cosas, está el alma alterada e inquieta.

§ 13

Pues para aniquilar y mortificar estas aficiones de gustos acerca de todo lo que no es Dios, debe Vuestra Reverencia notar que todo aquello de que se puede la voluntad gozar distintamente es lo que es suave y deleitable, por ser ello a su parecer gustoso; y ninguna cosa deleitable y suave en que ella pueda gozar y deleitarse es Dios, porque, como Dios no puede caer debajo de las aprehensiones de las demás potencias, tampoco puede caer debajo de los apetitos y gustos de la voluntad; porque en esta vida, así como el alma no puede gustar a Dios esencialmente, así toda la suavidad y deleite que gustare, por subido que sea, no puede ser Dios; porque también todo lo que la voluntad puede gustar y apetecer distintamente es cuanto lo conoce por tal o tal objeto.

§ 13

Pues para aniquilar y mortificar estas aficiones de gustos acerca de todo lo que no es Dios, debe Vuestra Reverencia notar que todo aquello de que se puede la voluntad gozar distintamente es lo que es suave y deleitable, por ser ello a su parecer gustoso; y ninguna cosa deleitable y suave en que ella pueda gozar y deleitarse es Dios, porque, como Dios no puede caer debajo de las aprehensiones de las demás potencias, tampoco puede caer debajo de los apetitos y gustos de la voluntad; porque en esta vida, así como el alma no puede gustar a Dios esencialmente, así toda la suavidad y deleite que gustare, por subido que sea, no puede ser Dios; porque también todo lo que la voluntad puede gustar y apetecer distintamente es cuanto lo conoce por tal o tal objeto.

§ 13

Pues, como la voluntad nunca haya gustado a Dios como es, ni conocídolo debajo de alguna aprehensión de apetito, y, por el consiguiente, no sabe cuál sea Dios, no lo puede saber su gusto cuál sea, ni puede su ser y apetito y gusto llegar a saber apetecer a Dios, pues es sobre toda su capacidad; y así, está claro que ninguna cosa distinta de cuantas puede gozar la voluntad es Dios.

§ 13

Pues, como la voluntad nunca haya gustado a Dios como es, ni conocídolo debajo de alguna aprehensión de apetito, y, por el consiguiente, no sabe cuál sea Dios, no lo puede saber su gusto cuál sea, ni puede su ser y apetito y gusto llegar a saber apetecer a Dios, pues es sobre toda su capacidad; y así, está claro que ninguna cosa distinta de cuantas puede gozar la voluntad es Dios.

§ 13

Y por eso, para unirse con él se ha de vaciar y despegar de cualquier afecto desordenado de apetito y gusto de todo lo que distintamente puede gozarse, así de arriba como de abajo, temporal o espiritual, para que, purgada y limpia de cualesquiera gustos, gozos y apetitos desordenados, todo ella con sus afectos se empleen en amar a Dios.

§ 13

Porque, si en alguna manera la voluntad puede comprehender a Dios y unirse con él, no es por algún medio aprehensivo del apetito, sino por el amor; y, como el deleite y suavidad y cualquier gusto que puede caer en la voluntad no sea amor, síguese que ninguno de los sentimientos sabrosos puede ser medio proporcionado para que la voluntad se una con Dios, sino la operación de la voluntad, porque es muy distinta la operación de la voluntad de su sentimiento: por la operación se une con Dios y se termina en él, que es amor, y no por el sentimiento y aprehensión de su apetito, que se asienta en el alma como fin y remate.

§ 13

Porque, si en alguna manera la voluntad puede comprehender a Dios y unirse con él, no es por algún medio aprehensivo del apetito, sino por el amor; y, como el deleite y suavidad y cualquier gusto que puede caer en la voluntad no sea amor, síguese que ninguno de los sentimientos sabrosos puede ser medio proporcionado para que la voluntad se una con Dios, sino la operación de la voluntad, porque es muy distinta la operación de la voluntad de su sentimiento: por la operación se une con Dios y se termina en él, que es amor, y no por el sentimiento y aprehensión de su apetito, que se asienta en el alma como fin y remate.

§ 13

Y más insipiente sería si anduviese a buscar esta suavidad en Dios y se gozase y detuviese en ella; porque de esa manera ya no andaría a buscar a Dios con la voluntad fundada en vacío de fe y caridad, sino el gusto y suavidad espiritual, que es criatura, siguiendo su gusto y apetito; y así, ya no amaría a Dios puramente sobre todas las cosas, lo cual es poner toda la fuerza de la voluntad en él, porque, asiéndose y arrimándose en aquella criatura con el apetito, no sube la voluntad sobre ella a Dios, que es inaccesible; porque es cosa imposible que la voluntad pueda llegar a la suavidad y deleite de la divina unión, ni abrazar ni sentir los dulces y amorosos abrazos de Dios, si no es que sea en desnudez y vacío de apetito en todo gusto particular, así de arriba como de abajo; porque esto quiso decir David cuando dijo: Dilata os tuum, et implebo illud (Sal. 80, 11).

§ 13

Y así, para acertar el alma a ir a Dios y juntarse con él, ha de tener la boca de la voluntad abierta solamente al mismo Dios, vacía y desapropiada de todo bocado de apetito para que Dios la hincha y llene de su amor y dulzura, y estarse con esa hambre y sed de solo Dios, sin quererse satisfacer de otra cosa, pues a Dios aquí no le puede gustar como es; y lo que se puede gustar (si hay apetito, digo), también lo impide.

§ 13

Su Majestad le haga tan espiritual y santo como yo deseo.

§ 14

Jesús sea en Vuestra Reverencia y la haga tan santa y pobre de espíritu como tiene el deseo, y me lo alcance a mí de Su Majestad.

§ 14

Sus particularidades, como suele, allá se las verá.

§ 15

Bien creo sentirán las de Sevilla allí soledad sin Vuestra Reverencia; mas por ventura había ya Vuestra Reverencia aprovechado allí lo que esa fundación ha de ser principal; y así Vuestra Reverencia procure ayudar mucho a la Madre Priora, con gran conformidad y amor en todas las cosas, aunque bien veo no tengo que encargarle esto, pues, como tan antigua y experimentada, sabe ya lo que se suele pasar en esas fundaciones; y por eso escogimos a Vuestra Reverencia, porque para monjas, hartas había por acá, que no caben.

§ 16

A todas las Hermanas de mi parte salude en el Señor, y dígales que, pues Nuestro Señor las ha tomado por primeras piedras, que miren cuáles deben ser, pues como en más fuertes han de fundarse las otras; que se aprovechen de este primero espíritu que da Dios en estos principios para tomar muy de nuevo el camino de perfección en toda humildad y desasimiento de dentro y de fuera, no con ánimo aniñado, mas con voluntad robusta; sigan la mortificación y penitencia, queriendo que les cueste algo este Cristo, y no siendo como los que buscan su acomodamiento y consuelo, o en Dios o fuera de él; sino el padecer en Dios, y fuera de él por él en silencio y esperanza y amorosa memoria.

§ 16

A todas las Hermanas de mi parte salude en el Señor, y dígales que, pues Nuestro Señor las ha tomado por primeras piedras, que miren cuáles deben ser, pues como en más fuertes han de fundarse las otras; que se aprovechen de este primero espíritu que da Dios en estos principios para tomar muy de nuevo el camino de perfección en toda humildad y desasimiento de dentro y de fuera, no con ánimo aniñado, mas con voluntad robusta; sigan la mortificación y penitencia, queriendo que les cueste algo este Cristo, y no siendo como los que buscan su acomodamiento y consuelo, o en Dios o fuera de él; sino el padecer en Dios, y fuera de él por él en silencio y esperanza y amorosa memoria.

§ 17

Y, aunque más le costara lo que deja, no es nada, que eso presto se había de dejar, así como así.

§ 18

Espero en Dios ha de mirar por su familia; acá están los pobres buenos y bien avenidos; procuraré despachar presto como Vuestra Reverencia deja mandado, aunque hasta ahora no han llegado los avenidos.

§ 18

Acerca del recibir en Génova sin saber Gramática, dicen los Padres que poco importa no la saber, como ellos entiendan el latín con la suficiencia que manda el Concilio, de manera que sepan bien construir; y que si con sólo eso se ordenan allá, que parece los podrán recibir.

§ 18

Las cartas irán al padre fray Nicolás, como Vuestra Reverencia dice, al cual nos guarde nuestro Señor como ve que es menester.

§ 18

Las cartas irán al padre fray Nicolás, como Vuestra Reverencia dice, al cual nos guarde nuestro Señor como ve que es menester.

§ 19

Jesús sea en su alma y gracias a él que me la ha dado para que, como ella dice, no me olvide de los pobres y no como a la sombra, como ella dice, que harto me hace rabiar pensar si, como lo dice, lo cree; harto malo sería a cabo de tantas muestras, aun cuando menos lo merecía.

§ 19

Jesús sea en su alma y gracias a él que me la ha dado para que, como ella dice, no me olvide de los pobres y no como a la sombra, como ella dice, que harto me hace rabiar pensar si, como lo dice, lo cree; harto malo sería a cabo de tantas muestras, aun cuando menos lo merecía.

§ 19

Jesús sea en su alma y gracias a él que me la ha dado para que, como ella dice, no me olvide de los pobres y no como a la sombra, como ella dice, que harto me hace rabiar pensar si, como lo dice, lo cree; harto malo sería a cabo de tantas muestras, aun cuando menos lo merecía.

§ 19

Jesús sea en su alma y gracias a él que me la ha dado para que, como ella dice, no me olvide de los pobres y no como a la sombra, como ella dice, que harto me hace rabiar pensar si, como lo dice, lo cree; harto malo sería a cabo de tantas muestras, aun cuando menos lo merecía.

§ 19

No me faltaba ahora más sino olvidarla; mira cómo puede ser lo que está en el alma, como ella está.

§ 19

Como ella anda en esas tinieblas y vacíos de pobreza espiritual, piensa que todos le faltan, y todo; mas no es maravilla, pues en eso también (le parece le falta Dios.

§ 19

Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar.

§ 19

Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar.

§ 19

Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar.

§ 19

Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar.

§ 19

Y) así es gran merced de Dios cuando las oscurece, y empobrece al alma de manera que no pueda errar con ellas; y como no se yerre, ¿qué hay que acertar sino ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia, y sólo vivir en fe oscura y verdadera, (y esperanza cierta y caridad entera, y esperar) allá nuestros bienes, viviendo acá como peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin nada, esperándolo allá todo?

§ 19

Y) así es gran merced de Dios cuando las oscurece, y empobrece al alma de manera que no pueda errar con ellas; y como no se yerre, ¿qué hay que acertar sino ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia, y sólo vivir en fe oscura y verdadera, (y esperanza cierta y caridad entera, y esperar) allá nuestros bienes, viviendo acá como peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin nada, esperándolo allá todo?

§ 19

No quiera nada sino ese modo, y allane el alma, que buena está, y comulgue como suele.

§ 21

La causa de no haber escrito en todo ese tiempo que dice, más es haber estado tan a trasmano, como es Segovia, que poca voluntad, porque ésta siempre se es una misma, y espero en Dios lo será.

§ 21

Lo que ha de hacer es procurar traer su alma y las de sus monjas en toda perfección y religión unidas con Dios, olvidadas de toda criatura y respecto de ella, hechas todas en Dios y alegres con solo él, que yo le aseguro todo lo demás; que pensar que ahora ya las casas la darán algo, estando en un tan buen lugar como ése y recibiendo tan buenas monjas, téngolo por dificultoso; aunque, si viere algún portillo por dónde, no dejaré de hacer lo que pudiere.

§ 22

Con su carta me compadecí de su pena y pésame la tenga por el daño que le pueda hacer al espíritu y aun a la salud; pues sepa que no me parece a mí tiene tanta causa para tenerla como ésa, porque a nuestro Padre yo no le veo con ningún género de desgracia con ella, ni aun memoria de tal cosa; y aunque la haya tenido, ya con su arrepentimiento se le habrá mitigado, y si todavía tuviese algo, yo tendré cuidado de hablar bien; ninguna pena tenga ni haga caso, que no hay de qué.

§ 22

Tenga ánimo, mi hija, y dése mucho a la oración, olvidando eso y esotro, que, al fin, no tenemos otro bien ni arraigo ni consuelo sino éste, que después que lo habemos dejado todo por Dios, es justo que no anhelemos arrimo ni consuelo en cosa sino de él, y aún es gran misericordia... nos le tener, porque nos qu... con él y no se le dé nada qu... del alma, todo se lo bu... suelo; y pensando ella qu... su Majestad estará sa... como no estemos en desg... por más que sea no es.. lo haré.

§ 25

De no haber sucedido las cosas como ella deseaba, antes debe consolarse y dar muchas gracias a Dios, pues, habiendo Su Majestad ordenádolo así, es lo que a todos más nos conviene; sólo resta aplicar a ello la voluntad, para que, así como es verdad, nos lo parezca; porque las cosas que no dan gusto, por buenas y convenientes que sean, parecen malas y adversas, y ésta vese bien que no lo es, ni para mí ni para ninguno: pues que para mí es muy próspera, por cuanto con la libertad y descargo de almas puedo, si quiero, mediante el divino favor, gozar de la paz, de la soledad y del fruto deleitable del olvido de sí, y de todas las cosas; y a los demás también les está bien tenerme aparte, pues así estarán libres de las faltas que habían de hacer a cuenta de mi miseria.

§ 25

De no haber sucedido las cosas como ella deseaba, antes debe consolarse y dar muchas gracias a Dios, pues, habiendo Su Majestad ordenádolo así, es lo que a todos más nos conviene; sólo resta aplicar a ello la voluntad, para que, así como es verdad, nos lo parezca; porque las cosas que no dan gusto, por buenas y convenientes que sean, parecen malas y adversas, y ésta vese bien que no lo es, ni para mí ni para ninguno: pues que para mí es muy próspera, por cuanto con la libertad y descargo de almas puedo, si quiero, mediante el divino favor, gozar de la paz, de la soledad y del fruto deleitable del olvido de sí, y de todas las cosas; y a los demás también les está bien tenerme aparte, pues así estarán libres de las faltas que habían de hacer a cuenta de mi miseria.

§ 25

Mas, si no pudiere ser, tampoco se habrá librado la Madre Ana de Jesús de mis manos, como ella piensa, y así no se morirá con esa lástima de que se le acabó la ocasión, a su parecer, de ser muy santa.

§ 25

Pero, ahora sea yendo, ahora quedando, doquiera y como quiera que sea, no la olvidaré ni quitaré de la cuenta que dice, porque de veras deseo su bien para siempre.

§ 25

Su Majestad la conserve y aumente en su amor, amén, como santa amada suya.

§ 28

Sea muy enhorabuena como él más fuere servido; que ya sabe Su Majestad lo que somos de nuestro.

§ 28

Déla Dios su espíritu, amén, como yo deseo.

§ 31

Mañana me voy a Ubeda a curar de unas calenturillas, que, (como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan) paréceme habré menester ayuda de medicina; pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien.

§ 31

Ello sea por muchos años, y su Majestad le cumpla los deseos de su alma. ¡Oh, qué buen estado era ése para dejar ya cuidados y enriquecer apriesa el alma con él! Déle el parabién de mi parte, que no me atrevo a pedirle que algún día, cuando esté en el sacrificio, se acuerde de mí; que yo, como el deudor, lo haré siempre; porque, aunque yo sea desacordado, por ser él tan conjunto a su hermana, a quien yo siempre tengo en mi memoria, no me podré dejar de acordar de él.

§ 33

Ame mucho a los que la contradicen y no la aman, porque en eso se engendra amor en el pecho donde no le hay; como hace Dios con nosotros, que nos ama para que le amemos mediante el amor que nos tiene.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Grados de Perfecciòn

§ 11.

Y en lo que le fuere mandado, si le dieren el pie (como dicen) no se tome la mano, que algunos se engañan en esto, entendiendo que tienen obligación de hacer lo que nada les obliga si bien lo mirasen.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    La Subida del Monte Carmelo

§ 0

Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión.

§ 0

Para haber de declarar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir.

§ 0

Y si yo en algo errare, por no entender bien así lo que en ella como en lo que sin ella dijere, no es mi intención apartarme del sano sentido y doctrina de la santa Madre Iglesia Católica, porque en tal caso totalmente me sujeto y resigno no sólo a su mandato, sino a cualquiera que en mejor razón de ello juzgare.

§ 0

Y así, para este saberse dejar llevar de Dios cuando Su Majestad los quiere pasar adelante, así a los principiantes como a los aprovechados, con su ayuda daremos doctrina y avisos, para que sepan entender o, a lo menos, dejarse llevar de Dios.

§ 0

Porque acaecerá que lleve Dios a una alma por un altísimo camino de oscura contemplación y sequedad, en que a ella le parece que va perdida, y que, estando así, llena de oscuridad y trabajos, aprietos y tentaciones, encuentre quien le diga, como los consoladores de Job (2, 11­13) o que es melancolía, o desconsuelo, o condición, o que podrá ser alguna malicia oculta suya, y que por eso la ha dejado Dios; y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella.

§ 0

Y también habrá quien le diga que vuelve atrás, pues no halla gusto ni consuelo como antes en las cosas de Dios; y así doblan el trabajo a la pobre alma.

§ 0

Porque acaecerá que la mayor pena que ella siente sea del conocimiento de sus miserias propias, en que le parece que ve más claro que la luz del día que está llena de males y pecados, porque le da Dios aquella luz del conocimiento en aquella noche de contemplación, como adelante diremos; y, como halla quien conforme con su parecer, diciendo que serán por su culpa, crece la pena y el aprieto del alma sin término, y suele llegar a más que morir.

§ 0

Porque acaecerá que la mayor pena que ella siente sea del conocimiento de sus miserias propias, en que le parece que ve más claro que la luz del día que está llena de males y pecados, porque le da Dios aquella luz del conocimiento en aquella noche de contemplación, como adelante diremos; y, como halla quien conforme con su parecer, diciendo que serán por su culpa, crece la pena y el aprieto del alma sin término, y suele llegar a más que morir.

§ 0

Lo cual entiendo yo que será al principio que la comenzare a leer; mas, como pase adelante, irá entendiendo mejor lo primero, porque con lo uno se va declarando lo otro.

§ 0

Pero paréceme que, aunque se escribiera más acabada y perfectamente de lo que aquí va, no se aprovecharan de ello sino los menos, porque aquí no se escribirán cosas muy morales y sabrosas para todos los espíritus que gustan de ir por cosas dulces y sabrosas a Dios, sino doctrina sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu que aquí se escribe.

§ 0

Ni aun mi principal intento es hablar con todos, sino con algunas personas de nuestra sagrada Religión de los primitivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas, por habérmelo ellos pedido, a quien Dios hace merced de meter en la senda de este monte; los cuales, como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo, entenderán mejor la doctrina de la desnudez del espíritu.

§ 0

Ni aun mi principal intento es hablar con todos, sino con algunas personas de nuestra sagrada Religión de los primitivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas, por habérmelo ellos pedido, a quien Dios hace merced de meter en la senda de este monte; los cuales, como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo, entenderán mejor la doctrina de la desnudez del espíritu.

§ 1.1.1

Para cuya inteligencia es de saber que, para que una alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras.

§ 1.1.1

Para cuya inteligencia es de saber que, para que una alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras.

§ 1.1.6

Y el mismo estilo se lleva en las demás canciones, como en el prólogo dije, que, primero, se pondrá cada canción y se declarará, y después, cada verso.

§ 1.2.1

La primera, por parte del término (de) donde el alma sale, porque ha de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que poseía, en negación de ellas; la cual negación y carencia es como noche para todos los sentidos del hombre.

§ 1.2.1

La segunda, por parte del medio o camino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo cual es la fe, que es también oscura para el entendimiento, como noche.

§ 1.2.3

Porque pasando por la primera noche, que es privarse de todos los objetos de los sentidos, luego entra el alma en la segunda noche, quedándose sola en fe (no como excluye la caridad, sino las otras noticias del entendimiento -como adelante diremos-) que es cosa que no cae en sentido.

§ 1.2.3

Porque pasando por la primera noche, que es privarse de todos los objetos de los sentidos, luego entra el alma en la segunda noche, quedándose sola en fe (no como excluye la caridad, sino las otras noticias del entendimiento -como adelante diremos-) que es cosa que no cae en sentido.

§ 1.2.4

En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición, que es Dios, el cual, mediante la segunda noche, que es fe, se va comunicando al alma tan secreta e íntimamente, que es otra noche para el alma, en tanto que se va haciendo la dicha comunicación muy más oscura que estotras, como luego diremos.

§ 1.2.4

Como también el ángel dijo a Tobías que, pasada la tercera noche, se juntaría con su esposa con temor del Señor; el cual temor de Dios cuando está perfecto, está perfecto el amor, que (es) cuando se hace la transformación por amor del alma (con Dios).

§ 1.2.5

Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres partes como la noche.

§ 1.3.1

Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de todas las cosas; porque, así como la noche no es otra cosa sino privación de la luz, y, por el consiguiente, de todos los objetos que se pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la potencia visiva a oscuras y sin nada, así también se puede decir la mortificación del apetito noche para el alma, porque, privándose el alma del gusto del apetito en todas las cosas, es quedarse como a oscuras y sin nada.

§ 1.3.1

Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de todas las cosas; porque, así como la noche no es otra cosa sino privación de la luz, y, por el consiguiente, de todos los objetos que se pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la potencia visiva a oscuras y sin nada, así también se puede decir la mortificación del apetito noche para el alma, porque, privándose el alma del gusto del apetito en todas las cosas, es quedarse como a oscuras y sin nada.

§ 1.3.1

Porque, así como la potencia visiva mediante la luz se ceba y apacienta de los objetos que se pueden ver, y, apagada la luz no se ven, así el alma mediante el apetito se apacienta y ceba de todas las cosas que según sus potencias se pueden gustar; el cual también apagado, o, por mejor decir, mortificado, deja el alma de apacentarse en el gusto de todas las cosas, y así se queda según el apetito a oscuras y sin nada.

§ 1.3.2

De manera que el alma que hubiere negado y despedido de sí el gusto de todas las cosas, mortificando su apetito en ellas, podremos decir que está como de noche, a oscuras, lo cual no es otra cosa sino un vacío en ella de todos las cosas.

§ 1.3.3

La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma, luego que Dios la infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y lisa en que no está pintado nada; y si no es lo que por los sentidos va conociendo, de otra parte naturalmente no se le comunica nada.

§ 1.3.3

La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma, luego que Dios la infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y lisa en que no está pintado nada; y si no es lo que por los sentidos va conociendo, de otra parte naturalmente no se le comunica nada.

§ 1.3.3

Y así, en tanto que está en el cuerpo, está como el que está en una cárcel oscura, el cual no sabe nada sino lo que alcanza a ver por las ventanas de la dicha cárcel, y si por allí no viese nada, no vería por otra parte.

§ 1.3.4

De donde, si lo que puede recibir por los sentidos ella lo desecha y niega, bien podemos decir que se queda como a oscuras y vacía; pues, según parece por lo dicho, naturalmente no le puede entrar luz por otras lumbreras que las dichas.

§ 1.3.4

Como también el que quiere cerrar los ojos quedará a oscuras, como el ciego, que no tiene potencia para ver.

§ 1.3.4

Como también el que quiere cerrar los ojos quedará a oscuras, como el ciego, que no tiene potencia para ver.

§ 1.3.4

Llámase pobre, aunque está claro que era rico, porque no tenía en la riqueza su voluntad, y así era tanto como ser pobre realmente, mas antes, si fuera realmente pobre y de la voluntad no lo fuera, no era verdaderamente pobre, pues el ánima estaba rica y llena en el apetito.

§ 1.3.5

Esta primera manera de noche, como después diremos, pertenece al alma según la parte sensitiva, que es una de las dos que arriba dijimos, por las cuales ha de pasar el alma para llegar a la unión.

§ 1.4.1

La causa por que le es necesario al alma, para llegar a la divina unión de Dios, pasar esta noche oscura de mortificación de apetitos y negación de los gustos en todas las cosas, es porque todas las afecciones que tiene en las criaturas son delante de Dios puras tinieblas, de las cuales estando el alma vestida, no tiene capacidad para ser ilustrada y poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero no las desecha de sí, porque no pueden convenir la luz con las tinieblas; porque, como dice San Juan (1, 5): Tenebrae eum non comprehenderunt, esto es: Las tinieblas no pudieron recibir la luz.

§ 1.4.3

Y así, el que ama criatura, tan bajo se queda como aquella criatura, y, en alguna manera, más bajo; porque el amor no sólo iguala, mas aun sujeta al amante a lo que ama.

§ 1.4.3

Y de aquí es que, por el mismo caso que el alma ama algo, se hace incapaz de la pura unión de Dios y su transformación; porque mucho menos es capaz la bajeza de la criatura de la alteza del Criador que las tinieblas lo son de la luz: Porque todas las cosas de la tierra y del cielo, comparadas con Dios, nada son, como dice Jeremías (4, 23) por estas palabras: Aspexi terram, et ecce vacua erat et nihil; et caelos, et non erat lux in eis: Miré a la tierra, dice, y estaba vacía, y ella nada era; y a los cielos, y vi que no tenían luz.

§ 1.4.3

De manera que todas las criaturas en esta manera nada son, y las aficiones de ellas son impedimento y privación de la transformación en Dios; así como las tinieblas nada son y menos que nada, pues son privación de la luz.

§ 1.4.3

Y así como no comprehende a la luz el que tiene tinieblas, así no podrá comprehender a Dios el alma que en criaturas pone su afición; de la cual hasta que se purgue, ni acá podrá poseer por transformación pura de amor, ni allá por clara visión.

§ 1.4.4

Y, por tanto, el alma que en él pone su afición, delante de Dios también es nada, y menos que nada; porque, como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza, y aun pone más bajo al que ama.

§ 1.4.4

Y así como la malicia no comprehende a la bondad, así esta tal alma no podrá unirse con Dios, el cual es suma bondad.

§ 1.4.5

Porque la ignorancia no sabe qué cosa es sabiduría, como dice San Pablo que esta sabiduría le parece a Dios necedad.

§ 1.4.5

Y solos aquellos van teniendo sabiduría de Dios que, como niños ignorantes, deponiendo su saber, andan con amor en su servicio.

§ 1.4.6

Por tanto, el alma que se enamora de mayorías, o de otros tales oficios, y de las libertades de su apetito, delante de Dios es tenido y tratado no como hijo, sino como bajo esclavo y cautivo, por no haber querido él tomar su santa doctrina, en que nos enseña que el que quisiere ser mayor sea menor, y el que quisiere ser menor sea el mayor (Lc. 22, 26).

§ 1.4.6

Por tanto, el alma que se enamora de mayorías, o de otros tales oficios, y de las libertades de su apetito, delante de Dios es tenido y tratado no como hijo, sino como bajo esclavo y cautivo, por no haber querido él tomar su santa doctrina, en que nos enseña que el que quisiere ser mayor sea menor, y el que quisiere ser menor sea el mayor (Lc. 22, 26).

§ 1.4.8

Y, por eso, les dice que tengan astucia y adviertan que ella trata de cosas grandes y no de pequeñas, como ellos; que las riquezas grandes y la gloria que ellos aman, con ella y en ella están, y no de donde ellos piensan; y que las riquezas altas y la justicia en ella moran; porque, aunque a ellos les parece que las cosas de este mundo lo son, díceles que adviertan que son mejores las suyas, diciendo que el fruto que en ellas hallará le será mejor que el oro y que las piedras preciosas; y [lo] que ella en las almas engendra, mejor que la plata escogida que ellos aman (Pv. 8, 19).

§ 1.5.1

Por lo dicho se puede echar, en alguna manera, de ver la distancia que hay de todo lo que las criaturas son en sí a lo que Dios es en sí, y cómo las almas que en alguna de ellas ponen su afición, esa misma distancia tienen de Dios; pues, como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza.

§ 1.5.4

Así, el que quiere amar otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a Dios, porque pone en una balanza con Dios lo que sumamente, como habemos dicho, dista de Dios.

§ 1.6.2

Por tanto, así como en la generación natural no se puede introducir una forma sin que primero se expela del sujeto la forma contraria que precede, la cual estando, es impedimento de la otra, por la contrariedad que tienen las dos entre sí, así, en tanto que el alma se sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual.

§ 1.6.3

Y por eso justamente, como perros, siempre andan hambreando, porque las meajas más sirven de avivar el apetito que de satisfacer el hambre.

§ 1.6.3

Si vero non fuerint saturati, et murmurabunt; quiere decir: Ellos padecerán hambre como perros y rodearán la ciudad y, como no se vean hartos, murmurarán.

§ 1.6.3

Si vero non fuerint saturati, et murmurabunt; quiere decir: Ellos padecerán hambre como perros y rodearán la ciudad y, como no se vean hartos, murmurarán.

§ 1.6.3

Porque ésta es la propiedad del que tiene apetitos, que siempre está descontento y desabrido, como el que tiene hambre.

§ 1.6.3

Pues, ¿qué tiene que ver el hambre que ponen todas las criaturas con la hartura (que causa el espíritu de Dios? Por eso, no puede entrar esta hartura) increada en el alma si no se echa primero esotra hambre criada del apetito del alma; pues, como habemos dicho, no pueden morar dos contrarios en un sujeto, los cuales en este caso son hambre y hartura.

§ 1.6.6

Cuanto a lo primero, claro está que los apetitos cansan y fatigan al alma, porque son como unos hijuelos inquietos y de mal contento, que siempre están pidiendo a su madre uno y otro, y nunca se contentan.

§ 1.6.6

Y así como se cansa y fatiga el que cava por codicia del tesoro, así se cansa y fatiga el alma por conseguir lo que sus apetitos le piden.

§ 1.6.6

Y así, como dice Isaías (29, 8): Lassus adhuc sitit, et anima eius vacua est; que quiere decir: Está su apetito vacío.

§ 1.6.6

Y cánsase y fatígase el alma que tiene apetitos, porque es como el enfermo de calentura, que no se halla bien hasta que se le quite la fiebre, y cada rato le crece la sed.

§ 1.6.6

Porque, como se dice en el libro de Job (20, 22): Cum satiatus fuerit, arctabitur, aestuabit, et omnis dolor irruet super eum; que quiere decir: Cuando hubiere satisfecho su apetito, quedará más apretado y agravado; creció en su alma el calor del apetito y así caerá sobre él todo dolor.

§ 1.6.6

Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y movida y turbada de ellos como el agua de los vientos, y de esa misma manera la alborotan, sin dejarla sosegar en (un) lugar ni en una cosa.

§ 1.6.6

Y de tal alma dice Isaías (57, 20): Cor impii quasi mare fervens: El corazón del malo es como el mar cuando hierve; y es malo el que no vence los apetitos.

§ 1.6.6

Cánsase y fatígase el alma que desea cumplir sus apetitos, porque es como el que, teniendo hambre, abre la boca para hartarse de viento, y, en lugar de hartarse, se seca más, porque aquél no es su manjar.

§ 1.6.6

A este propósito dijo Jeremías (2, 24): In desiderio animae suae attraxit ventum amoris sui; como si dijera: En el apetito de su voluntad atrajo a sí el viento de su afición.

§ 1.6.6

Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza ha de desfallecer.

§ 1.6.6

Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza ha de desfallecer.

§ 1.6.6

Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza ha de desfallecer.

§ 1.6.7

Y aun el apetito es de peor condición en esta parte; porque el fuego, acabándose la leña, descrece; mas el apetito no descrece en aquello que se aumentó cuando se puso por obra, aunque se acaba la materia, sino que, en lugar de descrecer, como el fuego cuando se le acaba la suya, él desfallece en fatiga, porque queda crecida el hambre y disminuido el manjar.

§ 1.7.1

Y de ellos también dice David (Sal. 117, 12): Circumdederunt me sicut apes, et exarserunt sicut ignis in spinis; que quiere decir: Rodeáronse de mí como abejas, punzándome con sus aguijones, y encendiéronse contra mí como el fuego en espinas; por que en los apetitos, que son las espinas, crece el fuego de la angustia y del tormento.

§ 1.7.1

Y de ellos también dice David (Sal. 117, 12): Circumdederunt me sicut apes, et exarserunt sicut ignis in spinis; que quiere decir: Rodeáronse de mí como abejas, punzándome con sus aguijones, y encendiéronse contra mí como el fuego en espinas; por que en los apetitos, que son las espinas, crece el fuego de la angustia y del tormento.

§ 1.7.1

Y así como aflige y atormenta el gañán al buey debajo del arado con codicia de la mies que espera, así la concupiscencia aflige al alma debajo del apetito por conseguir lo que quiere.

§ 1.7.2

Y así acaece al alma donde estos enemigos de apetitos viven y vencen, que lo primero que hacen es enflaquecer al alma y cegarla; y, como abajo diremos, luego la afligen y atormentan, atándola a la muela de la concupiscencia; y los lazos con que está asida son sus mismos apetitos.

§ 1.7.3

Quare appenditis argentum non in panibus, et laborem vestrum non in saturitate?; como si dijera: Todos los que tenéis sed de apetitos, venid a las aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y apetitos, daos priesa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mi vino y leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y sin darme por ello (interés o) trueque alguno del trabajo, como dais por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de vuestra voluntad por lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y ponéis el trabajo de vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyéndome a mí, y comeréis el bien que deseáis, y deleitarse ha en grosura vuestra alma.

§ 1.7.3

Quare appenditis argentum non in panibus, et laborem vestrum non in saturitate?; como si dijera: Todos los que tenéis sed de apetitos, venid a las aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y apetitos, daos priesa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mi vino y leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y sin darme por ello (interés o) trueque alguno del trabajo, como dais por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de vuestra voluntad por lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y ponéis el trabajo de vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyéndome a mí, y comeréis el bien que deseáis, y deleitarse ha en grosura vuestra alma.

§ 1.7.3

Y así, nos llama él por san Mateo (11, 28­29), diciendo: Venite ad me, omnes qui laboratis et onerati estis, et ego reficiam vos, et invenietis requiem animabus vestris; como si dijera: Todos los que andáis atormentados, afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados y apetitos, salid de ellos, viniendo a mí, y yo os recrearé, y hallaréis para vuestras almas el descanso que os quitan vuestros apetitos.

§ 1.8.1

Así como los vapores oscurecen el aire y no le dejan lucir el sol claro; como el espejo tomado del paño no puede recibir serenamente en sí el rostro; o como (en) el agua envuelta en cieno, no se divisa bien la cara del que en ella se mira; así, el alma que de los apetitos está tomada, según el entendimiento está entenebrecida, y no da lugar para que ni el sol de la razón natural ni el de la Sabiduría de Dios sobrenatural la embistan e ilustren de claro.

§ 1.8.1

Así como los vapores oscurecen el aire y no le dejan lucir el sol claro; como el espejo tomado del paño no puede recibir serenamente en sí el rostro; o como (en) el agua envuelta en cieno, no se divisa bien la cara del que en ella se mira; así, el alma que de los apetitos está tomada, según el entendimiento está entenebrecida, y no da lugar para que ni el sol de la razón natural ni el de la Sabiduría de Dios sobrenatural la embistan e ilustren de claro.

§ 1.8.1

Así como los vapores oscurecen el aire y no le dejan lucir el sol claro; como el espejo tomado del paño no puede recibir serenamente en sí el rostro; o como (en) el agua envuelta en cieno, no se divisa bien la cara del que en ella se mira; así, el alma que de los apetitos está tomada, según el entendimiento está entenebrecida, y no da lugar para que ni el sol de la razón natural ni el de la Sabiduría de Dios sobrenatural la embistan e ilustren de claro.

§ 1.8.2

Porque, como estas potencias, según sus operaciones, dependen del entendimiento, estando él impedido, claro está lo han ellas de estar desordenadas y turbadas.

§ 1.8.2

Y así dice David (Sal. 6, 4): Anima mea turbata est valde, esto es: Mi ánima está muy turbada; que es tanto como decir: desordenada en sus potencias.

§ 1.8.2

Porque, como decimos, ni el entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la sabiduría de Dios, como tampoco la tiene el aire tenebroso para recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad para abrazar en sí a Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está tomado de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la tiene la memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para informarse con serenidad de la imagen de Dios, como tampoco el agua turbia puede mostrar claro el rostro del que se mira.

§ 1.8.2

Porque, como decimos, ni el entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la sabiduría de Dios, como tampoco la tiene el aire tenebroso para recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad para abrazar en sí a Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está tomado de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la tiene la memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para informarse con serenidad de la imagen de Dios, como tampoco el agua turbia puede mostrar claro el rostro del que se mira.

§ 1.8.2

Porque, como decimos, ni el entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la sabiduría de Dios, como tampoco la tiene el aire tenebroso para recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad para abrazar en sí a Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está tomado de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la tiene la memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para informarse con serenidad de la imagen de Dios, como tampoco el agua turbia puede mostrar claro el rostro del que se mira.

§ 1.8.2

Porque, como decimos, ni el entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la sabiduría de Dios, como tampoco la tiene el aire tenebroso para recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad para abrazar en sí a Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está tomado de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la tiene la memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para informarse con serenidad de la imagen de Dios, como tampoco el agua turbia puede mostrar claro el rostro del que se mira.

§ 1.8.3

Y de aquí es que todas las veces que el alma se guía por su apetito, se ciega, pues es guiarse el que ve por el que no ve, lo cual es como ser entrambos ciegos.

§ 1.8.3

Y así podemos decir que el que se ceba de apetito es como el pez encandilado, al cual aquella luz antes le sirve de tinieblas para que no vea los daños que los pescadores le aparejan.

§ 1.8.3

Porque la causa del encandilamiento es que, como pone otra luz diferente delante de la vista, ciégase la potencia visiva en aquélla que está entrepuesta y no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan cerca, que está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella, y así no la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta que se quite de en medio el encandilamiento del apetito.

§ 1.8.3

Porque la causa del encandilamiento es que, como pone otra luz diferente delante de la vista, ciégase la potencia visiva en aquélla que está entrepuesta y no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan cerca, que está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella, y así no la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta que se quite de en medio el encandilamiento del apetito.

§ 1.8.4

Porque, así como es necesaria a la tierra la labor para que lleve fruto, y sin labor no le lleva, sino malas hierbas, así es necesaria la mortificación de los apetitos para que haya provecho en el alma; (sin) la cual oso decir que, para ir adelante en perfección y noticia de Dios y de sí mismo, nunca le aprovecha más cuanto hiciere que aprovecha la simiente echada en la tierra no rompida.

§ 1.8.4

Porque son como las cataratas o como las motas en el ojo, que impiden la vista hasta que se echan fuera.

§ 1.8.4

Porque son como las cataratas o como las motas en el ojo, que impiden la vista hasta que se echan fuera.

§ 1.8.5

Y así, echando de ver David (Sal. 57, 10) la de éstos, y cuán impedidas tienen las almas de la claridad de la verdad, y cuánto Dios se enoja con ellos, habla con ellos diciendo: Priusquam intelligerent spinae vestrae rhamnum: sicut viventes, sic in ira absorbet eos, y es como si dijera: Antes que entendiesen vuestras espinas, esto es, vuestros apetitos, así como a los vivientes, de esta manera los absorberá en su ira Dios.

§ 1.8.5

Y así, echando de ver David (Sal. 57, 10) la de éstos, y cuán impedidas tienen las almas de la claridad de la verdad, y cuánto Dios se enoja con ellos, habla con ellos diciendo: Priusquam intelligerent spinae vestrae rhamnum: sicut viventes, sic in ira absorbet eos, y es como si dijera: Antes que entendiesen vuestras espinas, esto es, vuestros apetitos, así como a los vivientes, de esta manera los absorberá en su ira Dios.

§ 1.8.6

Porque ¿quién dijera que un varón tan acabado en sabiduría y dones de Dios como era Salomón, había de venir a tanta ceguera y torpeza de voluntad, que hiciese altares a tantos ídolos y los adorase él mismo, siendo ya viejo? (3 Re. 11, 4).

§ 1.8.7

Y si en éste pudieron tanto, que tenía tanta noticia de la distancia que hay entre el bien y el mal, ¿qué no podrán contra nuestra rudeza los apetitos no mortificados? Pues, como dijo Dios al profeta Jonás (4, 11) de los ninivitas, no sabemos lo que hay entre la siniestra y la diestra, porque a cada paso tenemos lo malo por bueno, y lo bueno por malo, y esto de nuestra cosecha lo tenemos.

§ 1.8.7

Pues, ¿qué será si se añade apetito a natural tiniebla? sino que como dice Isaías (59, 10): Palpavimus sicut caeci parietem, et quasi absque oculis, attrectavimus: impegimus meridie, quasi in tenebris.

§ 1.8.7

Habla el profeta con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas.

§ 1.8.7

Habla el profeta con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas.

§ 1.8.7

Habla el profeta con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas.

§ 1.8.7

Habla el profeta con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas.

§ 1.9.1

Y así como el oro o diamante, si se pusiese caliente sobre la pez, quedaría de ella feo y untado, por cuanto el calor la regaló y atrajo, así el alma que está caliente de apetito sobre alguna criatura, en el calor de su apetito saca inmundicia y mancha de él en sí.

§ 1.9.1

De donde, así como se ensuciaría el tal licor si le envolviesen con el cieno, de esa misma manera se ensucia el alma que se ase a la criatura, pues en ella se hace semejante a la dicha criatura.

§ 1.9.3

Porque, aunque es verdad que el alma desordenada, en cuanto al ser natural, está tan perfecta como Dios la crió, pero, en cuanto al ser de razón, está fea, abominable, sucia, figura y con todos los males que aquí se van escribiendo y mucho más.

§ 1.9.3

Porque, aun sólo un apetito desordenado, como después diremos, aunque no sea de materia de pecado mortal, basta para poner un alma tan sujeta, sucia y fea, que en ninguna manera puede convenir con Dios en una unión hasta que el apetito se purifique. ¿Cuál será la fealdad de la que del todo está desordenada en sus propias pasiones y entregada a sus apetitos, y cuán alejada de Dios estará y de su pureza?

§ 1.9.4

Porque, así como el alma del justo en una sola perfección, que es la rectitud del alma, tiene innumerables dones riquísimos y muchas virtudes hermosísimas, cada una diferente y graciosa en su manera, según la multitud y diferencia en los afectos de amor que ha tenido en Dios, así el alma desordenada, según la variedad de los apetitos que tiene en las criaturas, tiene en sí variedad miserable de inmundicias y bajezas, tal cual en ella la pintan los dichos apetitos.

§ 1.9.6

Los cuales están como llorando, en cuanto codician a lo que está aficionada la voluntad, que son las sabandijas ya pintadas en el entendimiento.

§ 1.10.1

Y así, el alma que tiene la voluntad repartida en menudencias es como el agua que, teniendo por donde se derramar hacia abajo, no crece para arriba, y así no es de provecho.

§ 1.10.1

Que por eso el patriarca Jacob (Gn. 49, 4) comparó a su hijo Rubén al agua derramada, porque en cierto pecado había dado rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no crezcas; como si dijera: Porque estás derramado según los apetitos como el agua, no crecerás en virtud.

§ 1.10.1

Que por eso el patriarca Jacob (Gn. 49, 4) comparó a su hijo Rubén al agua derramada, porque en cierto pecado había dado rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no crezcas; como si dijera: Porque estás derramado según los apetitos como el agua, no crecerás en virtud.

§ 1.10.1

Que por eso el patriarca Jacob (Gn. 49, 4) comparó a su hijo Rubén al agua derramada, porque en cierto pecado había dado rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no crezcas; como si dijera: Porque estás derramado según los apetitos como el agua, no crecerás en virtud.

§ 1.10.1

Y así como el agua caliente, no estando cubierta, fácilmente pierde el calor, y como las especies aromáticas, desenvueltas, van perdiendo la fragancia y fuerza de su olor, así el alma no recogida en un solo apetito de Dios, pierde el valor y vigor en la virtud.

§ 1.10.1

Y así como el agua caliente, no estando cubierta, fácilmente pierde el calor, y como las especies aromáticas, desenvueltas, van perdiendo la fragancia y fuerza de su olor, así el alma no recogida en un solo apetito de Dios, pierde el valor y vigor en la virtud.

§ 1.10.2

Y enflaquecen la virtud del alma los apetitos, porque son en ella como los renuevos que nacen en rededor del árbol y le llevan la virtud para que él no lleve tanto fruto.

§ 1.10.2

Y de estas tales almas dice el Señor (Mt. 24, 19): Vae praegnantibus et nutrientibus in illis diebus!, esto es: ¡Ay de los que en aquellos días estuvieren preñados y de los que criaren! La cual preñez y cría entiende por la de los apetitos, los cuales, si no se atajan, siempre irán quitando más virtud al alma y crecerán para mal del alma, como los renuevos en el árbol.

§ 1.10.2

Porque, en efecto, ellos son también como las sanguijuelas, que siempre están chupando la sangre de las venas, porque así las llama el Eclesiástico (Pv. 30, 15), diciendo: Sanguijuelas son las hijas, esto es, los apetitos; siempre dicen: Daca, daca.

§ 1.11.2

A esto respondo: lo primero que, aunque es verdad que no todos los apetitos son tan perjudiciales unos como otros ni embarazan al alma, (todos en igual manera se han de mortificar.

§ 1.11.2

Hablo de los voluntarios, porque los apetitos naturales poco o nada impiden para la unión al alma) cuando no son consentidos; ni pasan de primeros movimientos todos aquellos en que la voluntad racional antes ni después tuvo parte; porque quitar éstos, que es mortificarlos del todo, en esta vida es imposible, y éstos no impiden de manera que no se pueda llegar a la divina unión, aunque del todo no estén, como digo, mortificados; porque bien los puede tener el natural, y estar el alma, según el espíritu racional, muy libre de ellos, porque (aún) acaecerá a veces, que esté el alma en harta unión de oración de quietud en la voluntad, y que actualmente moren éstos en la parte sensitiva del hombre, no teniendo en ellos parte la parte superior que está en oración.

§ 1.11.3

Mas de los apetitos voluntarios, que son pecados veniales de advertencia, aunque sean de mínimas cosas, como he dicho, basta uno que no se venza para impedir.

§ 1.11.4

Estas imperfecciones habituales son: como una común costumbre de hablar mucho, un asimientillo a alguna cosa que nunca acaba de querer vencer, así como a persona, a vestido, a libro, celda, tal manera de comida y otras conversacioncillas y gustillos en querer gustar de las cosas, saber y oír, y otras semejantes.

§ 1.11.4

Estas imperfecciones habituales son: como una común costumbre de hablar mucho, un asimientillo a alguna cosa que nunca acaba de querer vencer, así como a persona, a vestido, a libro, celda, tal manera de comida y otras conversacioncillas y gustillos en querer gustar de las cosas, saber y oír, y otras semejantes.

§ 1.11.4

Porque eso me da que una ave esté asida a un hilo delgado que a uno grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar.

§ 1.11.4

Y así es lástima ver algunas almas como unas ricas naos cargadas de riquezas, y obras, y ejercicios espirituales, y virtudes, y mercedes que Dios las hace, y por no tener ánimo para acabar con algún gustillo, o asimiento, o afición -que todo es uno-, nunca van adelante, ni llegan al puerto de la perfección, que no estaba en más que dar un buen vuelo y acabar de quebrar aquel hilo de asimiento o quitar aquella pegada rémora, de apetito.

§ 1.11.5

Porque, como él mismo dice (11, 34), de una sola centella se aumenta el fuego.

§ 1.11.6

Porque así como el madero no se transforma en el fuego por un solo grado de calor que falte en su disposición, así no se transformará el alma en Dios por una imperfección que tenga, aunque sea menos que apetito voluntario; porque, como después se dirá en la noche de la fe, el alma no tiene más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en algo no queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina transformación.

§ 1.11.6

Porque así como el madero no se transforma en el fuego por un solo grado de calor que falte en su disposición, así no se transformará el alma en Dios por una imperfección que tenga, aunque sea menos que apetito voluntario; porque, como después se dirá en la noche de la fe, el alma no tiene más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en algo no queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina transformación.

§ 1.11.6

Porque así como el madero no se transforma en el fuego por un solo grado de calor que falte en su disposición, así no se transformará el alma en Dios por una imperfección que tenga, aunque sea menos que apetito voluntario; porque, como después se dirá en la noche de la fe, el alma no tiene más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en algo no queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina transformación.

§ 1.11.8

Para que entendamos cómo, para entrar en esta divina unión, ha de morir todo lo que vive en el alma, poco y mucho, chico y grande, y el alma ha de quedar sin codicia de todo ello y tan desasida, como si ello no fuese para ella ni ella para ello.

§ 1.11.8

Lo cual nos enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29­31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no usasen.

§ 1.11.8

Lo cual nos enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29­31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no usasen.

§ 1.11.8

Lo cual nos enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29­31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no usasen.

§ 1.11.8

Lo cual nos enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29­31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no usasen.

§ 1.11.8

Lo cual nos enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29­31), diciendo: Lo que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no usasen.

§ 1.12.2

Lo segundo, si basta cualquier apetito, por mínimo que sea, y de cualquiera especie que sea, a causar todos estos (cinco daños) juntos, o solamente unos causan unos y otros otros, como unos causan tormento, otros cansancio, otros tiniebla, etc.

§ 1.12.3

A lo segundo digo que, así estos que son de materia de pecado mortal como los voluntarios de materia de pecado venial y los que son de materia de imperfección, cada uno de ellos basta para causar en el alma todos estos daños positivos juntos.

§ 1.12.3

Los cuales, aunque en cierta manera son privativos, llamámoslos aquí positivos, porque responden a la conversión de la criatura, así como el privativo responde a la aversión de Dios.

§ 1.12.5

Porque, así como un acto de virtud produce en el alma y cría juntamente suavidad, paz, consuelo, luz, limpieza y fortaleza, así un apetito desordenado causa tormento, fatiga, cansancio, ceguera y flaqueza.

§ 1.12.5

Aunque no ignoro que hay algunos tan ciegos e insensibles que no lo sienten, porque, como no andan en Dios, no echan de ver lo que les impide a Dios.

§ 1.13.1

Pasiva es en que el alma no hace nada, sino Dios la obra en ella, y ella se ha como paciente.

§ 1.13.2

Estos avisos que aquí se siguen de vencer los apetitos, aunque son breves y pocos, yo entiendo que son tan provechosos y eficaces como compendiosos, de manera que el que de veras se quisiese ejercitar en ellos, no le harán falta otros ningunos, antes en éstos los abrazará todos.

§ 1.13.3

Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él.

§ 1.13.4

Lo segundo, para poder bien hacer esto, cualquiera gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloria de Dios, renúncielo y quédese vacío de él por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso, que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba él su comida y manjar (Jn. 4, 34).

§ 1.13.4

Y de esta manera ha de procurar dejar luego mortificados y vacíos de aquel gusto a los sentidos, como a oscuras.

§ 1.13.10

Porque, aunque es verdad que allí habla de lo espiritual e interior, también trata del espíritu de imperfección según lo sensual y exterior, como se puede ver en los dos caminos que están en los lados de la senda de perfección.

§ 1.14.1

Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que trata de la noche sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del sentido y por qué se llama noche; y también habiendo dado el orden y modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, síguese ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la dicha canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta noche que es la espiritual.

§ 1.15.1

Porque el alma, después del primer pecado original, verdaderamente está como cautiva en este cuerpo mortal, sujeta a las pasiones y apetitos naturales, del cerco y sujeción de los cuales tiene ella por dichosa ventura haber salido sin ser notada, esto es, sin ser de ninguno de ellos impedida ni comprehendida.

§ 2.1.1

Lo cual le fue muy mayor ventura, por la mayor dificultad que hay en sosegar esta casa de la parte espiritual, y poder entrar en esta oscuridad interior, que es la desnudez espiritual de todas las cosas, así sensuales como espirituales, sólo estribando en pura fe y subiendo por ella a Dios.

§ 2.1.1

Y no sólo eso, sino que va el alma tan encubierta y escondida y ajena de todos los engaños del demonio, que verdaderamente camina, como también aquí dice, a oscuras y en celada, es a saber, para el demonio, al cual la luz de la fe le es más que tinieblas.

§ 2.1.1

Y así, el alma que por ella camina le podemos decir que en celada y encubierta al demonio camina, como adelante se verá más claro.

§ 2.1.2

Por eso dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal ventura tiene que puede caminar por la oscuridad de la fe, tomándola por guía de ciego, saliendo él de todas las fantasmas naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como habemos dicho.

§ 2.1.2

Que por eso no dice aquí que salió con ansias, como en la primera noche del sentido, porque, para ir en la noche del sentido y desnudarse de lo sensible, eran menester ansias de amor sensible para acabar de salir; pero, para acabar de sosegar la casa del espíritu, sólo se requiere negación de todas las potencias y gustos y apetitos espirituales en pura fe.

§ 2.1.3

Y es de saber que la primera canción, hablando acerca de la parte sensitiva, dice que salió en noche oscura; y aquí, hablando acerca de la parte espiritual, dice que salió a oscuras, por ser muy mayor la tiniebla de la parte espiritual, así como la oscuridad es mayor tiniebla que la de la noche, porque, por oscura que una noche sea, todavía se ve algo, pero en la oscuridad no se ve nada.

§ 2.1.3

Pero esta noche espiritual, que es la fe, todo lo priva, así en entendimiento como en sentido.

§ 2.2.1

Porque la primera, que es la del sentido, es comparada a la prima de la noche, que es cuando cesa la vista de todo objeto sensitivo, y así no está tan remota de la luz como la media noche.

§ 2.2.1

La tercera parte, que es el antelucano, que es ya lo que está próximo a la luz del día, no es tan oscuro como la media noche, pues ya está inmediata a la ilustración e información de la luz del día, y ésta es comparada a Dios.

§ 2.2.1

Porque, aunque es verdad que Dios es para el alma tan oscura noche como la fe, hablando naturalmente, pero, porque, acabadas ya estas tres partes (de la noche), que para el alma lo son naturalmente, ya va Dios ilustrando al alma sobrenaturalmente con el rayo de su divina luz, lo cual es el principio de la perfecta unión que se sigue pasada la tercera noche, se puede decir que es menos oscura.

§ 2.2.3

Pues esta segunda parte de la fe habemos ahora de probar cómo es noche para el espíritu, así como la primera lo es para el sentido.

§ 2.3.1

De aquí es que, para el alma, esta excesiva luz que se le da de fe le es oscura tiniebla, porque lo más priva (y vence) lo menos, así como la luz del sol priva otras cualesquier luces, de manera que no parezcan luces cuando ella luce, y vence nuestra potencia visiva, de manera que antes la ciega y priva de la vista que se le da, por cuanto su luz es muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva.

§ 2.3.2

De donde ninguna cosa, de suyo, puede saber sino por vía natural; lo cual es sólo lo que alcanza por los sentidos, para lo cual ha de tener los fantasmas y las figuras de los objetos presentes en sí o en sus semejantes, y de otra manera, no; porque, como dicen los filósofos: ab obiecto et potentia paritur notitia, esto es: del objeto presente y de la potencia nace en el alma la noticia.

§ 2.3.3

Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17), fides ex auditu, como si dijera: la fe no es ciencia que entra por ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo que entra por el oído.

§ 2.3.3

Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17), fides ex auditu, como si dijera: la fe no es ciencia que entra por ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo que entra por el oído.

§ 2.3.4

Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los ejemplos dichos; porque, no solamente no hace noticia, y ciencia, pero, como habemos dicho, priva y ciega de otras cualesquier noticias y ciencia, para que puedan bien juzgar de ella.

§ 2.3.6

De manera que lo que de aquí se ha de sacar es que la fe, porque es noche oscura, da luz al alma, que está a oscuras, porque se venga a verificar lo que también dice David (Sal. 138, 11) a este propósito, diciendo: Nox illuminatio mea in deliciis meis, que quiere decir: La noche será mi iluminación en mis deleites; lo cual es tanto como decir: en los deleites de mi pura contemplación y unión con Dios, la noche de la fe será mi guía.

§ 2.4.2

Porque, como quiera que esta transformación y unión es cosa que no puede caer en sentido y habilidad humana, ha de vaciarse de todo lo que puede caer en ella perfectamente y voluntariamente, ahora sea de arriba, ahora de abajo, según el afecto, digo, y voluntad, en cuanto es de su parte; porque a Dios, ¿quién le quitará que él no haga lo que quisiere en el alma resignada, aniquilada y desnuda?

§ 2.4.2

Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su capacidad, de manera que, aunque más cosas sobrenaturales vaya teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta y siente e imagina.

§ 2.4.2

Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su capacidad, de manera que, aunque más cosas sobrenaturales vaya teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta y siente e imagina.

§ 2.4.2

Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su capacidad, de manera que, aunque más cosas sobrenaturales vaya teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta y siente e imagina.

§ 2.4.3

Y así, el alma, si estriba en algún saber suyo o gustar o saber de Dios, como quiera que ello, aunque más sea, sea muy poco y disímil de lo que es Dios para ir por este camino, fácilmente yerra o se detiene, por no se querer quedar bien ciega en fe, que es su verdadera guía.

§ 2.4.4

Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una unión con Dios no ha de ir entendiendo ni arrimándose al gusto, ni al sentido, ni a la imaginación, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni apetito, ni imaginación, ni otro algún sentido, ni en esta vida se puede saber; antes en ella lo más alto que se puede sentir y gustar, etc., de Dios, dista en infinita manera de Dios y del poseerle puramente.

§ 2.4.4

Pues, como quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.

§ 2.4.4

Pues, como quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.

§ 2.4.4

Porque, como decimos, a lo que va, es sobre todo eso, aunque sea lo más que se puede saber o gustar; y así, sobre todo se ha de pasar al no saber.

§ 2.4.6

Y, para quedar libre y vacía para ello, en ninguna manera ha de hacer presa en cuanto en su alma recibiere espiritual o sensitivamente, como declararemos luego, cuando esto tratemos en particular, teniéndolo todo por mucho menos.

§ 2.4.7

Lo cual, así como suena, se ha de entender acerca de este camino espiritual: que el alma, conviene saber, que estuviere a oscuras y se cegare en todas sus luces propias y naturales, verá sobrenaturalmente, y la que a alguna luz suya se quisiere arrimar, tanto más cegará y se detendrá en el camino de la unión.

§ 2.4.8

Y para que procedamos menos confusamente, paréceme será necesario dar a entender en el siguiente capítulo qué cosa sea esto que llamamos unión del alma con Dios; porque, entendido esto, se dará mucha luz en lo que de aquí adelante iremos diciendo; y así entiendo viene bien aquí el tratar de ella como en su propio lugar.

§ 2.4.8

Porque, aunque se corta el hilo de lo que vamos tratando, no es fuera de propósito, pues en este lugar sirve para dar luz en lo mismo que se va tratando; y así, servirá el capítulo infrascrito como de paréntesis, puesto entre una misma entimema, pues luego habemos de venir a tratar en particular de las tres potencias del alma respecto de las tres virtudes teologales acerca de esta segunda noche.

§ 2.5.3

Y, por tanto, ésta se llamará unión de semejanza, así como aquélla, unión esencial o sustancial; aquélla, natural; ésta, sobrenatural; la cual es cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra.

§ 2.5.4

De donde, aunque es verdad que, como habemos dicho, está Dios siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella con su asistencia, no, empero, siempre la comunica el ser sobrenatural.

§ 2.5.5

Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando dijo: Qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt; como si dijera; Dio poder para que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar en Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni tampoco de la voluntad de la carne, esto es, del albedrío de la habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad del varón; en lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender con el entendimiento.

§ 2.5.5

Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice en otra parte: Nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non potest videre regnum Dei; quiere decir: El que no renaciere en el Espíritu Santo, no podrá ver este reino de Dios, que es el estado de perfección.

§ 2.5.6

Si la vidriera tiene algunos velos de manchas o nieblas, no la podrá esclarecer y transformar en su luz totalmente como si estuviera limpia de todas aquellas manchas y sencilla.

§ 2.5.6

Y así, el alma es como esta vidriera, en la cual siempre está embistiendo o, por mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.

§ 2.5.7

Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto se le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada, como también la vidriera le tiene distinto del rayo, estando de él clarificada.

§ 2.5.7

Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto se le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada, como también la vidriera le tiene distinto del rayo, estando de él clarificada.

§ 2.5.8

De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión, como decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni imaginar de Dios ni de otra cualquiera cosa, sino la pureza y amor, que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y de lo otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta transformación si no hay perfecta pureza; y cómo según la proporción de la pureza será la ilustración, iluminación y unión del alma con Dios, en más o en menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo no está perfecta, y clara y limpia.

§ 2.5.8

De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión, como decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni imaginar de Dios ni de otra cualquiera cosa, sino la pureza y amor, que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y de lo otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta transformación si no hay perfecta pureza; y cómo según la proporción de la pureza será la ilustración, iluminación y unión del alma con Dios, en más o en menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo no está perfecta, y clara y limpia.

§ 2.5.10

Porque, aunque es verdad que un alma, según su poca o mucha capacidad, puede haber llegado a unión, pero no en igual grado todas, porque esto es como el Señor quiere dar a cada una.

§ 2.5.10

Es a modo de como le ven en el cielo, que unos ven más, otros menos; pero todos ven a Dios y todos están contentos, porque tienen satisfecha su capacidad.

§ 2.6.1

Habiendo, pues, de tratar de inducir las tres potencias del alma, entendimiento, memoria y voluntad, en esta noche espiritual, que es el medio de la divina unión, necesario es primero dar a entender en este capítulo cómo las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad (que tienen respecto a las dichas tres potencias como propios objetos sobrenaturales, y mediante las cuales el alma se une con Dios según sus potencias), hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en su potencia: la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad.

§ 2.6.1

Porque, como habemos dicho, el alma no se une con Dios en esta vida por el entender, ni por el gozar, ni por el imaginar, ni por otro cualquier sentido, sino sólo por la fe según el entendimiento, y por esperanza según la memoria, y por amor según la voluntad.

§ 2.6.2

Las cuales tres virtudes todas hacen, como habemos dicho, vacío en las potencias: la fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de entender; la esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión; y la caridad, vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de todo lo que no es Dios.

§ 2.6.6

Y así como en la noche sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos visibles según el apetito, para que el alma saliese de su término al medio, que es la fe, así en esta noche espiritual daremos, con el favor de Dios, modo cómo las potencias espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como habemos dicho, y disposición para la unión del alma con Dios.

§ 2.6.6

Y así como en la noche sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos visibles según el apetito, para que el alma saliese de su término al medio, que es la fe, así en esta noche espiritual daremos, con el favor de Dios, modo cómo las potencias espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como habemos dicho, y disposición para la unión del alma con Dios.

§ 2.6.7

En la cual manera se halla toda seguridad contra las astucias del demonio y contra la eficacia del amor propio y sus ramas, que es lo que sutilísimamente suele engañar e impedir el camino a los espirituales, por no saber ellos desnudarse, gobernándose según estas tres virtudes; y así, nunca acaban de dar en la sustancia y pureza del bien espiritual, ni van por tan derecho camino y breve como podrían ir.

§ 2.6.8

Y hase de tener advertencia que ahora voy especialmente hablando con los que han comenzado a entrar en estado de contemplación, porque con los principiantes algo más anchamente se ha de tratar esto, como notaremos en el libro segundo, Dios mediante, cuando tratemos de las propiedades de ellos.

§ 2.7.2

Para lo cual se deben notar con advertencia las palabras que por san Mateo, en el capítulo 7 (v. 14), nuestro Salvador dijo de este camino, diciendo así: Quam angusta porta, et arcta via est, quae ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam; quiere decir: ¡Cuán angosta es la puerta y estrecho el camino que guía a la vida, y pocos son los que le hallan! En la cual autoridad debemos mucho notar aquella exageración y encarecimiento que contiene en sí aquella partícula quam; porque es como si dijera: de verdad es mucho angosta más que pensáis.

§ 2.7.3

Porque esta senda del alto monte de perfección, como quiera que ella vaya hacia arriba y sea angosta, tales guiadores requiere, que ni lleven carga que les haga peso cuanto a lo inferior ni (cosa) que les haga embarazo cuanto a lo superior; que, pues es trato en que sólo Dios se busca y se granjea, sólo Dios es el que se ha de buscar y granjear.

§ 2.7.5

De donde les nace que en ofreciéndoseles algo de esto sólido y perfecto, que es la aniquilación de toda suavidad en Dios, en sequedad, en sinsabor, en trabajo (lo cual es la cruz pura espiritual y desnudez de espíritu pobre de Cristo) huyen de ello como de la muerte, y sólo andan a buscar dulzuras y comunicaciones sabrosas en Dios.

§ 2.7.6

6. ¡Oh, quién pudiese dar a entender hasta dónde quiere nuestro Señor que llegue esta negación! Ella, cierto, ha de ser como una muerte y aniquilación temporal y natural y espiritual en todo, en la estimación de la voluntad, en la cual se halla toda negación.

§ 2.7.6

Y esto enseñó Su Majestad a aquellos dos discípulos que le iban a pedir diestra y siniestra, cuando, no dándoles ninguna salida a la demanda de la tal gloria, les ofreció el cáliz que él había de beber, como cosa más preciosa y más segura en esta tierra que el gozar (Mt. 20, 22).

§ 2.7.7

Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola, para que pueda caminar por esta angosta senda en todo lo que le puede pertenecer según el sentido, como habemos dicho, y según el alma, como ahora diremos, que es en su entender, y en su gozar, y en su sentir.

§ 2.7.7

Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola, para que pueda caminar por esta angosta senda en todo lo que le puede pertenecer según el sentido, como habemos dicho, y según el alma, como ahora diremos, que es en su entender, y en su gozar, y en su sentir.

§ 2.7.7

De manera que no sólo quede desapropiada en lo uno y en lo otro, mas que con esto segundo espiritual no quede embarazada para el angosto camino, pues en él no cabe más que la negación, como da a entender el Salvador, y la cruz, que es el báculo para (poder) arribar, por el cual grandemente le aligera y facilita.

§ 2.7.8

Y si en este ejercicio hay falta, que es el total y la raíz de las virtudes, todas esotras maneras es andar por las ramas y no aprovechar, aunque tengan tan altas consideraciones y comunicaciones como los ángeles.

§ 2.7.10

Cuanto a lo primero, cierto está que él murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida y naturalmente en su muerte; porque, como él dijo (Mt. 8, 20), en la vida no tuvo dónde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos.

§ 2.7.11

Y esto fue, como digo, al tiempo y punto que este Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca de la reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían burla de él que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó porque puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando así aniquilado y resuelto así como en nada.

§ 2.7.11

Y esto fue, como digo, al tiempo y punto que este Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca de la reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían burla de él que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó porque puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando así aniquilado y resuelto así como en nada.

§ 2.7.11

Y esto fue, como digo, al tiempo y punto que este Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca de la reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían burla de él que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó porque puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando así aniquilado y resuelto así como en nada.

§ 2.7.12

Pero hacerla ha en el día del juicio, porque a ellos les convenía primero hablar esta palabra de Dios, como a gente que Dios puso por blanco de ella según las letras y más alto estado (cf.

§ 2.7.13

Pero hablemos ahora con el entendimiento del espiritual, y particularmente de aquél a quien Dios ha hecho merced de poner en el estado de contemplación, porque, como he dicho, ahora voy particularmente con éstos hablando, y digamos cómo se ha de enderezar a Dios en fe y purgarse de las cosas contrarias, angostándose para entrar por esta senda angosta de oscura contemplación.

§ 2.8.2

De donde, si quisiesen disponer al madero con otro medio que el propio, que es el calor, así como con aire, o agua, o tierra, sería imposible que el madero se pudiera unir con el fuego; así como también lo sería llegar a la ciudad si no va por el propio camino que junta con ella.

§ 2.8.2

De donde, si quisiesen disponer al madero con otro medio que el propio, que es el calor, así como con aire, o agua, o tierra, sería imposible que el madero se pudiera unir con el fuego; así como también lo sería llegar a la ciudad si no va por el propio camino que junta con ella.

§ 2.8.3

Porque, aunque es verdad que todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios y rastro de Dios -unas más y otras menos, según su más principal o menos principal ser-, de Dios a ellas ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su divino ser y el de ellas es infinita, y por eso es imposible que el entendimiento pueda dar en Dios por medio de las criaturas, ahora sean celestiales, ahora terrenas, por cuanto no hay proporción de semejanza.

§ 2.8.3

Y en otra parte (Sal. 76, 14): Dios, tu camino está en lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios? Como si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe.

§ 2.8.3

Y en otra parte (Sal. 76, 14): Dios, tu camino está en lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios? Como si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe.

§ 2.8.3

Como si dijera: siendo él alto en su ser, ve ser muy bajo el ser de las cosas de acá abajo, comparándole con su alto ser; y las cosas altas, que son las criaturas celestiales, velas y conócelas estar de su ser muy lejos.

§ 2.8.4

Porque, si hablamos naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de las cosas que por los sentidos corporales se reciben, las cuales cosas, habemos dicho, no pueden servir de medio, no se puede aprovechar de la inteligencia natural.

§ 2.8.4

Y ésta es la causa por que Moisés en la zarza, como se dice en los Actos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente; porque conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios como convenía, conforme a lo que de Dios sentía.

§ 2.8.4

Y ésta es la causa por que Moisés en la zarza, como se dice en los Actos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente; porque conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios como convenía, conforme a lo que de Dios sentía.

§ 2.8.5

Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios; porque todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil y desproporcionado, como habemos dicho, a Dios.

§ 2.8.5

Por el platero, que dice que no le figurará con las lañas de plata, se entiende la memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente se puede decir que sus noticias y las imaginaciones que puede fingir y fabricar son como lañas de plata.

§ 2.8.5

Y así, es como si dijera: ni el entendimiento con sus inteligencias podrá (entender cosa semejante a él, ni la voluntad podrá) gustar deleite y suavidad que se parezca a la que es Dios, ni la memoria pondrá en la imaginación noticias e imágenes que le representen.

§ 2.9.1

Porque, así como Dios es infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento.

§ 2.9.1

Porque, así como Dios es infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento.

§ 2.9.1

Porque, así como Dios es infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento.

§ 2.9.3

Y todas las veces que Dios se comunicaba mucho parecía en tiniebla, como es de ver en Job (38, 1; 40, 1), donde dice la sagrada Escritura que habló Dios con él desde el aire tenebroso.

§ 2.9.3

Las cuales tinieblas todas significan la oscuridad de la fe en que está cubierta la Divinidad, comunicándose al alma; la cual acabada que será, como cuando dice san Pablo (1 Cor. 13, 10) se (acabará lo que es en parte, que es esta tiniebla de fe, y vendrá) lo que es perfecto, que es la divina luz.

§ 2.9.5

Resta, pues, ahora declarar en particular, de todas las inteligencias y aprehensiones que puede recibir el entendimiento, el impedimento y daño que puede recibir en este camino de fe, y cómo se ha de haber el alma en ellas para que antes le sean provechosas que dañosas, así de las que son de parte de los sentidos como las que son del espíritu.

§ 2.10.1

Para haber de tratar en particular del provecho y daño que pueden hacer al alma, acerca de este medio que habemos dicho de fe para la divina unión, las noticias y aprehensiones del entendimiento, es necesario poner aquí una distinción de todas las aprehensiones, así naturales como sobrenaturales, que puede recibir, para que luego por su orden más distintamente vayamos enderezando en ellas al entendimiento en la noche y oscuridad de la fe; lo cual será con la brevedad que pudiéremos.

§ 2.11.2

Porque así como son más exteriores y corporales, así tanto menos ciertas son de Dios.

§ 2.11.2

Porque más propio y ordinario le es a Dios comunicarse al espíritu, en lo cual hay más seguridad y provecho para el alma, que al sentido, en el cual ordinariamente hay mucho peligro y engaño, por cuanto en ellas se hace el sentido corporal juez y estimador de las cosas espirituales, pensando que son así como lo siente, siendo ellas tan diferentes como el cuerpo del alma y la sensualidad de la razón.

§ 2.11.2

Porque más propio y ordinario le es a Dios comunicarse al espíritu, en lo cual hay más seguridad y provecho para el alma, que al sentido, en el cual ordinariamente hay mucho peligro y engaño, por cuanto en ellas se hace el sentido corporal juez y estimador de las cosas espirituales, pensando que son así como lo siente, siendo ellas tan diferentes como el cuerpo del alma y la sensualidad de la razón.

§ 2.11.2

Porque tan ignorante es el sentido corporal de las cosas razonales, espirituales digo, como un jumento de las cosas razonales, y aún más.

§ 2.11.3

Y así, yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro se pone de ser engañado, y, por lo menos, tendrá en sí total impedimento para ir a lo espiritual; porque todas aquellas cosas corporales no tienen, como habemos dicho, proporción alguna con las espirituales.

§ 2.11.4

Porque aunque de ellas se comunique algún espíritu (como se comunica siempre que son de Dios) es mucho menos que si las mismas cosas fueran más espirituales e interiores.

§ 2.11.4

Y así, son muy fáciles y ocasionadas para criar error y presunción, y vanidad en el alma; porque, como son tan palpables y materiales, mueven mucho al sentido, y parécele al juicio del alma que es más por ser más sensible, y vase tras ello, desamparando a la fe, pensando que aquella luz es la guía y medio de su pretensión, que es la unión de Dios; y pierde más el camino y medio que es la fe, cuanto más caso hace de las tales cosas.

§ 2.11.5

Y, además de eso, como ve el alma que le suceden tales cosas y extraordinarias, muchas veces se le ingiere secretamente cierta opinión de sí de que ya es algo delante de Dios, lo cual es contra humildad.

§ 2.11.6

La razón de esto es porque la visión corporal o sentimiento en alguno de los otros sentidos, así como también en otra cualquiera comunicación de las más interiores, si es de Dios, en ese mismo punto que parece o se siente hace su efecto en el espíritu, sin dar lugar que el alma tenga tiempo de deliberación en quererlo o no quererlo.

§ 2.11.6

Porque, así como Dios da aquellas cosas sobrenaturalmente sin diligencia bastante y sin habilidad de ella, (así, sin la diligencia y habilidad de ella), hace Dios el efecto que quiere con las tales cosas en ella, porque es cosa que se hace y obra pasivamente en el espíritu.

§ 2.11.6

Y así, no consiste en querer o no querer, para que sea o deje de ser, así como si a uno echasen fuego estando desnudo, poco aprovecharía no querer quemarse; porque el fuego por fuerza había de hacer su efecto.

§ 2.11.6

Aunque éstas no son de tanta eficacia en el alma como las de Dios en el bien; porque las del demonio sólo pueden poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a más si ella no quiere, y alguna inquietud que no dura mucho, si el poco ánimo y recato del alma no da causa que dure.

§ 2.11.7

Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir, aunque, como digo, sean de Dios, porque, si las quiere admitir, hay seis inconvenientes:

§ 2.11.7

El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a la fe las cosas que se experimentan con los sentidos; porque la fe, como habemos dicho, es sobre todo sentido.

§ 2.11.7

Así como tampoco dejó a María Magdalena (Jn. 20, 17) que llegase a sus pies después de resucitado, porque se fundase en fe.

§ 2.11.7

Lo sexto es que en quererlas admitir abre puerta al demonio para que le engañe en otras semejantes, las cuales sabe él muy bien disimular y disfrazar, de manera que parezcan a las buenas; pues puede, como dice el Apóstol (2 Cor. 11, 14) transfigurarse en ángel de luz.

§ 2.11.8

Porque, si no lo hiciese, tanto lugar daría a las del demonio, y al demonio tanta mano, que no sólo a vueltas de las unas recibiría las otras, mas de tal manera irían multiplicándose las del demonio y cesando las de Dios, que todo se vendría a quedar en demonio y nada de Dios; como ha acaecido a muchas almas incautas y de poco saber, las cuales de tal manera se aseguraron en recibir estas cosas, que muchas de ellas tuvieron mucho que hacer en volver a Dios en la pureza de la fe, y muchas no pudieron volver, habiendo ya el demonio echado en ellas muchas raíces.

§ 2.11.8

Y así como cuando las admite las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad, no aprovechándose ordenadamente de ellas, y va el demonio ingiriendo y aumentando las suyas, porque halla lugar y causa para ellas; así, cuando el alma está resignada y contraria a ellas, el demonio va cesando de que ve que no hace daño, y Dios, por el contrario, va aumentando y aventajando las mercedes en aquel alma humilde y desapropiada, haciéndola sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel en lo poco (Mt. 25, 21).

§ 2.11.8

Y así como cuando las admite las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad, no aprovechándose ordenadamente de ellas, y va el demonio ingiriendo y aumentando las suyas, porque halla lugar y causa para ellas; así, cuando el alma está resignada y contraria a ellas, el demonio va cesando de que ve que no hace daño, y Dios, por el contrario, va aumentando y aventajando las mercedes en aquel alma humilde y desapropiada, haciéndola sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel en lo poco (Mt. 25, 21).

§ 2.11.9

Porque Nuestro Señor de tal manera va probando al alma y levantándola, que primero la da cosas muy exteriores y bajas según el sentido, conforme a su poca capacidad, para que, habiéndose ella como debe, tomando aquellos primeros bocados con sobriedad para fuerza y sustancia, la lleve a más y mejor manjar.

§ 2.11.12

Y así el demonio gusta mucho cuando una alma quiere admitir revelaciones y la ve inclinada a ellas, porque tiene él entonces mucha ocasión y mano para ingerir errores y derogar en lo que pudiere a la fe; porque, como he dicho grande rudeza se pone en el alma que las quiere acerca de ella, y aun a veces hartas tentaciones e impertinencia.

§ 2.12.3

Y así, a estas dos potencias pertenece la meditación, que es acto discursivo por medio de imágenes, formas y figuras, fabricadas e imaginadas por los dichos sentidos; así como imaginar a Cristo crucificado, o en la columna, o en otro paso, o a Dios con grande majestad en un trono; o considerar e imaginar la gloria como una hermosísima luz, etc., y, por el semejante, otras cualesquier cosas, ahora divinas, ahora humanas, que pueden caer en la imaginativa.

§ 2.12.3

Y así, a estas dos potencias pertenece la meditación, que es acto discursivo por medio de imágenes, formas y figuras, fabricadas e imaginadas por los dichos sentidos; así como imaginar a Cristo crucificado, o en la columna, o en otro paso, o a Dios con grande majestad en un trono; o considerar e imaginar la gloria como una hermosísima luz, etc., y, por el semejante, otras cualesquier cosas, ahora divinas, ahora humanas, que pueden caer en la imaginativa.

§ 2.12.3

Todas las cuales imaginaciones se han de venir a vaciar del alma, quedándose a oscuras según este sentido, para llegar a la divina unión, por cuanto no pueden tener alguna proporción de próximo medio con Dios tampoco, como las corporales que sirven de objeto a los cinco sentidos exteriores.

§ 2.12.4

La razón de esto es porque la imaginación no puede fabricar ni imaginar cosas algunas fuera de las que con los sentidos exteriores ha experimentado, es a saber: visto con los ojos, oído con los oídos, etc.; o, cuando mucho, componer semejanzas de estas cosas vistas u oídas y sentidas, que no suben a mayor entidad, ni a tanta, (como) aquéllas que recibió por los sentidos dichos.

§ 2.12.4

Y por cuanto todas las cosas criadas, como ya está dicho, no pueden tener alguna proporción con el ser de Dios, de ahí se sigue que todo lo que imaginare a semejanza de ellas no puede servir de medio próximo para la unión con él, antes, como decimos, mucho menos.

§ 2.12.4

Y por cuanto todas las cosas criadas, como ya está dicho, no pueden tener alguna proporción con el ser de Dios, de ahí se sigue que todo lo que imaginare a semejanza de ellas no puede servir de medio próximo para la unión con él, antes, como decimos, mucho menos.

§ 2.12.5

De donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras de éstas, o como un gran fuego o resplandor, u otras cualesquier formas, y piensan que algo de aquello será semejante a él, harto lejos van de él.

§ 2.12.5

Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al termino, el cual no es como los medios remotos, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la escalera no tienen que ver con el término y estancia de la subida, para lo cual son medios.

§ 2.12.5

Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al termino, el cual no es como los medios remotos, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la escalera no tienen que ver con el término y estancia de la subida, para lo cual son medios.

§ 2.12.5

Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al termino, el cual no es como los medios remotos, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la escalera no tienen que ver con el término y estancia de la subida, para lo cual son medios.

§ 2.12.6

De donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo ellos ejercitádose en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes, queriéndolos Dios recoger (a bienes) más espirituales interiores e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados; y así, todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de ser así.

§ 2.12.6

En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en aquella manera primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual.

§ 2.12.6

Porque, cuanto el alma se pone más en espíritu, más cesa en obra de las potencias en actos particulares, porque se pone ella más en un acto general y puro; y así, cesan de obrar las potencias que caminaban para aquello donde el alma llegó, así como cesan y paran los pies acabando su jornada, porque, si todo fuese andar, nunca habría llegar, y si todos fuesen medios, ¿dónde o cuándo se gozarían los fines y término?

§ 2.12.7

Lo cual no acaece sin gran desgana y repugnancia del alma, que se quisiera estar en aquella paz, que no entiende, como en su propio puesto.

§ 2.12.7

Bien así como el que llegó con trabajo donde descansa, si le hacen volver al trabajo, siente pena.

§ 2.12.7

Y como ellos no saben el misterio de aquesta novedad, dales imaginación que es estarse ociosos y no haciendo nada, y así no se dejan quietas, procurando considerar y discurrir, de donde se llenan de sequedad y trabajo por sacar el jugo que ya por allí no han de sacar.

§ 2.12.8

A estos tales se les ha de decir que aprendan a estarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se den nada por la imaginación ni por la obra de ella, pues aquí, como decimos, descansan las potencias y no obran activamente, sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas.

§ 2.12.8

Y si algunas veces obran, no es con fuerza ni muy procurado discurso, sino con suavidad de amor; más movidas de Dios que de la misma habilidad del alma, como adelante se declarará.

§ 2.13.1

Porque, así como conviene dejarlas a su tiempo para ir a Dios, porque no impidan, así también es necesario no dejar la dicha meditación imaginaria antes de tiempo para no volver atrás.

§ 2.13.2

La primera es ver en sí que ya no puede meditar ni discurrir con la imaginación, ni gustar de ello como de antes solía; antes halla ya sequedad en lo que de antes solía fijar el sentido y sacar jugo.

§ 2.13.6

Y no basta tener la primera sola sin la segunda, porque podría ser que no poder ya imaginar y meditar en las cosas de Dios como antes, fuese por su distracción y poca diligencia; para lo cual ha de ver también en sí la segunda, que es no tener gana ni apetito de pensar en otras cosas extrañas.

§ 2.13.6

Contra lo cual ha de tener la tercera, que es noticia y atención amorosa en paz, etc., como habemos dicho.

§ 2.14.1

La primera, porque en cierta manera se le ha dado al alma todo el bien espiritual que había de hallar en las cosas de Dios por vía de la meditación y discurso; cuyo indicio es el no poder ya meditar ni discurrir como antes y no hallar en ello jugo ni gusto de nuevo como antes hallaba, porque no había corrido hasta entonces hasta el espíritu que allí había para él.

§ 2.14.1

La primera, porque en cierta manera se le ha dado al alma todo el bien espiritual que había de hallar en las cosas de Dios por vía de la meditación y discurso; cuyo indicio es el no poder ya meditar ni discurrir como antes y no hallar en ello jugo ni gusto de nuevo como antes hallaba, porque no había corrido hasta entonces hasta el espíritu que allí había para él.

§ 2.14.1

Por lo cual dijo el santo Job (6, 6): Numquid poterit comedi insulsum, quod non est sale conditum? ¿Por ventura (se) podrá comer lo desabrido, que no está guisado con sal? Esta es la causa de no poder considerar ni discurrir como antes: el poco sabor que en ello halla el espíritu y el poco provecho.

§ 2.14.2

Y así como muchos actos en cualquiera cosa vienen a engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas, que el alma ha ido sacando en veces particularmente, vienen por el uso a continuarse tanto, que se hace hábito en ella.

§ 2.14.2

Y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por su trabajo de meditar en noticias particulares, ya, como decimos, por el uso se ha hecho y vuelto en ella en hábito y sustancia de una noticia amorosa general, no distinta ni particular como antes.

§ 2.14.2

Y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por su trabajo de meditar en noticias particulares, ya, como decimos, por el uso se ha hecho y vuelto en ella en hábito y sustancia de una noticia amorosa general, no distinta ni particular como antes.

§ 2.14.2

Por lo cual, en poniéndose en oración, ya, como quien tiene allegada el agua, bebe sin trabajo en suavidad, sin ser necesario sacarla por los arcaduces de las pesadas consideraciones y formas y figuras.

§ 2.14.3

Porque le acaece como a niño que, estando recibiendo la leche, que ya tiene en el pecho allegada y junta, le quitan el pecho y le hacen que con la diligencia de su estrujar y manosear la vuelva a querer sacar y juntar; o como el que, habiendo quitado la corteza, está gustando la sustancia, si se la hiciesen dejar para que volviese a quitar la dicha corteza que ya estaba quitada, que no hallaría corteza y dejaría de gustar de la sustancia que ya tenía entre las manos; siendo en esto semejante al que deja la presa que tiene por la que no tiene.

§ 2.14.3

Porque le acaece como a niño que, estando recibiendo la leche, que ya tiene en el pecho allegada y junta, le quitan el pecho y le hacen que con la diligencia de su estrujar y manosear la vuelva a querer sacar y juntar; o como el que, habiendo quitado la corteza, está gustando la sustancia, si se la hiciesen dejar para que volviese a quitar la dicha corteza que ya estaba quitada, que no hallaría corteza y dejaría de gustar de la sustancia que ya tenía entre las manos; siendo en esto semejante al que deja la presa que tiene por la que no tiene.

§ 2.14.4

Y así hacen muchos que comienzan a entrar en este estado, que, pensando que todo el negocio está en ir discurriendo y entendiendo particularidades por imágenes y formas, que son la corteza del espíritu, como no las hallan en aquella quietud amorosa y sustancial en que se quiere estar su alma, donde no entienden cosa clara, piensan que se van perdiendo y que pierden tiempo, y vuelven a buscar la corteza de su imagen y discurso, la cual no hallan, porque está ya quitada; y así ni gozan la sustancia ni hallan meditación y túrbanse a sí mismos, pensando que vuelven atrás y que se pierden.

§ 2.14.4

Y, a la verdad, se pierden, (aunque no como ellos piensan, porque se pierden) a los propios sentidos y a la primera manera de sentir, lo cual es irse ganando al espíritu que se les va dando; en el cual cuanto van ellos menos entendiendo, van entrando más en la noche del espíritu, de que en este libro tratamos, por donde han de pasar para unirse con Dios sobre todo saber.

§ 2.14.5

Solamente, como arriba queda notado, suele en este recogimiento la imaginativa de suyo ir y venir y variar, mas no con gusto y voluntad del alma, antes en ello siente pena, porque la inquieta la paz y sabor.

§ 2.14.6

Y es porque, si el alma entonces no tuviese esta noticia o asistencia en Dios, seguirse hía que ni haría nada ni tendría nada el alma; porque, dejando la meditación, mediante la cual obra el alma discurriendo con las potencias sensitivas y faltándole también la contemplación, que es la noticia general que decimos, en la cual tiene el alma actuadas las potencias espirituales, que son memoria, entendimiento y voluntad, unidas ya en esta noticia obrada ya y recibida en ellas, faltarle hía necesariamente al alma todo ejercicio acerca de Dios, como quiera que el alma no pueda obrar ni recibir lo obrado, si no es por vía de estas dos maneras de potencias sensitivas y espirituales.

§ 2.14.6

Porque, como habemos dicho, mediante las potencias sensitivas puede ella discurrir y buscar y obrar las noticias de los objetos; y mediante las potencias espirituales puede gozar las noticias ya recibidas en estas dichas potencias, sin que obren ya las potencias.

§ 2.14.7

Y así, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca de las unas y de las otras potencias, es la que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, o la que hay entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es también como estar guisando la comida, o estar comiéndola y gustándola ya guisada y masticada, sin alguna manera de ejercicio de obra; y la que hay entre ir recibiendo, y aprovechándose ya del recibo.

§ 2.14.10

Mas, cuando esta luz divina no embiste con tanta fuerza en el alma, ni siente tiniebla, ni ve luz, ni aprehende nada que ella sepa, de acá ni de allá; y, por tanto, se queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba, ni qué se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo.

§ 2.14.11

De donde al alma esta oración, aunque, como decimos, le dure mucho, le parece brevísima, porque ha estado unida en inteligencia pura, que no está en tiempo.

§ 2.14.11

Lo cual dice David (Sal. 101, 8) haberle a él acaecido, volviendo en sí del mismo olvido, diciendo: Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto; que quiere decir: Recordé y halléme hecho como el pájaro solitario en el tejado.

§ 2.14.11

Y así, se queda el alma como ignorante de todas las cosas, porque solamente sabe a Dios sin saber cómo.

§ 2.14.11

De donde, aunque (como habemos dicho) al alma en esta noticia le parezca que no hace nada, ni está empleada en nada, porque no obra nada con los sentidos ni con las potencias, crea que no se está perdiendo tiempo, porque, aunque cese la armonía de las potencias del alma, la inteligencia de ella está de la manera que habemos dicho.

§ 2.14.11

Como si dijera: aunque duermo yo, según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar, mi corazón vela, sobrenaturalmente elevado en noticia sobrenatural.

§ 2.14.12

Pero es de saber que no se ha de entender que esta noticia ha de causar por fuerza este olvido para ser como aquí decimos, que eso sólo acaece cuando abstrae al alma del ejercicio de todas las potencias naturales y espirituales; lo cual acaece las menos veces, porque no siempre ocupa toda el alma.

§ 2.14.12

Que, para que sea la que basta en el caso que vamos tratando, basta que el entendimiento esté abstraído de cualquiera noticia particular, ahora temporal, ahora espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar acerca de unas ni de otras, como habemos dicho, porque entonces es señal que está el alma empleada.

§ 2.14.12

Y por eso la llama noticia amorosa general, porque, así como lo es en el entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es en la voluntad, comunicándola sabor y amor confusamente, sin que sepa distintamente lo que ama.

§ 2.14.13

Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar empleada en esta noticia para haber de dejar la vía del discurso espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace nada el alma, está bien empleada, si se ve con las dichas señales, y para que también se entienda, por la comparación que habemos dicho, cómo, no porque esta luz se represente al entendimiento más comprehensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo cuando está lleno de átomos, por eso la ha de tener el alma por más pura, subida y clara; pues está claro que, según dice Aristóteles y los teólogos, cuanto más alta es la luz divina y más subida, más oscura es para nuestro entendimiento.

§ 2.14.14

De esta divina noticia hay mucho que decir, así de ella en sí como de los efectos que hace en los contemplativos.

§ 2.14.14

Porque, dejado que es materia que pocas veces se trata por este estilo, ahora de palabra como de escritura, por ser ella en sí extraordinaria y oscura, añádese también mi torpe estilo y poco saber.

§ 2.15.1

A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho.

§ 2.15.1

A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho.

§ 2.15.2

En lo cual pasivamente se le comunica Dios, así como al que tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin hacer él más que tenerlos abiertos, se le comunica la luz.

§ 2.15.2

Y este recibir la luz que sobrenaturalmente se le infunde, es entender pasivamente, pero dícese que no obra, no porque no entienda, sino porque entiende lo que no le cuesta su industria, sino sólo recibir lo que le dan, como acaece en las iluminaciones e ilustraciones o inspiraciones de Dios.

§ 2.15.3

De donde, si quisiere entonces entender y considerar cosas particulares, aunque más espirituales fuesen, impediría la luz limpia y sencilla general del espíritu, poniendo aquellas nubes en medio, así como al que delante de los ojos se le pusiese alguna cosa en que, tropezando la vista, se le impidiese la luz y vista de adelante.

§ 2.15.4

De donde se sigue claro que, como el alma se acabe de purificar y vaciar de todas las formas e imágenes aprehensibles, se quedará en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma; pero, por las formas y velos de criatura con que el alma está velada y embarazada, no se le infunde.

§ 2.15.4

Que, si quitase estos impedimentos y velos del todo, como después se dirá, quedándose en la pura desnudez y pobreza de espíritu, luego el alma, ya sencilla y pura, se transforma en la sencilla y pura sabiduría, que es el Hijo de Dios; porque faltando lo natural al alma enamorada, luego se infunde de lo divino, natural y sobrenaturalmente, porque no se dé vacío en la naturaleza.

§ 2.15.5

Y si, como habemos dicho, le hiciere escrúpulo de que no hace nada, advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacate, et videte quoniam ego sum Deus; como si dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es a saber, interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios.

§ 2.15.5

Y si, como habemos dicho, le hiciere escrúpulo de que no hace nada, advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacate, et videte quoniam ego sum Deus; como si dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es a saber, interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios.

§ 2.16.2

Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas.

§ 2.16.2

Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas.

§ 2.16.2

Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas.

§ 2.16.3

Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores representan las imágenes y especies de sus objetos a estos interiores, así sobrenaturalmente, como decimos, sin los sentidos exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas.

§ 2.16.3

Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores representan las imágenes y especies de sus objetos a estos interiores, así sobrenaturalmente, como decimos, sin los sentidos exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas.

§ 2.16.3

De donde, debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría; como a cada paso se ve en la sagrada Escritura, como (vio) Isaías a Dios en su gloria debajo del humo que cubría el templo y de los serafines que cubrían con las alas el rostro y los pies (6, 2­4); Jeremías la vara que velaba (1, 11), Daniel multitud de visiones (7, 10), etc.

§ 2.16.3

De donde, debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría; como a cada paso se ve en la sagrada Escritura, como (vio) Isaías a Dios en su gloria debajo del humo que cubría el templo y de los serafines que cubrían con las alas el rostro y los pies (6, 2­4); Jeremías la vara que velaba (1, 11), Daniel multitud de visiones (7, 10), etc.

§ 2.16.3

Y también el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas, engañar al alma, como es de ver en el de los Reyes (3 Re. 22, 11), cuando engañó a todos los profetas de Acab, representándoles en la imaginación los cuernos con que dijo había de destruir a los asirios, y fue mentira.

§ 2.16.3

Estas, como decimos, no se diferencian de las que entran por los sentidos exteriores en cuanto imágenes y especies; pero, en cuanto al efecto que hacen y perfección de ellas, mucha diferencia hay, porque son más sutiles y hacen más efecto en el alma, por cuanto son sobrenaturales y más interiores que las sobrenaturales exteriores.

§ 2.16.3

Aunque no se quita por eso que algunas corporales de estas exteriores hagan más efecto; que, en fin, es como Dios quiere que sea la comunicación.

§ 2.16.4

Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente acude el demonio con sus ardides, ahora naturales, ahora sobrenaturales; porque ésta es la puerta y entrada para el alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar, como a puerta o plaza de su provisión.

§ 2.16.4

Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente acude el demonio con sus ardides, ahora naturales, ahora sobrenaturales; porque ésta es la puerta y entrada para el alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar, como a puerta o plaza de su provisión.

§ 2.16.6

Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.

§ 2.16.6

Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.

§ 2.16.7

Y como quiera que, para juntarse dos extremos, cual es el alma y la divina Sabiduría, será necesario que vengan a convenir en cierto medio de semejanza entre sí, de aquí es que también el alma ha de estar pura y sencilla, no limitada ni atenida a alguna inteligencia particular, ni modificada con algún límite de forma, especie e imagen.

§ 2.16.9

Pero no hay tal como mi siervo Moisés, que en toda mi casa es fidelísimo y hablo con él boca a boca, y no ve a Dios por comparaciones, semejanzas y figuras.

§ 2.16.10

Porque estas visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, también como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como también queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.

§ 2.16.10

Porque estas visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, también como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como también queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.

§ 2.16.10

Y no sólo juntamente, pero principalmente, aunque no en el mismo tiempo, hacen en el alma su efecto pasivamente, sin ser ella parte para lo poder impedir aunque quisiese, como tampoco lo fue para lo saber adquirir, aunque lo haya sido antes para se saber disponer.

§ 2.16.10

Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del sol que da en ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta con limpieza, la esclarece sin su diligencia u obra, así también el alma, aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí las influencias y comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las quisiere resistir; porque a las infusiones sobrenaturales no las puede resistir la voluntad negativa con resignación humilde y amorosa, sino sola la impureza e imperfecciones del alma, como también en la vidriera impiden la claridad las manchas.

§ 2.16.10

Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del sol que da en ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta con limpieza, la esclarece sin su diligencia u obra, así también el alma, aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí las influencias y comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las quisiere resistir; porque a las infusiones sobrenaturales no las puede resistir la voluntad negativa con resignación humilde y amorosa, sino sola la impureza e imperfecciones del alma, como también en la vidriera impiden la claridad las manchas.

§ 2.16.11

Solamente lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay en ellas a su modo de entender, que es las formas por el sentido.

§ 2.16.12

Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente (lo cual comunica en sentido y no hace fundamento y seguro de fe), y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espíritu, que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en fe, la cual es el propio medio, como está dicho.

§ 2.16.12

Porque, como dijimos de las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera tomar y poner su asimiento en ellas.

§ 2.16.14

Responderemos a esta duda en el siguiente capítulo, y es de harta doctrina y bien necesaria, a mi ver, así para los espirituales como para los que los enseñan, porque se enseña el estilo y fin que Dios en ellas lleva; el cual por no lo saber muchos, ni se saben gobernar, ni encaminar a sí ni a otros en ellas a la unión.

§ 2.16.14

Que piensan que, por el mismo caso que conocen ser verdaderas y de Dios, es bueno admitirlas, y asegúranse en ellas, no mirando que también en éstas hallará el alma su propiedad, y asimiento y embarazo, como en las cosas del mundo, si no las sabe renunciar como a ellas.

§ 2.16.14

Que piensan que, por el mismo caso que conocen ser verdaderas y de Dios, es bueno admitirlas, y asegúranse en ellas, no mirando que también en éstas hallará el alma su propiedad, y asimiento y embarazo, como en las cosas del mundo, si no las sabe renunciar como a ellas.

§ 2.16.15

Porque, aun con estar san Pedro tan cierto de la visión de gloria que vio en Cristo en la transfiguración, después de haberlo contado en su Epístola 2ª canónica (1, 17­18), no quiso que lo tomasen por principal testimonio de firmeza, sino, encaminándolos a la fe, dijo (1, 19): Et habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis attendentes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies elucescat, etc.; quiere decir: Y tenemos más firme testimonio que esta visión del Tabor, que son los dichos y palabras de los profetas que dan testimonio de Cristo, a las cuales hacéis bien de arrimaros, como a la candela que da luz en el lugar oscuro.

§ 2.16.15

Porque, en decir que miremos a la fe que hablaron los profetas, como "a candela que luce en lugar oscuro", es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que también es oscura, sea luz a que nos arrimemos.

§ 2.17.1

Y por eso, en este capítulo, solamente diré lo que basta para satisfacer a nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones sobrenaturales hay tanto peligro y embarazo para ir adelante, como habemos dicho, ¿por qué Dios, que es sapientísimo y amigo de apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?

§ 2.17.2

Y es como si dijera: La Sabiduría de Dios, aunque toca desde un fin hasta otro fin, es a saber, desde un extremo hasta otro extremo, dispone todas las cosas con suavidad.

§ 2.17.3

Pues, como quiera que el orden que tiene el alma de conocer, sea por las formas e imágenes de las cosas criadas, y el modo de su conocer y saber sea por los sentidos, de aquí es que, para levantar Dios al alma al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de comenzar y tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del alma, para así irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su sabiduría espiritual, que no cae en sentido.

§ 2.17.4

Y ésta es la causa por que Dios le da las visiones y formas, imágenes y las demás noticias sensitivas e inteligibles espirituales; no porque no quisiera Dios darle luego en el primer acto la sabiduría del espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino, sentido y espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo acto, sin que intervengan primero otros muchos actos de disposiciones que ordenada y suavemente convengan entre sí, siendo unas fundamento y disposición para las otras, así como en los agentes naturales; y así, las primeras sirven a las segundas, y las segundas a las terceras, y de ahí adelante, ni más ni menos.

§ 2.17.4

De donde primero le perfecciona el sentido corporal, moviéndole a que use de buenos objetos naturales perfectos exteriores, como oír sermones, misas, ver cosas santas, mortificar el gusto en la comida, macerar con penitencia y santo rigor el tacto.

§ 2.17.4

Y cuando ya están estos sentidos algo dispuestos, los suele perfeccionar más, haciéndoles algunas mercedes sobrenaturales y regalos para confirmarlos más en el bien, ofreciéndoles algunas comunicaciones sobrenaturales, así como visiones de santos o cosas santas corporalmente, olores suavísimos y locuciones, y en el tacto grandísimo deleite; con que se confirma mucho el sentido en la virtud y se enajena del apetito de los malos objetos.

§ 2.17.4

Y allende de eso, los sentidos corporales interiores, de que aquí vamos tratando, como son imaginativa y fantasía, juntamente se los va perfeccionando y habituando al bien con consideraciones, meditaciones y discursos santos, y en todo esto instruyendo al espíritu.

§ 2.17.4

Y ya éstos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos y espiritualizarlos más con algunas visiones sobrenaturales, que son las que aquí vamos llamando imaginaria, en las cuales juntamente, como habemos dicho, se aprovecha mucho el espíritu, el cual, así en las unas como en las otras, se va desenrudeciendo y reformando poco a poco.

§ 2.17.4

Y ya éstos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos y espiritualizarlos más con algunas visiones sobrenaturales, que son las que aquí vamos llamando imaginaria, en las cuales juntamente, como habemos dicho, se aprovecha mucho el espíritu, el cual, así en las unas como en las otras, se va desenrudeciendo y reformando poco a poco.

§ 2.17.4

No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan puntual como eso, porque a veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos interior, y todo junto, que eso es como Dios ve que conviene al alma o como le quiere hacer las mercedes.

§ 2.17.4

No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan puntual como eso, porque a veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos interior, y todo junto, que eso es como Dios ve que conviene al alma o como le quiere hacer las mercedes.

§ 2.17.4

No porque sea siempre necesario guardar este orden de primero y postrero tan puntual como eso, porque a veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos interior, y todo junto, que eso es como Dios ve que conviene al alma o como le quiere hacer las mercedes.

§ 2.17.5

De esta manera, pues, la va Dios instruyendo y haciéndola espiritual, comenzándole a comunicar lo espiritual desde las cosas exteriores, palpables y acomodadas al sentido, según la pequeñez y poca capacidad del alma, para que mediante la corteza de aquellas cosas sensibles, que de suyo son buenas, vaya el espíritu haciendo actos particulares y recibiendo tantos bocados de comunicación espiritual, que venga a hacer hábito en lo espiritual y llegue a actual sustancia de espíritu, que es ajena de todo sentido; al cual, como habemos dicho, no puede llegar el alma sino muy poco a poco, a su modo, por el sentido, a que siempre ha estado asida.

§ 2.17.5

De donde, cuando llegare perfectamente al trato con Dios de espíritu, necesariamente ha de haber evacuado todo lo que acerca de Dios podía caer en sentido (cf. 1 Cor. 13, 10), así como cuanto más una cosa se va arrimando más a un extremo, más se va alejando y enajenando del otro, y cuando perfectamente se arrimare, perfectamente se habrá también apartado del otro extremo.

§ 2.17.5

Porque cuanto más de ello puede saber el sentido y aprehensión natural, tanto menos tiene de espíritu y (de) sobrenatural, como arriba queda dado a entender.

§ 2.17.6

Por tanto, el espíritu ya perfecto no hace caso del sentido, ni recibe por él, ni principalmente se sirve ni ha menester servirse de él para con Dios, como hacía antes cuando no había crecido en espíritu.

§ 2.17.6

Quando autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli; quiere decir: Cuando era yo pequeñuelo, sabía como pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui hecho varón, vacié las cosas que eran de pequeñuelo.

§ 2.17.6

Quando autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli; quiere decir: Cuando era yo pequeñuelo, sabía como pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui hecho varón, vacié las cosas que eran de pequeñuelo.

§ 2.17.6

Quando autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli; quiere decir: Cuando era yo pequeñuelo, sabía como pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui hecho varón, vacié las cosas que eran de pequeñuelo.

§ 2.17.6

Y así, si el alma se quisiese siempre asir a ellas y no desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser pequeñuelo niño, y siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como pequeñuelo, y pensaría de Dios como pequeñuelo; porque, asiéndose a la corteza del sentido, que es el pequeñuelo, nunca vendría a la sustancia del espíritu, que es el varón perfecto.

§ 2.17.6

Y así, si el alma se quisiese siempre asir a ellas y no desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser pequeñuelo niño, y siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como pequeñuelo, y pensaría de Dios como pequeñuelo; porque, asiéndose a la corteza del sentido, que es el pequeñuelo, nunca vendría a la sustancia del espíritu, que es el varón perfecto.

§ 2.17.6

Y así, si el alma se quisiese siempre asir a ellas y no desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser pequeñuelo niño, y siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como pequeñuelo, y pensaría de Dios como pequeñuelo; porque, asiéndose a la corteza del sentido, que es el pequeñuelo, nunca vendría a la sustancia del espíritu, que es el varón perfecto.

§ 2.17.6

Y así, no ha de querer el alma admitir las dichas revelaciones, para ir creciendo, aunque Dios se las ofrezca; así como el niño ha menester dejar el pecho, para hacer su paladar a manjar más sustancial y fuerte.

§ 2.17.7

Pues luego diréis: ¿será menester que el alma, cuando es pequeñuelo, las quiera tomar, y las deje cuando es mayor: así como el niño es menester que quiera tomar el pecho para sustentarse, hasta que sea mayor para poderle dejar?

§ 2.17.7

La una porque él, como habemos dicho, hace en el alma su efecto, sin que ella sea parte para impedirlo, aunque impida y pueda impedir la visión, lo cual acaece muchas veces.

§ 2.17.7

Porque, como también dijimos, el alma no puede impedir los bienes que Dios le quiere comunicar, ni es parte para ello, si no es con alguna imperfección y propiedad.

§ 2.17.8

Y esto se crea: que si Nuestro Señor no hubiese de llevar el alma al modo de la misma alma, como aquí diremos, nunca le comunicaría la abundancia de su espíritu por esos arcaduces tan angostos de formas y figuras y particulares inteligencias, por medio de las cuales da el sustento al alma por meajas.

§ 2.17.8

Que por eso dijo David (Sal. 147, 17): Mitit crystallum suam sicut buccellas; que es tanto como decir: Envía su sabiduría a las almas como a bocados.

§ 2.17.8

Que por eso dijo David (Sal. 147, 17): Mitit crystallum suam sicut buccellas; que es tanto como decir: Envía su sabiduría a las almas como a bocados.

§ 2.17.8

Y por eso también a san Pablo le daba pena esta poca disposición y pequeñez para recibir el espíritu, cuando, escribiendo a los de Corinto (1 Cor. 3, 1­2), dijo: Yo, hermanos, como viniese a vosotros, no os pude hablar como a espirituales, sino como a carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis.

§ 2.17.8

Y por eso también a san Pablo le daba pena esta poca disposición y pequeñez para recibir el espíritu, cuando, escribiendo a los de Corinto (1 Cor. 3, 1­2), dijo: Yo, hermanos, como viniese a vosotros, no os pude hablar como a espirituales, sino como a carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis.

§ 2.17.8

Y por eso también a san Pablo le daba pena esta poca disposición y pequeñez para recibir el espíritu, cuando, escribiendo a los de Corinto (1 Cor. 3, 1­2), dijo: Yo, hermanos, como viniese a vosotros, no os pude hablar como a espirituales, sino como a carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis.

§ 2.17.8

Tamquam parvulis in Christo lac potum vobis dedi, non escam, esto es: Como a pequeñuelos en Cristo os di a beber leche y no a comer manjar sólido.

§ 2.17.9

Resta, pues, ahora saber que el alma no ha de poner los ojos en aquella corteza de figuras y objeto que se le pone de delante sobrenaturalmente, ahora sea acerca del sentido exterior, como son locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos, y resplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades en el paladar, y otros deleites en el tacto, que suelen proceder del espíritu, lo cual es más ordinario a los espirituales; ni tampoco los ha de poner en cualesquier visiones del sentido interior, cuales son las imaginarias; antes renunciarlas todas.

§ 2.17.9

Y así, se toma de estas cosas sólo lo que Dios pretende y quiere, que es el espíritu de devoción, pues que no las da para otro fin principal; y se deja lo que él dejaría de dar, si se pudiese recibir en el espíritu sin ello (como habemos dicho, que es el ejercicio y aprehensión del sentido).

§ 2.18.1

No podemos en esta materia de visiones ser tan breves como querríamos, por lo mucho que acerca de ellas hay que decir.

§ 2.18.1

Aunque en sustancia queda dicho lo que hace al caso para dar a entender al espiritual cómo se ha de haber acerca de las dichas visiones, y al maestro que le gobierna el modo que ha de tener con el discípulo, no será demasiado particularizar más un poco esta doctrina y dar más luz del daño que se puede seguir, así a las almas espirituales como a los maestros que las gobiernan, si son muy crédulos a ellas, aunque sean de parte de Dios.

§ 2.18.3

Y debe de ser la causa de esta facilidad de quedar el alma tan ocupada con ello, que, como son cosas de sentido a que él naturalmente es inclinado, y como también está ya saboreado y dispuesto con la aprehensión de aquellas cosas distintas y sensibles, basta ver en su confesor o en otra persona alguna estima y precio de ella para que (no) solamente el alma la haga, sino que también se le engolosine más el apetito en ellas sin sentir, y se cebe más de ellas, y quede más inclinado a ellas, y haga en ellas alguna presa.

§ 2.18.3

Y debe de ser la causa de esta facilidad de quedar el alma tan ocupada con ello, que, como son cosas de sentido a que él naturalmente es inclinado, y como también está ya saboreado y dispuesto con la aprehensión de aquellas cosas distintas y sensibles, basta ver en su confesor o en otra persona alguna estima y precio de ella para que (no) solamente el alma la haga, sino que también se le engolosine más el apetito en ellas sin sentir, y se cebe más de ellas, y quede más inclinado a ellas, y haga en ellas alguna presa.

§ 2.18.4

Mas, de estos daños, y de cómo no crecen en fe si no se apartan, y cómo también, aunque no sean los daños tan palpables y conocibles como éstos, hay otros en el dicho término: más sutiles y más odiosos a los divinos ojos por no ir en desnudez de todo, dejémoslo ahora, hasta que lleguemos a tratar en el vicio de gula espiritual y de los otros seis, donde, mediante Dios, se tratarán muchas cosas de estas sutiles y delicadas mancillas que se pegan al espíritu por no le saber guiar en desnudez.

§ 2.18.5

Y cánsame esta materia tan prolija, porque parece no (se) puede declarar lo uno sin dar a entender lo otro también, como son cosas de espíritu, que unas tienen a otras correspondencia.

§ 2.18.7

Pero no hilemos ahora tan delgado, sino hablemos de cuando el confesor, ahora sea inclinado a eso, ahora no, no tiene el recato que ha de tener en desembarazar el alma y desnudar el apetito de su discípulo en estas cosas, antes se pone a platicar de ello con él, y lo principal del lenguaje espiritual, como habemos dicho, pone en esas visiones, dándoles indicios para conocer las visiones buenas y malas.

§ 2.18.7

Y no sólo eso, sino que ellos mismos, como ven que las dichas almas tienen tales cosas de Dios, les piden que pidan a Dios les revele o les diga tales o tales cosas tocantes a ellos o a otros, y las almas bobas lo hacen, pensando es lícito quererlo saber por aquella vía.

§ 2.18.7

Que piensan que, porque Dios quiere revelar o decir algo sobrenaturalmente como él quiere o para lo que él se quiere, que es lícito querer que nos lo revele y aun pedírselo.

§ 2.18.8

Y ellos muchas veces obran o creen según aquello que se les reveló o se les respondió, porque, como ellos están aficionados a aquella manera de trato con Dios, asiéntaseles mucho y allánaseles la voluntad.

§ 2.18.8

Naturalmente gustan y naturalmente se allanan a su modo de entender; y yerran mucho muchas veces, y ven ellos que no les sale como habían entendido, y maravíllanse; y luego salen las dudas en si era de Dios (o no era de Dios) pues no acaece ni lo ven de aquella manera.

§ 2.18.8

Pensaban ellos primero dos cosas: la una, que era de Dios, pues tanto se les asentaba primero, y puede ser el natural inclinado a ello que causa aquel asiento, como habemos dicho; y que, la segunda, siendo de Dios, había de salir así como en ellas entendían o pensaban.

§ 2.18.8

Pensaban ellos primero dos cosas: la una, que era de Dios, pues tanto se les asentaba primero, y puede ser el natural inclinado a ello que causa aquel asiento, como habemos dicho; y que, la segunda, siendo de Dios, había de salir así como en ellas entendían o pensaban.

§ 2.18.9

Y aquí está un grande engaño, porque las revelaciones o locuciones de Dios no siempre salen como los hombres las entienden o como ellas suenan en sí.

§ 2.18.9

Y aquí está un grande engaño, porque las revelaciones o locuciones de Dios no siempre salen como los hombres las entienden o como ellas suenan en sí.

§ 2.19.1

Cuanto a lo primero, está claro que no son siempre ni acaecen como suenan a nuestra manera de entender.

§ 2.19.1

La causa de esto es porque, como Dios es inmenso y profundo, suele llevar en sus profecías, locuciones y revelaciones, otras vías, conceptos e inteligencias muy diferentes de aquel propósito y modo a que comúnmente se pueden entender de nosotros, siendo ellas tanto más verdaderas y ciertas cuanto a nosotros nos parece que no.

§ 2.19.1

Lo cual (a) cada paso vemos en la Sagrada Escritura; donde a muchos de los antiguos no les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos esperaban, por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra.

§ 2.19.2

Y como se lo dijese muchas veces y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba, diciéndoselo Dios otra vez, respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): Domine, unde scire possum quod possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por qué señal tengo de saber que la tengo de poseer? Entonces le reveló Dios que no él en persona, sino sus hijos, después de cuatrocientos años, la habían de poseer.

§ 2.19.3

Lo cual no fue como a nuestra manera de entender suena; porque sabemos que el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no volvió a salir vivo.

§ 2.19.3

Donde se ve claro que cualquiera que supiera esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por cierto que Jacob, así como había entrado vivo y en persona en Egipto por el orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en persona había de volver a salir de la misma forma y manera, pues le había Dios prometido la salida y el favor en ella; y engañárase y maravillárase viéndole morir en Egipto y que no se cumplía como se esperaba.

§ 2.19.3

Donde se ve claro que cualquiera que supiera esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por cierto que Jacob, así como había entrado vivo y en persona en Egipto por el orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en persona había de volver a salir de la misma forma y manera, pues le había Dios prometido la salida y el favor en ella; y engañárase y maravillárase viéndole morir en Egipto y que no se cumplía como se esperaba.

§ 2.19.4

Y como preguntasen a Dios si volverían a pelear o no, les respondió que fuesen y peleasen contra ellos.

§ 2.19.5

Porque, como ya queda dado a entender, el principal intento de Dios en aquellas cosas es decir y dar el espíritu que está allí encerrado, el cual es dificultoso de entender.

§ 2.19.5

Littera, enim, occidit, spiritus autem vivificat, como dice san Pablo (2 Cor. 3, 6), esto es: La letra mata y el espíritu da vida.

§ 2.19.6

Por lo cual, muchos de los hijos de Israel, porque entendían muy a la letra los dichos y profecías de los profetas, no les salían como ellos esperaban, y así las venían a tener en poco y no las creían; tanto, que vino a haber entre ellos un dicho público, casi ya como proverbio, escarneciendo de los profetas.

§ 2.19.6

Por lo cual, muchos de los hijos de Israel, porque entendían muy a la letra los dichos y profecías de los profetas, no les salían como ellos esperaban, y así las venían a tener en poco y no las creían; tanto, que vino a haber entre ellos un dicho público, casi ya como proverbio, escarneciendo de los profetas.

§ 2.19.7

Y así decían, como también dice Jeremías (8, 15): Exspectavimus pacem, et non est bonum; esto es: Esperando habemos paz, y no hay quien de paz.

§ 2.19.9

Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de Dios como convenía, que hasta sus mismos discípulos que con él habían andado, estaban engañados; cual eran aquellos dos que después de su muerte iban al castillo de Emaús, tristes, desconfiados y diciendo (Lc. 24, 21): Nos autem sperabamus quod ipse esset redempturus Israel, esto es: Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel, y entendiendo ellos también que había de ser la redención y señorío temporal.

§ 2.19.9

Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas en que él lleva sentido [del] que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que hizo de decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre muriese porque no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50).

§ 2.19.12

Porque Dios siempre habla en sus palabras el sentido más principal y provechoso), y el hombre puede entender a su modo y a su propósito el menos principal, y así, quedar engañado; como lo vemos en aquella profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: Reges eos in virga ferrea, et tamquam vas figuli confringes eos, esto es: Regirás todas las gentes con vara de hierro, y desmenuzarlas has como a un vaso de barro.

§ 2.19.12

Porque Dios siempre habla en sus palabras el sentido más principal y provechoso), y el hombre puede entender a su modo y a su propósito el menos principal, y así, quedar engañado; como lo vemos en aquella profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: Reges eos in virga ferrea, et tamquam vas figuli confringes eos, esto es: Regirás todas las gentes con vara de hierro, y desmenuzarlas has como a un vaso de barro.

§ 2.19.13

Porque el deseo formal del alma era, no aquella manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por él como mártir.

§ 2.19.13

Porque aquella manera de morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente; de manera que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.

§ 2.19.14

Y así, es lo más acertado y seguro hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales, acostumbrándolas, como habemos dicho, a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.

§ 2.20.1

Como si Dios dijese: "De aquí a un año tengo de enviar tal plaga a este reino"; y la causa y fundamento de esta amenaza es cierta ofensa que se hace a Dios en el reino: si cesase o variase la ofensa, podrá cesar el castigo y era verdadera la amenaza, porque iba fundada sobre la actual culpa, la cual, si durara, se ejecutara.

§ 2.20.3

De donde podemos colegir para nuestro propósito que, aunque Dios haya revelado o dicho a un alma afirmativamente cualquiera cosa, en bien o en mal, tocante a la misma alma o a otras, se podrá mudar en más o en menos, o variar o quitar del todo, según la mudanza o variación del afecto de la tal alma o causa sobre que Dios se fundaba; y así, no cumplirse como se esperaba, y sin saber por qué muchas veces, sino sólo Dios.

§ 2.20.3

Porque aun muchas cosas suele Dios decir y enseñar y prometer, no para que entonces se entiendan ni se posean, sino para que después se entiendan cuando convenga tener la luz de ellas o cuando se consiga el efecto de ellas; como vemos que hizo con sus discípulos, a los cuales decía muchas parábolas y sentencias, cuya sabiduría no entendieron hasta el tiempo que habían de predicarla, que fue cuando vino sobre ellos el Espíritu Santo, del cual les había dicho Cristo (Jn. 14, 26) que les declararía todas las cosas que él les había dicho en su vida.

§ 2.20.4

Y es como si dijera: Muy de veras dije antes de ahora que tu casa y la casa de tu padre había siempre de servirme de sacerdocio en mi presencia para siempre.

§ 2.20.4

Que, por cuanto este oficio de sacerdocio se fundaba en dar honra y gloria a Dios, y por este fin había Dios prometido darlo a su padre para siempre, en faltando el celo a Helí de la honra de Dios porque, como el mismo Dios se le envió a quejar, honraba más a sus hijos que a Dios, disimulándoles los pecados por no los afrentar, faltó también la promesa, la cual era para siempre si para siempre en ellos durara el buen servicio y celo.

§ 2.20.4

Y así, no hay que pensar que, porque sean los dichos y revelaciones de parte de Dios, han infaliblemente de acaecer como suenan, mayormente cuando están asidos a causas humanas, que pueden variar, o mudarse o alterarse.

§ 2.20.5

Y cuándo ellos están pendientes de estas causas Dios solo sabe, que no siempre lo declara, sino dice el dicho o hace la revelación y calla la condición algunas veces, como hizo a los ninivitas, que determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados cuarenta días (Jon. 3, 4).

§ 2.20.5

Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David.

§ 2.20.5

Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David.

§ 2.20.5

Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David.

§ 2.20.5

Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David.

§ 2.20.6

Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo; porque, como (habemos) dicho, mucho de ello no lo veían acaecer como a la letra se les decía.

§ 2.20.6

Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo; porque, como (habemos) dicho, mucho de ello no lo veían acaecer como a la letra se les decía.

§ 2.20.7

Y así, porque no hiciesen burla de él cuando no viesen cumplida su profecía, se iba huyendo por no profetizar; y así estuvo esperando todos los cuarenta días fuera de la ciudad, a ver si se cumplía su profecía; y, como no se cumplió, se afligió grandemente, tanto que dijo a Dios (Jon. 4, 2): Obsecro, Domine, numquid non hoc est verbum meum, cum adhuc essem in terra mea? propter hoc praeoccupavi, ut fugerem in Tharsis; esto es: Ruégote, Señor, ¿por ventura no es esto lo que yo decía, estando en mi tierra? Por eso contradije, y me fui huyendo a Tarsis.

§ 2.20.8

8. ¿Qué hay, pues, de qué maravillarnos de que algunas cosas que Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al alma o la represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues no es cierto el perseverar.

§ 2.21.1

Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues Dios algunas veces responde a instancia de ello, que es aquél buen término y que Dios gusta de él; como quiera que sea verdad que, aunque les responde, ni es buen término ni Dios gusta de él, antes disgusta; y no sólo eso, mas muchas veces se enoja y ofende mucho.

§ 2.21.1

Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues Dios algunas veces responde a instancia de ello, que es aquél buen término y que Dios gusta de él; como quiera que sea verdad que, aunque les responde, ni es buen término ni Dios gusta de él, antes disgusta; y no sólo eso, mas muchas veces se enoja y ofende mucho.

§ 2.21.2

Como también lo hace con muchas almas flacas y tiernas en darles gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible, según está dicho arriba; mas no porque él quiera ni guste que con él se trate con ese término ni por esa vía.

§ 2.21.2

Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte.

§ 2.21.2

Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte.

§ 2.21.2

Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte.

§ 2.21.2

Y así, como decimos, algunas veces condesciende con el apetito y ruego de algunas almas, que porque son buenas y sencillas, no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no porque guste del tal término.

§ 2.21.3

Y, como el padre ve que aunque le dé del mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene gusto sino en aquél, porque no se quede sin su comida y desconsolado, dale de aquél con tristeza.

§ 2.21.3

Como vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana, porque no les estaba bien.

§ 2.21.5

Y es como si dijera: Cuando faltan los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los ojos a ti, para que tú proveas como mejor te agradare.

§ 2.21.5

Y es como si dijera: Cuando faltan los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los ojos a ti, para que tú proveas como mejor te agradare.

§ 2.21.7

Porque allende de la dificultad que hay en saber no errar en las locuciones y visiones que son de Dios, hay ordinariamente entre ellas muchas que son del demonio; porque comúnmente anda en el alma en aquel traje que anda Dios con ella, poniéndole cosa tan verosímil a las que Dios le comunica, por injerirse él a vueltas, como el lobo entre el ganado con pellejo de oveja (Mt. 7, 15), que apenas se puede entender.

§ 2.21.7

Porque como dice muchas cosas verdaderas y conformes a razón y cosas que salen verdaderas, puédense engañar fácilmente pensando que, pues sale verdad y cierta en lo que está por venir, que no será sino Dios.

§ 2.21.7

Y como quiera que el demonio tenga esta lumbre tan viva, puede facilísimamente colegir tal efecto de tal causa, aunque no siempre sale así, pues todas las causas dependen de la voluntad de Dios.

§ 2.21.9

Porque se puede conocer naturalmente que tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o tal necesidad, o tal o tal punto, que Dios, según su providencia y justicia, ha de acudir con lo que compete a la causa y conforme a ella, en castigo o en premio o como fuere la causa; y entonces decir: "En tal tiempo os dará Dios esto, o hará esto, acaecerá esotro ciertamente".

§ 2.21.9

Lo cual es conocer el castigo en la causa, que es tanto como decir: cierto está que tales pecados han de causar tales castigos de Dios, que es justísimo.

§ 2.21.9

Y, como dice la Sabiduría divina (Sab. 11, 17): Per quae quis peccat, per haec et torquetur: En aquello o por aquello que cada uno peca, es castigado.

§ 2.21.11

Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios, que de propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar las vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y fantasías, según lo dice Isaías (19, 14), diciendo: Dominus miscuit in medio eius spiritum vertiginis: que es tanto como decir: El Señor mezcló en medio espíritu de revuelta y confusión, que en buen romance quiere decir espíritu de entender al revés.

§ 2.21.13

Y entonces acude el demonio a responder según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como gusta de ello, y las respuestas y comunicaciones son de su voluntad, mucho se deja engañar.

§ 2.22

En que se desata una duda, cómo no será lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja.

§ 2.22.1

Porque, así como las levantamos, estamos obligados a allanarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede llana y en su fuerza.

§ 2.22.1

Pero este bien hay en estas dudas siempre, que, aunque nos impiden el paso un poco, todavía sirven para más doctrina y claridad de nuestro intento, como será la duda presente.

§ 2.22.2

Y, cuando no lo hacían, los reprehendía Dios, como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprehende Dios a los hijos de Israel porque, sin preguntárselo a él primero, querían descender en Egipto, diciendo: Et os meum non interrogastis, esto es: No preguntasteis primero a mi misma boca lo que convenía.

§ 2.22.2

Y así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

§ 2.22.3

A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, (y obraba), y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios); y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas no preguntaban a su boca para que él respondiese, encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada.

§ 2.22.3

Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.

§ 2.22.3

Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

§ 2.22.4

Y es como si dijera: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez.

§ 2.22.4

En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

§ 2.22.5

Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles.

§ 2.22.7

Y quien quisiere ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como habemos dicho, era notar falta en Dios de que no había dado todo lo bastante en su Hijo.

§ 2.22.7

Y no se ha de creer cosa por vía sobrenatural, sino sólo lo que es enseñanza de Cristo hombre) como digo, y de sus ministros, hombres.

§ 2.22.8

Y si David por sí mismo algunas veces preguntó a Dios, es porque era profeta, y aun, con todo eso, no lo hacía sin la vestidura sacerdotal, como se ve haberlo hecho en el primero de los Reyes (23, 9), donde dijo a Abimelec sacerdote: Applica ad me ephod, que era una vestidura de las más autorizadas del sacerdote, y con ella consultó con Dios.

§ 2.22.9

Y fue, que, como Dios le vio flaco, le dijo: Levántate y desciende del real; et cum sudieris quod loquantur, tunc confortabuntur manus tuae, et securior ad hostium castra descendes, esto es: Cuando oyeres allí lo que hablan los hombres, entonces recibirás fuerzas en lo que te he dicho y bajarás con más seguridad a los ejércitos de los enemigos.

§ 2.22.10

Loquere ad eum, et pone verba mea in ore eius, et ego ero in ore tuo, et in ore illius, etcétera; lo cual es como si dijera: Yo sé que tu hermano Aarón es hombre elocuente; cata que él te saldrá al encuentro y, viéndote, se alegrará de corazón; habla con él, y dile todas mis palabras, y yo seré en tu boca y en la suya, para que cada uno reciba crédito de la boca del otro.

§ 2.22.11

Y así lo quiere Dios, porque en aquellos que se juntan a tratar la verdad, se junta él allí para declararla y confirmarla en ellos, fundada sobre razón natural, como dijo que lo había de hacer con Moisés y Aarón juntos, siendo en la boca del uno y en la boca del otro.

§ 2.22.13

Aquí se da a entender claro cómo no hay de qué asegurarse en las cosas que Dios revela, sino es por el orden que vamos diciendo; porque, dado caso que la persona tenga certeza, como san Pablo tenía de su Evangelio, pues le había comenzado ya a predicar, que aunque la revelación sea de Dios, todavía el hombre puede errar acerca de ella (o) en lo tocante a ella.

§ 2.22.14

Y así, no hay que asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le reprendió san Pablo, según él allí afirma diciendo: Cum vidissem, quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo, que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14).

§ 2.22.14

Y así, no hay que asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le reprendió san Pablo, según él allí afirma diciendo: Cum vidissem, quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo, que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14).

§ 2.22.14

Y así, no hay que asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le reprendió san Pablo, según él allí afirma diciendo: Cum vidissem, quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo, que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14).

§ 2.22.15

Y así, como dice Cristo en el Evangelio (Mt. 7, 22), se maravillarán ellos entonces, diciendo: Domine, Domine nonne in nomine tuo prophetavimus, et in nomine tuo daemonia eiecimus, et in nomine tuo virtutes multas fecimus?, esto es; Señor, Señor, ¿por ventura las profecías que tú nos hablabas no las profetizamos en tu nombre (y en tu nombre echamos los demonios), y en tu nombre no hicimos muchos milagros y virtudes? Y dice el Señor que les responderá diciendo (Mt. 7, 23): Et tunc confitebor illis, quia numquam novi vos: discedite a me omnes qui operamini iniquitatem, es a saber: Apartaos de mí los obreros de maldad, porque nunca os conocí.

§ 2.22.16

Porque, aunque parece que no había para qué dar cuenta ni para qué gastar en eso tiempo, pues con desecharlo y no hacer caso de ello ni quererlo, como habemos dicho, queda el alma segura (mayormente cuando son cosas de visiones o revelaciones u otras comunicaciones sobrenaturales, que o son claras o va poco en que sean o no sean) todavía es muy necesario, aunque al alma le parezca que no hay para qué, decirlo todo.

§ 2.22.16

La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.

§ 2.22.16

La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.

§ 2.22.19

Porque, pues, (como habemos dicho), es medio y modo por donde Dios lleva las tales almas, no hay para qué estar mal con él ni por qué espantarse ni escandalizarse de él, sino antes con mucha benignidad y sosiego; poniéndoles ánimo y dándoles salida para que lo digan y, si fuere menester, poniéndoles precepto, porque, a veces, en la dificultad que algunas almas sienten en tratarlo, todo es menester.

§ 2.23.1

A las cuales llamamos puramente espirituales, porque no, como las corporales imaginarias, se comunican al entendimiento por vía de los sentidos corporales, sino, sin algún medio de algún sentido corporal exterior o interior, se ofrecen al entendimiento clara y distintamente por vía sobrenatural pasivamente, que es sin poner el alma algún acto u obra de su parte, a lo menos activo.

§ 2.23.2

Que, por cuanto todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí es que, así como (a) los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es verlo.

§ 2.23.2

Que, por cuanto todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí es que, así como (a) los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es verlo.

§ 2.23.2

Que, por cuanto todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí es que, así como (a) los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es verlo.

§ 2.23.3

Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás sentidos, de aquí es que, hablando propia y específicamente, a lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales".

§ 2.23.3

Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás sentidos, de aquí es que, hablando propia y específicamente, a lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales".

§ 2.23.3

Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás sentidos, de aquí es que, hablando propia y específicamente, a lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales".

§ 2.23.3

Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo que a los demás sentidos, de aquí es que, hablando propia y específicamente, a lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales".

§ 2.23.4

De éstas, pues, también, como de las demás aprehensiones corporales imaginarias hicimos, nos conviene desembarazar aquí el entendimiento, encaminándole y enderezándole por ellas en la noche espiritual de fe a la divina y sustancial unión de Dios; porque, no embarazándose y enmudeciéndose con ellas, se le impida el camino de la soledad y desnudez, que para esto se requiere, de todas las cosas.

§ 2.24.2

Y así, estas visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y almas, no son de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal; porque, si Dios las quisiese comunicar al alma esencialmente, como ellas son, luego saldría de las carnes y se desataría de la vida mortal.

§ 2.24.2

Y así, estas visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y almas, no son de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal; porque, si Dios las quisiese comunicar al alma esencialmente, como ellas son, luego saldría de las carnes y se desataría de la vida mortal.

§ 2.24.2

Por lo cual, cuando los hijos de Israel pensaban que habían de ver a Dios, o que le habían visto, o algún ángel, temían el morir, según se lee en el Exodo (20, 19), donde, temiendo los dichos, dijeron: Non loquatur nobis Dominus, ne forte moriamur, como si dijeran: No se nos comunique Dios manifiestamente, por que no muramos.

§ 2.24.3

Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moisés y nuestro Padre Elías cuando cubrió su rostro al silbo suave de Dios (3 Re. 19, 11­13), aunque son por vía de paso, rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios, como fueron los tres arriba nombrados.

§ 2.24.3

Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moisés y nuestro Padre Elías cuando cubrió su rostro al silbo suave de Dios (3 Re. 19, 11­13), aunque son por vía de paso, rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios, como fueron los tres arriba nombrados.

§ 2.24.4

Porque, en alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.

§ 2.24.5

Porque, así como ven los ojos las cosas corporales mediante la luz natural, así el alma con el entendimiento, mediante la lumbre derivada sobrenaturalmente, que habemos dicho, ve interiormente esas mismas cosas naturales y otras, cuales Dios quiere, sino que hay diferencia en el modo y en la manera.

§ 2.24.5

Y es, a veces, como si se le abriese una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un relámpago, cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y distintamente, y luego las deja a oscuras, aunque las formas y figuras de ellas se quedan en la fantasía.

§ 2.24.5

Lo cual en el alma acaece muy más perfectamente, porque de tal manera se quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella luz, que, cada vez que advierte, las ve en sí como las vio antes, bien así como en el espejo se ven las formas que están en él cada vez que en él miren.

§ 2.24.5

Lo cual en el alma acaece muy más perfectamente, porque de tal manera se quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella luz, que, cada vez que advierte, las ve en sí como las vio antes, bien así como en el espejo se ven las formas que están en él cada vez que en él miren.

§ 2.24.7

Porque los efectos que éstas hacen en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios.

§ 2.24.8

Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo, que es la fe.

§ 2.24.8

Y fue que, así como la fe se arraigó e infundió más en el alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas las cosas, pobreza espiritual (que todo lo podemos llamar una misma cosa), también juntamente se arraiga e infunde más en el alma la caridad de Dios.

§ 2.24.9

Y, por eso, nos conviene ir a él por negación de todo, porque si no, dado caso que el alma sea tan sagaz, humilde y fuerte, que el demonio no la pueda engañar en ellas ni hacerla caer en alguna presunción, como lo suele hacer, no dejarán ir al alma adelante, por cuanto pone obstáculo a la desnudez espiritual y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios.

§ 2.25.1

Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación no es otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o manifestación de algún secreto o misterio: así como (si Dios diese al alma a entender alguna cosa, como) es declarando al entendimiento la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo, hace o piensa hacer.

§ 2.25.1

Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación no es otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o manifestación de algún secreto o misterio: así como (si Dios diese al alma a entender alguna cosa, como) es declarando al entendimiento la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo, hace o piensa hacer.

§ 2.26.2

Esta manera de visiones, o, por mejor decir, de noticias de verdades desnudas, es muy diferente de la que acabamos de decir en el capítulo 24, porque no es como ver las cosas corporales con el entendimiento, pero consiste en entender y ver verdades de Dios o de las cosas que son, fueron y serán, lo cual es muy conforme al espíritu de profecía, como por ventura se declarará después.

§ 2.26.2

Esta manera de visiones, o, por mejor decir, de noticias de verdades desnudas, es muy diferente de la que acabamos de decir en el capítulo 24, porque no es como ver las cosas corporales con el entendimiento, pero consiste en entender y ver verdades de Dios o de las cosas que son, fueron y serán, lo cual es muy conforme al espíritu de profecía, como por ventura se declarará después.

§ 2.26.3

De donde es de notar que este género de noticias se distingue en dos maneras de ellas; porque unas acaecen al alma acerca del Criador, otras acerca de las criaturas, como habemos dicho.

§ 2.26.3

Y aunque las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, pero el deleite que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder comparar, ni vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son noticias del mismo Dios y deleite del mismo Dios; que, como dice David (Sal. 39, 6), no hay como él cosa alguna.

§ 2.26.3

Y aunque las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, pero el deleite que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder comparar, ni vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son noticias del mismo Dios y deleite del mismo Dios; que, como dice David (Sal. 39, 6), no hay como él cosa alguna.

§ 2.26.5

Y, aunque no manifiesta y claramente como en la gloria, pero es tan subido y alto toque de noticia y sabor que penetra la sustancia del alma, que el demonio no se puede entrometer ni hacer otro semejante, porque no le hay, ni cosa que se compare, ni infundir sabor ni deleite semejante.

§ 2.26.6

Podría él, empero, hacer alguna apariencia de simia, representando al alma algunas grandezas y henchimientos muy sensibles, procurando persuadir al alma que aquello es Dios; mas no de manera que entrasen en la sustancia del alma y la renovasen y enamorasen súbitamente, como hacen las de Dios.

§ 2.26.10

Y en éstas no digo que se haya negativamente, como en las demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión, como habemos dicho, en que vamos encaminando al alma; por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras.

§ 2.26.10

Y en éstas no digo que se haya negativamente, como en las demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión, como habemos dicho, en que vamos encaminando al alma; por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras.

§ 2.26.11

Y es de manera este conocimiento, que, cuando se le dan al alma a conocer estas verdades, de tal manera se le asientan en el interior sin que nadie la diga nada, que, aunque la digan otra cosa, no puede dar el consentimiento interior a ella, aunque se quiera hacer fuerza para asentir, porque está el espíritu conociendo otra cosa en la cosa con el espíritu que le tiene presente a aquella cosa; lo cual es como verlo claro.

§ 2.26.11

Y aunque el alma tiene aquello que entiende por tan cierto y verdadero como habemos dicho, y no puede dejar de tener aquel consentimiento interior pasivo, no por eso ha de dejar de creer y dar el consentimiento de la razón a lo que le dijere y mandare su maestro espiritual, aunque sea muy contrario a aquello que siente, para enderezar de esta manera el alma en fe a la divina unión, a la cual ha de caminar el alma más creyendo que entendiendo.

§ 2.26.12

No porque les dé hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en las cosas dichas, sino descubriéndoles a veces algunas verdades acerca de cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.

§ 2.26.12

Aunque verdad es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas, aunque nunca tan generales como el de Salomón, tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 8­10) que reparte Dios, entre los cuales pone sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc.

§ 2.26.12

Aunque verdad es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas, aunque nunca tan generales como el de Salomón, tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 8­10) que reparte Dios, entre los cuales pone sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc.

§ 2.26.12

Todas las cuales noticias son hábitos infusos, que gratis los da (Dios) a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente; naturalmente, así como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.

§ 2.26.12

Todas las cuales noticias son hábitos infusos, que gratis los da (Dios) a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente; naturalmente, así como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.

§ 2.26.13

Y a este modo, también estos espíritus conocen a veces en las demás cosas, aunque no siempre que ellos quieren, que eso es sólo de los que tienen el hábito, y aun ésos no tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere acudirles.

§ 2.26.14

Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado con mucha facilidad naturalmente pueden conocer, y unos más que otros, lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones y talentos de las personas; y esto por indicios exteriores, aunque sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras.

§ 2.26.14

Porque, así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así también lo puede el espiritual, según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: Spiritualis autem iudicat omnia: El espiritual todas las cosas juzga.

§ 2.26.14

Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse, porque el demonio se entremete aquí grandemente y con mucha sutileza, como luego diremos; y así siempre se han de renunciar las tales inteligencias (y noticias).

§ 2.26.15

Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan tener los espirituales noticia aunque estén ausentes, tenemos testimonio y ejemplo en el cuarto de los Reyes (5, 26), donde, queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero que había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: Nonne cor meum in praesenti erat, quando reversus est homo de curru suo in ocursum tui?: ¿Por ventura mi corazón no estaba presente cuando Naamán revolvió de su carro y te salió al encuentro? Lo cual acaeció espiritualmente, viéndolo con (el) espíritu como si pasase en presencia.

§ 2.26.16

La una y la otra manera de estas noticias de cosas, también como de las otras, acaecen al alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte.

§ 2.26.17

Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas necesidad, es de sus prójimos, para que las encomienden a Dios o las remedien, así como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina, muy muchas veces lo hace el demonio, y esto falsamente, para inducir en infamias, y pecados, y desconsuelos, de que tenemos muy mucha experiencia.

§ 2.26.18

Y así, no me parece hay para qué decir aquí el efecto que hacen las verdaderas ni el que hacen las falsas, porque sería cansar y no acabar; porque los efectos de éstas no se pueden comprehender debajo de corta doctrina; por cuanto, como estas noticias son muchas y muy varias, también lo son los efectos, pues que las buenas los hacen buenos, y las malas, malos, etc. (En decir que todas se nieguen, queda dicho lo que basta para no errar).

§ 2.27.1

Podemos también en esta segunda manera incluir otras muchas cosas particulares que Dios ordinariamente revela, así acerca del universo en general, como también en particular acerca de reinos, provincias y estados y familias y personas particulares.

§ 2.27.1

De lo cual tenemos en las Divinas Letras ejemplos en abundancia, así de lo uno como de lo otro, mayormente en todos los Profetas en los cuales se hallan revelaciones de todas estas maneras.

§ 2.27.1

Que, por ser cosa clara y llana, no quiero gastar tiempo en alegarlos aquí, sino decir que estas revelaciones no sólo acaecen de palabra, porque las hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con palabras solas, a veces por señales solas y figuras e imágenes y semejanzas solas, a veces juntamente con lo uno y con lo otro, como también es de ver en los Profetas, particularmente en todo el Apocalipsis, donde no solamente se hallan todos los géneros de revelaciones que habemos dicho, mas también los modos y maneras que aquí decimos.

§ 2.27.3

Acerca de este género de revelaciones, puede el demonio mucho meter la mano, porque, como las revelaciones de este género ordinariamente son por palabras, figuras y semejanzas, etc., puede el demonio muy bien fingir otro tanto, mucho más que cuando las revelaciones (no) son en espíritu sólo.

§ 2.27.4

De donde, por cuanto no hay más artículos que revelar acerca de la sustancia de nuestra fe que los que ya están revelados a la Iglesia, no sólo no se ha de admitir lo que de nuevo se revelare al alma acerca de ella, pero (aun) le conviene, para cautela, de no ir admitiendo otras variedades envueltas; y por la pureza del alma, que la conviene tener en fe, aunque se le revelen de nuevo las ya reveladas, no creerlas porque entonces se revelan de nuevo, sino porque ya están reveladas bastantemente a la Iglesia; sino que, cerrando el entendimiento a ellas, sencillamente se arrime a la doctrina de la Iglesia y su fe, que, como dice san Pablo (Rm. 10, 17), entra por el oído, y no acomode el crédito y entendimiento a estas cosas de fe reveladas de nuevo, aunque más conformes y verdaderas le parezcan, si no quiere ser engañado.

§ 2.27.5

E importa tanto esto de allegarse los ojos cerrados a las profecías pasadas en cualquiera nueva revelación, que, con haber el apóstol san Pedro visto la gloria del Hijo de Dios en alguna manera en el monte Tabor, con todo, dijo en su canónica (2 Pe. 1, 19) estas palabras: Et habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis attendentes, etc.; lo cual es como si dijera: Aunque es verdad la visión que vimos de Cristo en el monte, más firme y cierta es la palabra de la profecía que nos es revelada, a la cual arrimando vuestra alma, hacéis bien.

§ 2.27.6

Por tanto, el alma pura, cauta, y sencilla y humilde, con tanta fuerza y cuidado ha de resistir (y desechar) las revelaciones y otras visiones, como las muy peligrosas tentaciones; porque no hay necesidad de quererlas, sino de no quererlas para ir a la unión de amor.

§ 2.27.6

Que eso es lo que quiso decir Salomón (Ecli. 7, 1) cuando dijo: ¿Qué necesidad tiene el hombre de querer y buscar las cosas que son sobre su capacidad natural? Como si dijéramos: Ninguna necesidad tiene para ser perfecto de querer cosas sobrenaturales por vía sobrenatural, que es sobre su capacidad.

§ 2.28.1

Para que así entienda cómo, aunque acerca de las aprehensiones del alma y doctrina que voy tratando no doy tan abundante doctrina ni desmenuzo tanto la materia y divisiones como por ventura requiere el entendimiento, no quedo corto en esta parte.

§ 2.28.1

Y ésta es la causa por qué con tanta brevedad he concluido con las aprehensiones de profecías, así como en las demás he hecho, habiendo mucho más que decir en cada una según las diferencias y modos y maneras que en cada una suele haber, que entiendo no se podrían acabar de saber; contentándome con que, a mi ver, queda dicha la sustancia y la doctrina y cautela que conviene para ello y para todo lo a ello semejante que pudiese acaecer en el alma.

§ 2.29.1

Y, a la verdad, hay gran causa para pensar esto, porque él mismo se razona y se responde consigo, como si fuese una persona con otra.

§ 2.29.1

Y, a la verdad, en alguna manera es así, que, aunque el mismo espíritu es el que aquello hace como instrumento, el Espíritu Santo le ayuda muchas veces a producir y formar aquellos conceptos, palabras y razones verdaderas.

§ 2.29.1

Y así, se las habla, como si fuese tercera persona, a sí mismo.

§ 2.29.1

Porque como entonces el entendimiento está recogido y unido con la verdad de aquello que piensa, y el Espíritu Divino también está unido con él en aquella verdad, como lo está siempre en toda verdad, de aquí es que, comunicando el entendimiento en esta manera con el Espíritu Divino mediante aquella verdad, juntamente las demás verdades que son acerca de aquella que pensaba, abriéndole puerta y yéndole dando luz el Espíritu Santo enseñador.

§ 2.29.1

Porque como entonces el entendimiento está recogido y unido con la verdad de aquello que piensa, y el Espíritu Divino también está unido con él en aquella verdad, como lo está siempre en toda verdad, de aquí es que, comunicando el entendimiento en esta manera con el Espíritu Divino mediante aquella verdad, juntamente las demás verdades que son acerca de aquella que pensaba, abriéndole puerta y yéndole dando luz el Espíritu Santo enseñador.

§ 2.29.3

Y, aunque es verdad que en aquella comunicación e ilustración del entendimiento en ella de suyo no hay engaño, pero puédelo haber y haylo muchas veces en las formales palabras y razones que sobre ello forma el entendimiento; que, por cuanto aquella luz a veces que se le da es muy sutil y espiritual, de manera que el entendimiento (no) alcanza a informarse bien en ella, y él es el que, como decimos, forma las razones de suyo, de aquí es que muchas veces las forma falsas, otras verisímiles o defectuosas.

§ 2.29.3

Que, como ya comenzó a tomar hilo de la verdad al principio, y luego pone de suyo la habilidad o rudeza de su bajo entendimiento, es fácil cosa ir variando conforme su capacidad; y todo en, este modo, como que habla tercera persona.

§ 2.29.3

Que, como ya comenzó a tomar hilo de la verdad al principio, y luego pone de suyo la habilidad o rudeza de su bajo entendimiento, es fácil cosa ir variando conforme su capacidad; y todo en, este modo, como que habla tercera persona.

§ 2.29.4

Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios, y suponen que es así, diciendo: "Díjome Dios"," respondióme Dios"; y no será así, sino que, como habemos dicho, ellos las más veces se lo dicen.

§ 2.29.6

Y, aunque es verdad que en aquella ilustración de verdades comunica al alma él alguna luz, pero es tan diferente la que es en fe, sin entender claro, de ésta cuanto a la calidad, como lo es el oro subidísimo del muy bajo metal; y cuanto a la cantidad, como excede la mar a una gota de agua.

§ 2.29.6

Y, aunque es verdad que en aquella ilustración de verdades comunica al alma él alguna luz, pero es tan diferente la que es en fe, sin entender claro, de ésta cuanto a la calidad, como lo es el oro subidísimo del muy bajo metal; y cuanto a la cantidad, como excede la mar a una gota de agua.

§ 2.29.7

Y si me dijeres que todo será bueno, que no impide lo uno a lo otro, digo que impide mucho si el alma hace caso de ello, porque ya es ocuparse en cosas claras y de poco tomo, que bastan para impedir la comunicación del abismo de la fe, en la cual sobrenatural y secretamente enseña Dios al alma y la levanta en virtudes y dones como ella no sabe.

§ 2.29.10

Y ésta es una de las maneras con que se comunica con los que tienen hecho algún pacto con él, tácito o expreso, y como se comunica con algunos herejes, mayormente con algunos heresiarcas, informándolos el entendimiento con conceptos y razones muy sutiles, falsas y erróneas.

§ 2.29.12

Quedemos, pues, en esta necesaria cautela, así en las unas como en las otras, para no ser engañados ni embarazados con ellas: que no hagamos caudal de nada de ellas, sino sólo de saber enderezar la voluntad con fortaleza a Dios, obrando con perfección su ley y sus santos consejos, que es la sabiduría de los Santos, contentándonos de saber los misterios y verdades con la sencillez y verdad que nos les propone la Iglesia.

§ 2.30.1

Y por eso son muy diferentes que las que acabamos de decir; porque no solamente tienen la diferencia en que se hacen sin que el espíritu ponga de su parte algo en ellas, como hace en las otras, pero, como digo, acaécenle a veces sin estar recogidos, sino muy fuera de aquello que se le dice; lo cual no es así en las primeras sucesivas, porque siempre son acerca de lo que estaba considerando.

§ 2.30.1

Y por eso son muy diferentes que las que acabamos de decir; porque no solamente tienen la diferencia en que se hacen sin que el espíritu ponga de su parte algo en ellas, como hace en las otras, pero, como digo, acaécenle a veces sin estar recogidos, sino muy fuera de aquello que se le dice; lo cual no es así en las primeras sucesivas, porque siempre son acerca de lo que estaba considerando.

§ 2.30.2

Estas palabras, a veces, son muy formadas, a veces no tanto; porque muchas veces son como conceptos en que se le dice algo, ahora respondiendo, ahora en otra manera hablándole al espíritu.

§ 2.30.2

Estas, a veces, son una palabra, a veces dos o más; a veces son sucesivas, como las pasadas, porque suelen durar, enseñando o tratando algo con el alma, y todas sin que ponga nada de suyo el espíritu, porque son todas como cuando habla una persona con otra.

§ 2.30.2

Estas, a veces, son una palabra, a veces dos o más; a veces son sucesivas, como las pasadas, porque suelen durar, enseñando o tratando algo con el alma, y todas sin que ponga nada de suyo el espíritu, porque son todas como cuando habla una persona con otra.

§ 2.30.2

Como leemos haberle acaecido a Daniel (9, 22), que dice hablaba el ángel en él, lo cual era formal y sucesivamente razonando en su espíritu y enseñándole, según allí también dice el ángel, diciendo que había venido para enseñarle.

§ 2.30.4

Que, cierto, aborrece Dios tanto el ver las almas inclinadas a mayorías, que aún cuando él se lo manda y las pone en ellas no quiere que tengan prontitud que comúnmente pone Dios en estas palabras formales al alma, son diferentes de esotras sucesivas, que no mueven tanto al espíritu como éstas, ni le ponen tanta prontitud, por ser éstas (más) formales y en que menos se entremete el entendimiento de suyo.

§ 2.30.5

De todas estas palabras formales tan poco caso ha de hacer el alma como de las otras sucesivas; porque, demás de que ocuparía el espíritu de lo que no es legítimo y próximo medio para la unión de Dios, que es la fe, podría facilísimamente ser engañada del demonio; porque, a veces, apenas se conocerán cuáles sean dichas por buen espíritu y cuáles por malo.

§ 2.30.5

Que como éstas no hacen mucho efecto, apenas se pueden distinguir por los efectos, porque aun a veces las del demonio ponen más eficacia en los imperfectos que esotras de buen espíritu en los espirituales.

§ 2.31.1

De manera que, aunque es verdad que toda palabra sustancial es formal, no por eso toda palabra formal es sustancial, sino solamente aquella que, como arriba dijimos, imprime sustancialmente en el alma aquello que ella significa.

§ 2.31.1

Tal como si nuestro Señor dijese formalmente al alma: "Sé buena", luego sustancialmente sería buena; o si la dijese: "Amame", luego tendría y sentiría en sí sustancia de amor de Dios; o si, temiendo mucho, la dijese: "No temas", luego sentiría gran fortaleza y tranquilidad.

§ 2.31.1

Porque el dicho de Dios y su palabra, como dice el Sabio (Ecli. 8, 4), es llena de potestad; y así hace sustancialmente en el alma aquello que le dice.

§ 2.31.2

No tiene qué desechar, porque el efecto de ellas queda sustanciado en el alma y lleno del bien de Dios, al cual, como le recibe pasivamente, su acción es menos en todo.

§ 2.31.2

Ni tiene que temer algún engaño, porque ni el entendimiento ni el demonio pueden entrometerse en esto ni llegar a hacer pasivamente efecto sustancial en el alma, de manera que la imprima el efecto y hábitos de su palabra, si no fuese que el alma estuviese dada a él por pacto voluntario y, morando en ella como señor de ella, le imprimiese los tales efectos, no de bien, sino de malicia. (Que, por cuanto aquella alma estaba ya unida en nequicia voluntaria, podría fácilmente el demonio imprimirle los efectos de los dichos, y palabras en malicia).

§ 2.31.2

Todas son como si no fuesen, puestas con ellas; ni su efecto es nada, puesto con el de ellas.

§ 2.31.2

Que, por eso, dice Dios por Jeremías (23, 28­29): ¿Qué tienen que ver las pajas con el trigo? ¿Por ventura mis palabras no son como fuego y como martillo que quebranta las peñas? Y así, estas palabras sustanciales sirven mucho para la unión del alma con Dios, y cuanto más interiores, más sustanciales (son) y más aprovechan. ¡Dichosa el alma a quien Dios las hablare! Habla, Señor, que tu siervo oye (1 Sm. 3, 10).

§ 2.31.2

Que, por eso, dice Dios por Jeremías (23, 28­29): ¿Qué tienen que ver las pajas con el trigo? ¿Por ventura mis palabras no son como fuego y como martillo que quebranta las peñas? Y así, estas palabras sustanciales sirven mucho para la unión del alma con Dios, y cuanto más interiores, más sustanciales (son) y más aprovechan. ¡Dichosa el alma a quien Dios las hablare! Habla, Señor, que tu siervo oye (1 Sm. 3, 10).

§ 2.32.3

Por tanto, es de saber que de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de los que son en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces, como digo, redunda en el entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un subidísimo sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento; al cual no se puede poner nombre tampoco, como al sentimiento de donde redunda.

§ 2.32.3

Por tanto, es de saber que de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de los que son en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces, como digo, redunda en el entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un subidísimo sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento; al cual no se puede poner nombre tampoco, como al sentimiento de donde redunda.

§ 2.32.3

Por tanto, es de saber que de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de los que son en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces, como digo, redunda en el entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un subidísimo sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento; al cual no se puede poner nombre tampoco, como al sentimiento de donde redunda.

§ 2.32.4

Para (dar) cautela y encaminar al entendimiento por estas noticias en fe a la unión con Dios, no es menester aquí gastar mucho almacén; porque, como quiera que los sentimientos que habemos dicho se hagan pasivamente en el alma, sin que ella haga algo de su parte efectivamente para recibirlos, así también las noticias de ellos se reciben pasivamente en el entendimiento que llaman los filósofos posible, sin que él haga nada de su parte.

§ 2.32.4

Porque, como habemos dicho que acaece en las palabras sucesivas, facilísimamente con su actividad turbará y deshará aquellas noticias delicadas, que son una sabrosa inteligencia sobrenatural a que no llega el natural ni la puede comprehender haciendo, sino recibiendo.

§ 3.2.1

Necesario le es al lector advertir en cada libro de éstos al propósito que vamos hablando, porque, si no, podránle nacer muchas dudas acerca de lo que fuere leyendo, como ahora las podría tener en lo que habemos dicho del entendimiento y ahora diremos de la memoria, y después diremos de la voluntad.

§ 3.2.3

Y así, siendo verdad, como lo es, que a Dios el alma antes le ha de ir conociendo por lo que no es que por lo que es, de necesidad, para ir a él ha de ir negando y no admitiendo hasta lo último que pudiere negar de sus aprehensiones, así naturales como sobrenaturales.

§ 3.2.3

Y así, siendo verdad, como lo es, que a Dios el alma antes le ha de ir conociendo por lo que no es que por lo que es, de necesidad, para ir a él ha de ir negando y no admitiendo hasta lo último que pudiere negar de sus aprehensiones, así naturales como sobrenaturales.

§ 3.2.4

Y de todas estas noticias y formas se ha de desnudar y vaciar, y procurar perder la aprehensión imaginaria de ellas, de manera que en ella no le dejen impresa noticia ni rastro de cosa, sino que se quede calva y rasa, como si no hubiese pasado por ella, olvidada y suspendida de todo.

§ 3.2.4

Porque esto no puede ser (si no se desnuda totalmente) de todas las formas, que no son Dios, pues Dios no cae debajo de forma ni noticia alguna distinta, como lo habemos dicho en la noche del entendimiento.

§ 3.2.4

Y, pues ninguno puede servir a dos señores, como dice Cristo (Mt. 6, 24), no puede la memoria estar juntamente unida en Dios y en las formas y noticias distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen que pueda ser comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando está unida con Dios, como también por experiencia se ve cada día, se queda sin forma y sin figura, perdida la imaginación, embebida la memoria en un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de nada; porque aquella divina unión la vacía la fantasía y barre de todas las formas y noticias, y la sube a lo sobrenatural.

§ 3.2.4

Y, pues ninguno puede servir a dos señores, como dice Cristo (Mt. 6, 24), no puede la memoria estar juntamente unida en Dios y en las formas y noticias distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen que pueda ser comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando está unida con Dios, como también por experiencia se ve cada día, se queda sin forma y sin figura, perdida la imaginación, embebida la memoria en un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de nada; porque aquella divina unión la vacía la fantasía y barre de todas las formas y noticias, y la sube a lo sobrenatural.

§ 3.2.4

Y, pues ninguno puede servir a dos señores, como dice Cristo (Mt. 6, 24), no puede la memoria estar juntamente unida en Dios y en las formas y noticias distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen que pueda ser comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando está unida con Dios, como también por experiencia se ve cada día, se queda sin forma y sin figura, perdida la imaginación, embebida la memoria en un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de nada; porque aquella divina unión la vacía la fantasía y barre de todas las formas y noticias, y la sube a lo sobrenatural.

§ 3.2.5

Y entonces, a causa de esta unión, se vacía y purga la memoria, como digo, de todas las noticias, y queda olvidada y a veces olvidadísima, que ha menester hacerse gran fuerza y trabajar para acordarse de algo.

§ 3.2.6

Y como está entonces suspensa la imaginativa, aunque entonces le hagan cosas que causen dolor, no lo siente; porque sin imaginación no hay sentimiento.

§ 3.2.7

Dirá alguno que bueno parece esto, pero que de aquí se sigue la destrucción del uso natural y curso de las potencias, y que quede el hombre como bestia, olvidado, y aun peor, sin discurrir ni acordarse de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios no destruye la naturaleza, antes la perfecciona, y de aquí necesariamente se sigue su destrucción, pues se olvida de lo moral y razonal para obrarlo, y de lo natural para ejercitarlo, porque de nada de esto se puede acordar, pues se priva de las noticias y formas que son el medio de la reminiscencia.

§ 3.2.8

Por lo cual, las operaciones de la memoria y de las demás potencias en este estado todas son divinas, porque poseyendo ya Dios las potencias, como ya entero señor de ellas, por la transformación de ellas en sí, él mismo es el que las mueve y manda divinamente según su divino espíritu y voluntad.

§ 3.2.8

Y entonces es de manera que las operaciones no son distintas, sino que las que obra el alma son de Dios y son operaciones divinas; que, por cuanto, como dice san Pablo (1 Cor. 6, 17), el que se une con Dios, un espíritu se hace con él, de aquí es que las operaciones del alma unida son del Espíritu Divino, y son divinas.

§ 3.2.12

Pero esto les viene de parte de la Sabiduría divina; que, por cuanto estas almas se ejercitan en no saber ni aprehender nada con las potencias, lo vienen generalmente, como lo decimos en el Monte, a saber todo, según aquello que dice el Sabio (Sab. 7, 21): El artífice de todo, que es la Sabiduría, me lo enseñó todo.

§ 3.2.13

Y esto va Dios obrando en ella pasivamente, como diremos, Deo dante, en la noche pasiva del alma.

§ 3.2.14

Y los divinos efectos que hace en el alma cuando lo es, así de parte del entendimiento como de la memoria y voluntad, no los decimos en esta noche y purgación activa, porque sólo con ésta no se acaba de hacer la divina unión; pero dirémoslos en la pasiva, mediante la cual se hace la junta del alma con Dios.

§ 3.2.14

Y es que ordinariamente el espiritual tenga esta cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo ni presa de ellas en la memoria, sino que las deje luego olvidar, y (lo) procure con la eficacia, si es menester, que otros acordarse; de manera que no le quede en la memoria alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria libre y desembarazada, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de abajo, como si tal potencia de memoria no tuviese, dejándola libremente perder en olvido, como cosa que estorba.

§ 3.2.14

Y es que ordinariamente el espiritual tenga esta cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo ni presa de ellas en la memoria, sino que las deje luego olvidar, y (lo) procure con la eficacia, si es menester, que otros acordarse; de manera que no le quede en la memoria alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria libre y desembarazada, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de abajo, como si tal potencia de memoria no tuviese, dejándola libremente perder en olvido, como cosa que estorba.

§ 3.2.14

Y es que ordinariamente el espiritual tenga esta cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo ni presa de ellas en la memoria, sino que las deje luego olvidar, y (lo) procure con la eficacia, si es menester, que otros acordarse; de manera que no le quede en la memoria alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria libre y desembarazada, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de abajo, como si tal potencia de memoria no tuviese, dejándola libremente perder en olvido, como cosa que estorba.

§ 3.3.2

El primero, que es de parte del mundo, es estar sujeto a muchas maneras de daños por medio de las noticias y discursos, así como falsedades, imperfecciones, apetitos, juicios, perdimiento de tiempo y otras muchas cosas, que crían en el alma muchas impurezas.

§ 3.3.4

Y si me dijeres que bien podrá el hombre vencer todas estas cosas cuando le vinieren, digo que del todo puramente es imposible si hace caso de noticias, porque en ellas se ingieren mil imperfecciones e impertinencias, y algunas tan sutiles y delgadas, que, sin entenderlo el alma, se le pegan de suyo, así como la pez al que la toca, y que mejor se vence todo de una vez negando la memoria en todo.

§ 3.3.4

Por lo cual, mejor es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable Dios; porque, como habemos dicho, para este estado las operaciones naturales se han de perder de vista, lo cual se hace, como cuando dice el profeta (Os. 2, 14), cuando venga el alma según estas sus potencias a soledad y le hable Dios al corazón.

§ 3.3.4

Por lo cual, mejor es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable Dios; porque, como habemos dicho, para este estado las operaciones naturales se han de perder de vista, lo cual se hace, como cuando dice el profeta (Os. 2, 14), cuando venga el alma según estas sus potencias a soledad y le hable Dios al corazón.

§ 3.3.6

Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus discípulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin ellos saber ni pensar que aquello podía ser, ni el cómo podía ser (Jn. 20, 19­20), entrará espiritualmente en el alma sin que ella sepa ni obre el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad, cerradas a todas las aprehensiones, y se las llenará de paz, declinando sobre ella, como el profeta dice (Is. 48, 18), como un río de paz, en que la quitará todos los recelos y sospechas, turbación y tiniebla que le hacían temer que estaba o que iba perdida.

§ 3.3.6

Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus discípulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin ellos saber ni pensar que aquello podía ser, ni el cómo podía ser (Jn. 20, 19­20), entrará espiritualmente en el alma sin que ella sepa ni obre el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad, cerradas a todas las aprehensiones, y se las llenará de paz, declinando sobre ella, como el profeta dice (Is. 48, 18), como un río de paz, en que la quitará todos los recelos y sospechas, turbación y tiniebla que le hacían temer que estaba o que iba perdida.

§ 3.4.2

Yo quisiera que los espirituales acabasen bien de echar de ver cuántos daños les hacen los demonios en las almas por medio de la memoria cuando se dan mucho a usar de ella, cuántas tristezas y aflicciones, y gozos malos vanos los hacen tener, así acerca de lo que piensan en Dios como de las cosas del mundo, y (cuántas impurezas les dejan arraigadas en el espíritu), haciéndolos también grandemente distraer del sumo recogimiento, que consiste en poner toda el alma, según sus potencias, en solo (el) bien incomprehensible y quitarla de todas las cosas aprehensibles, porque no son bien incomprehensible.

§ 3.4.2

Lo cual, aunque no se siguiera tanto bien de este vacío como es ponerse en Dios, por sólo ser causa de librarse de muchas penas, aflicciones y tristezas, allende de las imperfecciones y pecados de que se libra, es grande bien.

§ 3.5.1

Y nunca le nacen al alma turbaciones si no es de las aprehensiones de la memoria; porque, olvidadas todas las cosas, no hay cosa que perturbe la paz ni que muevan los apetitos, pues, como dicen, lo que el ojo no ve, el corazón no lo desea.

§ 3.5.3

Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones de la memoria, como quiera que el alma no puede advertir más que una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles, como son las noticias de la memoria, no es posible que esté libre para lo incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.

§ 3.5.3

Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones de la memoria, como quiera que el alma no puede advertir más que una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles, como son las noticias de la memoria, no es posible que esté libre para lo incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.

§ 3.5.3

Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones de la memoria, como quiera que el alma no puede advertir más que una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles, como son las noticias de la memoria, no es posible que esté libre para lo incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.

§ 3.6.3

Cuanto a lo tercero, tiene en sí el alma, mediante este olvido y recogimiento de todas las cosas, disposición para ser movida del Espíritu Santo y enseñada por él; el cual, como dice el Sabio (Sab. 1, 5), se aparta de los pensamientos que son fuera de razón.

§ 3.7.1

Aunque en el primer género de aprehensiones naturales habemos dado doctrina también para las imaginarias, que son naturales, convenía hacer esta división por amor de otras formas y noticias que guarda la memoria en sí, que son de cosas sobrenaturales, así como de visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos por vía sobrenatural.

§ 3.7.2

Porque, como queda dicho, ningunas formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la memoria son Dios, y de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el alma para ir a Dios; luego también la memoria de todas estas formas y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en esperanza, porque toda posesión es contra esperanza, la cual, como dice san Pablo (Hb. 11, 1), es de lo que no se posee.

§ 3.7.2

Porque, como queda dicho, ningunas formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la memoria son Dios, y de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el alma para ir a Dios; luego también la memoria de todas estas formas y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en esperanza, porque toda posesión es contra esperanza, la cual, como dice san Pablo (Hb. 11, 1), es de lo que no se posee.

§ 3.8.3

Cuanto al primer género, está claro que, si el espiritual hace presa y reflexión sobre las dichas noticias y formas, se ha de engañar muchas veces acerca de su juicio, porque, como ninguno cumplidamente puede saber las cosas que naturalmente pasan por su imaginación, ni tener entero y cierto juicio sobre ellas, mucho menos podrá tenerle acerca de las sobrenaturales que son sobre nuestra capacidad, y que raras veces acaecen.

§ 3.8.4

Y acerca de la cualidad, teniendo lo que tiene en su imaginación por tal o tal cosa, y no será sino tal o tal; poniendo, como dice Isaías (5, 20), las tinieblas por luz, y la luz por tinieblas, y lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo.

§ 3.9.1

Porque, así como está muy libre de caer en este vicio el que no tiene nada de eso, pues no ve en sí de qué presumir; así, por el contrario, el que lo tiene, tiene la ocasión en la mano de pensar que ya es algo, pues tiene aquellas comunicaciones sobrenaturales.

§ 3.9.2

Que piensan que basta cierta manera de conocimiento de su miseria, estando juntamente con esto llenos de oculta estimación y satisfacción de sí mismos, agradándose más de su espíritu y bienes espirituales que del ajeno; como el fariseo que daba gracias a Dios que no era como los otros hombres y que tenía tales y tales virtudes, en lo cual tenía satisfacción de sí y presunción (Lc. 18, 11­12).

§ 3.9.2

Que piensan que basta cierta manera de conocimiento de su miseria, estando juntamente con esto llenos de oculta estimación y satisfacción de sí mismos, agradándose más de su espíritu y bienes espirituales que del ajeno; como el fariseo que daba gracias a Dios que no era como los otros hombres y que tenía tales y tales virtudes, en lo cual tenía satisfacción de sí y presunción (Lc. 18, 11­12).

§ 3.9.2

Los cuales, aunque formalmente no lo digan como éste, lo tienen habitualmente en el espíritu.

§ 3.9.2

Y aun algunos llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio; que como ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos devotos y suaves de Dios, a su parecer, ya se satisfacen de manera que piensan están muy cerca de Dios, y aún que los que no tienen aquello están muy bajos, y los desestiman como el fariseo (al publicano).

§ 3.9.2

Y aun algunos llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio; que como ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos devotos y suaves de Dios, a su parecer, ya se satisfacen de manera que piensan están muy cerca de Dios, y aún que los que no tienen aquello están muy bajos, y los desestiman como el fariseo (al publicano).

§ 3.9.4

Lo segundo, han menester advertir que todas las visiones y revelaciones y sentimientos del cielo y cuanto más ellos quisieren pensar, no valen tanto como el menor acto de humildad, la cual tiene los efectos de la caridad, que no estima sus cosas ni las procura, ni piensa mal sino de sí, y de sí ningún bien piensa, sino de los demás (1 Cor. 13, 4­7).

§ 3.10.1

Por todo lo que queda dicho arriba, se colige y entiende bien cuánto daño se le puede seguir al alma, por vía de estas aprehensiones sobrenaturales, de parte del demonio, pues no solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas noticias y formas falsas que parezcan verdaderas y buenas, imprimiéndolas en el espíritu y sentido con mucha eficacia y certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no hay otra cosa, sino que aquello es así como se le asienta (porque, como se transfigura en ángel de luz, parécele al alma luz); y también en las verdaderas que son de parte de Dios puede tentarla de muchas maneras, moviéndole los apetitos y afectos, ahora espirituales, ahora sensitivos, desordenadamente acerca de ellas.

§ 3.10.1

Por todo lo que queda dicho arriba, se colige y entiende bien cuánto daño se le puede seguir al alma, por vía de estas aprehensiones sobrenaturales, de parte del demonio, pues no solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas noticias y formas falsas que parezcan verdaderas y buenas, imprimiéndolas en el espíritu y sentido con mucha eficacia y certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no hay otra cosa, sino que aquello es así como se le asienta (porque, como se transfigura en ángel de luz, parécele al alma luz); y también en las verdaderas que son de parte de Dios puede tentarla de muchas maneras, moviéndole los apetitos y afectos, ahora espirituales, ahora sensitivos, desordenadamente acerca de ellas.

§ 3.10.2

Porque al alma ciega, ya la falsedad no le parece falsedad, y lo malo no le parece malo, etc.; porque le parecen las tinieblas luz, y la luz tinieblas, y de ahí viene a dar en mil disparates, así acerca de lo natural, como de lo moral, como también de lo espiritual; y ya lo que era vino se le volvió vinagre.

§ 3.10.2

Porque al alma ciega, ya la falsedad no le parece falsedad, y lo malo no le parece malo, etc.; porque le parecen las tinieblas luz, y la luz tinieblas, y de ahí viene a dar en mil disparates, así acerca de lo natural, como de lo moral, como también de lo espiritual; y ya lo que era vino se le volvió vinagre.

§ 3.10.2

Todo lo cual le viene porque al principio no fue negando el gusto de aquellas cosas sobrenaturales; del cual, como al principio es poco o no es tan malo, no se recata tanto el alma, y déjale estar y crece, como el grano de mostaza en árbol grande (Mt. 13, 32).

§ 3.10.2

Todo lo cual le viene porque al principio no fue negando el gusto de aquellas cosas sobrenaturales; del cual, como al principio es poco o no es tan malo, no se recata tanto el alma, y déjale estar y crece, como el grano de mostaza en árbol grande (Mt. 13, 32).

§ 3.10.2

Porque pequeño yerro, como dicen, en el principio, grande es en el fin.

§ 3.11.1

De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.

§ 3.12.1

Porque, aunque la razón y juicio no haga expreso concepto de que Dios será semejante a algo de aquello, todavía la misma estimación de aquellas aprehensiones, si, en fin, las estima, hace y causa en el alma un no estimar y sentir de Dios tan altamente como enseña la fe, que nos dice ser incomparable, incomprehensible, etc.

§ 3.12.1

Porque, demás de que todo lo que el alma pone en la criatura quita de Dios, naturalmente se hace en el interior de ella, por medio de la estimación de aquellas cosas aprehensibles, cierta comparación de ellas a Dios que no deja juzgar ni estimar de Dios tan altamente como debe.

§ 3.12.1

Porque las criaturas, ahora terrenas, ahora celestiales, y todas las noticias e imágenes distintas, naturales y sobrenaturales, que pueden caer en las potencias del alma, por altas que sean ellas en esta vida, ninguna comparación ni proporción tiene con el ser de Dios, por cuanto Dios no cae debajo de género y especie, y ellas sí, como dicen los teólogos.

§ 3.12.1

Por tanto, el que embaraza la memoria y las demás potencias del alma con lo que ellas pueden comprehender, no puede estimar a Dios ni sentir de él como debe.

§ 3.13.1

Los provechos que hay en vaciar la imaginativa de las formas imaginarias, bien se echa de ver por los cinco daños que quedan dichos que le causan al alma si las quiere tener en sí, como también dijimos de las formas naturales.

§ 3.13.1

Y así el tiempo y caudal del alma, que había de gastar en esto y en entender con ellas, lo puede emplear en otro mejor y más provechoso ejercicio, que es el de la voluntad para con Dios, y en cuidar de buscar la desnudez y pobreza espiritual y sensitiva, que consiste en querer de veras carecer de todo arrimo consolatorio y aprehensivo, así interior como exterior.

§ 3.13.1

Lo cual se ejercita bien queriendo y procurando desarrimarse de estas formas, pues que de ahí se le seguirá un tan gran provecho, como es allegarse a Dios, que no tiene imagen, ni forma, ni figura, tanto cuanto más se enajenare de todas formas e imágenes y figuras imaginarias.

§ 3.13.2

Y el Esposo a la Esposa (Ct. 8, 6): Ponme como señuelo sobre tu corazón, como señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es alguna aprehensión.

§ 3.13.2

Y el Esposo a la Esposa (Ct. 8, 6): Ponme como señuelo sobre tu corazón, como señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es alguna aprehensión.

§ 3.13.2

Y aun es género de soberbia no querer admitir las cosas de Dios, como que sin ellas, por nosotros mismos, nos podemos valer.

§ 3.13.3

De donde no es menester que la voluntad haga acto de admitirlas, porque, como también habemos dicho, si el alma entonces quiere obrar con sus potencias, antes con su operación baja natural impediría la sobrenatural que por medio de estas aprehensiones obra Dios entonces en ella, que sacase algún provecho de su ejercicio de obra, sino que, así como se le da al alma pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones imaginarias, así pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin poner sus acciones interiores o exteriores en nada.

§ 3.13.3

De donde no es menester que la voluntad haga acto de admitirlas, porque, como también habemos dicho, si el alma entonces quiere obrar con sus potencias, antes con su operación baja natural impediría la sobrenatural que por medio de estas aprehensiones obra Dios entonces en ella, que sacase algún provecho de su ejercicio de obra, sino que, así como se le da al alma pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones imaginarias, así pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin poner sus acciones interiores o exteriores en nada.

§ 3.13.3

Lo cual haría si, dándole Dios el espíritu pasivamente, como hace en estas aprehensiones, ella entonces se quisiese haber en ellas activamente, obrando con el entendimiento o queriendo algo en ellas.

§ 3.13.4

De donde la diferencia que hay entre la operación activa y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está haciendo y está ya hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar y entre lo que está ya (conseguido y) alcanzado.

§ 3.13.4

De donde también se saca que, si el alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho, porque, como decimos, no pueden llegar de suyo al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio de ellas.

§ 3.13.4

De donde también se saca que, si el alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho, porque, como decimos, no pueden llegar de suyo al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio de ellas.

§ 3.13.4

Que, por eso, dijo el profeta (Hab. 2, 1): Estaré en pie sobre mi custodia y afirmaré el paso sobre mi munición, y contemplaré lo que se me dijere; que es como si dijera: levantado estaré sobre toda la guardia de mis potencias, y no daré paso adelante en mis operaciones, y así podré contemplar lo que se me dijere, esto es, entenderé y gustaré lo que se me comunicare sobrenaturalmente.

§ 3.13.5

Y dice que le ponga también como señuelo en el brazo, porque en él está el ejercicio de amor, pues en él se sustenta y regala el Amado.

§ 3.13.6

Por tanto, de todo lo que el alma ha de procurar en todas las aprehensiones que de arriba le vinieren (así imaginarias como de otro cualquiera género, no me da más visiones que locuciones, o sentimientos, o revelaciones) es, no haciendo caso de la letra y corteza, esto es, de lo que significa o representa o da a entender, sólo advertir en tener el amor de Dios que interiormente le causan al alma.

§ 3.13.6

Y para sólo este efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella imagen y aprehensión que le causó el amor, para poner el espíritu en motivo de amor; porque, aunque no hace después tanto efecto cuando se acuerda como la primera vez que se comunicó, todavía cuando se acuerda se renueva el amor, y hay levantamiento de mente en Dios, mayormente cuando es la recordación de algunas figuras, imágenes o sentimientos sobrenaturales que suelen sellarse e imprimirse en el alma, de manera que duran mucho tiempo, y algunas nunca se quitan del alma.

§ 3.13.7

Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas vivamente en el alma; que no son como las otras imágenes y formas que se conservan en la fantasía; y así, no ha menester el alma ir a esta potencia por ellas cuando se quisiere acordar, porque ve que las tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo.

§ 3.13.7

Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas vivamente en el alma; que no son como las otras imágenes y formas que se conservan en la fantasía; y así, no ha menester el alma ir a esta potencia por ellas cuando se quisiere acordar, porque ve que las tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo.

§ 3.13.7

Cuando acaeciere a alguna alma tener en sí las dichas figuras formalmente, bien podrá acordarse de ellas para el efecto de amor que dije, porque no le estorbarán para la unión de amor en fe, como no quiera embeberse en la figura, sino aprovecharse del amor, dejando luego la figura; y así, antes le ayudará.

§ 3.13.9

Y a esotro que dice la objeción, que parece soberbia desechar estas cosas si son buenas, digo que antes es humildad prudente aprovecharse de ellas en el mejor modo, como queda dicho, y guiarse por lo más seguro.

§ 3.14.1

Las noticias espirituales pusimos por tercer género de aprehensiones de la memoria, no porque ellas pertenezcan al sentido corporal de la fantasía como las demás (pues no tienen imagen y forma corporal), pero porque también caen debajo de reminiscencia y memoria espiritual, pues que, después de haber caído en el alma alguna de ellas, se puede, cuando quisiere, acordar de ella.

§ 3.14.1

Y esto, no por la efigie e imagen que dejase la tal aprehensión en el sentido corporal -porque, por ser corporal, como decimos, no tiene capacidad para formas espirituales-, sino que intelectual y espiritualmente se acuerda de ella por la forma que en el alma de si dejó impresa, que también es forma o noticia, o imagen espiritual o formal, por lo cual se acuerda, o por el efecto que hizo; que por eso pongo estas aprehensiones entre las de la memoria, aunque no pertenezcan a las de la fantasía.

§ 3.14.2

Cuáles son estas noticias y cómo se haya de haber en ellas el alma para ir a la unión de Dios suficientemente está dicho en el capítulo 24 del libro segundo, donde las tratamos como aprehensiones del entendimiento.

§ 3.14.2

Sólo, lo que toca al propósito de cómo se ha de haber la memoria acerca de ellas para ir a la unión, digo que, como acabo de decir de las formas en el precedente capítulo, de cuyo género son también éstas que son de cosas criadas, cuando le hicieren buen efecto se puede acordar de ellas, no para quererlas retener en sí, sino para avivar el amor y noticia de Dios.

§ 3.14.2

Mas de las increadas digo que se procure acordar las veces que pudiere, porque le harán grande efecto, pues, como allí dijimos, son toques y sentimientos de unión de Dios, que es donde vamos encaminando al alma.

§ 3.15.1

Y así, no ha de dejar el hombre de pensar y acordarse de lo que debe hacer y saber, que, como no hay aficiones de propiedad, no le harán daño.

§ 3.15.2

Pero hase de advertir aquí que no por eso convenimos, ni queremos convenir en esta nuestra doctrina con la de aquellos pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y envidia de Satanás, quisieron quitar de delante de los ojos de los fieles el santo y necesario uso e ínclita adoración de las imágenes de Dios y de los Santos, antes esta nuestra doctrina es muy diferente de aquélla; porque aquí no tratamos que no haya imágenes y que no sean adoradas, como ellos, sino damos a entender la diferencia que hay de ellas a Dios, y que de tal manera pasen por lo pintado, que no impidan de ir a lo vivo, haciendo en ello más presa de la que basta para ir a lo espiritual.

§ 3.15.2

Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio, estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos engaños y peligros.

§ 3.15.2

Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio, estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos engaños y peligros.

§ 3.15.2

Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio, estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos engaños y peligros.

§ 3.15.2

Ni la memoria de ellas dejará de hacer provecho al alma, pues aquélla no se tiene sino con amor de al que representan; que, como no repare en ellas más que para esto, siempre le ayudarán a la unión de Dios, como deje volar al alma, cuando Dios la hiciere merced, de lo pintado a Dios vivo, en olvido de toda criatura y cosa de criatura.

§ 3.15.2

Ni la memoria de ellas dejará de hacer provecho al alma, pues aquélla no se tiene sino con amor de al que representan; que, como no repare en ellas más que para esto, siempre le ayudarán a la unión de Dios, como deje volar al alma, cuando Dios la hiciere merced, de lo pintado a Dios vivo, en olvido de toda criatura y cosa de criatura.

§ 3.16.1

No hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la voluntad acerca de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas y tienen gran valor, y sin ella no valen nada, pues, como dice Santiago (2, 20), sin obras de caridad, la fe es muerta.

§ 3.16.3

Y para que demos más por entero doctrina de esto, iremos, como es nuestra costumbre, tratando en particular de cada una de estas cuatro pasiones y de los apetitos de la voluntad; porque todo el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.

§ 3.16.5

Y así, de tal manera estaban asidas las plumas de cada una de estas afecciones a las de cada una de esotras, que doquiera que actualmente llevaba la una su faz, esto es, su operación, necesariamente las otras han de caminar virtualmente con ella; y cuando se abajare la una, como allí dice, se han de abajar todas, y cuando se elevare, se elevarán.

§ 3.17.2

Para todo ello conviene presuponer un fundamento, que será como un báculo en que nos habemos de ir siempre arrimando.

§ 3.18.2

Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara, porque tampoco acabaría de alegar Escritura, porque ¿cuándo acabaría de decir los males que de ellas dice Salomón en el Eclesiastés? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba porque tenía ganados muchos frutos para muchos años, se le dijo del cielo: Necio, esta noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que allegaste, ¿cúyo será? Y, finalmente, cómo David (Sal. 48, 17­19) nos enseña lo mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra vida; dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima.

§ 3.18.3

Porque si por alguna vía se sufre gozarse en ellas, como se han de gozar en las riquezas, es cuando se expenden y emplean en servicio de Dios; pues de otra manera no sacará de ellas provecho.

§ 3.18.3

Y porque claramente no puede saber si es todo así, que sirve más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse determinadamente sobre estas cosas, porque no puede ser razonable el tal gozo, pues que, como dice el Señor (Mt. 16, 26): Aunque gane todo el mundo, puede uno perder su alma.

§ 3.18.4

De donde también es vana cosa desear tener hijos, como hacen algunos que hunden y alborotan al mundo con deseos de ellos, pues que no saben si serán buenos y servirán a Dios, y si el contento que de ellos esperan será dolor, y el descanso y consuelo trabajo y desconsuelo, y la honra deshonra y ofender más a Dios con ellos, como hacen muchos; de los cuales dice Cristo (Mt. 23, 15) que cercan la mar y la tierra para enriquecerlos y hacerlos doblado hijos de perdición que fueron ellos.

§ 3.18.4

De donde también es vana cosa desear tener hijos, como hacen algunos que hunden y alborotan al mundo con deseos de ellos, pues que no saben si serán buenos y servirán a Dios, y si el contento que de ellos esperan será dolor, y el descanso y consuelo trabajo y desconsuelo, y la honra deshonra y ofender más a Dios con ellos, como hacen muchos; de los cuales dice Cristo (Mt. 23, 15) que cercan la mar y la tierra para enriquecerlos y hacerlos doblado hijos de perdición que fueron ellos.

§ 3.18.5

Que, por eso, dice Salomón que se recataba él, diciendo en el Eclesiastés (2, 2): A la risa juzgué por error, y al gozo dije: ¿Por qué te engañas en vano? Que es como si dijera: Cuando se me reían las cosas, tuve por engaño y error gozarme en ellas, porque grande error, sin duda, (e insipiencia) es la del hombre que se goza de lo que se le muestra alegre y risueño, no sabiendo de cierto que de allí se le sigue algún bien eterno.

§ 3.18.5

Y de aquí es que, como también dice el mismo (7, 4), es mejor la ira que la risa; por tanto, mejor es ir a la casa del llanto que a la del convite, porque en aquélla se muestra el fin de todos los hombres, como también dice el Sabio (Ecli. 7, 3).

§ 3.18.5

Y de aquí es que, como también dice el mismo (7, 4), es mejor la ira que la risa; por tanto, mejor es ir a la casa del llanto que a la del convite, porque en aquélla se muestra el fin de todos los hombres, como también dice el Sabio (Ecli. 7, 3).

§ 3.18.6

6. (Pues gozarse sobre la mujer o sobre el marido, cuando claramente no saben que sirven a Dios mejor en su casamiento, también sería vanidad; pues antes debían tener confusión, por ser el matrimonio causa, como dice san Pablo (1 Cor. 7, 33­34) de que, por tener cada una puesto el corazón en el otro, no le tengan entero con Dios.

§ 3.18.6

Por lo cual dice (1 Cor. 7, 27) que si te hallases libre de mujer, no quieras buscar mujer, porque ya que se tenga, conviene que sea con tanta libertad de corazón como si no la tuviese.

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.19.1

Porque desde muy poco puede llegar a grandes males y destruir grandes bienes: así, como de una centella de fuego, si no se apaga, se pueden encender grandes fuegos que abrasen el mundo.

§ 3.19.1

Todos estos daños tienen raíz y origen en un daño privativo principal que hay en este gozo, que es apartarse de Dios; porque, así como allegándose a él el alma por la afección de la voluntad de ahí le nacen todos los bienes, así apartándose de él por esta afección de criatura, dan en ella todos los daños y males a la medida del gozo y afección con que se junta con la criatura, porque eso es el apartarse de Dios.

§ 3.19.3

Y de aquí sale el primer grado de este daño, que es volver atrás; lo cual es un embotamiento de la mente acerca de Dios, que le oscurece los bienes de Dios, como la niebla oscurece al aire para que no sea bien ilustrado de la luz del sol.

§ 3.19.3

Donde da a entender el Espíritu Santo que, aunque no haya malicia concebida en el entendimiento del alma, sólo la concupiscencia y gozo de éstas basta para hacer en ella este primer grado de este daño, que es el embotamiento de la mente y la oscuridad del juicio para entender la verdad y juzgar bien de cada cosa como es.

§ 3.19.4

Y así, la causa por que el profeta Samuel fue siempre tan recto e ilustrado juez es porque, como él dijo en el libro de los Reyes (1 Re. 12, 3), nunca había recibido de alguno alguna dádiva.

§ 3.19.5

Y esto le nació de haber primero dado rienda al gozo; porque, dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice allí, y aquella grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más la voluntad en las criaturas.

§ 3.19.6

Y ya los que están en este segundo grado, no solamente tienen oscuro el juicio y entendimiento para conocer las verdades y la justicia como los que están en el primero; mas aun tienen ya mucha flojedad y tibieza y descuido en saberlo y obrarlo, según de ellos dice Isaías (1, 23) por estas palabras: Todos aman las dádivas y se dejan llevar de las retribuciones, y no juzgan al pupilo, y la causa de la viuda no llega a ellos para que de ella hagan caso.

§ 3.19.6

Lo cual no acaece en ellos sin culpa, mayormente cuando les incumbe de oficio; porque ya los de este grado no carecen de malicia como los del primero carecen.

§ 3.19.8

A lo cual vienen del tercer grado que acabamos de decir, porque, de no hacer caso de poner su corazón en la ley de Dios por causa de los bienes temporales, viene el alejarse mucho de Dios el alma del avaro, según la memoria, entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no fuese su Dios; lo cual es porque ha hecho para sí dios del dinero y bienes temporales, como dice san Pablo (Col. 3, 5), diciendo que la avaricia es servidumbre de ídolos.

§ 3.19.8

A lo cual vienen del tercer grado que acabamos de decir, porque, de no hacer caso de poner su corazón en la ley de Dios por causa de los bienes temporales, viene el alejarse mucho de Dios el alma del avaro, según la memoria, entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no fuese su Dios; lo cual es porque ha hecho para sí dios del dinero y bienes temporales, como dice san Pablo (Col. 3, 5), diciendo que la avaricia es servidumbre de ídolos.

§ 3.19.8

Porque este cuarto grado llega hasta olvidar a Dios y poner el corazón, que normalmente debía poner en Dios, formalmente en el dinero, como si no tuviesen otro Dios.

§ 3.19.9

De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales a las temporales como a su dios, como lo debían hacer al contrario, ordenándolas a ellas a Dios, si le tuvieran por su Dios, como era razón.

§ 3.19.9

De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales a las temporales como a su dios, como lo debían hacer al contrario, ordenándolas a ellas a Dios, si le tuvieran por su Dios, como era razón.

§ 3.19.9

De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales a las temporales como a su dios, como lo debían hacer al contrario, ordenándolas a ellas a Dios, si le tuvieran por su Dios, como era razón.

§ 3.19.10

De este último grado son también todos aquellos miserables que, estando tan enamorados de los bienes, los tienen tan por su dios, que no dudan de sacrificarles sus vidas cuando ven que este su dios recibe alguna mengua temporal, desesperándose y dándose ellos la muerte (por miserables fines), mostrando ellos mismos por sus manos el desdichado galardón que de tal dios se consigue; que, como no hay que esperar de él, da desesperación (y muerte.

§ 3.19.10

Y a los que no persigue hasta este último daño de muerte, los hace morir viviendo en penas de solicitud y otras muchas miserias, no dejando entrar alegría en su corazón y que no les luzca bien ninguno en la tierra, pagando siempre el tributo de su corazón al dinero en tanto que penan por él, allegándolo a él para la última calamidad suya de justa perdición, como lo advierte el Sabio (Ecli. 5, 12), diciendo que las riquezas están guardadas para el mal de su señor.

§ 3.19.11

Mas a los que menos daños hace es de tener harta lástima, pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrás en la vía de Dios.

§ 3.19.11

Y por tanto, como dice David (Sal. 48, 17­18): No temas cuando se enriqueciere el hombre, esto es, no le hayas envidia, pensando que te lleva ventaja, porque, cuando acabare, no llevará nada, ni su gloria y gozo bajarán con él).

§ 3.20.1

Ha, pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir el corazón y el gozo a las cosas temporales, temiendo que de poco vendrá a mucho, creciendo de grado en grado, pues de lo poco se viene a lo mucho, y de pequeño principio, al fin es el negocio grande; como una centella basta para quemar un monte y todo el mundo.

§ 3.20.1

Mas en lo poco hay gran daño, pues está ya entrada la cerca y la muralla del corazón; y como dice el adagio: el que comienza, la mitad tiene hecho.

§ 3.20.2

Adquiere más gozo y recreación en las criaturas con el desapropio de ellas, el cual no se puede gozar en ellas si las mira con asimiento de propiedad; porque éste es un cuidado que, como lazo, ata al espíritu en la tierra y no le deja anchura de corazón.

§ 3.20.2

Adquiere más, en el desasimiento de las cosas, clara noticia de ellas para entender bien las verdades acerca de ellas, así natural como sobrenaturalmente; por lo cual las goza muy diferentemente que el que está asido a ellas, con grandes ventajas y mejorías.

§ 3.20.2

Por lo cual el gozo anubla el juicio como niebla, porque no puede haber gozo voluntario de criatura sin propiedad voluntaria, así como no puede haber gozo en cuanto es pasión, que no haya también propiedad habitual en el corazón; y la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro, como al aire los vapores cuando se deshacen.

§ 3.20.2

Por lo cual el gozo anubla el juicio como niebla, porque no puede haber gozo voluntario de criatura sin propiedad voluntaria, así como no puede haber gozo en cuanto es pasión, que no haya también propiedad habitual en el corazón; y la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro, como al aire los vapores cuando se deshacen.

§ 3.20.2

Por lo cual el gozo anubla el juicio como niebla, porque no puede haber gozo voluntario de criatura sin propiedad voluntaria, así como no puede haber gozo en cuanto es pasión, que no haya también propiedad habitual en el corazón; y la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro, como al aire los vapores cuando se deshacen.

§ 3.20.3

Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo apropiado a ellas, como si las tuviese todas; y esotro, en cuanto las mira con particular aplicación de propiedad, pierde todo el gusto de todas en general; éste, en tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón; por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido y poseído corazón.

§ 3.20.3

Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo apropiado a ellas, como si las tuviese todas; y esotro, en cuanto las mira con particular aplicación de propiedad, pierde todo el gusto de todas en general; éste, en tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón; por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido y poseído corazón.

§ 3.20.3

Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo apropiado a ellas, como si las tuviese todas; y esotro, en cuanto las mira con particular aplicación de propiedad, pierde todo el gusto de todas en general; éste, en tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón; por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido y poseído corazón.

§ 3.20.4

Hay otro provecho muy grande y principal en desasir el gozo de las criaturas, que es dejar el corazón libre para Dios, que es principio dispositivo para todas las mercedes que Dios le ha de hacer, sin la cual disposición no las hace; y son tales, que aun temporalmente, por un gozo que por su amor y por la perfección del Evangelio deje, le dará ciento (por uno) en esta vida, como en el mismo Evangelio (Mt. 19, 29) lo promete Su Majestad.

§ 3.21.1

En todo lo cual poner el hombre el gozo, (porque él o los que a él pertenecen tengan tales partes y no más), y no dar antes gracias a Dios, que las da para ser por ellas más conocido y amado, y sólo por eso gozarse, vanidad y engaño es, como lo dice Salomón (Pv. 31, 30), diciendo: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la que teme a Dios, ésa será alabada.

§ 3.21.1

Porque estas gracias y dones de naturaleza son tan provocativas y ocasionadas, así al que las posee como al que las mira, que apenas hay quien se escape de algún lacillo y liga de su corazón en ellas.

§ 3.21.2

Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en este vano gozo, advirtiendo que la hermosura y todas las demás partes naturales son tierra, y que de ahí vienen y a la tierra vuelven; y que la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y que, para no caer en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en estas cosas enderezar el corazón a Dios en gozo y alegría de que Dios es en sí todas esas hermosuras y gracias eminentísimamente, en infinito sobre todas las criaturas; y que, como dice David (Sal. 101, 27), todas ellas, como la vestidura, se envejecerán y pasarán, y sólo él permanece inmutable para siempre.

§ 3.21.2

Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en este vano gozo, advirtiendo que la hermosura y todas las demás partes naturales son tierra, y que de ahí vienen y a la tierra vuelven; y que la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y que, para no caer en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en estas cosas enderezar el corazón a Dios en gozo y alegría de que Dios es en sí todas esas hermosuras y gracias eminentísimamente, en infinito sobre todas las criaturas; y que, como dice David (Sal. 101, 27), todas ellas, como la vestidura, se envejecerán y pasarán, y sólo él permanece inmutable para siempre.

§ 3.22.1

Aunque muchos de estos daños y provechos que voy contando en estos géneros de gozos son comunes a todos, con todo, porque derechamente siguen al gozo y desapropio de él, aunque el gozo sea de cualquier género de estas seis divisiones que voy tratando, por eso en cada una (digo) algunos daños y provechos que también se hallan en la otra, por ser, como digo, anejos al gozo que anda por todas.

§ 3.22.2

De lo cual se sigue, por lo menos, desestima real de las demás cosas; porque, naturalmente, poniendo la estimación en una cosa, se recoge el corazón de las demás cosas en aquella que estima, y de este desprecio real es muy fácil caer en el intencional y voluntario de algunas cosas de esotras, en particular o en general, no sólo en el corazón, sino mostrándolo con la lengua, diciendo: tal o tal cosa, tal o tal persona no es como tal o tal.

§ 3.22.2

El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas, en que hay engaño y vanidad, como dice Isaías (3, 12), diciendo: Pueblo mío, el que te alaba te engaña.

§ 3.22.2

El cuarto daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu también como en el gozo de los bienes temporales, y aun en cierta manera mucho más; porque como los bienes naturales son más conjuntos al hombre que los temporales, con más eficacia y presteza hace el gozo de los tales impresión y huella en el sentido y más frecuentemente le embelesa.

§ 3.22.2

El cuarto daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu también como en el gozo de los bienes temporales, y aun en cierta manera mucho más; porque como los bienes naturales son más conjuntos al hombre que los temporales, con más eficacia y presteza hace el gozo de los tales impresión y huella en el sentido y más frecuentemente le embelesa.

§ 3.22.4

4. ¿Hasta dónde no llega la ponzoña de este daño? ¿Y quién no bebe o poco o mucho de este cáliz dorado de la mujer babilónica del Apocalipsis (17, 4)? Que (en sentarse ella sobre aquella gran bestia, que tenía siete cabezas y diez coronas, da a entender que apenas hay alto ni bajo, ni santo ni pecador que no dé a beber de su vino, sujetando en algo su corazón, pues, como allí se dice de ella (17, 2), fueron embriagados todos los reyes de la tierra del vino de su prostitución.

§ 3.22.4

Y a todos los estados coge, hasta el supremo e ínclito del santuario y divino sacerdocio, asentando su abominable vaso, como dice Daniel (9, 27) en el lugar santo; apenas dejando fuerte que poco o mucho no le dé a beber del vino de este cáliz, que es este vano gozo.

§ 3.22.5

Donde es de notar el decir que se embriagaron; porque, por poco que se beba del vino de este gozo, luego al punto se ase al corazón, y embelesa y hace el daño de oscurecer la razón, como a los asidos del vino.

§ 3.22.5

Porque, tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a tanto mal que, como Sansón (Ju. 16, 19), sacados los ojos de su vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá moler en las atahonas, cautivo entre sus enemigos, y después, por ventura, morir la segunda muerte, como él con ellos; causándole todos estos daños la bebida de este gozo espiritualmente, como a él corporalmente se los causó y causa hoy a muchos; y después le vengan a decir sus enemigos, no sin grande confusión suya: ¿Eres tú el que rompías los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas los mil filisteos y arrancabas los postigos, y te librabas de todos tus enemigos?

§ 3.22.5

Porque, tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a tanto mal que, como Sansón (Ju. 16, 19), sacados los ojos de su vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá moler en las atahonas, cautivo entre sus enemigos, y después, por ventura, morir la segunda muerte, como él con ellos; causándole todos estos daños la bebida de este gozo espiritualmente, como a él corporalmente se los causó y causa hoy a muchos; y después le vengan a decir sus enemigos, no sin grande confusión suya: ¿Eres tú el que rompías los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas los mil filisteos y arrancabas los postigos, y te librabas de todos tus enemigos?

§ 3.22.5

Porque, tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a tanto mal que, como Sansón (Ju. 16, 19), sacados los ojos de su vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá moler en las atahonas, cautivo entre sus enemigos, y después, por ventura, morir la segunda muerte, como él con ellos; causándole todos estos daños la bebida de este gozo espiritualmente, como a él corporalmente se los causó y causa hoy a muchos; y después le vengan a decir sus enemigos, no sin grande confusión suya: ¿Eres tú el que rompías los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas los mil filisteos y arrancabas los postigos, y te librabas de todos tus enemigos?

§ 3.22.6

No mires al vino, dice el Sabio (Pv. 23, 31­32), cuando su color está rubicundo y resplandece en el vidrio; entra blandamente, y (al fin) muerde como culebra y derrama venenos como el régulo.

§ 3.22.6

No mires al vino, dice el Sabio (Pv. 23, 31­32), cuando su color está rubicundo y resplandece en el vidrio; entra blandamente, y (al fin) muerde como culebra y derrama venenos como el régulo.

§ 3.23.1

Muchos son los provechos que al alma se le siguen de apartar su corazón de semejante gozo, porque, demás que dispone para el amor de Dios y las otras virtudes, derechamente da lugar a la humildad para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos; porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y espiritualmente, como Dios quiere que sean amados.

§ 3.23.5

Otro provecho general se le sigue, y es que, demás que se libra de los males y daños arriba dichos, se excusa también de vanidades sin cuento y de muchos otros daños, así espirituales como temporales, y mayormente de caer en la poca estima que son tenidos todos aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas partes naturales, suyas o ajenas.

§ 3.23.5

Y así son tenidos y estimados por cuerdos y sabios, como de verdad lo son, todos aquellos que no hacen caso de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.

§ 3.23.6

De los dichos provechos se sigue el último, que es un generoso bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la libertad del espíritu, con que fácilmente se vencen las tentaciones, y se pasan bien los trabajos, y crecen prósperamente las virtudes.

§ 3.24.2

Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos objetos sensibles, encaminándola a Dios por ellos, es necesario presuponer una verdad, y es: que, como muchas veces habemos dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que vamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni comprehender a Dios como Dios es.

§ 3.24.2

Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos objetos sensibles, encaminándola a Dios por ellos, es necesario presuponer una verdad, y es: que, como muchas veces habemos dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que vamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni comprehender a Dios como Dios es.

§ 3.24.3

Lo cual no puede ella hacer enteramente si no es purgándose y oscureciéndose del gozo acerca de este género, como de los demás.

§ 3.24.5

Y es aquí de saber que aquel a quien estos sensibles hacen el puro efecto espiritual que digo, no por eso tiene apetito, ni se le da casi nada por ellos, aunque cuando se le ofrecen le dan mucho gusto, por el gusto que tengo dicho que de Dios le causan; y así no se solicita por ellos, y cuando se le ofrecen, como digo, luego pasa la voluntad de ellos, y los deja y se pone en Dios.

§ 3.24.6

La causa de no dársele mucho de estos motivos, aunque le ayudan (para ir) a Dios, es porque, como el espíritu que tiene esta prontitud de ir con todo y por todo a Dios está tan cebado y prevenido y satisfecho con el espíritu de Dios, que no echa menos nada ni lo apetece; y si lo apetece para esto, luego se le pasa y se le olvida, y no hace caso.

§ 3.25.1

Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas sensuales le puede nacer, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que habemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo, se le siguen de éste, que es de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc.

§ 3.25.1

Pero, en particular, muchos son los daños en que derechamente puede caer por este gozo, así espirituales como corporales sensuales.

§ 3.25.5

Del gozo en el sabor de los manjares, derechamente nace gula y embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día espléndidamente (Lc. 16, 19).

§ 3.25.6

De aquí nace el abominable vicio de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del gozo de este género; críase la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño; infunde vana alegría y gozo en el corazón, y cría soltura de lengua y libertad de ojos y a los demás sentidos embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, empacha el juicio, sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente cría cobardía e inconstancia; y, con tiniebla en el ánima y flaqueza de corazón, hace temer aun donde no hay que temer; cría este gozo espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darle, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).

§ 3.25.8

Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños, como habemos dicho, acerca de los bienes naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

§ 3.25.8

Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños, como habemos dicho, acerca de los bienes naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

§ 3.25.8

Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños, como habemos dicho, acerca de los bienes naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

§ 3.26.3

El segundo provecho espiritual que saca en no se querer gozar acerca de lo sensible es excelente, conviene a saber: que podemos decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se hace racional y aún que de hombre camina a porción angelical, y que de temporal y humano se hace divino y celestial; porque, así como el hombre que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos que habemos dicho, es a saber: sensual, animal, temporal, etcétera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos éstos, conviene a saber: espiritual, celestial, etc.

§ 3.26.4

Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga, como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de aquí es que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas, han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no crecían, y así, perfeccionándose el espíritu, que es la porción superior del alma que tiene respecto y comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, pues que se perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.

§ 3.26.4

Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga, como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de aquí es que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas, han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no crecían, y así, perfeccionándose el espíritu, que es la porción superior del alma que tiene respecto y comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, pues que se perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.

§ 3.26.5

Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan los gustos y el gozo de la voluntad temporalmente; pues, como dice el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida por uno le dan ciento.

§ 3.26.5

De manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en esta vida temporal y espiritualmente; como también, por un gozo que de esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y sinsabor.

§ 3.26.5

De parte del oído purgado en el gozo de oír, se le sigue al alma ciento tanto de gozo muy espiritual y enderezado a Dios en todo cuanto oye, ahora sea divino, ahora profano lo que oye; y así en los demás sentidos ya purgados; porque, así como en el estado de la inocencia a nuestros primeros padres todo cuanto veían y hablaban y comían en el paraíso les servía para mayor sabor de contemplación, por tener ellos bien sujeta y ordenada la parte sensitiva a la razón, así el que tiene el sentido purgado y sujeto al espíritu de todas las cosas sensibles, desde el primer movimiento saca deleite de sabrosa advertencia y contemplación de Dios.

§ 3.26.6

De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le sirve para más limpieza, así como el impuro de lo uno y de lo otro, mediante su impureza, suele sacar mal; mas el que no vence el gozo del apetito, ni gozará de serenidad de gozo ordinario en Dios por medio de sus criaturas.

§ 3.26.7

De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que el hombre venga a tener tan habituado el sentido en la purgación del gozo sensible, que de primer movimiento saque el provecho que he dicho, de que le envíen las cosas luego a Dios, tiene necesidad de negar su gozo y gusto acerca de ellas para sacar de la vida sensitiva al alma; temiendo que, pues él no es espiritual, sacará, por ventura, del uso de estas cosas más jugo y fuerza para el sentido que para el espíritu, predominando en su operación la fuerza sensual, que hace más sensualidad y la sustenta y cría; porque, como Nuestro Salvador dice (Jn. 3, 6), lo que nace de carne, carne es; y lo que nace del espíritu, espíritu es.

§ 3.26.8

Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el negamiento de este gozo, no hay necesidad de decirlo; porque, demás que los dotes corporales de gloria, como son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles, por cada gozo que negó momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obrará en él eternamente.

§ 3.26.8

Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el negamiento de este gozo, no hay necesidad de decirlo; porque, demás que los dotes corporales de gloria, como son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles, por cada gozo que negó momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obrará en él eternamente.

§ 3.26.8

Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales como temporales y también espirituales, que se siguen a esta noche de gozo; pues son todos los que en los demás quedan dichos, y con más eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más conjuntos al natural, y por eso adquiere este tal más íntima pureza en la negación de ellos.

§ 3.27.2

Porque por una de dos causas, o por entrambas juntas, se puede el hombre gozar de sus cosas, conviene a saber: o por lo que ellas son en sí, o por el bien que importan y traen consigo como medio e instrumento.

§ 3.27.2

Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya dichos ningún gozo de la voluntad merecen, pues, como queda dicho, de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le tienen en sí, pues son tan caducos y deleznables; antes, como también dijimos, le engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo.

§ 3.27.2

Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya dichos ningún gozo de la voluntad merecen, pues, como queda dicho, de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le tienen en sí, pues son tan caducos y deleznables; antes, como también dijimos, le engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo.

§ 3.27.2

Que, aunque algún gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el hombre de ellos se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto, que, como vemos comúnmente, más se daña el hombre con ellos que se aprovecha.

§ 3.27.3

Porque de esta manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar; y aunque gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y nombre temporalmente que pretendían, sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno, aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra y señorío y paz, como hizo en los romanos porque usaban de justas leyes; que casi les sujetó todo el mundo, pagando temporalmente a los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno las buenas costumbres.

§ 3.27.3

Porque de esta manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar; y aunque gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y nombre temporalmente que pretendían, sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno, aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra y señorío y paz, como hizo en los romanos porque usaban de justas leyes; que casi les sujetó todo el mundo, pagando temporalmente a los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno las buenas costumbres.

§ 3.27.4

Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto causan los bienes temporales que habemos dicho, no debe parar su gozo en esta primera manera, como habemos dicho de los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna y que sin ésta todo lo de acá y de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.

§ 3.27.4

Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1­13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni galardón del Esposo.

§ 3.28.2

Y de ahí nace la jactancia y lo demás, como se dice del fariseo en el Evangelio (Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con jactancia de que ayunaba y hacía otras buenas obras.

§ 3.28.3

El segundo daño comúnmente va encadenado de éste, y es que juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente, pareciéndole que no hacen ni obran tan bien como él, estimándolos en menos en su corazón, y a veces por la palabra.

§ 3.28.3

Y este daño también le tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones decía: Gracias te hago que no soy como los demás hombres: robadores, injustos y adúlteros.

§ 3.28.3

De manera que en un solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás; como el día de hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello como éste o el otro".

§ 3.28.3

De manera que en un solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás; como el día de hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello como éste o el otro".

§ 3.28.3

De manera que en un solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás; como el día de hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello como éste o el otro".

§ 3.28.3

Y aún son peores que el fariseo muchos de éstos; pero él no solamente despreció a los demás, sino también señaló parte, diciendo: Ni soy como este publicano; mas ellos, no se contentando con eso ni con esotro, llegan a enojarse y a envidiar cuando ven que otros son alabados o que hacen o valen más que ellos.

§ 3.28.4

El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas se les ha de seguir algún gusto y alabanza; y así, como dice Cristo (Mt. 23, 5), todo lo hacen ut videantur ab hominibus, y no obran sólo por amor de Dios.

§ 3.28.4

El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas se les ha de seguir algún gusto y alabanza; y así, como dice Cristo (Mt. 23, 5), todo lo hacen ut videantur ab hominibus, y no obran sólo por amor de Dios.

§ 3.28.5

Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.

§ 3.28.6

Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual.

§ 3.28.6

Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual.

§ 3.28.6

Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual.

§ 3.28.6

Y porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: Si se alegró en escondido mi corazón, lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios; y es como si dijera: que ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en escondido.

§ 3.28.6

Y porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: Si se alegró en escondido mi corazón, lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios; y es como si dijera: que ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en escondido.

§ 3.28.8

El sexto daño de éstos es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas y obras de que ellos gustan que aquéllas de que no gustan, y alaban y estiman las unas y desestiman las otras: como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo el hombre más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado en la perfección, sean mas aceptas y preciosas delante de Dios, por causa de la negación que el hombre en ellas lleva de sí mismo, que aquéllas en que él halla su consuelo, en que muy fácilmente se puede buscar a sí mismo.

§ 3.28.8

Y cuánto reine este daño, así en los espirituales como en los hombres comunes, sería prolijo de contar, pues que apenas hallarán uno que puramente se mueva a obrar por Dios sin arrimo de algún interés de consuelo o gusto u otro respeto.

§ 3.29.1

Porque, cuanto a lo primero, se libra de caer en muchas tentaciones y engaños del demonio, los cuales están encubiertos en el gozo de las tales buenas obras, como lo podemos entender por aquello que se dice en Job (40, 16), es a saber: Debajo de la sombra duerme, en lo secreto de la pluma y en los lugares húmedos.

§ 3.29.2

A lo cual, si hay pasión de gozo y gusto en ellas, no se da lugar; porque, por medio de esta pasión del gozo, la irascible y concupiscible andan tan sobradas, que no dan lugar al peso de la razón, sino que ordinariamente anda variando en las obras y propósitos, dejando unas y tomando otras, comenzando y dejando sin acabar nada; porque, como obra por el gusto, y éste es variable, y en unos naturales mucho más que en otros, acabándose éste, es acabado el obrar y el propósito, aunque sea cosa importante.

§ 3.29.2

Y así, es grande este provecho, como también es grande el daño contrario.

§ 3.30.1

Por los cuales entendemos aquí todos los dones y gracias dados de Dios, que exceden la facultad y virtud natural, que se llaman gratis datas, como son los dones de sabiduría y ciencia que dio a Salomón, y las gracias que dice san Pablo (1 Cor. 12, 9­10), conviene a saber: fe, gracia de sanidades, operación de milagros, profecía, conocimiento y discreción de espíritus, declaración de las palabras y también don de lenguas.

§ 3.30.2

Los cuales bienes, aunque es verdad que también son espirituales, como los del mismo género que habemos de tratar luego, todavía, porque hay mucha diferencia entre ellos, he querido hacer de ellos distinción.

§ 3.30.2

Porque el ejercicio de éstos tiene inmediato respecto al provecho de los hombres y para ese provecho y fin los da Dios, como dice san Pablo (1 Cor. 12, 7), que a ninguno se da espíritu sino para provecho de los demás; lo cual se entiende de estas gracias; mas los espirituales, su ejercicio y trato es sólo del alma a Dios y de Dios al alma, en comunicación de entendimiento y voluntad, etc., como diremos después.

§ 3.30.2

Porque el ejercicio de éstos tiene inmediato respecto al provecho de los hombres y para ese provecho y fin los da Dios, como dice san Pablo (1 Cor. 12, 7), que a ninguno se da espíritu sino para provecho de los demás; lo cual se entiende de estas gracias; mas los espirituales, su ejercicio y trato es sólo del alma a Dios y de Dios al alma, en comunicación de entendimiento y voluntad, etc., como diremos después.

§ 3.30.3

Pero, hablando ahora de los dones y gracias sobrenaturales como aquí las entendemos, digo que, para purgar el gozo vano en ellas, conviene aquí notar dos provechos que hay en este género de bienes, conviene a saber: temporal y espiritual.

§ 3.30.4

Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y caridad se pueden ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22­24) y a Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9­11), por otros secretos de naturaleza.

§ 3.30.4

Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y caridad se pueden ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22­24) y a Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9­11), por otros secretos de naturaleza.

§ 3.30.4

Y éstas, sin el segundo provecho, ya enseña san Pablo (1 Cr. 13, 1­2) lo que valen, diciendo: Si hablare con lenguas de hombres y de ángeles y no tuviere caridad, hecho soy como el metal o la campana que suena.

§ 3.30.5

Que en buena teología es como decir: "Gozaos si están escritos vuestros nombres en el libro de la vida".

§ 3.31.2

Y dado caso que las virtudes y obras que se ejercitan sean verdaderas, bastan estos dos defectos para engañarse muchas veces en ellas, o no entendiéndolas como se han de entender, o no aprovechándose de ellas y usándolas como y cuando es más conveniente.

§ 3.31.2

Y dado caso que las virtudes y obras que se ejercitan sean verdaderas, bastan estos dos defectos para engañarse muchas veces en ellas, o no entendiéndolas como se han de entender, o no aprovechándose de ellas y usándolas como y cuando es más conveniente.

§ 3.31.2

Como se lee que quería hacer Balam cuando, contra la voluntad de Dios, se determinó de ir a maldecir al pueblo de Israel; por lo cual, enojándose Dios, le quería matar (Nm. 22, 22­23).

§ 3.31.3

Porque, cuando no hay semejante imperfección, solamente se mueven y determinan a obrar estas virtudes cuando y como Dios les mueve a ello, y hasta entonces no conviene.

§ 3.31.3

Y adelante dice (23, 32): Engañaron a mi pueblo con su mentira y con sus milagros, como yo no se lo hubiese mandado, ni enviádolos.

§ 3.31.4

De donde por estas autoridades se da a entender que el daño de este gozo no solamente llega a usar inicua y perversamente de estas gracias que da Dios, como Balam y los que aquí dice que hacían milagros con que engañaban al pueblo, mas (aún) hasta usarlas sin habérselas Dios dado; como éstos que profetizaban sus antojos y publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les representaba.

§ 3.31.4

De donde por estas autoridades se da a entender que el daño de este gozo no solamente llega a usar inicua y perversamente de estas gracias que da Dios, como Balam y los que aquí dice que hacían milagros con que engañaban al pueblo, mas (aún) hasta usarlas sin habérselas Dios dado; como éstos que profetizaban sus antojos y publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les representaba.

§ 3.31.4

Porque, como el demonio los ve aficionados a estas cosas, dales en esto largo campo y muchas materias, entrometiéndose de muchas maneras, y con esto tienden ellos las velas y cobran desvergonzada osadía, alargándose en estas prodigiosas obras.

§ 3.31.5

Y a tanto mal llega el gozo de éstos sobre estas obras, que no sólo (llega) a querer comprar los dones y gracias por dinero, como quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, pero aun procuran haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede decir sin temblar) las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el tremendo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su misericordia grande!

§ 3.31.5

Y a tanto mal llega el gozo de éstos sobre estas obras, que no sólo (llega) a querer comprar los dones y gracias por dinero, como quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, pero aun procuran haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede decir sin temblar) las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el tremendo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su misericordia grande!

§ 3.31.8

Porque, aunque algunas veces salgan con ello, por quererlo Dios por otras causas y respectos, como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad que era Samuel el que parecía allí, no dejan de errar ellos y ser culpados por usar de estas gracias cuando no conviene.

§ 3.31.8

Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando meramente son necesarias para creer; que, por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase, hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen; porque a María Magdalena (Mt. 28, 1­8) primero le mostró vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyéndolo, lo creyese primero que lo viese.

§ 3.31.8

Y aunque le vio fue como hombre común, para acabarla de instruir, en la creencia que le faltaba con el calor de su presencia (Jn. 20, 11­18).

§ 3.31.9

Y así, no es de condición de Dios que se hagan milagros, que, como dicen, cuando los hace, a más no poder los hace.

§ 3.31.10

El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras caen en vanagloria o en alguna vanidad; porque aun el mismo gozo de estas maravillas, no siendo puramente, como habemos dicho, en Dios y para Dios, es vanidad.

§ 3.32.2

Lo cual no se hace sin vaciar el gozo y consuelo de la voluntad acerca de todas las cosas, como también lo dice por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacad, y ved que yo soy Dios.

§ 3.33.1

Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el espíritu por los bienes espirituales hasta la divina unión del alma con Dios, ahora que en este sexto género habemos de tratar de los bienes espirituales, que son los que más sirven para este negocio, convendrá que, así yo como el lector, pongamos aquí con particular advertencia nuestra consideración.

§ 3.35.2

Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede haber mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes para el culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra Madre la Iglesia (muestra), (por lo cual siempre conviene que nos aprovechemos de ellas para despertar nuestra tibieza), hay muchas personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de ellas que no en lo que representan.

§ 3.35.3

Porque hay, como digo, algunas personas que miran más en la curiosidad de la imagen y valor de ella que en lo que representa; y la devoción interior, que espiritualmente han de enderezar al santo invisible, olvidando luego la imagen, que no sirve más que de motivo, la emplean en el ornato y curiosidad exterior, de manera que se agrade y deleite el sentido y se quede el amor y gozo de la voluntad en aquello.

§ 3.35.4

Y así, veréis algunas personas que no se hartan de añadir imagen a imagen, y que no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no estén puestas sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al sentido; y la devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento tienen en esto como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su casa dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo ido mucho camino y muy enojado por ellos, trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).

§ 3.35.4

Y así, veréis algunas personas que no se hartan de añadir imagen a imagen, y que no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no estén puestas sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al sentido; y la devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento tienen en esto como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su casa dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo ido mucho camino y muy enojado por ellos, trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).

§ 3.35.8

Es nuestra vana codicia de suerte y condición, que en todas las cosas quiere hacer asiento; y es como la carcoma, que roe lo sano, y en las cosas buenas y malas hace su oficio.

§ 3.36.1

Mucho había de decir de la rudeza que muchas personas tienen acerca de las imágenes; porque llega la bobería a tanto, que algunas ponen más confianza en unas imágenes que en otras, entendiendo que les oirá Dios más por ésta que por aquélla, representando ambas una misma cosa, como dos de Cristo o dos de Nuestra Señora.

§ 3.36.2

Y de aquí es que, como entonces y por medio de aquella imagen se enciende la devoción y se continúa la oración (que lo uno y lo otro es medio para que oiga Dios y conceda lo que se le pide), entonces, y por medio de aquella imagen, por la oración y afecto continúe Dios las mercedes y milagros en aquella imagen; que cierto está que no los hace Dios por la imagen, pues en sí no es más que pintura, sino por la devoción y fe que se tiene con el santo que representa.

§ 3.36.2

Y así, si la misma devoción tuvieses tú y fe en Nuestra Señora delante de esta su imagen que delante de aquélla, que representa la misma y aun sin ella, como habemos dicho, las mismas mercedes recibirías.

§ 3.36.3

Lo otro, porque se aparten del ruido y gente a orar, como lo hacía el Señor (Mt. 14, 23; Lc. 6, 12).

§ 3.36.3

De manera que, como haya devoción y fe, cualquiera imagen bastará; mas si no la hay, ninguna bastará.

§ 3.36.3

Y ésa era la causa por que en su tierra no hacía muchas virtudes, como dice el evangelista (Mt. 13, 58; Lc. 4, 24).

§ 3.36.4

También quiero aquí decir algunos efectos sobrenaturales que causan a veces algunas imágenes en personas particulares, y es que a algunas imágenes da Dios espíritu particular en ellas, de manera que queda fijada en la mente la figura de la imagen y devoción que causó, trayéndola como presente; y cuando de repente de ella se acuerda, le hace el mismo espíritu que cuando la vio, a veces menos y aun a veces más; y en otra imagen, aunque sea de más perfecta hechura, no hallará aquel espíritu.

§ 3.36.5

También muchas personas tienen devoción más en una hechura que en otras, y en algunas no será más que afición y gusto natural, así como a uno contentará más un rostro de una persona que de otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá más presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las otras, porque se inclina su natural a aquella manera de forma y figura.

§ 3.36.5

También muchas personas tienen devoción más en una hechura que en otras, y en algunas no será más que afición y gusto natural, así como a uno contentará más un rostro de una persona que de otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá más presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las otras, porque se inclina su natural a aquella manera de forma y figura.

§ 3.37.1

Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas (por vía ordinaria), como conviene, así también serán para errar mucho si, cuando acaecen cosas sobrenaturales acerca de ellas, no supiese el alma haberse como conviene para ir a Dios.

§ 3.37.1

Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas (por vía ordinaria), como conviene, así también serán para errar mucho si, cuando acaecen cosas sobrenaturales acerca de ellas, no supiese el alma haberse como conviene para ir a Dios.

§ 3.37.1

Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas (por vía ordinaria), como conviene, así también serán para errar mucho si, cuando acaecen cosas sobrenaturales acerca de ellas, no supiese el alma haberse como conviene para ir a Dios.

§ 3.38.1

Paréceme que ya queda dado a entender cómo en estos accidentes de las imágenes puede tener el espiritual tanta imperfección, y por ventura más peligrosa, poniendo su gusto y gozo en ellas, componiendo como en las demás cosas corporales y temporales.

§ 3.38.1

Y así, se engañan a veces harto, pensando que ya están llenos de devoción porque se sienten tener el gusto en estas cosas santas, y, por ventura, no es más que condición y apetito natural, que, como se ponen en otras cosas, se ponen en aquello.

§ 3.38.2

Y a Dios no le quieren más así que así, mas antes menos, pues el gusto que ponen en aquellos ornatos pintados quitan a lo vivo, como habemos dicho.

§ 3.38.2

En lo cual podemos decir que más se hacían fiesta a sí mismos que a Dios, como acaece a muchos el día de hoy, que, cuando hay alguna solemne fiesta en alguna parte, más se suelen alegrar por lo que ellos se han de holgar en ella, ahora por ver o ser vistos, ahora por comer, ahora por otros sus respectos, que por agradar a Dios.

§ 3.38.3

Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de los hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se estarán holgando de los que comunican en las fiestas de Dios, y Dios se estará con ellos enojando; como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13).

§ 3.38.3

Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de los hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se estarán holgando de los que comunican en las fiestas de Dios, y Dios se estará con ellos enojando; como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13).

§ 3.38.3

Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de los hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se estarán holgando de los que comunican en las fiestas de Dios, y Dios se estará con ellos enojando; como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13).

§ 3.38.3

Porque ¡cuántas fiestas, Dios mío, os hacen los hijos de los hombres en que se lleva más el demonio que Vos! Y el demonio gusta de ellas, porque en ellas, como el tratante, hace él su feria. ¡Y cuántas veces diréis Vos en ellas: Este pueblo con los labios me honra sólo, mas su corazón está lejos de mí, porque me sirve sin, causa! (Mt. 15, 8).

§ 3.38.5

Y no echan de ver que, no ordenando esto para el recogimiento interior y paz del alma, se distraen tanto en ello como en las demás cosas, y se inquietarán en el tal gusto a cada paso, y más si se lo quisiesen quitar.

§ 3.39.1

Para encaminar a Dios el espíritu en este género, conviene advertir que a los principiantes bien se les permite y aun les conviene tener algún gusto y jugo sensible acerca de las imágenes, oratorios y otras cosas devotas visibles, por cuanto aún no tienen destetado y desarrimado el paladar de las cosas del siglo, porque con este gusto dejen el otro; como al niño que, por desembarazarle la mano de una cosa, se la ocupan con otra por que no llore dejándole las manos vacías.

§ 3.39.2

De donde, aunque los templos y lugares apacibles son dedicados y acomodados a oración, porque el templo no se ha de usar para otra cosa, todavía para negocio de trato tan interior como este que se hace con Dios, aquel lugar se debe escoger que menos ocupe y lleve tras sí el sentido.

§ 3.39.2

Y así no ha de ser lugar ameno y deleitable al sentido, como suelen procurar algunos, porque, en vez de recoger a Dios el espíritu, no pare en recreación y gusto y sabor del sentido.

§ 3.39.2

Por lo cual nuestro Salvador escogía lugares solitarios para orar (Mt. 14, 24), y aquéllos que no ocupasen mucho los sentidos, para darnos ejemplo, sino que levantasen el alma a Dios, como eran los montes (Lc. 6, 12; 19, 28), (que se levantan de la tierra, y ordinariamente son pelados de sensitiva recreación).

§ 3.40.2

Debes, pues, para purgar la voluntad del gozo y apetito vano en esto y enderezarlo a Dios en tu oración, sólo mirar que tu conciencia esté pura y tu voluntad entera en Dios, y la mente puesta de veras en él; y, como he dicho, escoger el lugar más apartado y solitario que pudieres, y convertir todo el gozo de la voluntad en invocar y glorificar a Dios; y de esotros gustillos del exterior no hagas caso, antes los procures negar.

§ 3.41.1

Muchos daños se le siguen, así acerca de lo interior como del exterior, al espiritual por quererse andar al sabor sensitivo acerca de las dichas cosas.

§ 3.41.1

Cuanto a lo exterior, le causa no acomodarse a orar en todos lugares, sino en los que son a su gusto; y así, muchas veces faltará a la oración, pues, como dicen, no está hecho más que al libro de su aldea.

§ 3.41.2

Y de éstos son también aquellos que se les acaba la vida en mudanzas de estados y modos de vivir; que, como sólo tienen aquel hervor y gozo sensible acerca de las cosas espirituales, y nunca se han hecho fuerza para llegar al recogimiento espiritual por la negación de su voluntad y sujeción en sufrirse en desacomodamientos, todas las veces que ven un lugar devoto a su parecer, o alguna manera de vida, o estado que cuadre con su condición e inclinación, luego se van tras él y dejan el que tenían.

§ 3.41.2

Y como se movieron por aquel gusto sensible, de aquí es que presto buscan otra cosa, porque el gusto sensible no es constante, porque falta muy presto.

§ 3.42.1

Y de esto es cosa provechosa usar, cuando luego enderezan a Dios la voluntad en olvido de los dichos lugares, así como para ir al fin conviene no detenerse en el medio y motivo más de lo que basta.

§ 3.42.2

Por tanto, estando en el tal lugar, olvidados del lugar han de procurar estar en su interior con Dios, como si no estuviesen en el tal lugar; porque si se andan al sabor y gusto del lugar, de aquí para allí, más es buscar recreación sensitiva e inestabilidad de ánimo que sosiego espiritual.

§ 3.42.3

Aunque cuando van no hallan como antes, porque no está en su mano; porque estas mercedes hácelas Dios cuando y como y donde quiere, sin estar asido a lugar ni a tiempo, ni a albedrío de a quien las hace.

§ 3.42.3

Aunque cuando van no hallan como antes, porque no está en su mano; porque estas mercedes hácelas Dios cuando y como y donde quiere, sin estar asido a lugar ni a tiempo, ni a albedrío de a quien las hace.

§ 3.42.3

Pero todavía es bueno ir, como vaya desnudo del apetito de propiedad, a orar allí algunas veces, por tres cosas: la primera, porque, aunque, como decimos, Dios no está atenido a lugar, parece quiso allí Dios ser alabado de aquella alma, haciéndola allí aquella merced.

§ 3.42.3

Pero todavía es bueno ir, como vaya desnudo del apetito de propiedad, a orar allí algunas veces, por tres cosas: la primera, porque, aunque, como decimos, Dios no está atenido a lugar, parece quiso allí Dios ser alabado de aquella alma, haciéndola allí aquella merced.

§ 3.42.5

La tercera manera es algunos lugares particulares que elige Dios para ser allí invocado, así como el monte Sinaí, donde dio Dios la ley a Moisés (Ex. 24, 12), y el lugar que señaló a Abraham para que sacrificase a su hijo (Gn. 22, 2), y también el monte Horeb, donde apareció a nuestro padre Elías (3 Re. 19, 8), (y el lugar que dedicó san Miguel para su servicio, que es el monte Gargano, apareciendo al obispo sipontino, y diciendo que él era guarda de aquel lugar, para que allí se dedicase a Dios un oratorio en memoria de los ángeles; y la gloriosa Virgen escogió en Roma, con singular señal de nieve, lugar para el templo que quiso edificase Patricio, de su nombre).

§ 3.43.2

Pero de aquellas sólo quiero decir de que, por no tener en sí esas maneras sospechosas entrepuestas, muchas personas el día de hoy con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia y fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de aquellos límites, no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en aquellos modos y maneras que en lo vivo de la oración, no sin gran desacato y agravio de Dios; así como que sea la misa con tantas candelas y no más ni menos: y que la diga sacerdote de tal o tal suerte; y que sea a tal hora y no antes ni después; y que sea después de tal día, no antes (ni después); y que las oraciones y estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales ceremonias, y no antes ni después, ni de otra manera; y que la persona que las hiciere tenga tales partes y tales propiedades.

§ 3.44.1

Hay algunos que más oran por su pretensión que por la honra de Dios; que, aunque ellos suponen que, si Dios se ha de servir, se haga, y si no, no, todavía por la propiedad y vano gozo que en ello llevan, multiplican demasiados ruegos por aquello, que sería mejor mudarlos en cosas de más importancia para ellos, como es el limpiar de veras sus conciencias y entender de hecho en cosas de su salvación, posponiendo muy atrás todas esotras peticiones suyas que no son esto.

§ 3.44.2

Y para alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más gusto de Dios; porque entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la salvación, sino aun lo que él ve que nos conviene y nos es bueno, aunque no se lo pidamos, según lo da bien a entender David en un salmo (144, 18), diciendo: Cerca está el Señor de los que le llaman en la verdad, que le piden las cosas que son de más altas veras, como son las de la salvación; porque de éstos dice luego (Sal. 144, 19): La voluntad de los que le temen cumplirá, y sus ruegos oirá, y salvarlos ha.

§ 3.44.2

Lo mismo leemos en el Génesis (21, 13), donde, prometiendo Dios a Abraham de multiplicar la generación del hijo legítimo como las estrellas del cielo, según él se lo había pedido, le dijo: También multiplicaré al hijo de la esclava, porque es tu hijo.

§ 3.44.3

Y no quieran ellos usar nuevos modos, como si supiesen más que el Espíritu Santo y su Iglesia.

§ 3.44.4

Y en las demás ceremonias acerca del rezar y otras devociones, no quieran arrimar la voluntad a otras ceremonias y modos de oraciones de las que nos enseñó Cristo (Mt. 6, 9­13; Lc. 11, 1­2); que claro está que, cuando sus discípulos le rogaron que los enseñase a orar, les diría todo lo que hace al caso para que nos oyese el Padre Eterno, como el que tan bien conocía su condición y sólo les enseñó aquellas siete peticiones del Pater noster, en que se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y no les dijo otras muchas maneras de palabras y ceremonias, antes, en otra parte, les dijo que cuando oraban no quisiesen hablar mucho, porque bien sabía nuestro Padre celestial lo que nos convenía (Mt. 6, 7­8).

§ 3.44.4

Mas no enseñó variedades de peticiones, sino que éstas se repitiesen muchas veces y con fervor y con cuidado; porque, como digo, en éstas se encierra todo lo que es voluntad de Dios y todo lo que nos conviene.

§ 3.44.4

Que, por eso, cuando Su Majestad acudió tres veces al Padre Eterno, todas tres veces oró con la misma palabra del Pater noster, como dicen los Evangelistas, diciendo: Padre, si no puede ser sino que tengo de beber este cáliz, hágase tu voluntad (Mt. 26, 39).

§ 3.44.4

Y las ceremonias con que él nos enseñó a orar sólo es una de dos: o que sea en el escondrijo de nuestro retrete, donde sin bullicio y sin dar cuenta a nadie lo podemos hacer con más entero y puro corazón, según él dijo, diciendo: Cuando tú orares, entra en tu retrete y, cerrada la puerta, ora (Mt. 6, 6); o, si no, a los desiertos solitarios, como él lo hacía, y en el mejor y más quieto tiempo de la noche (Lc. 6, 12).

§ 3.44.4

Y así, no hay para qué señalar limitado tiempo ni días limitados, ni señalar éstos más que aquéllos para nuestras devociones, ni hay para qué otros modos ni retruécanos de palabras ni oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las usa, porque todas se reducen a las que habemos dicho del Pater noster.

§ 3.44.5

Y no condeno por eso, sino antes apruebo, algunos días que algunas personas a veces proponen de hacer devociones, como en ayunar y otras semejantes; sino el estribo que llevan en sus limitados modos y ceremonias con que las hacen.

§ 3.44.5

Como dijo Judit (8, 11­12) a los de Betulia, que los reprehendió porque habían limitado a Dios el tiempo que esperaban de Dios misericordias, diciendo: ¿Vosotros ponéis a Dios tiempo de sus misericordias? No es, dice, esto para mover a Dios a clemencia, sino para despertar su ira.

§ 3.45.1

Porque a los unos y a los otros no falta que advertir cómo han de guiar a Dios el gozo de su voluntad, así los unos como los otros, acerca de este ejercicio.

§ 3.45.3

Y para que la doctrina pegue su fuerza, dos disposiciones ha de haber: una del que predica y otra del que oye; porque ordinariamente es el provecho como hay la disposición de parte del que enseña.

§ 3.45.4

Porque, aunque es verdad que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen lenguaje mueven y hacen efecto acompañado de buen espíritu; pero sin él, aunque da sabor y gusto el sermón al sentido y al entendimiento, muy poco o nada de jugo pega a la voluntad; porque comúnmente se queda tan floja y remisa como antes para obrar, aunque haya dicho maravillosas cosas maravillosamente dichas, que sólo sirven para deleitar el oído, como una música concertada o sonido de campanas; mas el espíritu, como digo, no sale de sus quicios más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al muerto de su sepultura.

§ 3.45.4

Porque, aunque es verdad que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen lenguaje mueven y hacen efecto acompañado de buen espíritu; pero sin él, aunque da sabor y gusto el sermón al sentido y al entendimiento, muy poco o nada de jugo pega a la voluntad; porque comúnmente se queda tan floja y remisa como antes para obrar, aunque haya dicho maravillosas cosas maravillosamente dichas, que sólo sirven para deleitar el oído, como una música concertada o sonido de campanas; mas el espíritu, como digo, no sale de sus quicios más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al muerto de su sepultura.

§ 3.45.4

Porque, aunque es verdad que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen lenguaje mueven y hacen efecto acompañado de buen espíritu; pero sin él, aunque da sabor y gusto el sermón al sentido y al entendimiento, muy poco o nada de jugo pega a la voluntad; porque comúnmente se queda tan floja y remisa como antes para obrar, aunque haya dicho maravillosas cosas maravillosamente dichas, que sólo sirven para deleitar el oído, como una música concertada o sonido de campanas; mas el espíritu, como digo, no sale de sus quicios más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al muerto de su sepultura.

§ 3.45.5

Poco importa oír una música mejor que otra sonar si no me mueve (ésta) más que aquélla a hacer obras, porque, aunque hayan dicho maravillas, luego se olvidan, como no pegaron fuego en la voluntad.

§ 3.45.5

Que, aunque la intención del Apóstol y la mía aquí no es condenar el buen estilo y retórica y buen término, porque antes hace mucho al caso al predicador, como también a todos los negocios; pues el buen término y estilo aun las cosas caídas y estragadas levanta y reedifica, así como el mal término a las buenas estraga y pierde.

§ 3.45.5

Que, aunque la intención del Apóstol y la mía aquí no es condenar el buen estilo y retórica y buen término, porque antes hace mucho al caso al predicador, como también a todos los negocios; pues el buen término y estilo aun las cosas caídas y estragadas levanta y reedifica, así como el mal término a las buenas estraga y pierde.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva A

§ 0

Pero ahora que el Señor parece que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor (debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced tiene) que quizá, como se hicieron para Vuestra Merced, querrá Su Majestad que para Vuestra Merced se declaren, me he animado sabiendo cierto que de mi cosecha nada que haga al caso diré en nada, cuánto más en cosas tan subidas y sustanciales.

§ 0

Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto menos de lo que allí hay como lo es lo pintado que lo vivo, me atreveré a decir lo que supiere.

§ 0

Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto menos de lo que allí hay como lo es lo pintado que lo vivo, me atreveré a decir lo que supiere.

§ 0

Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos que es Dios, y que se las hace como Dios y con infinito amor y bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo y harían morada en él; lo cual habría de ser haciendole a él vivir y morar en el Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones.

§ 0

Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos que es Dios, y que se las hace como Dios y con infinito amor y bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo y harían morada en él; lo cual habría de ser haciendole a él vivir y morar en el Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones.

§ 0

Porque, aunque es verdad que lo que éstas y aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más en el amor; bien así como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga transformado en sí y esté ya unido con él, todavía, afervorándose más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.

§ 0

Porque, aunque es verdad que lo que éstas y aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más en el amor; bien así como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga transformado en sí y esté ya unido con él, todavía, afervorándose más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.

§ 1

La compostura de estas liras son como aquellas que en Boscán están vueltas a lo divino, que dicen:

§ 1.1.1

Y como ve que aquella llama delicada de amor que en ella arde, cada vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida mortal, y que falta muy poco, y que por eso poco no acaba de ser glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez parece que la va a dar y cuando la encuentra, que es glorificarla entera y perfectamente.

§ 1.1.1

Y como ve que aquella llama delicada de amor que en ella arde, cada vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida mortal, y que falta muy poco, y que por eso poco no acaba de ser glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez parece que la va a dar y cuando la encuentra, que es glorificarla entera y perfectamente.

§ 1.1.3

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, el cual siente ya el alma en sí, no sólo, como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 1.1.3

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, el cual siente ya el alma en sí, no sólo, como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 1.1.3

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, el cual siente ya el alma en sí, no sólo, como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 1.1.4

De donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión: en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del sacrificio de Manué (Jc. 13, 20).

§ 1.1.4

De donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión: en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del sacrificio de Manué (Jc. 13, 20).

§ 1.1.5

Y éste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas, como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64), son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas.

§ 1.1.5

Y éste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas, como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64), son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas.

§ 1.1.5

Y éste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas, como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64), son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas.

§ 1.1.5

Y éste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas, como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64), son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas.

§ 1.1.5

Y por eso, cuanto más altas palabras decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se desabrían por su impureza, como fue cuando predicó aquella sabrosa y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía, que muchos de ellos volvieron atrás (Jn. 6, 60­61, 67).

§ 1.1.6

Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios que habla de dentro, han de pensar que no le gustarán otros como aquí se dice, como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo: ¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras de Dios (Jn. 4, 28).

§ 1.1.6

Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios que habla de dentro, han de pensar que no le gustarán otros como aquí se dice, como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo: ¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras de Dios (Jn. 4, 28).

§ 1.1.6

Ni dijera David allí "Dios vivo", sino porque vivamente le gustaba, aunque no perfectamente, sino como un viso de vida eterna.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.8

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino un continuo movimiento como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a saber, dándoselos a ellos.

§ 1.1.10

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto y bajo y más profundo y menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda es de una manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda de una manera, en más o en menos como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y no ilustrado, en más o en menos.

§ 1.1.10

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto y bajo y más profundo y menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda es de una manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda de una manera, en más o en menos como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y no ilustrado, en más o en menos.

§ 1.1.10

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto y bajo y más profundo y menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda es de una manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda de una manera, en más o en menos como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y no ilustrado, en más o en menos.

§ 1.1.11

En las cosas, aquello llamamos centro muy profundo que es a lo que más puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operación y movimiento, y no puede pasar de allí; así como el fuego o la piedra, que tienen virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro de su esfera y no pueden pasar de allí, ni dejar de estar allí, si no es por algún impedimento contrario.

§ 1.1.12

Y cuando no llegue a tanto como esto, aunque esté en Dios, que es su centro por gracia y por la comunicación suya, si todavía tiene movimiento para más y fuerza para más, y no está satisfecha, aunque está en el centro, no en el más profundo, pues puede ir a más.

§ 1.1.13

Si tuviere dos grados, habrá concentrádose con Dios otro centro más adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el más profundo centro del alma, que será transformarla y esclarecerla según todo el ser y potencia y virtud del alma, como es capaz de recibir, hasta ponerla que parezca Dios.

§ 1.1.13

Si tuviere dos grados, habrá concentrádose con Dios otro centro más adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el más profundo centro del alma, que será transformarla y esclarecerla según todo el ser y potencia y virtud del alma, como es capaz de recibir, hasta ponerla que parezca Dios.

§ 1.1.13

Bien así como en el cristal que está limpio y puro, que, cuantos más grados de luz va recibiendo, tanto más se va en él reconcentrando, hasta llegar a tanto que se concentre en él tan copiosamente la luz, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en ella todo lo que puede, que es parecer como ella.

§ 1.1.13

Bien así como en el cristal que está limpio y puro, que, cuantos más grados de luz va recibiendo, tanto más se va en él reconcentrando, hasta llegar a tanto que se concentre en él tan copiosamente la luz, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en ella todo lo que puede, que es parecer como ella.

§ 1.1.14

Lo cual es mucho más que en la común unión de amor pasa, según el mayor afervoramiento del fuego, que aquí, como decimos, echa llama viva.

§ 1.1.14

Porque aquí está esta alma como un horno encendido con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, como decimos, cuanto más encendida es la llama de este horno que el común fuego.

§ 1.1.14

Porque aquí está esta alma como un horno encendido con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, como decimos, cuanto más encendida es la llama de este horno que el común fuego.

§ 1.1.14

Y así, sintiendo el alma que esta viva llama vivamente la está comunicando todos los bienes, porque este divino amor todo lo trae consigo, dice: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres!; lo cual es como si dijera: ¡oh encendido amor, que tiernamente estás glorificándome con tus amorosos movimientos en la mayor capacidad y fuerza de mi alma, es a saber, dándome inteligencia divina según toda la habilidad de mi entendimiento, y comunicándome el amor según la mayor fuerza de mi voluntad, y deleitándome en la sustancia del alma con la afluencia y copiosidad de la suavidad de tu divino contacto y junta sustancial, según la mayor pureza de ella y la capacidad de mi memoria y anchura! Y esto acaece así, más de lo que se puede y alcanza a decir, al tiempo que se levanta esta llama en el alma.

§ 1.1.15

es a saber pues ya no afliges ni aprietas ni fatigas como antes hacías; porque conviene saber que esta llama, cuando el alma estaba en estado de purgación espiritual que es cuando va entrando en contemplación no le era tan amigable y suave como ahora lo es en este estado de unión.

§ 1.1.15

es a saber pues ya no afliges ni aprietas ni fatigas como antes hacías; porque conviene saber que esta llama, cuando el alma estaba en estado de purgación espiritual que es cuando va entrando en contemplación no le era tan amigable y suave como ahora lo es en este estado de unión.

§ 1.1.15

Y en declarar como esto sea nos habremos de detener un poquito.

§ 1.1.16

Porque el mismo fuego de amor que después se une con ella glorificando es el que antes la embiste purgando; bien así como el mismo fuego que entra en el madero es el que primero le está embistiendo e hiriendo con su llama enjugándole y desnudándole de sus feos accidentes hasta disponerle con su calor tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí.

§ 1.1.16

Porque en esta disposición de purgación no le es esta llama clara sino oscura; ni le es suave sino penosa que aunque algunas veces pega calor de amor es con tormento y aprieto; y no le es deleitable sino seca; ni le es reficionadora y pacífica sino consumidora y argüidora ni le es gloriosa sino antes la pone miserable y amarga en luz espiritual que la da de propio conocimiento enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13) en sus huesos y examinándola en fuego como dice también David (Sal. 16, 3).

§ 1.1.16

Porque en esta disposición de purgación no le es esta llama clara sino oscura; ni le es suave sino penosa que aunque algunas veces pega calor de amor es con tormento y aprieto; y no le es deleitable sino seca; ni le es reficionadora y pacífica sino consumidora y argüidora ni le es gloriosa sino antes la pone miserable y amarga en luz espiritual que la da de propio conocimiento enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13) en sus huesos y examinándola en fuego como dice también David (Sal. 16, 3).

§ 1.1.17

Y en la sustancia del alma padece profunda pobreza y desamparo, seca y fría y a veces caliente, no hallando en nada alivio, ni aun pensamiento que la consuele, ni poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele puesto esta llama tan esquivamente como dice Job (30, 21) que en este ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel.

§ 1.1.17

Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; hizo cerco de muro en derredor de mí y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó, como a muertos sempiternos; edificó en mi derredor, porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cercóme mis caminos con piedras cuadradas y trastornó mis pisadas y sendas.

§ 1.1.18

Y lo que antes el alma tenía asentado y encubierto, ya lo ve y lo siente en la luz y calor del fuego, lo cual antes no veía; así como en el agua y humo que hace salir del madero el fuego se ve la humedad y frialdad que tenía, la cual antes no se conocía; mas ahora, cerca de esta llama ve y siente el alma claramente sus miserias.

§ 1.1.18

Porque, ¡oh, cosa admirable!, levántanse en el alma contrarios contra contrarios, y unos relucen cerca de los otros, como dicen los filósofos, y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los unos expeler a los otros para reinar ellos en ella.

§ 1.1.18

Porque, como esta llama es de extremada luz y embiste en el alma, su luz luce en las tinieblas (Jn. 1, 5) del alma, que también son extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales que se oponen contra la sobrenatural luz, y no siente la luz sobrenatural, porque las tinieblas no la comprehenden (Jn. 1, 5).

§ 1.1.19

La cual, como también es amorosa y tierna, y tierna y amorosamente embiste en la voluntad, y lo duro se siente cerca de lo tierno, y la sequedad cerca del amor, siente la voluntad su natural dureza y sequedad para con Dios y no siente el amor y ternura; porque dureza y sequedad no pueden comprehender estotros contrarios, hasta que, siendo expelidos por ellos, reine en la voluntad amor y ternura de Dios, pues no pueden caber dos contrarios en un sujeto.

§ 1.1.19

De esta manera le era antes esquiva, y de esta manera suele ser el sumo padecer en la sustancia y potencias del alma, en aprietos y angustia grande, peleando allí unos contrarios contra otros en un sujeto paciente: Dios, que es todas las perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos del alma, y curtiendo en ardores al alma, para que, desarraigándolos de ella y disponiéndola entre él en ella y se una con ella por amor suave, pacífico y glorioso así como el fuego cuando ha entrado en el madero.

§ 1.1.20

Lo cual acaece de esta manera, y es, que queriendo Dios sacar al alma del estado común de vía y operación natural a vida espiritual, y de meditación a contemplación, que es más estado celestial que terreno (en que él mismo se comunica por unión de amor), comenzándose él desde luego a comunicar al espíritu (el cual está todavía impuro e imperfecto, con malos hábitos), padece cada uno al modo de su imperfección; y a veces le es tan grave en cierta manera esta purgación al que dispone para que le reciba acá por perfecta unión, como es la del purgatorio en que se purgan para verle allá.

§ 1.1.21

Y la intensión de esta purgación, y como es en mas y cómo en menos, y cuándo según la voluntad, y cuando según el entendimiento, y cómo según la memoria, y cuándo y cómo también según la sustancia del alma, y también cuándo según todo, y la de la parte sensitiva, y cómo se conocerá cuando es, porque lo tratamos en la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no hace ahora a nuestro propósito, no digo más.

§ 1.1.21

Basta saber ahora que el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la luz y calor de su divina llama; así como el mismo fuego que entra en el madero es el que le dispone antes que entre; y así la misma que ahora le es suave, le era antes esquiva.

§ 1.1.21

Y, por tanto, es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres oscura como antes, pero eres mi divina lumbre de mi entendimiento, con que te puedo mirar; y no solamente no haces ya desfallecer mi flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te puedo amar y gozar, estando toda convertida en divino amor; y ya no eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas antes la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de mí se puede decir lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es ésta que sube del desierto, abundante en deleites, estribando sobre su Amado, acá y allá vertiendo amor?

§ 1.1.21

Y, por tanto, es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres oscura como antes, pero eres mi divina lumbre de mi entendimiento, con que te puedo mirar; y no solamente no haces ya desfallecer mi flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te puedo amar y gozar, estando toda convertida en divino amor; y ya no eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas antes la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de mí se puede decir lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es ésta que sube del desierto, abundante en deleites, estribando sobre su Amado, acá y allá vertiendo amor?

§ 1.1.22

El cual, aunque acá más juntura tenga con Dios, nunca se hartará hasta que parezca esta gloria (Sal. 16, 15), mayormente teniendo ya el sabor y la golosina de ella, como aquí se tiene.

§ 1.1.22

Que es tal, que, si Dios no tuviese aquí también favorecida la carne, amparando el natural con su diestra, como hizo con Moisés en la piedra, para que sin morirse pudiese ver su gloria (Ex. 33, 22), con la cual diestra antes el natural recibe refección y deleite que detrimento, a cada llamarada de éstas moriría y se corrompería el natural, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir tanto fuego y tan subido.

§ 1.1.23

En lo cual le pide aquellas dos peticiones que él mandó pedir por san Mateo (6, 10): Adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua; como si dijera: Acábame de dar ese reino como tú lo quieres.

§ 1.1.23

En lo cual le pide aquellas dos peticiones que él mandó pedir por san Mateo (6, 10): Adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua; como si dijera: Acábame de dar ese reino como tú lo quieres.

§ 1.1.24

Todo lo cual se rompió por los encuentros de esta llama cuando era esquiva; porque en la purgación espiritual, como habemos dicho arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida sensitiva.

§ 1.1.24

Todo lo cual se rompió por los encuentros de esta llama cuando era esquiva; porque en la purgación espiritual, como habemos dicho arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida sensitiva.

§ 1.1.24

Que por eso dice aquí "tela", y no "telas"; porque no hay más de ésta, la cual por estar ya tan sutil y delgada y espiritualizada con esta unión, no la encuentra la llama rigurosa y esquivamente, como a las otras hacía sino sabrosa y dulcemente.

§ 1.1.24

Y así, la muerte de las semejantes almas siempre es más suave y dulce, más que les fue toda la vida; porque mueren con ímpetus y encuentros sabrosos de amor, como el cisne que canta más dulcemente cuando se quiere morir y se muere.

§ 1.1.25

Y, sintiéndose el alma, en esta sazón, en estos gloriosos encuentros, tan al canto de salir en abundancias a poseer el reino acabadamente (porque se ve pura y rica y dispuesta para ello, porque en este estado déjales Dios ver su hermosura, y fíales los dones y virtudes que les ha dado, porque todo se les vuelve en amor y alabanzas, no habiendo ya levadura que corrompa la masa), y como ve que no le falla más que romper la tela flaca de esta humana condición de vida natural en que se siente enredada y presa, impedida su libertad con deseo de ser desatada y verse con Cristo (Fil. 1, 23), deshaciéndose ya esta urdimbre de espíritu y carne, que son de muy diferente ser, y recibiendo cada una de por sí su suerte: que la carne se quede en su tierra y el espíritu vuelva a Dios que le dio (Ecle. 12, 7), pues la carne no aprovechaba nada, como dice san Juan (6, 64), antes estorbaba este bien de espíritu; haciéndole lástima que una vida tan baja la impida otra tan alta, pide que se rompa.

§ 1.1.25

Y, sintiéndose el alma, en esta sazón, en estos gloriosos encuentros, tan al canto de salir en abundancias a poseer el reino acabadamente (porque se ve pura y rica y dispuesta para ello, porque en este estado déjales Dios ver su hermosura, y fíales los dones y virtudes que les ha dado, porque todo se les vuelve en amor y alabanzas, no habiendo ya levadura que corrompa la masa), y como ve que no le falla más que romper la tela flaca de esta humana condición de vida natural en que se siente enredada y presa, impedida su libertad con deseo de ser desatada y verse con Cristo (Fil. 1, 23), deshaciéndose ya esta urdimbre de espíritu y carne, que son de muy diferente ser, y recibiendo cada una de por sí su suerte: que la carne se quede en su tierra y el espíritu vuelva a Dios que le dio (Ecle. 12, 7), pues la carne no aprovechaba nada, como dice san Juan (6, 64), antes estorbaba este bien de espíritu; haciéndole lástima que una vida tan baja la impida otra tan alta, pide que se rompa.

§ 1.1.26

Y llámala "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazón que hay entre el espíritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios y el alma; la tercera, porque así como la tela no es tan opaca y condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, así en este estado parece esta trabazón tan delgada tela, por estar ya muy espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir la Divinidad en ella.

§ 1.1.26

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver tela de araña como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 1.1.26

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver tela de araña como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 1.1.26

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver tela de araña como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 1.1.26

Y aun es mucho menos delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 1.1.26

Y aun es mucho menos delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 1.1.26

Y aun es mucho menos delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 1.1.26

Y aun es mucho menos delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 1.1.26

Y aun es mucho menos delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 1.1.27

La tercera, porque el amor apetece que el acto sea brevísimo, porque se cumple más presto, y tiene tanta más fuerza y valor cuanto es más breve y más espiritual, porque la virtud unida, más fuerte es que esparcida; e introdúcese amor al modo que la forma en la materia, que se introduce en un instante, y hasta entonces no había acto sino disposiciones para él: y así, los actos espirituales como en un instante se hacen; lo demás son disposiciones de deseos y afectos sucesivos, que muy pocos llegan a ser actos.

§ 1.1.28

Porque sabe allí muy bien el alma que es condición de Dios llevar a las tales almas antes de tiempo, por darles los bienes y sacarlas de males, consumándolas él en breve tiempo por medio de aquel amor lo que en mucho tiempo pudieran ir ganando, como dice el Sabio (Sab. 4, 10­14) por estas palabras: El que agrada a Dios es hecho amado, y, viviendo entre los pecadores, fue trasladado y arrebatado, porque la malicia no mudara su entendimiento, o la ficción no engañara su alma.

§ 1.1.29

Y es porque siente el alma en Dios, como habemos dicho, infinita gana de que se le acabe la vida para consumarla en gloria; sino que, como no ha llegado el tiempo, no se hace; y así, para la más consumar y elevar de la carne, hace él en ella unos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que verdaderamente son encuentros, con que siempre penetra endiosando la sustancia del alma y haciéndola divina.

§ 1.1.29

Y es porque siente el alma en Dios, como habemos dicho, infinita gana de que se le acabe la vida para consumarla en gloria; sino que, como no ha llegado el tiempo, no se hace; y así, para la más consumar y elevar de la carne, hace él en ella unos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que verdaderamente son encuentros, con que siempre penetra endiosando la sustancia del alma y haciéndola divina.

§ 1.1.29

En lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios porque la encontró Dios y la traspasó vivamente en el Espíritu Santo, cuyas comunicaciones son impetuosas cuando son afervoradas, como ésta lo es.

§ 1.1.29

En el cual, porque el alma vivamente gusta de Dios, le llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este estado recibe dejan de ser dulces y sabrosos, sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla.

§ 1.1.30

Y así toda la canción es como si dijera: ¡Oh llama del Espíritu Santo, que tan íntima y tiernamente traspasas la sustancia de mi alma y la cauterizas con tu ardor! Pues ya estás tan amigable que te muestras con gana de dárteme en vida eterna cumplida, si antes mis peticiones no llegaban a tus oídos, cuando con ansias y fatigas de amor, en que penaba la flaqueza de mi sentido y espíritu por la mucha flaqueza e impureza y poca fuerza de amor que tenían, te rogaba me desatases, porque con deseo te deseaba mi alma cuando el amor impaciente no me dejaba conformar tanto con esta condición de vida que tú querías que viviese, y los pasados ímpetus de amor no eran bastantes delante de ti, porque no eran de tanta sustancia; ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no sólo no desfallece mi sentido y espíritu a ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi corazón y mi carne se gozan en Dios vivo (Sal. 83, 2), con grande conformidad de las partes, donde lo que tú quieres que pida, pido, y lo que no quieres, no lo quiero, ni aun puedo, ni pasa por pensamiento pedir: y, pues son ya delante de tus ojos más válidas y razonables mis peticiones, pues salen de ti y tú las quieres, y con sabor y gozo en el Espíritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro (Sal. 16, 2), que es cuando los ruegos precias y oyes, rompe la tela delgada de esta vida, y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea mi alma, sin término ni fin.

§ 2.1.2

En el libro del Deuteronomio (4, 24) dice Moisés que nuestro Señor Dios es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir, y con grande fuerza abrasando transformar en sí lo que tocare.

§ 2.1.2

Pero a cada uno abrasa como le halla dispuesto: a unos más, a otros menos; y también cuanto él quiere y cómo y cuando quiere.

§ 2.1.2

Y, como él sea infinito fuego de amor, cuando él quiere tocar al alma algo apretadamente, es el ardor del alma en tan sumo grado que le parece al alma que está ardiendo sobre todos los ardores del mundo.

§ 2.1.3

Y es cosa admirable y digna de contar que, con ser este fuego de Dios tan vehemente y consumidor, que con mayor facilidad consumiría mil mundos que el fuego una raspa de lino, no consuma y acabe los espíritus en que arde; sino que a la medida de su fuerza y ardor los deleite y endiose, ardiendo en ellos suavemente por la pureza de sus espíritus, como acaeció en los Actos de los Apóstoles (2, 3), donde viniendo este fuego con grande vehemencia abrasó a los discípulos: y ellos, como dice san Gregorio, interiormente ardieron con suavidad.

§ 2.1.3

Y es cosa admirable y digna de contar que, con ser este fuego de Dios tan vehemente y consumidor, que con mayor facilidad consumiría mil mundos que el fuego una raspa de lino, no consuma y acabe los espíritus en que arde; sino que a la medida de su fuerza y ardor los deleite y endiose, ardiendo en ellos suavemente por la pureza de sus espíritus, como acaeció en los Actos de los Apóstoles (2, 3), donde viniendo este fuego con grande vehemencia abrasó a los discípulos: y ellos, como dice san Gregorio, interiormente ardieron con suavidad.

§ 2.1.3

Porque en estas comunicaciones, como su fin es engrandecer al alma, no la aprieta, sino ensánchala; no la fatiga, sino deléitala y clarifícala y enriquécela; que por eso le llama suave.

§ 2.1.5

5. ¡Oh gran gloria de almas que merecéis llegar a este sumo fuego, en el cual, pues hay infinita fuerza para os consumir y aniquilar, no os consumiendo, inmensamente os consuma en gloria! No os maravilléis que algunas almas las llegue Dios hasta aquí, pues que el sol en algunas cosas se singulariza en hacer maravillosos efectos; el cual, como dice el Espíritu Santo, de tres maneras abrasa a los montes de los justos.

§ 2.1.5

Siendo, pues, este cauterio tan suave como aquí se ha dado a entender, ¡cuán regalada creeremos que será la que de tal fuego fuere tocada! Que, queriéndolo decir el alma, no lo dice, sino quédase con el encarecimiento y estimación por este término "¡oh!", diciendo:

§ 2.1.6

Y así, este cauterio divino del amor, la llaga que él hizo, como decimos, de amor en el alma él mismo la cura, y cada vez que asienta hace mayor llaga de amor; que la cura del amor es llagar y herir sobre lo llagado y herido, hasta tanto que venga el alma a resolverse toda en llaga de amor.

§ 2.1.6

Y por eso dice: ¡Oh regalada llaga!; y tanto más regalada, cuanto ella es hecha por más alto y subido fuego de amor; porque habiéndola hecho el Espíritu Santo a fin de regalar, y como su deseo y voluntad de regalar sea grande, grande es la llaga, por que grandemente sea regalada.

§ 2.1.7

Este cauterio y esta llaga es, a mi ver, en el más alto grado que en este estado puede ser; mas hay otras muchas maneras, que ni llegan aquí ni son como ésta; porque esto es de toque de Divinidad en el alma, sin forma ni figura alguna formal ni imaginaria.

§ 2.1.8

Mas otra manera de cauterizar el alma suele haber también muy subida, y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en este amor, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho (aunque harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), y es que acaecerá que el alma sienta embestir en ella un serafín con un dardo herbolado de amor encendidísimo, traspasando esta ascua encendida del alma, o, por mejor decir, aquella llama, y cauterizarla subidamente; y entonces, en este cauterizar traspasándola, apresúrase la llama y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean y trabucan el fuego se afervora la llama y se aviva el fuego.

§ 2.1.8

Y entonces siente esta llaga el alma en deleite sobre todo encarecimiento; porque, demás de ser toda removida al trabucamiento y moción impetuosa de su fuego, en que es grande el ardor y derretimiento de amor, la herida fina y la yerba, con que vivamente iba templado el hierro, siente el alma en la sustancia del espíritu como en el corazón del alma traspasado.

§ 2.1.9

Y en este grano de mostaza que parece entonces quedar en mitad del corazón del espíritu, que es el punto de la herida y lo fino del deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Siente el alma allí como un grano de mostaza que se quedó muy mínimo, vivísimo y encendidísimo: vivo también y encendido en circunferencia enviada de la sustancia y virtud de aquel punto de la herida, donde está la sustancia y virtud de la yerba, y difundirse sutilmente por todas las espirituales y sustanciales venas del alma, según su potencia y fuerza del ardor.

§ 2.1.9

Y en este grano de mostaza que parece entonces quedar en mitad del corazón del espíritu, que es el punto de la herida y lo fino del deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Siente el alma allí como un grano de mostaza que se quedó muy mínimo, vivísimo y encendidísimo: vivo también y encendido en circunferencia enviada de la sustancia y virtud de aquel punto de la herida, donde está la sustancia y virtud de la yerba, y difundirse sutilmente por todas las espirituales y sustanciales venas del alma, según su potencia y fuerza del ardor.

§ 2.1.10

Y lo que aquí goza el alma no hay más decir sino que allí siente cuán bien comparado está el reino de los cielos al grano de mostaza en el Evangelio (Mt. 13, 31), que, por su gran calor, siendo tan pequeño, crece en árbol grande; porque el alma se ve hecha como un inmenso fuego de amor, y el punto de la virtud de ello en el corazón del espíritu.

§ 2.1.12

Y así, si alguna vez se da licencia para que salga algún efecto afuera al sentido corporal al modo que hirió dentro, sale fuera la herida y llaga, como acaeció cuando el serafín llagó al santo Francisco, que llagandole en el alma de amor, en aquella manera salió el efecto de las llagas afuera.

§ 2.1.13

Pero cuando el llagar es en el alma, sin que se comunique fuera, puede ser muy más intenso y más subido; porque, como quiera que la carne sea freno del espíritu, cuando los bienes de él se comunican a ella, tira la rienda ella, y enfrena la boca a este ligero caballo, y apágale su gran brío; porque el cuerpo como entonces se corrompe, agrava al alma, y el uso de vida en él oprime el sentido espiritual cuando comprehende muchas cosas (Sab. 9, 15).

§ 2.1.13

Pero cuando el llagar es en el alma, sin que se comunique fuera, puede ser muy más intenso y más subido; porque, como quiera que la carne sea freno del espíritu, cuando los bienes de él se comunican a ella, tira la rienda ella, y enfrena la boca a este ligero caballo, y apágale su gran brío; porque el cuerpo como entonces se corrompe, agrava al alma, y el uso de vida en él oprime el sentido espiritual cuando comprehende muchas cosas (Sab. 9, 15).

§ 2.1.14

Porque otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto de sentimiento en el sentido, porque en esto puede haber mucho espíritu, como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía a los dolores de Cristo, le redundaba en el cuerpo, como él da a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas del Señor Jesús.

§ 2.1.14

Porque otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto de sentimiento en el sentido, porque en esto puede haber mucho espíritu, como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía a los dolores de Cristo, le redundaba en el cuerpo, como él da a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas del Señor Jesús.

§ 2.1.15

15. ¡Oh mano, que, siendo tú tan generosa cuanto poderosa y rica, rica y poderosamente me das las dádivas! ¡Oh mano blanda, tanto más blanda para esta alma, asentándola blandamente, cuanto si asentases algo pesadamente hundiría todo el mundo; pues de sólo tu mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32), y las gentes se desatan y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez blanda mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), porque le tocaste tan mala vez ásperamente, asentando tú sobre mi alma muy asiento amigable y suave que fuiste para él dura, cuanto más de asiento me tocas con amor dulce que a él le tocaste con rigor! Porque tú matas y tú das vida, y no hay quien huya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 2.1.15

Mas tú, ¡Oh divina vida!, nunca matas si no es para dar vida, así como nunca llagas si no es para sanar.

§ 2.1.16

16. ¡Oh, pues, tú, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi alma, y, tocándola toda delicadamente, la absorbes toda a ti en divinos modos de suavidades nunca oídas en la tierra de Canaán, ni vistas en Temán (Bar. 3, 22)! ¡Oh, pues, mucho y en grande manera mucho delicado toque del Verbo para mí, cuanto, habiendo transtornado los montes y quebrantado las piedras en el monte Horeb con la sobra de su poder y fuerza que iba adelante, te diste a sentir al profeta en silbo de aire delgado (3 Re. 19, 11­12)! ¡Oh aire delgado!; como eres aire delgado y delicado, di, ¿cómo tocas delgada y delicadamente, siendo tan terrible y poderoso?

§ 2.1.18

Tanto más ancha y capaz es la cosa, cuanto más delgada; y tanto más difusiva y comunicativa es, cuanto es más delicada. ¡Oh, pues, toque delicado, que tanto más te infundes cuanto tú eres más delicado, y el vaso de mi alma ya por tu toque tiene más de sencillo, puro, delgado y capaz! ¡Oh, pues, toque delicado, y tan delicado que no sintiéndose en el toque bulto alguno, tocas tanto más al alma, y tanto mis adentro tocándola la endivinas, cuanto tu divino ser con que tocas está ajeno de modo y manera y libre de toda corteza de forma y figura! ¡Oh, pues, finalmente, toque delicado y muy delicado!, pues no le haces en el alma sino con tu simplicísimo y sencillísimo ser, que, como es infinito, infinitamente es delicado: y por eso

§ 2.1.19

Que, aunque no en perfecto grado, es en efecto cierto sabor de vida eterna, como arriba queda dicho, que se gusta en este toque de Dios.

§ 2.1.19

Y no es increíble que sea así, creyendo, como se ha de creer, que este toque es toque de sustancia de Dios en sustancia del alma, al cual en esta vida han llegado muchos santos.

§ 2.1.19

De donde la delicadez del deleite que en este toque se siente es posible decirse; ni yo querría hablar en ello, porque no se entienda que aquello no es más de lo que se dice, que no hay vocablos para declarar y nombrar cosas tan subidas de Dios, como en estas almas pasan; de las cuales el propio lenguaje es entenderlo para sí y sentirlo y gozarlo y callarlo el que lo tiene.

§ 2.1.19

Porque echa de ver el alma aquí en cierta manera ser estas cosas como el cálculo que dice san Juan (Ap. 2, 17) que se daría al que venciese, y en el cálculo un nombre escrito, que ninguno le sabe sino el que le recibe; y así sólo se puede decir y con verdad, que a vida eterna sabe.

§ 2.1.19

Que, aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la gloria, con todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida eterna sabe.

§ 2.1.19

Que, como Dios sea todas estas cosas, gústalas el alma en un solo toque de Dios, y así el alma según sus potencia y su sustancia goza.

§ 2.1.20

Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo por la unión del espíritu, y goza toda la sustancia sensitiva y todos los miembros y huesos y médulas, no tan remisamente como comúnmente suele acaecer, sino con sentimiento de grande deleite y gloria, que se siente hasta los últimos artejos de pies y manos.

§ 2.1.20

Y porque todo lo que de esto se puede decir es menos, por esto baste decir, así de lo corporal, como de lo espiritual: que a vida eterna sabe,

§ 2.1.21

Y, porque los trabajos y penitencias purifican y adelgazan el sentido y las tribulaciones y tentaciones y tinieblas y aprietos adelgazan y disponen el espíritu, por ello conviene pasar para transformarse en Dios, como a los que allá le han de ver, por el purgatorio, unos más intensamente, otros menos; unos más tiempo, otros menos, según los grados de unión a que Dios los quisiere levantar y lo que ellos tuvieren que purgar.

§ 2.1.23

En lo cual es de saber, que no es porque Dios quiere que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que todos los fuesen, sino que halla pocos vasos en quien hacer tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo ni mortificación, obrando con maciza paciencia, de aquí es que, no hallándolos fuertes en la merced que les hacía en comenzar a desbastarlos, no vaya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra, para lo cual era menester mayor fortaleza y constancia.

§ 2.1.23

Y así, a estos que querrían pasar más adelante, no pudiendo sufrir lo que es menos ni sujetarse a ellos, se les puede responder lo que dice Jeremías (12, 5), diciendo: Si, corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrás atener con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del Jordán? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano, ordinaria y sumamente acaecen a todos los vivientes, tenías tú tan corto paso que corrías y lo tuviste por trabajo, ¿cómo podrás igualar con el paso de caballo, que es ya de salir de ordinarios trabajos y comunes a otros de mayor fuerza y ligereza? Y si tú no has querido armar guerra contra la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad sino que te quieres estar quieto y consolado en ella, ¿qué harás en la soberbia del Jordán; esto es, cómo llevarías las impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro?

§ 2.1.23

Y así, a estos que querrían pasar más adelante, no pudiendo sufrir lo que es menos ni sujetarse a ellos, se les puede responder lo que dice Jeremías (12, 5), diciendo: Si, corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrás atener con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del Jordán? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano, ordinaria y sumamente acaecen a todos los vivientes, tenías tú tan corto paso que corrías y lo tuviste por trabajo, ¿cómo podrás igualar con el paso de caballo, que es ya de salir de ordinarios trabajos y comunes a otros de mayor fuerza y ligereza? Y si tú no has querido armar guerra contra la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad sino que te quieres estar quieto y consolado en ella, ¿qué harás en la soberbia del Jordán; esto es, cómo llevarías las impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro?

§ 2.1.24

Porque muchos servicios han de haber hecho a Dios, y mucha paciencia han de haber tenido por él y constancia, y muy aceptos han de ser delante de él en su vida a los que él ha de hacer tan señalada merced de tentarlos más adentro, como leemos del santo Tobías (Tob. 12, 13), a quien dijo san Rafael: Que, porque había sido acepto a Dios, le había hecho aquella merced de enviarle la tentación que le probase más, para darle más.

§ 2.1.24

Y ni más ni menos vemos en Job que, en aceptándole que le aceptó delante los espíritus buenos y malos por siervo suyo, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después, como lo hizo mucho más que antes, en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 2.1.25

Y no hay aquí para qué detenernos más diciendo cómo es en cada purgación de estas siete para venir a este eloquio de Dios, que todavía acá nos es como plata aunque más sea, mas allá nos será como oro.

§ 2.1.25

Y no hay aquí para qué detenernos más diciendo cómo es en cada purgación de estas siete para venir a este eloquio de Dios, que todavía acá nos es como plata aunque más sea, mas allá nos será como oro.

§ 2.1.26

Pero conviénele al alma mucho estar con grande constancia y paciencia en estas tribulaciones y trabajos de afuera y de dentro, espirituales y corporales, mayores y menores, tomándolo todo como de mano de Dios para su bien y remedio, no huyendo de ellos, pues son sanidad para el alma, como se lo aconseja el Sabio (Ecle. 10, 4), diciendo: Si el espíritu del que es poderoso descendiere sobre ti, no dejes tu lugar (esto es, el lugar y puesto de tu curación, que es aquel trabajo); porque la curación, dice, hará cesar grandes pecados, esto es, cortarte ha el hilo de tus pecados e imperfecciones, que es el mal hábito, para que no vayan adelante.

§ 2.1.26

Pero conviénele al alma mucho estar con grande constancia y paciencia en estas tribulaciones y trabajos de afuera y de dentro, espirituales y corporales, mayores y menores, tomándolo todo como de mano de Dios para su bien y remedio, no huyendo de ellos, pues son sanidad para el alma, como se lo aconseja el Sabio (Ecle. 10, 4), diciendo: Si el espíritu del que es poderoso descendiere sobre ti, no dejes tu lugar (esto es, el lugar y puesto de tu curación, que es aquel trabajo); porque la curación, dice, hará cesar grandes pecados, esto es, cortarte ha el hilo de tus pecados e imperfecciones, que es el mal hábito, para que no vayan adelante.

§ 2.1.27

Pues como el alma aquí se acuerda que se le pagan aquí muy bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga.

§ 2.1.27

Pues como el alma aquí se acuerda que se le pagan aquí muy bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga.

§ 2.1.27

Pues como el alma aquí se acuerda que se le pagan aquí muy bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga.

§ 2.1.27

Como hizo también David en el suyo (Sal. 70, 20­21), diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y volviéndote a mí me consolaste!

§ 2.1.27

Y así esta alma, que antes estaba fuera a las puertas del palacio, como Mardoqueo (Ester passim), llorando en las plazas de Susán el peligro de su vida, vestida de la reina Esther, ni habiendo recibido ninguna merced ni galardón por sus servicios que había hecho al rey, y la fe que había tenido en mirar por la honra y vida del rey, en un día le pagan sus trabajos y servicios, haciéndola no solamente entrar en el palacio y que esté delante del rey vestida con vestiduras reales, sino que también se le ponga la corona y el cetro y silla real con posesión del anillo del rey, para que todo lo que quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su Esposo; porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.

§ 2.1.28

Acerca de lo espiritual, dos maneras hay de vida: una es beatífica, que consiste en ver a Dios, y esta se ha de alcanzar por muerte natural y corporal, como dice san Pablo (2 Cor. 5, 1), diciendo: Sabemos que, si esta nuestra casa de barro se desatare, tenemos morada de Dios en los cielos.

§ 2.1.29

En la cual podrá vivir el alma perfectamente si no muriere también perfectamente al hombre viejo, como el Apóstol lo amonesta (Ef. 4, 22­24), diciendo que desnuden al hombre viejo y se vistan el hombre nuevo, que según Dios es criado en justicia y santidad.

§ 2.1.29

En la cual vida, cuando ha llegado a la perfección de unión con Dios, como aquí vamos tratando, todos los apetitos del alma y sus potencias y las operaciones de ellas, que eran de suyo operaciones de muerte y privación de la vida espiritual, se truecan en divina.

§ 2.1.30

Y, como quiera que cada viviente viva por su operación, como dicen los filósofos, teniendo sus operaciones en Dios, por la unión que tiene con Dios, el alma vive vida de Dios y se ha trocado su muerte en vida.

§ 2.1.30

Y, como quiera que cada viviente viva por su operación, como dicen los filósofos, teniendo sus operaciones en Dios, por la unión que tiene con Dios, el alma vive vida de Dios y se ha trocado su muerte en vida.

§ 2.1.30

Porque el alma en todo, como ya verdadera hija de Dios, es movida del espíritu de Dios, como dice san Pablo (Rom. 8, 14), que los que son movidos por el espíritu de Dios, son hijos de Dios.

§ 2.1.30

Porque el alma en todo, como ya verdadera hija de Dios, es movida del espíritu de Dios, como dice san Pablo (Rom. 8, 14), que los que son movidos por el espíritu de Dios, son hijos de Dios.

§ 2.1.30

De manera que ya el entendimiento del alma es el entendimiento de Dios; y la voluntad es voluntad de Dios; y la memoria, memoria de Dios; y el deleite es deleite de Dios; y la sustancia de su alma, aunque no es sustancia de Dios, porque no puede convertirse en él, pero, estando unida con él y absorta en él, es Dios por participación de Dios; lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra.

§ 2.1.32

En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda como de fiesta, y trae en su paladar un júbilo de Dios grande y como un cantar nuevo siempre nuevo, envuelto en alegría y amor, y en conocimiento de su alto estado.

§ 2.1.32

En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda como de fiesta, y trae en su paladar un júbilo de Dios grande y como un cantar nuevo siempre nuevo, envuelto en alegría y amor, y en conocimiento de su alto estado.

§ 2.1.32

A veces anda con gozo, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.

§ 2.1.32

A veces anda con gozo, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.

§ 2.1.32

A veces anda con gozo, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.

§ 2.1.32

A veces anda con gozo, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.

§ 2.1.32

A veces anda con gozo, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.

§ 3.1.1

Dios sea servido de dar aquí su favor, que cierto es menester mucho, para declarar la profundidad de esta canción, y aun harta advertencia del que la fuere leyendo, que, si no tiene experiencia, quizás le será algo oscuro, como si por ventura la tuviere, le sería claro y gustoso.

§ 3.1.1

En esta canción íntima el alma agradece a su esposo las grandes mercedes que de la unión con él recibe, dándole por medio de ella grandes y muchas noticias de sí mismo, con las cuales alumbradas y enamoradas las potencias y sentido de su alma, que antes de esta unión estaba oscuro y ciego de otros amores, puedan ya estar esclarecidas, como lo están y con calor de amor para poder dar luz y amor al que las encendió y enamoró, infundiendo en ellas dones tan divinos.

§ 3.1.2

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de esos atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes suyas luzca y arda como Dios.

§ 3.1.2

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de esos atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes suyas luzca y arda como Dios.

§ 3.1.2

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de esos atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes suyas luzca y arda como Dios.

§ 3.1.2

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de esos atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes suyas luzca y arda como Dios.

§ 3.1.3

Y así, según estas noticias que el alma tiene allí de Dios, distintas en un solo acto actualmente, le es al alma el mismo Dios muchas lámparas, que distintamente le lucen a alma pues de cada una tiene noticia y le dan calor de amor, cada una en su manera y todas ellas en un simple ser, como decimos.

§ 3.1.3

Y todas ellas son una lámpara, que es el Verbo, el cual, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) es resplandor de la gloria del Padre; a cual lámpara es todas estas lámparas, porque luce y arde de todas estas maneras.

§ 3.1.3

Lo cual echa de ver el alma, que le es muchas lámparas esta sola lámpara; porque, como ella sea una, todas las cosas puede, y todas las virtudes tiene, y todos los espíritus coge, etc. (Sab. 7, 27).

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.3

Y así, en un acto luce y arde según todas sus grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según todas ellas distintamente y según cada una.

§ 3.1.5

De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12­17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?

§ 3.1.5

De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12­17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?

§ 3.1.6

Porque el que ama y hace bien a otro,según su condición y sus propiedades le ama y le hace bien; y así tu Esposo en ti, siendo omnipotente, date y ámate con omnipotencia; y, siendo sabio, sientes que te ama con sabiduría; siendo él bueno, sientes que te alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad; siendo él justo, sientes que te ama justamente; siendo él misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el piadoso y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y clemencia; siendo él fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte y subida y delicadamente; y como él sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y como él sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, sientes también que te ama con liberalidad, sin algún interés, no más de por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma humildad te ama y con suma estimación, igualándose contigo, e igualándote consigo, mostrándote en estas vías alegremente con esto su rostro lleno de gracias, y diciéndote: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy para darme a ti, y por ser tuyo.

§ 3.1.6

Porque el que ama y hace bien a otro,según su condición y sus propiedades le ama y le hace bien; y así tu Esposo en ti, siendo omnipotente, date y ámate con omnipotencia; y, siendo sabio, sientes que te ama con sabiduría; siendo él bueno, sientes que te alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad; siendo él justo, sientes que te ama justamente; siendo él misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el piadoso y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y clemencia; siendo él fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte y subida y delicadamente; y como él sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y como él sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, sientes también que te ama con liberalidad, sin algún interés, no más de por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma humildad te ama y con suma estimación, igualándose contigo, e igualándote consigo, mostrándote en estas vías alegremente con esto su rostro lleno de gracias, y diciéndote: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy para darme a ti, y por ser tuyo.

§ 3.1.6

Porque el que ama y hace bien a otro,según su condición y sus propiedades le ama y le hace bien; y así tu Esposo en ti, siendo omnipotente, date y ámate con omnipotencia; y, siendo sabio, sientes que te ama con sabiduría; siendo él bueno, sientes que te alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad; siendo él justo, sientes que te ama justamente; siendo él misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el piadoso y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y clemencia; siendo él fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte y subida y delicadamente; y como él sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y como él sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, sientes también que te ama con liberalidad, sin algún interés, no más de por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma humildad te ama y con suma estimación, igualándose contigo, e igualándote consigo, mostrándote en estas vías alegremente con esto su rostro lleno de gracias, y diciéndote: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy para darme a ti, y por ser tuyo.

§ 3.1.6

Porque el que ama y hace bien a otro,según su condición y sus propiedades le ama y le hace bien; y así tu Esposo en ti, siendo omnipotente, date y ámate con omnipotencia; y, siendo sabio, sientes que te ama con sabiduría; siendo él bueno, sientes que te alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad; siendo él justo, sientes que te ama justamente; siendo él misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el piadoso y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y clemencia; siendo él fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte y subida y delicadamente; y como él sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y como él sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, sientes también que te ama con liberalidad, sin algún interés, no más de por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma humildad te ama y con suma estimación, igualándose contigo, e igualándote consigo, mostrándote en estas vías alegremente con esto su rostro lleno de gracias, y diciéndote: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy para darme a ti, y por ser tuyo.

§ 3.1.7

7. ¿Quién dirá, pues, lo que tú sientes, ¡oh dichosa alma!, viéndote así amada y con tal estimación engrandecida? Tu vientre, que es tu voluntad, diremos que es como el montón de trigo que está cubierto y cercado de lirios (Ct. 7, 2), porque en esos granos de pan de vida que tú juntamente estas gustando los lirios de las virtudes que te cercan, te están deleitando.

§ 3.1.8

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, que en ella él las revertía como una abundosa fuente que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que esta comunicación es luz y fuego de estas lámparas de Dios, es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que desea.

§ 3.1.8

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, que en ella él las revertía como una abundosa fuente que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que esta comunicación es luz y fuego de estas lámparas de Dios, es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que desea.

§ 3.1.8

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, que en ella él las revertía como una abundosa fuente que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que esta comunicación es luz y fuego de estas lámparas de Dios, es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que desea.

§ 3.1.8

Y así, aunque son lámparas de fuego, son aguas vivas del espíritu, como también las que vinieron sobre los Apóstoles (Act. 2, 3), que, aunque eran lámparas de fuego, también eran aguas puras y limpias, porque así las llamó el profeta Ezequiel (36, 25­26) cuando profetizó aquella venida del Espíritu Santo, diciendo: Infundiré, dice allí Dios, sobre vosotros agua limpia, y pondré mi espíritu en medio de vosotros.

§ 3.1.8

Y así, este espíritu de Dios, en cuanto está escondido en las venas del alma, está como agua suave y deleitable, hartando la sed del espíritu en la sustancia del alma; y en cuanto se ejercita en sacrificio de amar, es llamas vivas de fuego, que son las lámparas del acto de la dilección que decíamos que dice el Esposo en los Cantares (8, 6), diciendo: Sus lámparas son lámparas de fuego y de llamas.

§ 3.1.8

Las cuales el alma aquí así las llama, porque no sólo las gusta como aguas de sabiduría en sí, sino también como fuego de amor, en acto de, amor, diciendo: ¡Oh lámparas de fuego!

§ 3.1.8

Las cuales el alma aquí así las llama, porque no sólo las gusta como aguas de sabiduría en sí, sino también como fuego de amor, en acto de, amor, diciendo: ¡Oh lámparas de fuego!

§ 3.1.9

Lo cual se ha de entender que esta ilustración de resplandores no es como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y calienta las cosas que están fuera de ella, sino como las que están dentro de ella, como lo está aquí el alma.

§ 3.1.9

Lo cual se ha de entender que esta ilustración de resplandores no es como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y calienta las cosas que están fuera de ella, sino como las que están dentro de ella, como lo está aquí el alma.

§ 3.1.9

Lo cual se ha de entender que esta ilustración de resplandores no es como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y calienta las cosas que están fuera de ella, sino como las que están dentro de ella, como lo está aquí el alma.

§ 3.1.9

Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama encendido y transformado en fuego, porque la llama no es otra cosa sino aire inflamado, y los movimientos que hace aquella llama ni son sólo de aire, ni son sólo de fuego, sino junto de aire y fuego, y el fuego hace arder al aire que en sí tiene inflamado.

§ 3.1.10

Y los movimientos de esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba dicho, no los hace sólo el alma que está transformada en la llama del Espíritu Santo, ni los hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado.

§ 3.1.10

Porque estos movimientos o vibramientos son los juegos y fiestas alegres que en el segundo verso de la primera canción decíamos que hacia el Espíritu Santo en el alma, en los cuales parece que siempre la está queriendo acabar de dar la vida eterna; y así, aquellos movimientos y llamaradas son como provocamientos que está haciendo al alma para acabarla de trasladar a su perfecta gloria, entrándola ya de veras en sí.

§ 3.1.10

Porque todos los bienes primeros y postreros, menores y mayores, que Dios hace al alma, siempre se los hace con este motivo suyo y de ella, de llevarla a vida eterna; bien así como el fuego, que todos los movimientos y meneos que hace en el aire que en sí tiene inflamado, son a fin de llevarle al centro de su esfera, y todos aquellos vibramientos es porfiar por llevarlo, mas porque el aire está en su esfera no se hace.

§ 3.1.11

Y entonces verá el alma claro cómo, aunque acá parecía que se movía Dios en ella, en sí no se mueve, como el fuego no se mueve en su esfera.

§ 3.1.12

Para inteligencia de lo cual es de advertir que obumbramiento quiere decir hacimiento de sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y hacer favores; porque, llegando a tocar la sombra, es señal que la persona cuya es está cerca para favorecer y amparar.

§ 3.1.12

En lo cual es de notar que cada cosa tiene y hace la sombra como tiene la propiedad y el talle.

§ 3.1.12

Si la cosa es condensa y opaca, hará sombra oscura y condensa. y si es más rara y clara, hará sombra más clara, como es de ver en el madero y en el cristal, que, porque el uno es opaco, la hace oscura, y, porque el otro es claro, la hace clara.

§ 3.1.14

Según esto, ¿cuáles serán las sombras que hará el Espíritu Santo al alma de todas las grandezas de sus virtudes y atributos, estando tan cerca de ella, que no sólo la toca en sombra, mas está unida con ellas en sombra, gustándolas en sombra, entendiendo y gustando el talle y las propiedades de Dios en sombra de Dios, es a saber: entendiendo y gustando la propiedad de la potencia divina en sombra de omnipotencia, y entendiendo y gustando la sabiduría divina en sombra de sabiduría divina, entendiendo y gustando la bondad infinita en sombra que le cerca de bondad infinita, entendiendo y gustando el deleite de Dios infundido en sombra de deleite de Dios, y, finalmente, gustando la gloria de Dios en sombra de gloria, que hace saber y gustar la propiedad y talle de la gloria de Dios, pasando todo esto en claras y encendidas sombras, pues los atributos de Dios y sus virtudes son lámparas, que, como quiera que sean resplandecientes y encendidas, a su talle y propiedad han de hacer sombras resplandecientes y encendidas y multitud de ellas en un solo ser?

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1­28).

§ 3.1.15

Y cuán elevada se siente aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida se conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, ¿quién lo podrá decir, viéndose ya infundida con tanta copiosidad en las aguas de estos divinos resplandores, que echa de ver que el Padre Eterno da con larga mano el regadío superior e inferior, como a Axa dio su padre cuando suspiraba (Js. 15, 18­19), pues estas aguas alma y cuerpo regando penetran.

§ 3.1.16

16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Eterno Padre!

§ 3.1.17

Y es cosa admirable que, con ser capaces de infinitos bienes, baste el menor de ellos a embarazarlas de manera que no los puedan recibir hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos.

§ 3.1.17

Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es Dios.

§ 3.1.17

Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es Dios.

§ 3.1.17

Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella, y, perdido el temple natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto y como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le comunican.

§ 3.1.17

Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella, y, perdido el temple natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto y como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le comunican.

§ 3.1.18

Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.

§ 3.1.20

La tercera caverna es la memoria, y el vacío de ésta es deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios, como lo nota Jeremías (Lm. 3, 20), diciendo.

§ 3.1.21

Que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.

§ 3.1.22

Pero, ¡válgame Dios!, pues que es verdad que, cuando el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como dice san Gregorio sobre san Juan, ¿cómo pena por lo que ya tiene? Porque en el deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los ángeles de ver al Hijo de Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque ya le poseen; y así le parece que, si el alma cuanto más desea a Dios más le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma, como en los ángeles, que estando cumpliendo su deseo, en la posesión se deleitan, estando siempre hartando su espiritual con el apetito, sin fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio, siempre desean, y porque hay posesión, no penan.

§ 3.1.22

Pero, ¡válgame Dios!, pues que es verdad que, cuando el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como dice san Gregorio sobre san Juan, ¿cómo pena por lo que ya tiene? Porque en el deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los ángeles de ver al Hijo de Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque ya le poseen; y así le parece que, si el alma cuanto más desea a Dios más le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma, como en los ángeles, que estando cumpliendo su deseo, en la posesión se deleitan, estando siempre hartando su espiritual con el apetito, sin fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio, siempre desean, y porque hay posesión, no penan.

§ 3.1.23

En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión: que lo uno es bien quererse, y lo otro es también comunicarse, que es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.

§ 3.1.23

Y en el desposorio, aunque algunas veces hay vistas del esposo a la esposa y las dádivas, como decimos, pero no hay unión de las personas, que es el fin del desposorio.

§ 3.1.24

Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos son disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es verdad que esto pasa en el alma que está purgadísima de toda afección de criatura (porque no se hace el desposorio espiritual, como decimos, hasta esto), todavía ha menester el alma otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va más purificando y hermoseando y adelgazando para estar decentemente dispuesta para tan alta unión.

§ 3.1.25

Porque como aquellos ungüentos son ya más próximamente dispositivos para la unión de Dios, porque son más allegados a Dios, y por esto saborean al alma y la engolosinan más delicadamente de Dios, es el deseo más delicado y profundo, porque el deseo de Dios es disposición para unirse con Dios.

§ 3.1.27

Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus amorosos deseos, que fe son a él tan olorosos como la virgulica del humo que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso (Ct. 3, 6), él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la trae y hace correr hacia él (Ct. 1, 3), que son sus divinas inspiraciones y toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceñidos y regulados con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios.

§ 3.1.28

Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales que no puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son: todo su principal cuidado ha de ser mirar que no ponga obstáculo a la guía, que es el Espíritu Santo, según el camino por donde la lleva Dios, ordenado en ley de Dios y fe, como decimos.

§ 3.1.30

Y luego no hay que hacer sino pasar de meditación a contemplación, lo cual es ya cuando cesan los actos discursivos y meditación de la propia alma y los jugos y hervores primeros sensitivos, no pudiendo ya discurrir como antes, ni hallar nada de arrimo por el sentido, este sentido quedando en sequedad, por cuanto le mudan el caudal al espíritu, que no cae en sentido.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.30

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 3.1.31

Que si antes daban materia para meditar y meditaba, que ahora antes se la quiten y que no medite, porque, como digo, no podrá aunque quiera, y distraerse ha.

§ 3.1.31

Y si antes buscaba jugo y hervor y le hallaba, ya no le quiera ni le busque, porque no sólo no le hallará por su diligencia mas antes sacará sequedad, porque se divierte del bien pacífico y quieto que secretamente le están dando en el espíritu, por la obra que él quiere hacer por el sentido; y así, perdiendo lo uno, no hace lo otro, pues ya los bienes no se los dan por el sentido como antes.

§ 3.1.31

Y por eso en este estado en ninguna manera le han de imponer en que medite y se ejercite en actos, ni procure sabor ni hervor, porque sería poner obstáculo al principal agente, que, como digo, es Dios, el cual oculta y quietamente anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amorosa sin especificación de actos, aunque algunas veces los hace especificar en el alma con alguna duración.

§ 3.1.31

Y así, entonces el alma se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa siempre y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 3.1.31

Y así, entonces el alma se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa siempre y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 3.1.32

Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otro, para poderlo recibir y retener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo que se ha el recipiente.

§ 3.1.32

Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otro, para poderlo recibir y retener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo que se ha el recipiente.

§ 3.1.32

Lo cual es el principio en ejercicio de purgación, como habemos dicho arriba, y después, en más suavidad de amor.

§ 3.1.32

Lo cual si, como digo, y es así la verdad, se anda recibiendo en el alma pasivamente y al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma muy desembarazada, ociosa, pacífica y serena, al modo de Dios; como el aire, que, cuanto más límpio está y sencillo y quieto, más le ilustra y calienta el sol.

§ 3.1.32

Lo cual si, como digo, y es así la verdad, se anda recibiendo en el alma pasivamente y al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma muy desembarazada, ociosa, pacífica y serena, al modo de Dios; como el aire, que, cuanto más límpio está y sencillo y quieto, más le ilustra y calienta el sol.

§ 3.1.32

Y así no ha de estar asida a nada: ni a cosa de meditación ni sabor, ahora sensitivo, ahora espiritual; porque requiere el espíritu tan libre y aniquilado, que cualquier cosa que el alma entonces quisiese hacer de pensamiento o discurso o gusto a que se quiera arrimar, le impediría e inquietaría y haría ruido en el profundo silencio que conviene que haya en el alma, según el sentido y el espíritu para tan profunda y delicada audición de Dios, que habla al corazón en esta soledad que dijo por Oseas (2, 14), en suma paz y tranquilidad, escuchando y oyendo el alma, como David (Sal. 84, 9), lo que habla Dios, porque habla esta paz en su alma.

§ 3.1.33

Por tanto, en ninguna sazón y tiempo, ya que el alma ha comenzado a entrar en este sencillo y ocioso estado de contemplación, no ha el alma de querer traer delante de sí meditaciones, ni querer arrimarse a jugos ni sabores espirituales, sino estar desarrimada en pie sobre todo eso, el espíritu desasido, como dijo el profeta Habacub (2, 1) que había él de hacer, diciendo: Estaré en pie sobre la guarda de mis sentidos, esto es, dejándolos abajo, y afirmaré el paso sobre la munición de mis potencias, esto es, no dejándolas dar paso de pensamiento, y contemplaré lo que se me dijere, esto es, recibiré lo que se me comunicare.

§ 3.1.35

A lo menos lo que de presente el alma podrá alcanzar asentir, es un enajenamiento y extrañez, unas veces más que otras, acerca de todas las cosas, con respiro suave del amor y vida del espíritu y con inclinación a soledad y tedio en las criaturas y el siglo; porque como se gusta el espíritu, desabrido es todo lo que es de carne.

§ 3.1.37

37. ¡Oh grave caso y mucho más para admirar, que, no pareciendo el daño ni casi nada lo que se interpuso, es entonces mayor daño y de mayor dolor y mancilla que deturbar y echar a perder muchas almas de estotras comunes que no están en aquel puesto de tan subido esmalte y matiz! Como si en un rostro de extremada pintura tocase una mano muy tosca con extraños y bajos colores, sería el daño mayor y más notable, que si borrase muchas más comunes y de más lástima y dolor; porque aquella mano tan delicada que aquél deturbó ¿quién la acertará a poner?

§ 3.1.38

Porque ¡cuántas veces está Dios ungiendo al alma con alguna unción muy delgada de noticia amorosa, serena, pacífica, solitaria y muy ajena del sentido y de lo que se puede pensar; no pudiendo meditar ni gustar de cosa de arriba ni de abajo, ni de noticias, porque la trae Dios ocupada en aquella unción solitaria, inclinada a soledad y ocio, y vendrá uno que no sabe sino martillar y macear como herrero, y porque él no enseña más que aquello, dirá: "Andá, dejaos de eso que es perder el tiempo, y ociosidad, sino tomad y meditad y haced actos, que es menester que hagáis de vuestra parte actos y diligencias, que son esotros alumbramientos y cosas de bausanes".

§ 3.1.40

Y, conforme a esto procuren enderezar al alma en mayor soledad y libertad y tranquilidad, dándoles anchura a que no aten el sentido espiritual y corporal a nada cuando Dios las lleva por aquí, y no se penen ni soliciten pensando que no se hace nada; que, como el alma esté desasida de toda noticia propia y de todo apetito y afecciones de la parte sensitiva y en negación pura de pobreza de espíritu, en vacío de toda niebla de jugo, despegada de todo pecho y leche, que es lo que el alma ha de tener cuidado de ir haciendo de su parte y ellos en ello ayudándola a negarse según todo esto, es imposible que no haga Dios lo que es de la suya.

§ 3.1.40

Más imposible que dejar de dar el rayo del sol en lugar sereno y descombrado, pues que, así como el sol está madrugando y da en tu casa para entrar si le destapas el agujero, así Dios, que guardando a Israel no dormita (Sal. 120, 4), ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará de bienes.

§ 3.1.41

Dios está como el sol sobre las almas para entrar; conténtense con disponerla según la perfección evangélica, que consiste en la desnudez y vacío de sentido y espíritu, y no quieran pasar adelante en el edificar, que ese oficio sólo es del Señor, de donde desciende todo dado excelente (Sant. 1, 17).

§ 3.1.41

Porque si el Señor no edificare la casa, en vano trabaja el que la edifica (Sal. 126, 1); edificará en cada alma como él quisiere, edificio sobrenatural.

§ 3.1.41

Eso es tu oficio; y el de Dios, como dice el Sabio (Pv. 16, 9) es enderezarle a los bienes sobrenaturales por modos y maneras que tú ni el alma no sabéis.

§ 3.1.41

Y, por tanto, no tengas de eso pena, que si el entendimiento no vuelve atrás, queriendo emplearse en noticias distintas y otros entenderes de por acá adelante va, porque, en este caso, el no volver atrás es ir adelante, y en ir adelante es ir más en fe, que el entendimiento, como no sabe ni puede saber cómo es Dios, camina a él no entendiendo.

§ 3.1.42

Pero en la contemplación de que vamos hablando, en que Dios, como habemos dicho, infunde en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos; porque en un acto le está Dios comunicando noticia amorosa, que es juntamente como luz caliente sin distinción alguna; y entonces, al modo que es la inteligencia, es también el amor en la voluntad.

§ 3.1.42

Pero en la contemplación de que vamos hablando, en que Dios, como habemos dicho, infunde en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos; porque en un acto le está Dios comunicando noticia amorosa, que es juntamente como luz caliente sin distinción alguna; y entonces, al modo que es la inteligencia, es también el amor en la voluntad.

§ 3.1.42

Que como la noticia es general y oscura, no acabando el entendimiento de entender distintamente lo que entiende, también la voluntad ama en general sin distinción alguna.

§ 3.1.42

Que, como quiera que Dios sea luz y amor, en esta comunicación delicada, igualmente informa estas dos potencias, aunque algunas veces hiere más en la una que en la otra.

§ 3.1.42

Y así, en lo que es actos que el alma de suyo hace, no puede amar sin entender; mas en lo que Dios hace en ella es diferente, porque se puede comunicar en una potencia sin la otra; y así, puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento, como puede uno recibir calor del fuego aunque no le vea, si está cerca el fuego.

§ 3.1.42

Y de esta manera muchas veces se sentirá la voluntad inflamada o enternecida y enamorada sin saber ni entender cosa más particular que antes, ordenando Dios en ella el amor, como lo dice la Esposa en los Cantares (2, 4), diciendo: Introdújome el Rey en la celda vinaria y ordenó en mí la caridad.

§ 3.1.43

Donde no hay que temer de la ociosidad de la voluntad en este puesto: que, si cesa de hacer actos en particulares noticias cuanto eran de su parte, hácelos Dios en ella, embriagándola en amor infuso por medio de la noticia de contemplación, o sin ella, como acabamos de decir; y son tanto mejores que los que ella hiciera, y tanto más meritorios y sabrosos, cuanto es mejor el movedor e infusor de este amor, que es Dios, el cual le pega al alma porque la voluntad está cerca de Dios y desasida de otros gustos.

§ 3.1.43

Y a Dios, aunque no le guste muy particular y distintamente, ni le ame con tan distinto acto, gústale en aquella infusión general oscura y secretamente, más que a todas las cosas distintas, pues entonces ve ella claro que ninguna le dan tanto gusto como aquella quietud solitaria; y ámale sobre todas las cosas amables, pues que todos los otros jugos y gustos de todas ellas tiene desechados y le son desabridos.

§ 3.1.44

Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vacía de sus formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va vacía de forma y figura y más acercándose a Dios; porque, cuanto más se arrimare a la imaginación, más se aleja de Dios y en más peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cae en la imaginación.

§ 3.1.45

No entendiendo, pues, éstos las almas que van ya en esta contemplación quieta y solitaria, por no haber ellos pasado ni aun quizá llegado, de un modo ordinario de discursos y actos, pensando, como he dicho, que están ociosas, porque el hombre animal, esto es, que no pasa del sentido animal de la parte sensitiva, no percibe las cosas que son de Dios, dice san Pablo (1 Cor. 2, 14), les turban la paz de la contemplación sosegada y quieta que de suyo les daba Dios, los hacen meditar y discurrir y hacer actos, no sin grande desgana y repugnancia y sequedad y distracción de las mismas almas, que se querrían estar en su quieto y pacífico recogimiento, y persuádenlas a que procuren jugos y hervores, como quiera que los habían de aconsejar lo contrario.

§ 3.1.45

No entendiendo, pues, éstos las almas que van ya en esta contemplación quieta y solitaria, por no haber ellos pasado ni aun quizá llegado, de un modo ordinario de discursos y actos, pensando, como he dicho, que están ociosas, porque el hombre animal, esto es, que no pasa del sentido animal de la parte sensitiva, no percibe las cosas que son de Dios, dice san Pablo (1 Cor. 2, 14), les turban la paz de la contemplación sosegada y quieta que de suyo les daba Dios, los hacen meditar y discurrir y hacer actos, no sin grande desgana y repugnancia y sequedad y distracción de las mismas almas, que se querrían estar en su quieto y pacífico recogimiento, y persuádenlas a que procuren jugos y hervores, como quiera que los habían de aconsejar lo contrario.

§ 3.1.45

Lo cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en ello como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es ése su camino) desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, aun ellos se lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanles las unciones preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía, que, como dije, es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues lo uno pierden y en lo otro sin provecho penan.

§ 3.1.45

Lo cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en ello como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es ése su camino) desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, aun ellos se lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanles las unciones preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía, que, como dije, es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues lo uno pierden y en lo otro sin provecho penan.

§ 3.1.48

Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo.

§ 3.1.48

Porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar mayormente en cosa tan delicada y subida como en estas almas, como se aventura casi infinita ganancia en acertar y casi infinita pérdida en errar.

§ 3.1.48

Porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar mayormente en cosa tan delicada y subida como en estas almas, como se aventura casi infinita ganancia en acertar y casi infinita pérdida en errar.

§ 3.1.51

Y, dado caso que tengas para alguna alma (porque quizá no tendrá talento para pasar más adelante), es como imposible que tú tengas para todas las que no dejas salir de tus manos; porque a cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro.

§ 3.1.51

Porque ¿quién habrá, como san Pablo (1 Cor. 9, 22), que tenga para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y tú de tal manera tiranizas las almas y de suerte las quitas la libertad y adjudicas para ti la anchura y libertad de la doctrina evangélica, que no sólo procuras que no te dejen, mas lo que peor es, que, si acaso alguna vez que alguna fue a pedir algún consejo a otro, o a tratar alguna cosa que no convendría tratar contigo (o la llevaría Dios para que la enseñase lo que tú no enseñas), te hayas con ella (que no lo digo sin vergüenza) con las contiendas de celos que hay entre los casados, los cuales no son celos que tienes de honra de Dios, sino celos de tu soberbia y presunción.

§ 3.1.53

Que, teniendo ellos mal espíritu, y poco devoto, y muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran, no dejan entrar a otros, como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): ¡Ay de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia y no entráis ni dejáis entrar a otros! Porque éstos, a la verdad, están puestos como tropiezo y tranca a la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene Dios allí para que compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo tiene mandado (Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren por la puerta angosta que guía a la vida (Mt. 7, 14).

§ 3.1.53

Que, teniendo ellos mal espíritu, y poco devoto, y muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran, no dejan entrar a otros, como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): ¡Ay de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia y no entráis ni dejáis entrar a otros! Porque éstos, a la verdad, están puestos como tropiezo y tranca a la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene Dios allí para que compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo tiene mandado (Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren por la puerta angosta que guía a la vida (Mt. 7, 14).

§ 3.1.53

Que, teniendo ellos mal espíritu, y poco devoto, y muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran, no dejan entrar a otros, como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): ¡Ay de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia y no entráis ni dejáis entrar a otros! Porque éstos, a la verdad, están puestos como tropiezo y tranca a la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene Dios allí para que compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo tiene mandado (Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren por la puerta angosta que guía a la vida (Mt. 7, 14).

§ 3.1.53

Que, teniendo ellos mal espíritu, y poco devoto, y muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran, no dejan entrar a otros, como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): ¡Ay de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia y no entráis ni dejáis entrar a otros! Porque éstos, a la verdad, están puestos como tropiezo y tranca a la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene Dios allí para que compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo tiene mandado (Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren por la puerta angosta que guía a la vida (Mt. 7, 14).

§ 3.1.54

El otro ciego que dijimos que podía empachar el alma en este género de recogimiento es el demonio, que quiere que, como él es ciego, también el alma lo sea.

§ 3.1.54

Y en esto las distrae y saca facilísimamente de aquella soledad y recogimiento en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está obrando aquellas grandezas secretamente.

§ 3.1.54

Y entonces el alma, como es inclinada a sentir y gustar, mayormente si lo anda pretendiendo, facilísimamente se pega a aquellas noticias y jugos, y se quita de la soledad en que Dios obra.

§ 3.1.54

Porque, como ella no hacía nada, parécele estotro mejor, pues ahí es algo.

§ 3.1.55

Y de esta manera hace el demonio, por poco más que nada, grandísimos daños, haciendo al alma perder grandes riquezas, sacándola con un poquito de cebo, como al pez, del golfo de las aguas sencillas del espíritu, donde estaba engolfada y anegada en Dios sin hallar pie ni arrimo.

§ 3.1.55

Y hace el demonio tanto de esto, que es para admirar; que, con ser mayor un poco de daño en esta parte que hacer mucho en otras almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma, que vaya por este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes pérdidas.

§ 3.1.55

Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando al alma con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho, cosas sensibles, porque se detenga en ellas y no se le escape.

§ 3.1.55

Y el alma en grandísima facilidad luego se detiene, como no sabe más que aquello, y no piensa que hay en aquello pérdida, antes lo tiene a buena dicha y lo toma de buena gana, pensando que la viene Dios a ver; así deja de entrar en lo interior del Esposo, quedándose a la puerta a ver lo que pasa.

§ 3.1.55

En sus mismos ojos le cazará como con anzuelo, y con aleznas le horadará las narices; esto es, con las puntas de las noticias con que le está hiriendo, le divierta el espíritu, porque el aire, que por las narices sale recogido, estando horadadas, se divierte por muchas partes.

§ 3.1.55

Y adelante (41, 21) dice: Debajo de él estarán los rayos del sol, y derramará el oro debajo de sí como el lodo; porque admirables rayos de divinas noticias hace perder a las almas ilustradas, y precioso oro de matices divinos quita y derrama a las almas ricas.

§ 3.1.56

Que, como tengáis cuidado de no poner vuestras potencias en cosa ninguna, desasiéndolas de todo y no embarazándolas, que es lo que de vuestra parte habéis de hacer en este estado solamente, junto con la advertencia amorosa, sencilla, que dije arriba, de la manera que allí lo dije, que es cuando no os hiciéredes gana el tenerla, porque no habéis de hacer ninguna fuerza al alma, si no fuere en desasirla de todo y libertarla, porque no la turbéis y alteréis la paz o tranquilidad, Dios os la cebará de refección celestial, pues que no se la embarazáis.

§ 3.1.57

El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño.

§ 3.1.57

Porque, como ella no sabe sino obrar por el sentido, cuando Dios la quiere poner en aquel vacío y soledad, donde no puede usar de las potencias ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y llena de sequedad y disgusto el alma, la cual estaba gozando la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios estaba de secreto poniendo a gesto.

§ 3.1.57

Porque, como ella no sabe sino obrar por el sentido, cuando Dios la quiere poner en aquel vacío y soledad, donde no puede usar de las potencias ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y llena de sequedad y disgusto el alma, la cual estaba gozando la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios estaba de secreto poniendo a gesto.

§ 3.1.57

Y acaecerá que esté Dios porfiando por tenerla en aquella quietud callada, y ella porfiando por vocear con aquella imaginación y por caminar con el entendimiento; como a los muchachos, que, llevándolos sus madres en brazos sin que ellos den pasos, ellos van pateando y gritando por irse por sus pies, y así ni andan ellos ni dejan andar a las madres; o como cuando el pintor está pintando una imagen, que, si ella se está meneando, no le deja hacer nada.

§ 3.1.57

Y acaecerá que esté Dios porfiando por tenerla en aquella quietud callada, y ella porfiando por vocear con aquella imaginación y por caminar con el entendimiento; como a los muchachos, que, llevándolos sus madres en brazos sin que ellos den pasos, ellos van pateando y gritando por irse por sus pies, y así ni andan ellos ni dejan andar a las madres; o como cuando el pintor está pintando una imagen, que, si ella se está meneando, no le deja hacer nada.

§ 3.1.58

Déjese en las manos de Dios y fíese de él, y no se ponga en otras manos ni en obras suyas; que, como esto sea, segura irá, que no hay peligro sino cuando ella quiera poner las potencias en algo.

§ 3.1.59

Donde habemos de notar que, si los ungüentos que disponían estas cavernas para la unión del matrimonio espiritual son tan subidos, como habemos dicho, ¿cuál será la posesión que ahora tienen? Cierto, que conforme a la sed y hambre y pasión de las cavernas será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones será el primor de la posesión y fruición del sentido, el cual es el vigor y virtud que tiene la sustancia del alma para sentir y gozar los objetos de las potencias.

§ 3.1.60

A estas potencias llama aquí el alma cavernas harto propiamente, porque, como sienten que caben en ellas las profundas inteligencias y resplandores de estas lámparas, echa de ver claramente que tienen tanta profundidad, cuanto es profunda la inteligencia y el amor, etc.; y que tiene tanta capacidad y senos cuantas cosas distintas reciben de inteligencias, de sabores y de gozos; todas las cuales cosas se asientan y reciben en esta caverna del sentido del alma, que es la virtud capaz que tiene para poseerlo todo, sentirlo y gustarlo, como digo, así como el sentido común de la fantasía es receptáculo de todos los objetos de los sentidos exteriores.

§ 3.1.60

A estas potencias llama aquí el alma cavernas harto propiamente, porque, como sienten que caben en ellas las profundas inteligencias y resplandores de estas lámparas, echa de ver claramente que tienen tanta profundidad, cuanto es profunda la inteligencia y el amor, etc.; y que tiene tanta capacidad y senos cuantas cosas distintas reciben de inteligencias, de sabores y de gozos; todas las cuales cosas se asientan y reciben en esta caverna del sentido del alma, que es la virtud capaz que tiene para poseerlo todo, sentirlo y gustarlo, como digo, así como el sentido común de la fantasía es receptáculo de todos los objetos de los sentidos exteriores.

§ 3.1.60

A estas potencias llama aquí el alma cavernas harto propiamente, porque, como sienten que caben en ellas las profundas inteligencias y resplandores de estas lámparas, echa de ver claramente que tienen tanta profundidad, cuanto es profunda la inteligencia y el amor, etc.; y que tiene tanta capacidad y senos cuantas cosas distintas reciben de inteligencias, de sabores y de gozos; todas las cuales cosas se asientan y reciben en esta caverna del sentido del alma, que es la virtud capaz que tiene para poseerlo todo, sentirlo y gustarlo, como digo, así como el sentido común de la fantasía es receptáculo de todos los objetos de los sentidos exteriores.

§ 3.1.61

Cuando está en pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y, aunque entonces la embiste la luz de Dios, como está ciega, no la ve.

§ 3.1.61

La oscuridad del alma es la ignorancia del alma; la cual, antes que Dios la alumbre por esta transformación, estaba oscura e ignorante de tantos bienes de Dios, como dice el Sabio (Ecli. 51, 26) que lo estaba él antes que Dios le alumbrase, diciendo: Mis ignorancias alumbró.

§ 3.1.62

Porque estar en tinieblas es estar ciego, como habemos dicho, en pecado; pero estar a oscuras, puédelo estar sin pecado.

§ 3.1.62

Porque no puede guiar una tiniebla sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 2) el día rebosa en el día, y la noche enseña su noche a la noche.

§ 3.1.62

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado a esta alma antes, con que la había abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hechóla en esto agradable, llamó otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 3.1.63

Porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito que, como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la razón para que no vea las cosas que están delante.

§ 3.1.63

Porque así como, poniendo sobre el ojo una cosa, por pequeña que sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas que estén delante, por grandes que sean, así un leve apetito y ocioso acto que tenga el alma, basta para impedirla todas estas grandezas divinas que están después de los gustos y apetitos que el alma quiere.

§ 3.1.64

64. ¡Oh, quién pudiera decir aquí cuán imposible le es al alma que tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar el apetito y el gusto afuera y no las ha de juzgar con él, porque infaliblemente vendrá a tener las cosas de Dios por no de Dios, y las no de Dios, por de Dios.

§ 3.1.64

Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color, otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata es Dios, porque no ve, como habemos dicho, más que catarata, que está sobre el sentido, y Dios no cae en sentido.

§ 3.1.64

Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color, otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata es Dios, porque no ve, como habemos dicho, más que catarata, que está sobre el sentido, y Dios no cae en sentido.

§ 3.1.64

Y así el apetito y gustos impiden el conocimiento de las cosas altas, como lo da a entender el Sabio (Sab. 4, 12), diciendo: El hechizo de la vanidad oscurece los bienes, y la inconstancia del apetito trastrueca el sentido que aun no sabe de malicia.

§ 3.1.65

Por lo cual, los que no son tan espirituales que estén purgados de los apetitos y gustos, sino que todavía están algo animales en ellos crean que las cosas viles y bajas del espíritu, que son las que más se llegan al sentido en que ellos todavía viven las tendrán por gran cosa; y las que fueren altas del espíritu, que son las que mas se apartan del sentido, las tendrán en poco y no las estimarán, y aún las tendrán por locura, como dice san Pablo (1 Cor. 2 14) diciendo: El hombre animal no percibe las cosas de Dios; sonle a él como locura y no les puede entender.

§ 3.1.65

Por lo cual, los que no son tan espirituales que estén purgados de los apetitos y gustos, sino que todavía están algo animales en ellos crean que las cosas viles y bajas del espíritu, que son las que más se llegan al sentido en que ellos todavía viven las tendrán por gran cosa; y las que fueren altas del espíritu, que son las que mas se apartan del sentido, las tendrán en poco y no las estimarán, y aún las tendrán por locura, como dice san Pablo (1 Cor. 2 14) diciendo: El hombre animal no percibe las cosas de Dios; sonle a él como locura y no les puede entender.

§ 3.1.67

Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan mirífica y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo, están ellas enviando a Dios en Dios, de más de la entrega que hacen a Dios, estando clarificadas y encendidas en Dios, esos mismos resplandores que tiene recibidos con amorosa gloria, inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas también ellas lámparas divinas, dando al Amado de la misma luz v calor de amor que recibe.

§ 3.1.67

Porque aquí, de la misma manera que lo reciben, lo están dando al que lo da, con los mismos primores que él se lo da, como el vidrio hace cuando le embiste el sol; aunque estotro es en más subida manera, por intervenir en ello el ejercicio de la voluntad.

§ 3.1.68

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa con él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 3.1.68

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa con él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 3.1.68

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa con él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 3.1.68

Y, a este talle, siendo ella por medio de esta sustancial transformación sombra de Dios, hace ella en Dios por Dios lo que él hace en ella por sí mismo, al modo que él lo hace; porque la voluntad de los dos es una, y, así como Dios se la está dando con libre y graciosa voluntad, así ella también, teniendo la voluntad tanto más libre y generosa cuanto más unida en Dios, en Dios está dando a Dios al mismo Dios, y es verdadera y entera dádiva del alma a Dios.

§ 3.1.68

Porque allí verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con propiedad de derecho, por la gracia que Dios de sí mismo le hizo, y que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella.

§ 3.1.68

Porque allí verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con propiedad de derecho, por la gracia que Dios de sí mismo le hizo, y que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella.

§ 3.1.68

Y en esto paga todo lo que debe, porque de voluntad le da otro tanto con deleite y gozo inestimable, dando al Espíritu Santo como cosa suya con entrega voluntaria, porque se ame como él merece.

§ 3.1.68

Y en esto paga todo lo que debe, porque de voluntad le da otro tanto con deleite y gozo inestimable, dando al Espíritu Santo como cosa suya con entrega voluntaria, porque se ame como él merece.

§ 3.1.69

Que, aunque es verdad que el alma no puede dar de nuevo al mismo Dios a sí mismo, pues él en sí siempre es el mismo, pero el alma de suyo perfecta y verdaderamente lo hace, dando todo lo que le había dado, para pagar el amor, que es dar tanto como le dan.

§ 3.1.69

Y Dios se paga con aquella dádiva del alma (que con menos no se pagara), y lo toma con agradecimiento, como cosa suya del alma que de nuevo se le da, y en eso mismo la ama y de nuevo libremente se entrega al alma, y en esto ama al alma.

§ 3.1.70

Esta es la gran satisfacción y contento del alma, ver que da a Dios más que ella en sí vale, dando con tanta liberalidad a Dios a sí mismo como cosa suya, con aquella luz divina y calor de amor que se lo dan.

§ 3.1.71

Acerca de lo cual es de advertir que en el acto de esta unión, como quiera que el alma goce cierta imagen de fruición que se causa de la unión del entendimiento y del afecto en Dios, deleitada ella en sí y obligada, hace a Dios la entrega de Dios y de sí misma en Dios con maravillosos modos.

§ 3.1.72

El primero es, que aquí ama el alma a Dios, no por sí, sino por el mismo Dios, lo cual es admirable primor, porque ama por el Espíritu Santo, como el Padre ama al Hijo, según se dice por san Juan (17, 26): La dilección con que me amaste, dice el Hijo al Padre, esté en ellos y yo en ellos.

§ 3.1.73

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios, porque, como el alma aquí une el entendimiento en la sabiduría y bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 3.1.73

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios, porque, como el alma aquí une el entendimiento en la sabiduría y bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 3.1.73

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios, porque, como el alma aquí une el entendimiento en la sabiduría y bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 3.1.74

El primero, hácelo de oficio, porque ve el alma que para su alabanza la crió Dios, como dice por Isaías (43, 21): Este pueblo formé para mí, cantará mis alabanzas.

§ 4.1.3

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente manso y amoroso.

§ 4.1.3

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente manso y amoroso.

§ 4.1.3

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente manso y amoroso.

§ 4.1.3

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente manso y amoroso.

§ 4.1.3

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente manso y amoroso.

§ 4.1.4

Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la corte a él.

§ 4.1.4

Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la corte a él.

§ 4.1.4

Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la corte a él.

§ 4.1.4

Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la corte a él.

§ 4.1.4

Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la corte a él.

§ 4.1.6

Y cómo sea este conocimiento en el alma, como quiera que Dios sea inmovible, es cosa maravillosa, porque, aunque entonces Dios no se mueve realmente, al alma le parece que en verdad se mueve.

§ 4.1.6

Porque, como ella es innovada y movida por Dios para que vea esta sobrenatural vista, y se le descubre con tanta novedad aquella divina vida y el ser y armonía de toda criatura en ella con sus movimientos en Dios parécele que Dios es el que se mueve y que tome la causa el nombre del efecto que hace, según el cual efecto se puede decir que Dios se mueve, según el Sabio (Sab. 7, 24) dice: Que la sabiduría es más movible que todas las cosas movibles.

§ 4.1.6

Y es no porque ella se mueva, sino porque es el principio y raíz de todo movimiento; permaneciendo en sí estable, como dice luego, todas las cosas innova.

§ 4.1.7

Pero Dios siempre se está así como el alma lo echó de ver, moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las criaturas, teniéndolas todas en sí virtual, presencial y sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que es en las criaturas en una sola vista, así como quien, abriéndole un palacio, ve en un acto la eminencia de la persona que está dentro, y ve juntamente lo que está haciendo.

§ 4.1.7

Pero Dios siempre se está así como el alma lo echó de ver, moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las criaturas, teniéndolas todas en sí virtual, presencial y sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que es en las criaturas en una sola vista, así como quien, abriéndole un palacio, ve en un acto la eminencia de la persona que está dentro, y ve juntamente lo que está haciendo.

§ 4.1.7

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo oscuramente (porque no se quitan todos los velos) a aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece él moverse con ellas y ellas en él con movimiento continuo, y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y recordada.

§ 4.1.7

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo oscuramente (porque no se quitan todos los velos) a aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece él moverse con ellas y ellas en él con movimiento continuo, y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y recordada.

§ 4.1.7

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo oscuramente (porque no se quitan todos los velos) a aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece él moverse con ellas y ellas en él con movimiento continuo, y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y recordada.

§ 4.1.8

Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como nosotros estamos, pensamos que están los otros y como somos, juzgamos a los demás, comenzando de nosotros mismos el juicio y no de fuera.

§ 4.1.8

Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como nosotros estamos, pensamos que están los otros y como somos, juzgamos a los demás, comenzando de nosotros mismos el juicio y no de fuera.

§ 4.1.8

Y de aquí es que, cuando nosotros estamos descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es el que está dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el Salmo 43 (v. 23), donde David dice a Dios. ¡Levántate, Señor!, ¿por qué duermes?, poniendo en Dios lo que había en los hombres, que, siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios que él sea el que se levanta y se despierte, como quiera que nunca duerme el que guarda a Israel (Sal. 120, 4).

§ 4.1.8

Y de aquí es que, cuando nosotros estamos descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es el que está dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el Salmo 43 (v. 23), donde David dice a Dios. ¡Levántate, Señor!, ¿por qué duermes?, poniendo en Dios lo que había en los hombres, que, siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios que él sea el que se levanta y se despierte, como quiera que nunca duerme el que guarda a Israel (Sal. 120, 4).

§ 4.1.9

Pero, a la verdad, como quiera que todo el bien del hombre venga de Dios (Sant. 1, 16), y el hombre de suyo ninguna cosa pueda que sea buena, con verdad se dice que nuestro recuerdo es recuerdo de Dios, y nuestro levantamiento es levantamiento de Dios.

§ 4.1.9

Y así, es como si dijera David: Levántanos dos veces y recuérdanos, porque estamos dormidos y caídos de dos maneras.

§ 4.1.10

En éstas el alma estancando, queda terrible como haces de ejércitos (Ct. 6, 3), y suavizada y agraciada en todas las suavidades y gracias de las criaturas.

§ 4.1.11

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo el oro y perlas preciosas temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica.

§ 4.1.11

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo el oro y perlas preciosas temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica.

§ 4.1.12

La primera porque, estando ya el alma en estado de perfección, como aquí está, en el cual está la parte inferior muy purgada y conforme con el espíritu, no tiene el detrimento y pena que en las comunicaciones espirituales suele tener el espíritu y sentido no purgado y dispuesto para recibirlas.

§ 4.1.12

Aunque no basta ésta para dejar de recibir detrimento delante de tanta grandeza y gloria, por cuanto, aunque esté el natural muy puro, todavía, porque excede al natural, le corromperá, como hace el excelente sensible a la potencia; que a este propósito se entiende lo que alegamos de Job.

§ 4.1.12

Porque así como Dios muestra al alma esta grandeza y gloria para regalarla y engrandecerla, así la favorece para que no reciba detrimento, amparando al natural, mostrando al espíritu su grandeza con blandura y amor a excusa del natural, no sabiendo el alma si pasa en el cuerpo o fuera de él (2 Cor. 12, 2).

§ 4.1.12

Que, si Ester se desmayó, fue porque el rey se le mostró al principio no favorable, sino, como allí dice (Est. 15, 10), los ojos ardientes, le mostró el furor de su pecho.

§ 4.1.13

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el alma: porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o inclinado a ella, tocándola como hermano.

§ 4.1.13

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el alma: porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o inclinado a ella, tocándola como hermano.

§ 4.1.13

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el alma: porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o inclinado a ella, tocándola como hermano.

§ 4.1.14

Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce abrazo.

§ 4.1.14

Pero hay diferencia en este morar, y mucha: porque en unas mora solo, y en otras no mora solo; en unas mora agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su casa, mandando y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.

§ 4.1.14

Pero hay diferencia en este morar, y mucha: porque en unas mora solo, y en otras no mora solo; en unas mora agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su casa, mandando y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.

§ 4.1.14

El alma donde menos apetitos y gustos propios moran, es donde él más solo y más agradado y más como en casa propia, rigiéndola y gobernándola mora, y mora tanto más secreto, cuanto más solo.

§ 4.1.14

Y así, en esta alma, en que ya ningún apetito mora ni otras imágenes ni formas de alguna cosa criada, secretísimamente mora, con tanto más íntimo interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de otra cosa que Dios.

§ 4.1.14

Pero a la misma alma en esta perfección no le está secreto, que siempre le siente en sí, sino en estos recuerdos; que, cuando los hace, le parece al alma que recuerda el que estaba dormido antes en sueño; que, aunque le sentía y gustaba, era como el amado dormido en el seno, que no se comunican las inteligencias y amores de entrambos hasta que entrambos están recordados.

§ 4.1.15

15. ¡Oh, cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar a Dios reposando y descansando en su seno! ¡Oh, cuánto le conviene apartarse de cosas, huir de negocios, vivir con inmensa tranquilidad, porque con una motica no inquiete ni remueva el seno del Amado! Está él allí de ordinario como dormido en este abrazo con la sustancia del alma, la cual ella muy bien siente y de ordinario muy bien goza.

§ 4.1.15

Porque, si una vez que recuerda, ¡tan mala vez!, abriendo el ojo, pone tal al alma, como vemos, ¿qué sería si de ordinario estuviese en ella bien despierto?

§ 4.1.16

Pero al demonio y al entendimiento no les está tan secreto como estotro, porque todavía podría entender algo por los movimientos del sentido, por cuanto hasta la unión no está bien aniquilado, que todavía tiene algunas acciones acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente espiritual.

§ 4.1.16

Y entonces en aquel excitar y recordar, que es al modo de como cuando uno recuerda y respira, siente el alma la aspiración de Dios, y por eso dice:

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva B

§ 0

Y, por el poco que hay en mí, lo he diferido hasta ahora que el Señor parece que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor; debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced tiene, que quizá como se hicieron para Vuestra Merced querrá Su Majestad que para Vuestra Merced se declaren.

§ 0

Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto menor de lo que allí hay, como lo es lo pintado que lo vivo, me atreveré a decir lo que supiere.

§ 0

Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto menor de lo que allí hay, como lo es lo pintado que lo vivo, me atreveré a decir lo que supiere.

§ 0

Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos que es Dios, y que se las hace como Dios, y con infinito amor y bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y harían morada en él; lo cual había de ser haciéndole a El vivir y morar en el Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones.

§ 0

Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos que es Dios, y que se las hace como Dios, y con infinito amor y bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y harían morada en él; lo cual había de ser haciéndole a El vivir y morar en el Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones.

§ 0

Porque, aunque es verdad que lo que éstas y aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más el amor; bien así como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga transformado en sí y está ya unido con él, todavía, afervorándose más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.

§ 0

Porque, aunque es verdad que lo que éstas y aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más el amor; bien así como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga transformado en sí y está ya unido con él, todavía, afervorándose más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.

§ 0

La compostura de estas liras son como aquellas que en Boscán están vueltas a lo divino, que dicen:

§ 0

Y como ve que aquella llama delicada de amor, que en ella arde, cada vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida mortal, y que falta muy poco, y que por esto poco no acaba de ser glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez parece que la va a dar cuando la encuentra, que es glorificarla entera y perfectamente.

§ 0

Y como ve que aquella llama delicada de amor, que en ella arde, cada vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida mortal, y que falta muy poco, y que por esto poco no acaba de ser glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez parece que la va a dar cuando la encuentra, que es glorificarla entera y perfectamente.

§ 0

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, al cual siente ya el alma en sí, no sólo como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama, cada vez que llamea, baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 0

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, al cual siente ya el alma en sí, no sólo como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama, cada vez que llamea, baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 0

Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, al cual siente ya el alma en sí, no sólo como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama, cada vez que llamea, baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

§ 0

De donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del sacrificio de Manué (Jc. 13, 20).

§ 0

De donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del sacrificio de Manué (Jc. 13, 20).

§ 0

Y éste es el lenguaje y palabras que trata Dios en las almas purgadas y limpias, todas encendidas como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64) son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor.

§ 0

Y éste es el lenguaje y palabras que trata Dios en las almas purgadas y limpias, todas encendidas como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64) son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor.

§ 0

Y éste es el lenguaje y palabras que trata Dios en las almas purgadas y limpias, todas encendidas como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64) son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor.

§ 0

Y éste es el lenguaje y palabras que trata Dios en las almas purgadas y limpias, todas encendidas como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64) son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor.

§ 0

Y por eso, cuanto más altas palabras decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se desabrían por su impureza, como fue cuando predicó aquella sabrosa y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía, que muchos de ellos volvieron atrás (Jn. 6, 60­61, 67).

§ 0

Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios, que habla de dentro, han de pensar que no le gustan otros, como aquí se dice, como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo: ¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras de Dios (Jn. 4, 28).

§ 0

Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios, que habla de dentro, han de pensar que no le gustan otros, como aquí se dice, como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo: ¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras de Dios (Jn. 4, 28).

§ 0

Ni dijera David allí: "Dios vivo", sino porque vivamente le gustaba, aunque no perfectamente, sino como un viso de vida eterna.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17 ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios (8, 30­31), diciendo: Deleitábame yo por todos los días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándoselos a ellos.

§ 0

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto ni bajo, ni más profundo, ni menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda ella es de una manera y no tiene centro de hondo y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda en una manera, en más o en menos, como el aire que todo está de una manera ilustrado y no ilustrado en más o en menos.

§ 0

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto ni bajo, ni más profundo, ni menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda ella es de una manera y no tiene centro de hondo y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda en una manera, en más o en menos, como el aire que todo está de una manera ilustrado y no ilustrado en más o en menos.

§ 0

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto ni bajo, ni más profundo, ni menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda ella es de una manera y no tiene centro de hondo y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda en una manera, en más o en menos, como el aire que todo está de una manera ilustrado y no ilustrado en más o en menos.

§ 0

En las cosas, aquello llamamos centro más profundo que es a lo que más puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operación y movimiento, y no puede pasar de allí; así como el fuego o la piedra que tiene virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro de su esfera, y no pueden pasar de allí ni dejar de llegar ni estar allí, si no es por algún impedimento contrario y violento.

§ 0

Y cuando no ha llegado a tanto como esto, cual acaece en esta vida mortal, en que no puede el alma llegar a Dios según todas sus fuerzas, aunque esté en este su centro, que es Dios, por gracia y por la comunicación suya que con ella tiene, por cuanto todavía tiene movimiento y fuerza para más, no está satisfecha, aunque esté en el centro, no empero en el más profundo, pues puede ir al más profundo en Dios.

§ 0

Si tuviere dos grados, habrá unídose y concentrádose con Dios otro centro más adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el último centro y más profundo del alma, que será transformarla y esclarecerla según todo el ser y potencia y virtud de ella, según es capaz de recibir, hasta ponerla que parezca Dios.

§ 0

Bien así como cuando el cristal limpio y puro es embestido de la luz, cuantos más grados de luz va recibiendo, tanto más de luz en él se va reconcentrando, y tanto más se va él esclareciendo; y puede llegar a tanto por la copiosidad de luz que recibe, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en ella todo lo que puede recibir de ella, que es venir a parecer como ella.

§ 0

Bien así como cuando el cristal limpio y puro es embestido de la luz, cuantos más grados de luz va recibiendo, tanto más de luz en él se va reconcentrando, y tanto más se va él esclareciendo; y puede llegar a tanto por la copiosidad de luz que recibe, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en ella todo lo que puede recibir de ella, que es venir a parecer como ella.

§ 0

Lo cual dice, no porque quiera dar a entender aquí que sea ésta tan sustancial y enteramente como la beatífica vista de Dios en la otra vida, porque, aunque el alma llegue en esta vida mortal a tan alto estado de perfección como aquí va hablando, no llega ni puede llegar a estado perfecto de gloria, aunque por ventura por vía de paso acaezca hacerle Dios alguna merced semejante; pero dícelo para dar a entender la copiosidad y abundancia de deleite y gloria que en esta manera de comunicación en el Espíritu Santo siente.

§ 0

Lo cual dice, no porque quiera dar a entender aquí que sea ésta tan sustancial y enteramente como la beatífica vista de Dios en la otra vida, porque, aunque el alma llegue en esta vida mortal a tan alto estado de perfección como aquí va hablando, no llega ni puede llegar a estado perfecto de gloria, aunque por ventura por vía de paso acaezca hacerle Dios alguna merced semejante; pero dícelo para dar a entender la copiosidad y abundancia de deleite y gloria que en esta manera de comunicación en el Espíritu Santo siente.

§ 0

El cual deleite es tanto mayor y más tierno, cuanto más fuerte y sustancialmente está transformada y reconcentrada en Dios; que, por ser tanto como lo más a que en esta vida se puede llegar (aunque, como decimos, no tan perfecto como en la otra), lo llama el más profundo centro.

§ 0

El cual deleite es tanto mayor y más tierno, cuanto más fuerte y sustancialmente está transformada y reconcentrada en Dios; que, por ser tanto como lo más a que en esta vida se puede llegar (aunque, como decimos, no tan perfecto como en la otra), lo llama el más profundo centro.

§ 0

El cual deleite es tanto mayor y más tierno, cuanto más fuerte y sustancialmente está transformada y reconcentrada en Dios; que, por ser tanto como lo más a que en esta vida se puede llegar (aunque, como decimos, no tan perfecto como en la otra), lo llama el más profundo centro.

§ 0

Aunque, por ventura, el hábito de la caridad puede el alma tener en esta vida tan perfecto como en la otra, mas no la operación ni el fruto; aunque el fruto y la operación de amor crecen tanto de punto en este estado, que es muy semejante al de la otra; tanto que, pareciéndole al alma ser así, osa decir lo que solamente se osa decir de la otra, es a saber: "en el más profundo centro de mi alma".

§ 0

Y porque las cosas raras y de que hay poca experiencia son más maravillosas y menos creíbles, cual es lo que vamos diciendo del alma en este estado, no dudo sino que algunas personas, no lo entendiendo por ciencia ni sabiéndolo por experiencia, o no lo creerán, o lo tendrán por demasía, o pensarán que no es tanto como ello es en sí.

§ 0

Pero a todos estos yo respondo, que el Padre de las lumbres (Sant. 1, 17), cuya mano no es abreviada (Is. 59, 1) y con abundancia se difunde sin aceptación de personas do quiera que halla lugar, como el rayo del sol, mostrándose también él a ellos en los caminos y vías alegremente, no duda ni tiene en poco tener sus deleites con los hijos de los hombres de mancomún en la redondez de las tierras (Pv. 8, 31).

§ 0

Y si esto usa con algunas almas, como es verdad que lo usa, de creer es de que ésta de que vamos hablando no se quedará atrás en estas mercedes de Dios; pues que lo que de ella vamos diciendo, según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo uno es como ascua encendida, y lo otro, según habemos dicho, como ascua en que tanto se afervora el fuego, que no solamente está encendida, sino echando llama viva.

§ 0

Y si esto usa con algunas almas, como es verdad que lo usa, de creer es de que ésta de que vamos hablando no se quedará atrás en estas mercedes de Dios; pues que lo que de ella vamos diciendo, según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo uno es como ascua encendida, y lo otro, según habemos dicho, como ascua en que tanto se afervora el fuego, que no solamente está encendida, sino echando llama viva.

§ 0

Y si esto usa con algunas almas, como es verdad que lo usa, de creer es de que ésta de que vamos hablando no se quedará atrás en estas mercedes de Dios; pues que lo que de ella vamos diciendo, según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo uno es como ascua encendida, y lo otro, según habemos dicho, como ascua en que tanto se afervora el fuego, que no solamente está encendida, sino echando llama viva.

§ 0

Y así, estas dos maneras de unión ­solamente de amor, y unión con inflamación de amor­ son en cierta manera comparadas al fuego de Dios, que dice Isaías (31, 9) que está en Sión, y al horno de Dios que está en Jerusalén; que la una significa la Iglesia militante, en que está el fuego de la caridad no en extremo encendido, y la otra significa visión de paz, que es la triunfante, donde este fuego está como horno encendido en perfección de amor.

§ 0

Que, aunque, como habemos dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía en comparación de la otra unión común, es como horno encendido, con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.

§ 0

Que, aunque, como habemos dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía en comparación de la otra unión común, es como horno encendido, con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.

§ 0

Que, aunque, como habemos dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía en comparación de la otra unión común, es como horno encendido, con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.

§ 0

Por tanto, sintiendo el alma que esta viva llama del amor vivamente le está comunicando todos los bienes, porque este divino amor todo lo trae consigo, dice: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres!, y es como si dijera: ¡Oh encendido amor, que con tus amorosos movimientos regaladamente estás glorificándome según la mayor capacidad y fuerza de mi alma, es a saber: dándome inteligencia divina según toda la habilidad y capacidad de mi entendimiento, y comunicándome el amor según la mayor fuerza de mi voluntad, y deleitándome en la sustancia del alma con el torrente de tu deleite (Sal. 35, 9) en tu divino contacto y junta sustancial según la mayor pureza de mi sustancia y capacidad y anchura de mi memoria! Y esto acaece así, y más de lo que se puede y alcanza a decir, al tiempo que se levanta en el alma esta llama de amor.

§ 0

Que por cuanto el alma, según su sustancia y potencias, memoria, entendimiento y voluntad, está bien purgada, la sustancia divina, que, como dice el Sabio (Sab. 7, 24), toca en todas las partes por su limpieza, profunda y sutil y subidamente con su divina llama la absorbe en sí, y en aquel absorbimiento del alma en la sabiduría, el Espíritu Santo, ejercita los vibramientos gloriosos de su llama, que, por ser tan suave, dice el alma luego:

§ 0

Es a saber, pues ya no afliges, ni aprietas, ni fatigas como antes hacías; porque conviene saber que esta llama de Dios, cuando el alma estaba en estado de purgación espiritual, que es cuando va entrando en contemplación, no le era tan amigable y suave como ahora lo es en este estado de unión.

§ 0

Es a saber, pues ya no afliges, ni aprietas, ni fatigas como antes hacías; porque conviene saber que esta llama de Dios, cuando el alma estaba en estado de purgación espiritual, que es cuando va entrando en contemplación, no le era tan amigable y suave como ahora lo es en este estado de unión.

§ 0

Porque es de saber que el mismo fuego de amor que después se une con el alma glorificándola, es el que antes la embiste purgándola; bien así como el mismo fuego que entra en el madero es el que primero le está embistiendo e hiriendo con su llama, enjugándole y desnudándole de sus feos accidentes, hasta disponerle con su calor, tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí.

§ 0

Porque en esta disposición de purgación no le es esta llama clara, sino oscura, que, si alguna luz le da, es para ver sólo y sentir sus miserias y defectos; ni le es suave, sino penosa, porque, aunque algunas veces le pega calor de amor, es con tormento y aprieto; y no le es deleitable, sino seca, porque, aunque alguna vez por su benignidad le da algún gusto para esforzarla y animarla, antes y después que acaece, lo lasta y paga todo con otro tanto trabajo; ni le es reficionadora y pacífica, sino consumidora y argüidora, haciéndola desfallecer y penar en el conocimiento propio; y así, no le es gloriosa, porque antes la pone miserable y amarga en luz espiritual que le da de propio conocimiento, enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13), en sus huesos, y enseñándola, y como también dice David (Sal. 16, 3), examinándola en fuego.

§ 0

Porque en esta disposición de purgación no le es esta llama clara, sino oscura, que, si alguna luz le da, es para ver sólo y sentir sus miserias y defectos; ni le es suave, sino penosa, porque, aunque algunas veces le pega calor de amor, es con tormento y aprieto; y no le es deleitable, sino seca, porque, aunque alguna vez por su benignidad le da algún gusto para esforzarla y animarla, antes y después que acaece, lo lasta y paga todo con otro tanto trabajo; ni le es reficionadora y pacífica, sino consumidora y argüidora, haciéndola desfallecer y penar en el conocimiento propio; y así, no le es gloriosa, porque antes la pone miserable y amarga en luz espiritual que le da de propio conocimiento, enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13), en sus huesos, y enseñándola, y como también dice David (Sal. 16, 3), examinándola en fuego.

§ 0

Y en la sustancia del alma padece desamparo y suma pobreza, seca y fría y a veces caliente, no hallando en nada alivio, ni un pensamiento que la consuele, ni aun poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele puesto esta llama tan esquiva, como dice Job (30, 21) que en este ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel.

§ 0

Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; cercóme en rededor, y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó como muertos sempiternos; edificó en derredor de mí, y porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cerróme mis caminos con piedras cuadradas, y trastornó mis pisadas y mis sendas.

§ 0

Y las flaquezas y miserias que antes el alma tenía asentadas y encubiertas en sí, las cuales antes no veía ni sentía, ya con la luz y calor del fuego divino las ve y las siente; así como la humedad que había en el madero no se conocía hasta que dio en él el fuego y le hizo sudar, humear y respendar, y así hace el alma imperfecta cerca de esta llama.

§ 0

Porque, ¡oh cosa admirable!, levántanse en el alma a esta sazón contrarios contra contrarios: los del alma contra los de Dios, que embisten el alma, y, como dicen los filósofos, unos relucen cerca de los otros y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los unos expeler a los otros por reinar ellos en ella, conviene a saber: las virtudes y propiedades de Dios en extremo perfectas contra los hábitos y propiedades del sujeto del alma en extremo imperfectos, padeciendo ella dos contrarios en sí.

§ 0

Porque, como esta llama es de extremada luz, embistiendo ella en el alma, su luz luce en las tinieblas (Jn. 1, 5) del alma, que también son extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales y viciosas, que se ponen contra la sobrenatural luz y no siente la luz sobrenatural, porque la tiene en sí como sus tinieblas, que las tiene en sí, y las tinieblas no comprehenden a la luz (Jn. 1, 5).

§ 0

Porque, como esta llama es de extremada luz, embistiendo ella en el alma, su luz luce en las tinieblas (Jn. 1, 5) del alma, que también son extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales y viciosas, que se ponen contra la sobrenatural luz y no siente la luz sobrenatural, porque la tiene en sí como sus tinieblas, que las tiene en sí, y las tinieblas no comprehenden a la luz (Jn. 1, 5).

§ 0

De esta manera le era antes esquiva esta llama al alma sobre lo que se puede decir, peleando en ella unos contrarios contra otros: Dios, que es todas las perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos de ella para que, transformándola en sí, la suavice y pacifique y establezca como el fuego hace al madero cuando ha entrado en él.

§ 0

Esta purgación en pocas almas acaece tan fuerte; sólo en aquellas que el Señor quiere levantar a más alto grado de unión, porque a cada una dispone con purga más o menos fuerte, según el grado a que la quiere levantar, y según también la impureza e imperfección de ella, y así, esta pena se parece a la del purgatorio; porque así como se purgan allí los espíritus para poder ver a Dios por clara visión en la otra vida, así, en su manera, se purgan aquí las almas para poder transformarse en él por amor en ésta.

§ 0

Basta saber ahora que el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la luz y calor de su divina llama, así como el mismo fuego que entra en el madero es el que le dispone, como antes habemos dicho.

§ 0

Basta saber ahora que el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la luz y calor de su divina llama, así como el mismo fuego que entra en el madero es el que le dispone, como antes habemos dicho.

§ 0

Y esto es lo que quiere dar a entender cuando dice el alma el presente verso: Pues ya no eres esquiva, que en suma es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres oscura como antes, pues eres la divina luz de mi entendimiento, que te puedo ya mirar; y no solamente no haces desfallecer mi flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te puedo amar y gozar, estando toda convertida en amor divino; y ya no eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas antes eres la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de mí se puede decir lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es ésta que sube del desierto abundante en deleites, estribando sobre su Amado, acá y allá vertiendo amor? Pues esto es así,

§ 0

Y esto es lo que quiere dar a entender cuando dice el alma el presente verso: Pues ya no eres esquiva, que en suma es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres oscura como antes, pues eres la divina luz de mi entendimiento, que te puedo ya mirar; y no solamente no haces desfallecer mi flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te puedo amar y gozar, estando toda convertida en amor divino; y ya no eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas antes eres la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de mí se puede decir lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es ésta que sube del desierto abundante en deleites, estribando sobre su Amado, acá y allá vertiendo amor? Pues esto es así,

§ 0

Porque ésta es la que pide el alma, que, aunque es verdad que en este estado tan alto está el alma tanto más conforme y satisfecha cuanto más transformada en amor y para sí ninguna cosa sabe, ni acierta a pedir, sino para su Amado, pues la caridad, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 5), no pretende para sí sus cosas, sino para el Amado; porque vive en esperanza todavía, en que no se puede dejar de sentir vacío, tiene tanto de gemido, aunque suave y regalado, cuanto le falta para la acabada posesión de la adopción de hijos de Dios, donde, consumándose su gloria, se quietara su apetito.

§ 0

El cual, aunque acá más juntura tenga con Dios, nunca se hartará ni quietará hasta que parezca su gloria (Sal. 16, 15), mayormente teniendo ya el sabor y golosina de ella, como aquí se tiene.

§ 0

Que es tal, que, si Dios no tuviese aquí favorecida también la carne, amparando al natural con su diestra, como hizo a Moisés en la piedra (Ex. 33, 22), para que sin morirse pudiera ver su gloria, a cada llamarada de éstas se corrompería el natural y moriría, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir tanto y tan subido fuego de gloria.

§ 0

Y así es como si dijera: "acaba", es a saber, de darme este reino, "si quieres", esto es, según es tu voluntad.

§ 0

Todo lo cual se rompió e hizo en el alma por los encuentros esquivos de esta llama cuando ella era esquiva; porque en la purgación espiritual que arriba hemos dicho, acaba el alma de romper estas dos telas, y de ahí viene a unirse con Dios, como aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida sensitiva.

§ 0

Que por eso dice aquí "tela", y no "telas"; porque no hay más que ésta que romper, la cual, por ser ya tan sutil y delgada y espiritualizada con esta unión de Dios, no la encuentra la llama rigurosamente como a las otras dos hacía, sino sabrosa y dulcemente.

§ 0

Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellas como el cisne, que canta más suavemente cuando se muere.

§ 0

Que por eso dijo David (Sal. 115, 15) que era preciosa la muerte de los santos en el acatamiento de Dios, porque aquí vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma, y van allí a entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales están allí ya tan anchos y represados, que parecen ya mares; juntándose lo primero y lo postrero de sus tesoros, para acompañar al justo que va y parte para su reino, oyéndose ya las alabanzas desde los fines de la tierra, que, como dice Isaías (24, 16), son gloria del justo.

§ 0

Sintiéndose, pues, el alma a la sazón de estos gloriosos encuentros tan al canto de salir a poseer acabada y perfectamente su reino, en las abundancias que se ve está enriquecida (porque aquí se conoce pura y rica y llena de virtudes y dispuesta para ello, porque en este estado deja Dios al alma ver su hermosura y fíale los dones y virtudes que le ha dado, porque todo se le vuelve en amor y alabanzas, sin toque de presunción ni vanidad, no habiendo ya levadura de imperfección que corrompa la masa) y como ve que no le falta más que romper esta flaca tela de vida natural en que se siente enredada, presa e impedida su libertad, con deseo de verse desatada y verse con Cristo (Fil. 1, 23), haciéndole lástima que una vida tan baja y flaca la impida otra tan alta y fuerte, pide que se rompa, diciendo: Rompe la tela de este dulce encuentro.

§ 0

Y llámale "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazón que hay entre el espíritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios y el alma; la tercera, porque así como la tela no es tan opaca y condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, así en este estado parece esta trabazón tan delgada tela, por estar ya muy espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir la Divinidad en ella.

§ 0

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun tela de araña, como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 0

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun tela de araña, como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 0

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun tela de araña, como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 0

Y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 0

Y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 0

Y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 0

Y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 0

Y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no fuesen.

§ 0

E introdúcese el amor al modo que la forma en la materia, que se introduce en un instante, y hasta entonces no había acto sino disposiciones para él; y así, los actos espirituales como en un instante se hacen en el alma, porque son infusos de Dios, pero los demás que el alma de suyo hace, más se pueden llamar disposiciones de deseos y afectos sucesivos, que nunca llegan a ser actos perfectos de amor o contemplación, sino algunas veces cuando, como digo, Dios los forma y perfecciona en el espíritu.

§ 0

E introdúcese el amor al modo que la forma en la materia, que se introduce en un instante, y hasta entonces no había acto sino disposiciones para él; y así, los actos espirituales como en un instante se hacen en el alma, porque son infusos de Dios, pero los demás que el alma de suyo hace, más se pueden llamar disposiciones de deseos y afectos sucesivos, que nunca llegan a ser actos perfectos de amor o contemplación, sino algunas veces cuando, como digo, Dios los forma y perfecciona en el espíritu.

§ 0

Y es la razón porque sintiendo el alma en Dios infinita gana, como habemos dicho, de que se acabe la vida y que, como no ha llegado el tiempo de su perfección, no se hace, echa de ver que para consumarla y elevarla de la carne, hace él en ella estos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que, como son a fin de purificarla y sacarla de la carne, verdaderamente son encuentros con que siempre penetra, endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios.

§ 0

Y es la razón porque sintiendo el alma en Dios infinita gana, como habemos dicho, de que se acabe la vida y que, como no ha llegado el tiempo de su perfección, no se hace, echa de ver que para consumarla y elevarla de la carne, hace él en ella estos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que, como son a fin de purificarla y sacarla de la carne, verdaderamente son encuentros con que siempre penetra, endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios.

§ 0

Y es la razón porque sintiendo el alma en Dios infinita gana, como habemos dicho, de que se acabe la vida y que, como no ha llegado el tiempo de su perfección, no se hace, echa de ver que para consumarla y elevarla de la carne, hace él en ella estos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que, como son a fin de purificarla y sacarla de la carne, verdaderamente son encuentros con que siempre penetra, endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios.

§ 0

Y la causa es porque la encontró Dios y la traspasó en el Espíritu Santo vivamente, cuyas comunicaciones son impetuosas, cuando son afervoradas, como lo es este encuentro; al cual, porque en él el alma vivamente gusta de Dios, llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este estado recibe dejen de ser dulces, sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla presto.

§ 0

Y la causa es porque la encontró Dios y la traspasó en el Espíritu Santo vivamente, cuyas comunicaciones son impetuosas, cuando son afervoradas, como lo es este encuentro; al cual, porque en él el alma vivamente gusta de Dios, llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este estado recibe dejen de ser dulces, sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla presto.

§ 0

Resumiendo, pues, ahora toda la canción, es como si dijera: ¡Oh llama del Espíritu Santo, que tan íntima y tiernamente traspasas la sustancia de mi alma y la cauterizas con tu glorioso ardor! Pues ya estás tan amigable que te muestras con gana de dárteme en vida eterna, si antes mis peticiones no llegaban a tus oídos, cuando con ansias y fatigas de amor, en que penaba mi sentido y espíritu por la mucha flaqueza e impureza mía y poca fortaleza de amor que tenía, te rogaba me desatases y llevases contigo, porque con deseo te deseaba mi alma, porque el amor impaciente no me dejaba conformar tanto con esta condición de vida que tú querías que aún viviese; y si los pasados ímpetus de amor no eran bastantes, porque no eran de tanta calidad para alcanzarlo, ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no sólo no desfallece mi sentido y espíritu en ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi corazón y mi carne se gozan en Dios vivo (Sal. 83, 2), con grande conformidad de las partes, donde lo que tú quieres que pida, pido, y lo que no quieres, no quiero ni aun puedo ni me pasa por pensamiento querer; y pues son ya delante de tus ojos más válidas y estimadas mis peticiones, pues salen de ti y tú me mueves a ellas, y con sabor y gozo en el Espíritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro (Sal. 16, 2), que es cuando los ruegos precias y oyes, rompe la tela delgada de esta vida y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea mi alma sin término ni fin.

§ 0

Este cauterio, como habemos dicho, es aquí el Espíritu Santo, porque, como dice Moisés en el Deuteronomio (4, 24): nuestro Señor es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir y transformar en sí el alma que tocare.

§ 0

Este cauterio, como habemos dicho, es aquí el Espíritu Santo, porque, como dice Moisés en el Deuteronomio (4, 24): nuestro Señor es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir y transformar en sí el alma que tocare.

§ 0

Este cauterio, como habemos dicho, es aquí el Espíritu Santo, porque, como dice Moisés en el Deuteronomio (4, 24): nuestro Señor es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir y transformar en sí el alma que tocare.

§ 0

Pero a cada una la abrasa y absorbe como la halla dispuesta: a una más, y a otra menos y esto cuanto él quiere y cómo y cuando quiere.

§ 0

Y como él sea infinito fuego de amor, cuando él quiere tocar al alma algo apretadamente, es el ardor de ella en tan sumo grado de amor que le parece a ella que está ardiendo sobre todos los ardores del mundo.

§ 0

Que por eso en esta junta llama ella al Espíritu Santo cauterio, porque así como en el cauterio está el fuego más intenso y vehemente y hace mayor efecto que en los demás ignitos, así el acto de esta unión, por ser de tan inflamado fuego de amor más que todos los otros, por eso le llama cauterio respecto de ellos.

§ 0

Y esto es así por la pureza y perfección del espíritu con que arde en el Espíritu Santo, como acaeció en los Actos de los Apóstoles (2, 3), donde, viniendo este fuego con grande vehemencia, abrasó a los discípulos, los cuales, como dice san Gregorio, interiormente ardieron en amor suavemente.

§ 0

Y esto es así por la pureza y perfección del espíritu con que arde en el Espíritu Santo, como acaeció en los Actos de los Apóstoles (2, 3), donde, viniendo este fuego con grande vehemencia, abrasó a los discípulos, los cuales, como dice san Gregorio, interiormente ardieron en amor suavemente.

§ 0

Porque en estas comunicaciones, como el fin de Dios es engrandecer al alma, no la fatiga y aprieta, sino ensánchala y deléitala; no la oscurece ni enceniza como el fuego hace al carbón, sino clarifícala y enriquécela, que por eso le dice ella cauterio suave.

§ 0

Porque en estas comunicaciones, como el fin de Dios es engrandecer al alma, no la fatiga y aprieta, sino ensánchala y deléitala; no la oscurece ni enceniza como el fuego hace al carbón, sino clarifícala y enriquécela, que por eso le dice ella cauterio suave.

§ 0

5. ¡Oh gran gloria de almas que merecéis llegar a este sumo fuego, en el cual, pues hay infinita fuerza para os consumir y aniquilar, está cierto que no consumiéndoos, inmensamente os consuma en gloria! No os maravilléis que Dios llegue algunas almas hasta aquí, pues que el sol se singulariza en hacer algunos efectos maravillosos; el cual, como dice el Espíritu Santo, de tres maneras abrasa los montes (Sal. 82, 15), esto es, de los santos.

§ 0

Siendo, pues, este cauterio tan suave como aquí se ha dado a entender, ¡cuán regalada creeremos que estará el alma que de él fuere tocada! Que, queriéndolo ella decir, no lo dice, sino quédase con la estimación en el corazón y el encarecimiento en la boca por este término, "oh" diciendo:

§ 0

Y, como el cauterio era suave, según ha dicho, la llaga, según razón, ha de ser conforme el cauterio.

§ 0

Y porque, aunque está toda llagada y toda sana, el cauterio de amor no deja de hacer su oficio, que es tocar y herir de amor, por cuanto ya está todo regalado y todo sano, el efecto que hace es regalar la llaga, como suele hacer el buen médico.

§ 0

Por eso dice el alma bien aquí: ¡Oh llaga regalada! ¡Oh, pues, llaga tanto más regalada cuanto es más alto y subido el fuego de amor que la causó, porque habiéndola hecho el Espíritu Santo sólo a fin de regalar, y como su deseo de regalar sea grande, grande será esta llaga, porque grandemente será regalada!

§ 0

Este cauterio y esta llaga podemos entender que es el más alto grado que en este estado puede ser; porque hay otras muchas maneras de cauterizar Dios al alma que ni llegan aquí ni son como ésta; porque ésta es toque sólo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura alguna intelectual ni imaginaria.

§ 0

Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar, transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego.

§ 0

Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar, transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego.

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Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar, transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego.

§ 0

Y entonces, al herir de este encendido dardo, siente la llaga del alma en deleite sobre manera; porque, demás de ser ella toda removida en gran suavidad al trabucamiento y moción impetuosa causada por aquel serafín, en que siente grande ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la yerba con que vivamente iba templado el hierro, como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado.

§ 0

Y entonces, al herir de este encendido dardo, siente la llaga del alma en deleite sobre manera; porque, demás de ser ella toda removida en gran suavidad al trabucamiento y moción impetuosa causada por aquel serafín, en que siente grande ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la yerba con que vivamente iba templado el hierro, como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado.

§ 0

Y en este íntimo punto de la herida, que parece queda en la mitad del corazón del espíritu, que es donde se siente lo fino del deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Porque siente el alma allí como un grano de mostaza muy mínimo, vivísimo y encendidísimo, el cual de sí envía en la circunferencia vivo y encendido fuego de amor.

§ 0

Y en este íntimo punto de la herida, que parece queda en la mitad del corazón del espíritu, que es donde se siente lo fino del deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Porque siente el alma allí como un grano de mostaza muy mínimo, vivísimo y encendidísimo, el cual de sí envía en la circunferencia vivo y encendido fuego de amor.

§ 0

En lo cual parece al alma que todo el universo es un mar de amor en que ella está engolfada, no echando de ver término ni fin donde se acabe ese amor, sintiendo en sí, como habemos dicho, el vivo punto y centro del amor.

§ 0

Y lo que aquí goza el alma no hay más decir sino que allí siente cuán bien comparado está en el Evangelio (Mt. 13, 31­32) el reino de los cielos al grano de mostaza, que, por su gran calor, aunque tan pequeño, crece en árbol grande; pues que el alma se ve hecha como un inmenso fuego de amor que nace de aquel punto encendido del corazón del espíritu.

§ 0

Pocas almas llegan a tanto como esto, mas algunas han llegado, mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a las cabezas en las primicias del espíritu, según la mayor o menor sucesión que había de tener su doctrina y espíritu.

§ 0

Y así, si alguna vez da Dios licencia para que salga algún efecto afuera en el sentido corporal al modo que hirió dentro, sale la herida y llaga afuera, como acaeció cuando el serafín llagó al santo Francisco, que llagándole el alma de amor en las cinco llagas, también salió en aquella manera el efecto de ellas al cuerpo, imprimiéndolas también en él, y llagándole como había llagado su alma de amor.

§ 0

Y así, si alguna vez da Dios licencia para que salga algún efecto afuera en el sentido corporal al modo que hirió dentro, sale la herida y llaga afuera, como acaeció cuando el serafín llagó al santo Francisco, que llagándole el alma de amor en las cinco llagas, también salió en aquella manera el efecto de ellas al cuerpo, imprimiéndolas también en él, y llagándole como había llagado su alma de amor.

§ 0

Pero cuando el llagar es solamente en el alma, sin que se comunique fuera, puede ser el deleite más intenso y más subido; porque, como la carne tenga enfrenado el espíritu, cuando los bienes espirituales de él se comunican también a ella, ella tira la rienda y enfrena la boca a este ligero caballo del espíritu y apágale su gran brío, porque si él usa de su fuerza, la rienda se ha de romper.

§ 0

Pero hasta que ella se rompa, no deja de tenerle oprimido de su libertad, porque, como el Sabio (Sab. 9, 15) dice: el cuerpo corruptible agrava el alma, y la terrena habitación oprime al sentido espiritual que de suyo comprehende muchas cosas.

§ 0

Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el sentido, porque cuando así es, antes puede acaecer de mucho espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía de los dolores de Cristo en el alma, le redundaba en el cuerpo, según él daba a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas de mi Señor Jesús.

§ 0

Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el sentido, porque cuando así es, antes puede acaecer de mucho espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía de los dolores de Cristo en el alma, le redundaba en el cuerpo, según él daba a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas de mi Señor Jesús.

§ 0

Los cuales siendo tales como aquí se han pintado, ¿cuál creeremos que será la mano con que se da este cauterio y cuál el toque? El alma lo muestra en el verso siguiente, más encareciéndolo que declarándolo, diciendo:

§ 0

La cual habemos de entender que, pues es tan generosa y dadivosa cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al alma, cuando se abre para hacerla mercedes; y así llámala mano blanda, que es como si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta mi alma, que tocas asentando blandamente, cuanto si asentases algo pesada hundirías todo el mundo, pues de tu solo mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32) las gentes se desatan y desfallecen y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez grande mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), tocándole tan mala vez ásperamente, para mí eres tanto más amigable y suave que a él fuiste dura, cuanto más amigable y graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque tú haces morir y tú haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 0

La cual habemos de entender que, pues es tan generosa y dadivosa cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al alma, cuando se abre para hacerla mercedes; y así llámala mano blanda, que es como si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta mi alma, que tocas asentando blandamente, cuanto si asentases algo pesada hundirías todo el mundo, pues de tu solo mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32) las gentes se desatan y desfallecen y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez grande mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), tocándole tan mala vez ásperamente, para mí eres tanto más amigable y suave que a él fuiste dura, cuanto más amigable y graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque tú haces morir y tú haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 0

Mas tú ¡oh divina vida!, nunca matas sino para dar vida, así como nunca llagas sino para sanar.

§ 0

17. ¡Oh, pues, tú, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi alma, y, tocándola toda delicadamente, en ti la absorbes toda en divinos modos de deleites y suavidades nunca oídas en la tierra de Canaán, ni vistas en Temán! (Bar. 3, 22). ¡Oh, pues, mucho, y en grande manera mucho delicado toque del Verbo, para mí tanto más cuanto, habiendo trastornado los montes y quebrantado las piedras en el monte Horeb con la sombra de tu poder y fuerza que iba delante, te diste más suave y fuertemente a sentir al profeta en silbo de aire delgado! (3 Re. 19, 11­12). ¡Oh aire delgado!, como eres aire delgado y delicado, di: ¿cómo tocas delgada y delicadamente, Verbo, Hijo de Dios, siendo tan terrible y poderoso?

§ 0

Este toque divino ningún bulto ni tomo tiene, porque el Verbo que le hace es ajeno de todo modo y manera, y libre de todo tomo de forma y figura y accidentes, que es lo que suele ceñir y poner raya y término a la sustancia; y así este toque de que aquí se habla, por cuanto es sustancial, es a saber, de la divina sustancia, es inefable. ¡Oh, pues, finalmente, toque inefablemente delicado del Verbo, pues no se hace en el alma menos que con tu simplicísimo y sencillísimo ser, el cual, como es infinito, infinitamente es delicado, y, por tanto, tan sutil y amorosa y eminente y delicadamente toca,

§ 0

Que, aunque no es en perfecto grado, es, en efecto, cierto sabor de vida eterna, como arriba queda dicho, que se gusta en este toque de Dios.

§ 0

Y no es increible que sea así, creyendo, como se ha de creer, que este toque es toque de sustancia, es a saber, de sustancia de Dios en sustancia del alma, al cual en esta vida han llegado muchos santos.

§ 0

De donde la delicadez del deleite que en este toque se siente es imposible decirse; ni yo querría hablar en ello, porque no se entienda que aquello no es más de lo que se dice, que no hay vocablos para declarar cosas tan subidas de Dios, como en estas almas pasan; de las cuales el propio lenguaje es entenderlo para sí y sentirlo y gozarlo y callarlo el que lo tiene.

§ 0

Porque echa de ver el alma aquí en cierta manera ser estas cosas como el cálculo que dice san Juan (Ap. 2, 17) que se daría al que venciese, y en el cálculo un nombre escrito, que ninguno le sabe sino el que le recibe; y así sólo se puede decir, y con verdad, que a vida eterna sabe.

§ 0

Que, aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la gloria, con todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida eterna sabe.

§ 0

Que, como Dios sea todas estas cosas, gústalas el alma en un solo toque de Dios, y así el alma según sus potencias y su sustancia goza.

§ 0

Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo la unción del Espíritu Santo, y goza toda la sustancia sensitiva, todos los miembros y huesos y médulas, no tan remisamente como comúnmente suele acaecer, sino con sentimiento de grande deleite y gloria, que se siente hasta los últimos artejos de pies y manos.

§ 0

Y porque todo lo que de esto se puede decir es menos, por eso baste decir, así de lo corporal como de espiritual: que a vida eterna sabe,

§ 0

Y para saber cómo y cuáles sean estas deudas de que aquí el alma se siente pagada, es de notar que, de vía ordinaria, ningún alma puede llegar a este alto estado y reino del desposorio, que no pase primero por muchas tribulaciones y trabajos; porque, como se dice en los Actos de los Apóstoles (14, 21), por muchas tribulaciones conviene entrar en el reino de los cielos, las cuales ya en este estado son pasadas, porque de aquí adelante, porque el alma está purificada, no padece.

§ 0

Y la razón de por qué son necesarios estos trabajos para llegar a este estado es que así como un subido licor no se pone sino en un vaso fuerte, preparado y purificado, así esta altísima unión no puede caer en alma que no sea fortalecida con trabajos y tentaciones, y purificada con tribulaciones, tinieblas y aprietos; porque por lo uno se purifica y fortalece el sentido y por lo otro se adelgaza y purifica y dispone el espíritu.

§ 0

Porque, así como para unirse con Dios en gloria los espíritus impuros pasan por las penas del fuego en la otra vida; así para la unión de perfección en ésta han de pasar por el fuego de estas dichas penas.

§ 0

En lo cual es de saber que no es porque Dios quiera que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos (de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo y mortificación) de aquí es que, no hallándolos fuertes y fieles en aquello poco que les hacia merced de comenzarlos a desbastar y labrar, eche de ver lo serán mucho más en lo más, y mucho no va ya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la labor de la mortificación, para la cual era menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran.

§ 0

Y así, se quedan como vasos inútiles (ib. 6, 15) porque, queriendo ellos llegar al estado de los perfectos, no quisieron ser llevados por el camino de los trabajos de ellos, pero ni aun casi comenzar a entrar en él, sujetándose a lo que era menos, que era lo que comúnmente se suele padecer.

§ 0

Puédese responder a éstos aquello de Jeremías (12, 5), que dice: Si corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrías atener con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del Jordán? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano, ordinaria y humanamente acaecen a todos los vivientes, por tener tú tan corto paso, tenías tú tanto trabajo, que te parecía que corrías, ¿cómo podrías igualar con el paso de caballo, que es ya trabajos más que ordinarios y comunes, para que se requiere mayor fuerza y ligereza que de hombre? Y si tú no has querido dejar de conservar la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad, no queriendo armar guerra ni contradecirla en alguna cosa, ¿cómo querías entrar en las impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro?

§ 0

Puédese responder a éstos aquello de Jeremías (12, 5), que dice: Si corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrías atener con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del Jordán? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano, ordinaria y humanamente acaecen a todos los vivientes, por tener tú tan corto paso, tenías tú tanto trabajo, que te parecía que corrías, ¿cómo podrías igualar con el paso de caballo, que es ya trabajos más que ordinarios y comunes, para que se requiere mayor fuerza y ligereza que de hombre? Y si tú no has querido dejar de conservar la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad, no queriendo armar guerra ni contradecirla en alguna cosa, ¿cómo querías entrar en las impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro?

§ 0

Porque muchos servicios han de haber hecho a Dios, y mucha paciencia y constancia han de haber tenido por él, y muy aceptos han de haber sido delante de él en su vida y obras a los que él hace tan señalada merced de tentarlos más adentro, para aventajarlos en dones y merecimientos, como leemos del santo Tobías (Tob. 12, 13), a quien dijo san Rafael: Que, porque había sido acepto a Dios, le había hecho aquella merced de enviarle la tentación que le probase más, para engrandecerte más.

§ 0

Y así, todo lo que le quedó de vida después de aquella tentación, lo tuvo en gozo, como dice la Escritura divina (14, 4).

§ 0

Ni más ni menos vemos en el santo Job que, en aceptando que aceptó Dios sus obras delante de los espíritus buenos y malos, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después mucho más, como hizo multiplicándole los bienes en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 0

De la misma manera lo hace Dios con los que quiere aventajar según la ventaja principal, que los hace y deja tentar para levantarlos todo lo que puede ser, que es llegar a la unión con la sabiduría divina, la cual, como dice David (Sal. 11, 7), es plata examinada con fuego, probada en la tierra, es a saber, de nuestra carne, y purgada siete veces, que es lo más que puede ser.

§ 0

Y no hay para qué detenernos más aquí en decir qué siete purgaciones sean éstas y cuál cada una de ellas para venir a esta sabiduría, y cómo las responden siete grados de amor en esta sabiduría, la cual todavía le es al alma como esta plata que dice David, aunque más unión en ella tenga; mas en la otra le será como oro.

§ 0

Y no hay para qué detenernos más aquí en decir qué siete purgaciones sean éstas y cuál cada una de ellas para venir a esta sabiduría, y cómo las responden siete grados de amor en esta sabiduría, la cual todavía le es al alma como esta plata que dice David, aunque más unión en ella tenga; mas en la otra le será como oro.

§ 0

Conviénele, pues, al alma mucho estar con grande paciencia y constancia en todas las tribulaciones y trabajos que la pusiere Dios de fuera y de dentro, espirituales y corporales, mayores y menores, tomándolo todo como de su mano para su bien y remedio, y no huyendo de ellos, pues son sanidad para ella, tomando en esto el consejo del Sabio (Ecle. 10, 4), que dice: Si el espíritu del que tiene la potestad descendiere sobre tí, no desampares tu lugar (esto es, el lugar y puesto de tu probación, que es aquel trabajo que te envía); porque la curación hará cesar grandes pecados, esto es, cortarte ha las raíces de tus pecados e imperfecciones, que son los hábitos malos, porque el combate de los trabajos y aprietos y tentaciones apaga los hábitos malos e imperfectos del alma y la purifica y fortalece.

§ 0

Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20­21) por haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!

§ 0

Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20­21) por haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!

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Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20­21) por haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!

§ 0

Y así, esta alma, que antes que llegase a este estado, estaba fuera sentada, como Mardoqueo a las puertas del palacio, llorando en las plazas de Susán el peligro de su vida, vestida de cilicio, no queriendo recibir la vestidura de la reina Ester, ni habiendo recibido algún galardón por los servicios que había hecho al rey y la fe que había tenido en defender su honra y vida, en un día, como al mismo Mardoqueo, la pagan aquí todos sus trabajos y servicios, haciéndola no sólo entrar dentro del palacio y que esté delante del rey vestida con vestiduras reales, sino que también se le ponga la corona y el cetro y silla real con posesión del anillo del rey, para que todo lo que quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su Esposo (Est. c. 4­8) porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.

§ 0

Y así, esta alma, que antes que llegase a este estado, estaba fuera sentada, como Mardoqueo a las puertas del palacio, llorando en las plazas de Susán el peligro de su vida, vestida de cilicio, no queriendo recibir la vestidura de la reina Ester, ni habiendo recibido algún galardón por los servicios que había hecho al rey y la fe que había tenido en defender su honra y vida, en un día, como al mismo Mardoqueo, la pagan aquí todos sus trabajos y servicios, haciéndola no sólo entrar dentro del palacio y que esté delante del rey vestida con vestiduras reales, sino que también se le ponga la corona y el cetro y silla real con posesión del anillo del rey, para que todo lo que quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su Esposo (Est. c. 4­8) porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.

§ 0

Acerca de lo espiritual, dos maneras hay de vida: una es beatífica, que consiste en ver a Dios y ésta se ha de alcanzar por muerte corporal y natural, como dice san Pablo (2 Cor. 5, 1), diciendo: Sabemos que si esta nuestra casa de barro se desatare, tenemos morada de Dios en los cielos.

§ 0

En la cual no podrá vivir el alma perfectamente si no muriere también perfectamente el hombre viejo, como el Apóstol lo amonesta (Ef. 4, 22­24), diciendo que desnuden el hombre viejo y se vistan el hombre nuevo, que según Dios es criado en justicia y santidad.

§ 0

En la cual vida nueva, que es cuando ha llegado a esta perfección de unión con Dios, como aquí vamos tratando, todos los apetitos del alma y sus potencias según sus inclinaciones y operaciones, que de suyo eran operación de muerte y privación de la vida espiritual, se truecan en divinas.

§ 0

Y como quiera que cada viviente viva por su operación, como dicen los filósofos, teniendo el alma sus operaciones en Dios por la unión que tiene con Dios, vive vida de Dios, y así se ha trocado su muerte en vida, que es su vida animal en vida espiritual.

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Y como quiera que cada viviente viva por su operación, como dicen los filósofos, teniendo el alma sus operaciones en Dios por la unión que tiene con Dios, vive vida de Dios, y así se ha trocado su muerte en vida, que es su vida animal en vida espiritual.

§ 0

Porque el alma, como ya verdadera hija de Dios, en todo es movida por el espíritu de Dios, como enseña san Pablo (Rm. 8, 14), diciendo que los que son movidos por el espíritu de Dios, son hijos del mismo Dios.

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Porque el alma, como ya verdadera hija de Dios, en todo es movida por el espíritu de Dios, como enseña san Pablo (Rm. 8, 14), diciendo que los que son movidos por el espíritu de Dios, son hijos del mismo Dios.

§ 0

De manera que, según lo que está dicho, el entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios; y la voluntad suya, voluntad de Dios; y su memoria, memoria eterna de Dios; y su deleite, deleite de Dios; y la sustancia de esta alma aunque no es sustancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en él, pero, estando unida, como está aquí con él y absorta en él, es por participación Dios, lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra.

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De manera que, según lo que está dicho, el entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios; y la voluntad suya, voluntad de Dios; y su memoria, memoria eterna de Dios; y su deleite, deleite de Dios; y la sustancia de esta alma aunque no es sustancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en él, pero, estando unida, como está aquí con él y absorta en él, es por participación Dios, lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra.

§ 0

De esta manera está trocada la muerte de esta alma en vida de Dios, y le cuadra también el dicho del Apóstol (1 Cor. 15, 54), que dice: Absorta est mors in victoria, con el que dice también el profeta Oseas (13, 14) en persona de Dios, diciendo: ¡Oh muerte! yo seré tu muerte, que es como si dijera: Yo, que soy la vida, siendo muerte de la muerte, la muerte quedará absorta en vida.

§ 0

En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda interior y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento de su feliz estado.

§ 0

En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda interior y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento de su feliz estado.

§ 0

A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

§ 0

A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

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A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

§ 0

A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

§ 0

A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

§ 0

A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27), estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas.

§ 0

Y, sintiéndolo así, lo confiesa como la Esposa en los Cantares, diciendo: Dilectus meus mihi et ego illi (2, 16 y 6, 2).

§ 0

Y el que la leyere habrá menester advertencia, porque, si no tiene experiencia, quizá le será algo oscura y prolija, como también, si la tuviese, por ventura le sería clara y gustosa.

§ 0

En esta canción el alma encarece y agradece a su Esposo las grandes mercedes que de la unión que con él tiene recibe, por medio de la cual dice aquí que recibe muchas y grandes noticias de sí mismo, todas amorosas, con las cuales, alumbradas y enamoradas las potencias y sentido de su alma, que antes de esta unión estaba oscuro y ciego, pueden ya estar esclarecidas y con calor de amor, como lo están, para poder dar luz y amor al que las esclareció y enamoró.

§ 0

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios y siendo Dios infinita luz e infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de estos innumerables atributos luzca y dé calor como Dios, y así cada uno de estos atributos es una lámpara que luce al alma y da calor de amor.

§ 0

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios y siendo Dios infinita luz e infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de estos innumerables atributos luzca y dé calor como Dios, y así cada uno de estos atributos es una lámpara que luce al alma y da calor de amor.

§ 0

Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios y siendo Dios infinita luz e infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de estos innumerables atributos luzca y dé calor como Dios, y así cada uno de estos atributos es una lámpara que luce al alma y da calor de amor.

§ 0

Y así, en todas las lámparas particularmente el alma ama inflamada de cada una y de todas ellas juntamente, porque todos estos atributos son un ser, como habemos dicho.

§ 0

Y así, todas estas lámparas son una lámpara que, según sus virtudes y atributos, luce y arde como muchas lámparas.

§ 0

De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego.

§ 0

De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego.

§ 0

Y aquí el alma, inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente de amor en cada una de ellas, y en todas ellas juntas más llagada y viva en amor de vida de Dios, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, como aquí en cierta manera lo siente el alma conoce bien aquí el alma la verdad de aquel dicho del Esposo en los Cantares cuando dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas (8, 6). ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, hija de príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite y majestad en el admirable resplandor y amor de tus lámparas?

§ 0

Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio, sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

§ 0

Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio, sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

§ 0

Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio, sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

§ 0

Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio, sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

§ 0

Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio, sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

§ 0

7. ¿Quién dirá, pues, lo que sientes, ¡oh dichosa alma!, conociéndote así amada y con tal estimación engrandecida? Tu vientre, que es tu voluntad, es, como el de la Esposa, semejante al montón del trigo que está cubierto y cercado de lirios (Ct. 7, 2), porque en esos granos de pan de vida que tú juntamente estás gustando, los lirios de las virtudes que te cercan, te están deleitando.

§ 0

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que por todas partes rebosa aguas divinas! Porque aunque es verdad que esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas lámparas de Dios, pero es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea.

§ 0

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que por todas partes rebosa aguas divinas! Porque aunque es verdad que esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas lámparas de Dios, pero es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea.

§ 0

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que por todas partes rebosa aguas divinas! Porque aunque es verdad que esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas lámparas de Dios, pero es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea.

§ 0

De manera que estas lámparas de fuego son aguas vivas del Espíritu, como las que vinieron sobre los Apóstoles (Act. 2, 3); aunque eran lámparas de fuego, también eran aguas puras y limpias, porque así las llamó el profeta Ezequiel (36, 25­26) cuando profetizó aquella venida del Espíritu Santo, diciendo: Infundiré, dice allí Dios, sobre vosotros aguas limpias y pondré mi espíritu en medio de vosotros.

§ 0

Y así, este Espíritu de Dios, en cuanto está escondido en las venas del alma, está, como agua suave y deleitable, hartando la sed al espíritu; y en cuanto se ejercita en sacrificio de amor a Dios, es llamas vivas de fuego que son las lámparas del acto de la dilección y de llamas que arriba alegamos del Esposo en los Cantares (8, 6).

§ 0

Y por eso aquí el alma las nombra llamas, porque no sólo las gusta en sí como aguas, sino también las ejercita en amor de Dios como llamas.

§ 0

Y por eso aquí el alma las nombra llamas, porque no sólo las gusta en sí como aguas, sino también las ejercita en amor de Dios como llamas.

§ 0

Para que se entienda qué resplandores son éstos de las lámparas que aquí dice el alma y cómo el alma resplandece en ellos, es de saber que estos resplandores son las noticias amorosas que las lámparas de los atributos de Dios dan de sí al alma, en los cuales, ella unida según sus potencias, ella también resplandece como ellos, transformada en resplandores amorosos.

§ 0

Y esta ilustración de resplandores, en que el alma resplandece con calor de amor, no es como la que hacen las lámparas materiales, que con sus llamaradas alumbran las cosas que están en derredor, sino como las que están dentro de las llamas, porque el alma está dentro de estos resplandores.

§ 0

Y esta ilustración de resplandores, en que el alma resplandece con calor de amor, no es como la que hacen las lámparas materiales, que con sus llamaradas alumbran las cosas que están en derredor, sino como las que están dentro de las llamas, porque el alma está dentro de estos resplandores.

§ 0

Y no sólo eso, sino, como habemos dicho, transformada y hecha resplandores.

§ 0

Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama, encendido y transformado en la llama; porque la llama no es otra cosa que aire inflamado, y los movimientos y resplandores que hace aquella llama ni son sólo del aire, ni sólo del fuego de que está compuesta, sino junto de aire y del fuego, y el fuego los hace hacer al aire que en sí tiene inflamado.

§ 0

Y los movimientos de estas llamas divinas, que son los vibramientos y llamaradas que habemos arriba dicho, no las hace sola el alma transformada en las llamas del Espíritu Santo, ni las hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado.

§ 0

Porque todos los bienes primeros y postreros, mayores y menores que Dios hace al alma, siempre se los hace con motivo de llevarla a vida eterna; bien así como la llama todos los movimientos y llamaradas que hace con el aire inflamado son a fin de llevarle consigo al centro de su esfera, y todos aquellos movimientos que hace es porfiar por llevarlo más a sí.

§ 0

Mas como, porque el aire está en su propia esfera, no le lleva, así, aunque estos motivos del Espíritu Santo son eficacísimos en absorber al alma en mucha gloria, todavía no acaba hasta que llegue el tiempo en que salga de la esfera del aire de esta vida de carne y pueda entrar en el centro del espíritu de la vida perfecta en Cristo.

§ 0

Lo cual también será en el alma después sin alteración de más y menos y sin interpolación de movimientos; y entonces verá el alma claro cómo, aunque le parecía que acá se movía Dios en ella, en sí mismo no se mueve, como el fuego tampoco se mueve en su esfera; y cómo, por no estar ella perfecta en gloria, tenía aquellos movimientos y llamaradas en el sentimiento de gloria.

§ 0

Para inteligencia de lo cual es de saber que obumbración quiere decir tanto como hacimiento de sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y favorecer y hacer mercedes; porque cubriendo la sombra es señal que la persona, cuya es, está cerca para favorecer y amparar.

§ 0

Para inteligencia de lo cual es de saber que obumbración quiere decir tanto como hacimiento de sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y favorecer y hacer mercedes; porque cubriendo la sombra es señal que la persona, cuya es, está cerca para favorecer y amparar.

§ 0

Pues, como quiera que estas virtudes y atributos de Dios sean lámparas encendidas y resplandecientes, estando tan cerca del alma, como habemos dicho, no podrán dejar de tocarla con sus sombras, las cuales también han de ser encendidas y resplandecientes al talle de las lámparas que las hacen, y así, estas sombras serán resplandores.

§ 0

Pues, como quiera que estas virtudes y atributos de Dios sean lámparas encendidas y resplandecientes, estando tan cerca del alma, como habemos dicho, no podrán dejar de tocarla con sus sombras, las cuales también han de ser encendidas y resplandecientes al talle de las lámparas que las hacen, y así, estas sombras serán resplandores.

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

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16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

Cuán elevada se sienta aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida se conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, ¿quién lo podrá decir? Viéndose ella de esta manera embestida con tanta copiosidad en las aguas de estos divinos resplandores, echa de ver que el Padre Eterno la ha concedido con larga mano el regadío superior e inferior, como hizo a Axa su padre, cuando ella suspiraba (Jos. 15, 18­19); pues estas aguas el alma y cuerpo, que es la parte inferior y superior, regando penetran.

§ 0

17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos resplandores,

§ 0

Y es cosa admirable que, con ser capaces de infinitos bienes, baste el menor de ellos a embarazarlas de manera que no los puedan recibir hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos.

§ 0

Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es Dios.

§ 0

Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es Dios.

§ 0

Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella, y perdido el temple natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto, y, como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le comunican.

§ 0

Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella, y perdido el temple natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto, y, como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le comunican.

§ 0

Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande, cuando él está dispuesto, que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.

§ 0

La tercera caverna es la memoria, y el vacío de ésta es deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios, como lo nota Jeremías (Lm. 3, 20) diciendo: Memoria memor ero et tabescet in me anima mea, esto es: Con memoria me acordaré, id est, mucho me acordaré, y derretirse ha mi alma en mí; revolviendo estas cosas en mi corazón, viviré en esperanza de Dios.

§ 0

Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y así será en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su hambre también es profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita, que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.

§ 0

Pero, ¡válgame Dios!, pues que es verdad que cuando el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya al que ama, como dice san Gregorio sobre san Juan, ¿cómo pena por lo que ya tiene? Porque en el deseo, que dice san Pedro que tienen los ángeles de ver al Hijo de Dios (1 Pe. 1, 12), no hay alguna pena o ansia, porque ya le poseen.

§ 0

Y así parece que, si el alma cuanto más desea a Dios más le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma, como los ángeles, que estando cumpliendo su deseo en la posesión se deleitan, estando siempre hartando su alma con el apetito, sin fastidio de hartura; por lo cual, porque no hay fastidio, siempre desean, y porque hay posesión, no penan.

§ 0

En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que lo uno es bien quererse, y la otra es también comunicarse; que es tanta la diferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio.

§ 0

Y en el desposorio, aunque algunas veces hay visitas del esposo a la esposa y la da dádivas, como decimos, pero no hay unión de las personas, ni es el fin del desposorio.

§ 0

Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos son disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es verdad que esto pasa en el alma que está purgadísima de toda afección de criatura (porque no se hace el desposorio espiritual, como decimos, hasta esto), todavía ha menester el alma otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va más purificando y hermoseando y adelganzando para que esté decentemente dispuesta para tan alta unión.

§ 0

Porque, como aquellos ungüentos son ya más próximamente dispositivos para la unión de Dios, porque son más allegados a Dios, y por eso saborean al alma y la engolosinan más delicadamente de Dios, es el deseo más delicado y profundo, porque el deseo de Dios es disposición para unirse con Dios.

§ 0

Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus amorosos deseos, que le son a él tan olorosos como la virgulica del humo que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso (Ct. 3, 6), él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae y hace correr hacia él (Ct. 1, 2­3), que son sus divinas inspiraciones y toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceñidos y regulados con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios.

§ 0

Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales, que no puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son; todo su principal cuidado ha de ser mirar que no ponga obstáculo al que la guía según el camino que Dios le tiene ordenado en perfección de la ley de Dios y la fe, como decimos.

§ 0

Mas, cuando ya el apetito está algo cebado y habituado a las cosas de espíritu en alguna manera, con alguna fortaleza y constancia, luego comienza Dios, como dicen, a destetar el alma y ponerla en estado de contemplación, lo cual suele ser en algunas personas muy en breve, mayormente en gente religiosa, porque más en breve, negadas las cosas del siglo, acomodan a Dios el sentido y el apetito, y pasan su ejercicio al espíritu, obrándolo Dios en ellos bien así.

§ 0

Lo cual es cuando ya cesan los actos discursivos y meditación de la propia alma y los jugos y fervores primeros sensitivos, no pudiendo ya discurrir como antes, ni hallar nada de arrimo por el sentido, este sentido quedando en sequedad, por cuanto le mudan el caudal al espíritu, que no cae en sentido.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.

§ 0

Que si antes le daban materia para meditar y meditaba, que ahora antes se la quiten y que no medite, porque, como digo, no podrá, aunque quiera, y, en vez de recogerse, se distraerá.

§ 0

Y si antes buscaba jugo y amor y fervor, y le hallaba, ya no le quiera ni le busque, porque no sólo no le hallará por su diligencia, mas antes sacará sequedad, porque se divierte del bien pacífico y quieto que secretamente le están dando en el espíritu, por la obra que él quiere hacer por el sentido; y así, perdiendo lo uno, no hace lo otro, pues ya los bienes no se los dan por el sentido como antes.

§ 0

Y por eso en este estado en ninguna manera la han de imponer en que medite ni se ejercite en actos, ni procure sabor ni fervor, porque sería poner obstáculo al principal agente, que, como digo, es Dios, el cual oculta y quietamente anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amorosa sin especificación de actos, aunque algunas veces los hace especificar en el alma con alguna duración.

§ 0

Y así, entonces el alma también se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa, simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 0

Y así, entonces el alma también se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa, simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 0

Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otra manera, para poderlo recibir y tener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquiera cosa que se recibe está en el recipiente al modo que se ha el recipiente.

§ 0

Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otra manera, para poderlo recibir y tener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquiera cosa que se recibe está en el recipiente al modo que se ha el recipiente.

§ 0

Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia amorosa pasiva que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural, si no es como cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que sobrenaturalmente le está Dios comunicando en la noticia amorosa.

§ 0

Lo cual al principio acaece en ejercicio de purgación interior en que padece, como habemos dicho arriba, y después, en suavidad de amor.

§ 0

La cual noticia amorosa, si, como digo y así es la verdad, se recibe pasivamente en el alma al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma muy aniquilada en sus operaciones naturales, desembarazada, ociosa, quieta, pacífica y serena al modo de Dios; bien así como el aire, que, cuanto más limpio está de vapores y cuanto más sencillo y quieto, más le clarifica y calienta el sol.

§ 0

La cual noticia amorosa, si, como digo y así es la verdad, se recibe pasivamente en el alma al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma muy aniquilada en sus operaciones naturales, desembarazada, ociosa, quieta, pacífica y serena al modo de Dios; bien así como el aire, que, cuanto más limpio está de vapores y cuanto más sencillo y quieto, más le clarifica y calienta el sol.

§ 0

De donde el alma no ha de estar asida a nada: no a ejercicio de meditación, no a sabor alguno, ahora sea sensitivo ahora espiritual, no a otras cualesquier aprehensiones, porque se requiere el espíritu tan libre y aniquilado acerca de todo, que cualquiera cosa de pensamiento o discurso o gusto a que entonces el alma se quiere arrimar, la impediría, inquietaría y haría ruido en el profundo silencio que conviene que haya en el alma, según el sentido y el espíritu, para tan profunda y delicada audición, que habla Dios al corazón en esta soledad, que dijo por Oseas (2, 14), en suma paz y tranquilidad, escuchando y oyendo el alma lo que habla el Señor Dios como David (Sal. 84, 9), porque habla esta paz en esta soledad.

§ 0

Por tanto, en toda sazón y tiempo, ya que el alma ha comenzado a entrar en este sencillo y ocioso estado de contemplación, que acaece cuando ya no puede meditar ni acierta a hacerlo, no ha de querer traer delante de sí meditaciones ni arrimarse a jugos ni sabores espirituales, sino estar desarrimada en pie, desasido el espíritu desasido del todo sobre todo eso, como dijo Habacuc (2, 1) que había él de hacer para oír lo que Dios le dijese: Estaré, dice, en pie sobre mi guarda, y afirmaré mi paso sobre mi munición, y contemplaré lo que se me dijere.

§ 0

Es como si dijera: levantaré mi mente sobre todas las operaciones y noticias que puedan caer en mis sentidos y lo que ellos pueden guardar y retener en sí, dejándolo todo abajo; y afirmaré el paso de la munición de mis potencias, no dejándoles dar paso de operación propia, para que pueda recibir por contemplación lo que se me comunicare de parte de Dios; porque ya hemos dicho que la contemplación pura consiste en recibir.

§ 0

En lo cual, todo lo que no es esta extrañez, se le hace desabrido; porque como dicen, gustado el espíritu, desabrida está la carne.

§ 0

Pero los bienes que esta callada comunicación y contemplación deja impresos en el alma, sin ella sentirlo entonces, como digo, son inestimables; porque son unciones secretísimas, y por tanto delicadísimas, del Espíritu Santo, que secretamente llenan el alma de riquezas, dones y gracias espirituales, porque, siendo Dios el que lo hace, hácelo no menos que como Dios.

§ 0

Pero los bienes que esta callada comunicación y contemplación deja impresos en el alma, sin ella sentirlo entonces, como digo, son inestimables; porque son unciones secretísimas, y por tanto delicadísimas, del Espíritu Santo, que secretamente llenan el alma de riquezas, dones y gracias espirituales, porque, siendo Dios el que lo hace, hácelo no menos que como Dios.

§ 0

42. ¡Oh grave caso y mucho para admirar, que, no pareciendo el daño ni casi nada lo que se interpuso en aquellas santas unciones, es entonces mayor el daño y de mayor dolor y mancilla que ver deturbar y echar a perder muchas almas de estas otras comunes que no están en puesto de tan subido esmalte y matiz! Bien así como si en un rostro de extremada y delicada pintura tocase una tosca mano con bajos y toscos colores, sería el daño mayor y más notable y de más lástima, que si borrase muchos rostros de pintura común.

§ 0

Porque ¡cuántas veces está Dios ungiendo al alma contemplativa con alguna unción muy delgada de noticia amorosa, serena, pacífica, solitaria, muy ajena del sentido y de lo que se puede pensar!; con la cual no puede meditar ni pensar en cosa alguna, ni gustar de cosa de arriba ni de abajo, por cuanto la trae Dios ocupada en aquella unción solitaria, inclinada a ocio y soledad; y vendrá un maestro espiritual que no sabe sino martillar y macear con las potencias como herrero, y, porque él no enseña más que aquello y no sabe más que meditar, dirá: "Anda, dejaos de esos reposos, que es ociosidad y perder tiempo; sino toma y medita y haced actos interiores, porque es menester que hagáis de vuestra parte lo que en vos es que esotros son alumbramientos y cosas de bausanes".

§ 0

No entendiendo, pues, como digo, estos maestros espirituales qué cosa sea recogimiento y soledad espiritual del alma y sus propiedades, en la cual soledad asienta Dios en el alma estas subidas unciones, sobreponen ellos o entreponen otros ungüentos de más bajo ejercicio espiritual, que es hacer obrar al alma como habemos dicho.

§ 0

No entendiendo, pues, como digo, estos maestros espirituales qué cosa sea recogimiento y soledad espiritual del alma y sus propiedades, en la cual soledad asienta Dios en el alma estas subidas unciones, sobreponen ellos o entreponen otros ungüentos de más bajo ejercicio espiritual, que es hacer obrar al alma como habemos dicho.

§ 0

De lo cual hay tanta diferencia a lo que el alma tenía, como de obra humana a obra divina y de natural a sobrenatural; porque en la una manera obra Dios sobrenaturalmente en el alma, y en la otra solamente ella hace obra no más que natural.

§ 0

Procuren ellos desembarazar el alma y ponerla en soledad y ociosidad, de manera que no esté atada a alguna noticia particular de arriba o de abajo, o con codicia de algún jugo o gusto, o de alguna otra aprehensión, de manera que esté vacía en negación pura de toda criatura, puesta en pobreza espiritual, que esto es lo que el alma ha de hacer de su parte, como lo aconseja el Hijo de Dios (Lc. 14, 33), diciendo: El que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.

§ 0

Y vacando de esta manera el alma a todas las cosas, llegando a estar vacía y desapropiada acerca de ellas, que es, como habemos dicho, lo que puede hacer el alma de su parte imposible, que deje Dios de hacer lo que es de la suya en comunicársele, a lo menos secretamente.

§ 0

Más imposible es esto que dejar de dar el rayo del sol en lugar sereno y descombrado; pues que, así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar, si destapas el agujero, así Dios, que en guardar a Israel no dormita (Sal. 120, 4) ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará de bienes divinos.

§ 0

Dios está como el sol sobre las almas para comunicarse a ellas.

§ 0

Porque si el Señor, como dice David (Sal. 126, 1), no edifica la casa, en vano trabaja el que la edifica.

§ 0

Y esa preparación es de tu oficio ponerla en el alma, y de Dios, como dice el Sabio (Pv. 16, 9), es enderezar su camino, conviene saber, a los bienes sobrenaturales, por modos y maneras que ni el alma ni tú entiendes.

§ 0

Y, por tanto, no tengas de eso pena, que si el entendimiento no vuelve atrás (que sería si se quisiese emplear en noticias distintas y otros discursos y entenderes, sino que se quiera estar ocioso), adelante va, pues que se va vaciando de todo lo que en él podía caer, porque nada de ello era Dios, pues, como habemos dicho, Dios no puede caber en él.

§ 0

Pero en la contemplación de que vamos hablando, por la cual Dios, como habemos dicho, infunde de sí en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos de inteligencia; porque en un acto la está Dios comunicando luz y amor juntamente, que es noticia sobrenatural amorosa, que podemos decir es como luz caliente, que calienta, porque aquella luz juntamente enamora; y ésta es confusa y oscura para el entendimiento, porque es noticia de contemplación, la cual, como dice san Dionisio, es rayo de tiniebla para el entendimiento".

§ 0

Pero en la contemplación de que vamos hablando, por la cual Dios, como habemos dicho, infunde de sí en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos de inteligencia; porque en un acto la está Dios comunicando luz y amor juntamente, que es noticia sobrenatural amorosa, que podemos decir es como luz caliente, que calienta, porque aquella luz juntamente enamora; y ésta es confusa y oscura para el entendimiento, porque es noticia de contemplación, la cual, como dice san Dionisio, es rayo de tiniebla para el entendimiento".

§ 0

Pero en la contemplación de que vamos hablando, por la cual Dios, como habemos dicho, infunde de sí en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos de inteligencia; porque en un acto la está Dios comunicando luz y amor juntamente, que es noticia sobrenatural amorosa, que podemos decir es como luz caliente, que calienta, porque aquella luz juntamente enamora; y ésta es confusa y oscura para el entendimiento, porque es noticia de contemplación, la cual, como dice san Dionisio, es rayo de tiniebla para el entendimiento".

§ 0

Por lo cual, al modo que es la inteligencia en el entendimiento, es también el amor en la voluntad; que, como en el entendimiento esta noticia que le infunde Dios es general y oscura, sin distinción de inteligencia, también la voluntad ama en general, sin distinción alguna de cosa particular entendida.

§ 0

Que, por cuanto Dios es divina luz y amor, en la comunicación que hace de sí al alma, igualmente informa estas dos potencias, entendimiento y voluntad, con inteligencia y amor; y como él no sea inteligible en esta vida, la inteligencia es oscura, como digo, y a este talle es el amor en la voluntad.

§ 0

Que, por cuanto Dios es divina luz y amor, en la comunicación que hace de sí al alma, igualmente informa estas dos potencias, entendimiento y voluntad, con inteligencia y amor; y como él no sea inteligible en esta vida, la inteligencia es oscura, como digo, y a este talle es el amor en la voluntad.

§ 0

Por tanto, digo que, en lo que es hacer el alma actos naturales con el entendimiento, no puede amar sin entender; mas en los que Dios hace e infunde en ella, como hace en la que vamos tratando, es diferente, porque se puede comunicar Dios en la una potencia sin la otra; y así puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento, bien así como una persona podrá ser calentada del fuego aunque no vea el fuego.

§ 0

Por tanto, digo que, en lo que es hacer el alma actos naturales con el entendimiento, no puede amar sin entender; mas en los que Dios hace e infunde en ella, como hace en la que vamos tratando, es diferente, porque se puede comunicar Dios en la una potencia sin la otra; y así puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento, bien así como una persona podrá ser calentada del fuego aunque no vea el fuego.

§ 0

De esta manera, muchas veces se sentirá la voluntad inflamada o enternecida o enamorada sin saber ni entender cosa más particular que antes, ordenando Dios en ella el amor, como lo dice la Esposa en los Cantares (2, 4), diciendo: Entróme el rey en la cela vinaria y ordenó en mí la caridad.

§ 0

De donde no hay que temer la ociosidad de la voluntad en este caso; que si de suyo deja de hacer actos de amor sobre particulares noticias, hácelos Dios en ella, embriagándola secretamente en amor infuso, o por medio de la noticia de contemplación, o sin ella, como acabamos de decir, los cuales son tanto más sabrosos y meritorios que los que ella hiciera, cuanto es mejor el movedor e infusor de este amor, que es Dios.

§ 0

Y a Dios, aunque no le guste muy en particular y distintamente, ni le ame con tan distinto acto, gústale en aquella infusión general oscura y secretamente más que a todas las cosas distintas, pues entonces ve ella claro que ninguna le da tanto gusto como aquella quietud solitaria; y ámale sobre todas las cosas amables, pues que todos los otros jugos y gustos de todas ellas tiene desechados y le son desabridos.

§ 0

Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vacía de sus formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va vacía de forma y figura, y más acercándose a Dios; porque, cuanto más se arrimare a la imaginación, más se aleja de Dios y en más peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cabe en la imaginación.

§ 0

No entendiendo, pues, estos maestros espirituales las almas que van en esta contemplación quieta y solitaria, por no haber ellos llegado a ella, ni sabido qué cosa es salir de discursos de meditaciones, como he dicho, piensan que están ociosas, y les estorban e impiden la paz de la contemplación sosegada y quieta, que de suyo les estaba Dios dando, haciéndoles ir por el camino de meditación y discurso imaginario, y que hagan actos interiores; en lo cual hallan entonces las dichas almas grande repugnancia, sequedad y distracción, porque se querrían ellas estar en su ocio santo y recogimiento quieto y pacífico.

§ 0

En el cual, como el sentido no halla de qué asir, ni de qué gustar, ni qué hacer, persuádenlas éstos también a que procuren jugos y fervores, como quiera que les habían de aconsejar lo contrario.

§ 0

En el cual, como el sentido no halla de qué asir, ni de qué gustar, ni qué hacer, persuádenlas éstos también a que procuren jugos y fervores, como quiera que les habían de aconsejar lo contrario.

§ 0

Lo cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en ella como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es su camino), desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, y aun ellos se lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanlas las unciones preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía, y, como dije es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues en lo uno pierden, y en lo otro sin provecho penan.

§ 0

Lo cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en ella como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es su camino), desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, y aun ellos se lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanlas las unciones preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía, y, como dije es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues en lo uno pierden, y en lo otro sin provecho penan.

§ 0

Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo.

§ 0

Porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar, mayormente en cosa de tanta importancia y en negocio tan subido como es el de estas almas, donde se aventura casi infinita ganancia en acertar, y casi infinita pérdida en errar.

§ 0

Y dado caso que tengas para alguna alma (porque quizá no tendrá talento para pasar más adelante), es como imposible que tú tengas para todas las que tú no dejas salir de tus manos; porque a cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro.

§ 0

Porque ¿quién habrá como san Pablo (1 Cor. 9, 22), que tenga para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y tú de tal manera tiranizas las almas y de suerte les quitas la libertad y adjudicas para ti la anchura de la doctrina evangélica, que no sólo procuras que no te dejen, mas, lo que peor es, que, si acaso alguna vez sabes que alguna haya ido a tratar alguna cosa con otro, que por ventura no convendría tratarla contigo (o la llevaría Dios para que la enseñase lo que tú no la enseñaste), te hayas con ella (que no lo digo sin vergüenza) con las contiendas de celos que tienen entre sí los casados, los cuales no son celos que tienes de la honra de Dios o provecho de aquel alma (pues que no conviene que presumas que en faltarte de esa manera faltó a Dios), sino celos de tu soberbia y presunción o de otro imperfecto motivo tuyo.

§ 0

Que, teniendo el espíritu poco devoto, muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran por la puerta estrecha de la vida, tampoco dejan entrar a los otros.

§ 0

El segundo ciego que dijimos que podría empachar al alma en este género de recogimiento es el demonio, que quiere que, como él es ciego, también el alma lo sea.

§ 0

Y en esto facilísimamente la distrae y saca de aquella soledad y recogimiento, en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está obrando aquellas grandezas secretas.

§ 0

Porque, como el alma de suyo es inclinada a sentir y gustar, mayormente si lo anda pretendiendo y no entiende el camino que lleva, facilísimamente se pega a aquellas noticias y jugos que la pone el demonio, y se quita de la soledad en que Dios la ponía.

§ 0

Porque, como ella en aquella soledad y quietud de las potencias del alma no hacía nada, parécele que estotro es mejor, pues ya ella hace algo.

§ 0

De esta manera, por poco más que nada, causa gravísimos daños, haciendo al alma perder grandes riquezas, sacándola con un poquito de cebo, como al pez, del golfo de las aguas sencillas del espíritu, adonde estaba engolfada y anegada en Dios sin hallar pie ni arrimo.

§ 0

Y hace el demonio tanto caso de esto, que es para admirar; que, con ser mayor un poco de daño en esta parte que hacer muchos en otras almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma que vaya por este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes pérdidas.

§ 0

Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando a las almas con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho, cosas sensibles.

§ 0

En sus mismos ojos la cazará como en anzuelo, y con aleznas le horadará las narices; esto es, con las puntas de las noticias con que la está hiriendo, la divertirá el espíritu, porque el aire, que sale por las narices recogido, estando horadadas, se divierte por muchas partes.

§ 0

Y adelante (41, 21) dice: Y abajo de él estarán los rayos del sol, y derramará el oro debajo de sí como el lodo; porque admirables rayos de divinas noticias hace perder a las almas ilustradas, y precioso oro de matices divinos quita y derrama a las almas ricas.

§ 0

Que, como tengáis cuidado de no poner vuestras potencias en cosa ninguna, desasiéndolas de todo y no embarazándolas, que es lo que de vuestra parte habéis de hacer en este estado solamente, junto con la advertencia amorosa, sencilla, que dije arriba, de la manera que allí lo dije, que es cuando no os hiciere desgana el tenerla, porque no habéis de hacer ninguna fuerza al alma si no fuere en desasirla de todo y libertarla, porque no la turbéis y alteréis la paz y tranquilidad.

§ 0

El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño.

§ 0

Porque, como ella no sabe obrar sino por el sentido y discurso de pensamiento, cuando Dios la quiere poner en aquel vacío y soledad donde no puede usar de las potencias ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y se llena de sequedad y disgusto el alma, la cual estaba gustando de la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios la estaba de secreto poniendo a gesto.

§ 0

Porque, como ella no sabe obrar sino por el sentido y discurso de pensamiento, cuando Dios la quiere poner en aquel vacío y soledad donde no puede usar de las potencias ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y se llena de sequedad y disgusto el alma, la cual estaba gustando de la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios la estaba de secreto poniendo a gesto.

§ 0

Y acaecerá que Dios esté porfiando por tenerla en aquella callada quietud, y ella porfiando también con la imaginación y con el entendimiento a querer obrar por sí misma; en lo cual es como el muchacho, que, queriéndole llevar su madre en brazos, él va gritando y pateando por irse por su pie, y así ni anda él ni deja andar a la madre, o como cuando, queriendo el pintor pintar una imagen y otro se la estuviese maneando, que no se haría nada, o se borraría la pintura.

§ 0

Y acaecerá que Dios esté porfiando por tenerla en aquella callada quietud, y ella porfiando también con la imaginación y con el entendimiento a querer obrar por sí misma; en lo cual es como el muchacho, que, queriéndole llevar su madre en brazos, él va gritando y pateando por irse por su pie, y así ni anda él ni deja andar a la madre, o como cuando, queriendo el pintor pintar una imagen y otro se la estuviese maneando, que no se haría nada, o se borraría la pintura.

§ 0

Y que ella no lo eche de ver no es maravilla, porque lo que Dios obra en el alma a este tiempo no lo alcanza el sentido, porque es en silencio; que, como dice el Sabio (Ecle. 9, 17), las palabras de la sabiduría óyense en silencio.

§ 0

Déjese el alma en las manos de Dios y no se ponga en sus propias manos ni en las de esotros dos ciegos, que, como esto sea y ella no ponga las potencias en algo, segura irá.

§ 0

Donde habemos de notar que si los ungüentos que disponían a estas cavernas del alma para la unión del matrimonio espiritual con Dios son tan subidos como habemos dicho, ¿cuál pensamos que será la posesión de inteligencia y amor y gloria que tienen ya en la dicha unión con Dios el entendimiento, voluntad y memoria? Cierto que, conforme a la sed y hambre que tenían estas cavernas, será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones, será el primor de la posesión del alma y fruición de su sentido.

§ 0

Por lo cual harto propiamente las llama aquí el alma cavernas profundas; porque, como siente que en ellas caben las profundas inteligencias y resplandores de las lámparas del fuego, conoce que tiene tanta capacidad y senos, cuantas cosas distintas recibe de inteligencias, de sabores, de gozos, de deleites, etc., de Dios.

§ 0

Todas las cuales cosas se reciben y asientan en este sentido del alma, que, como digo, es la virtud y capacidad que tiene el alma para sentirlo, poseerlo y gustarlo todo, administrándoselo las cavernas de las potencias, así como al sentido común de la fantasía acuden con las formas de sus objetos los sentidos corporales, y él es receptáculo y archivo de ellas.

§ 0

Todas las cuales cosas se reciben y asientan en este sentido del alma, que, como digo, es la virtud y capacidad que tiene el alma para sentirlo, poseerlo y gustarlo todo, administrándoselo las cavernas de las potencias, así como al sentido común de la fantasía acuden con las formas de sus objetos los sentidos corporales, y él es receptáculo y archivo de ellas.

§ 0

Conviene saber, antes que Dios le esclareciese y alumbrase, como está dicho.

§ 0

Cuando está en pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y, aunque entonces la embista la luz de Dios, como está ciega, no la ve.

§ 0

La oscuridad del alma, es la ignorancia del alma, la cual, antes que Dios la alumbrase por esta transformación, estaba oscura e ignorante de tantos bienes de Dios, como dice el Sabio (Ecli. 51, 26) que lo estaba él antes que la sabiduría le alumbrase, diciendo: Mis ignorancias alumbró.

§ 0

Porque estar en tinieblas es estar ciego, como habemos dicho, en pecado; pero el estar a oscuras, puédelo estar sin pecado.

§ 0

Porque no puede guiar una tiniebla sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 3): El día rebosa en el día, y la noche enseña ciencia a la noche.

§ 0

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado antes a esta alma, con que le había alumbrado el ojo del abismo de su espíritu, abriéndosele a la divina luz y haciéndola en esto agradable a sí, llamó a otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable a Dios, que podemos decir que la luz de Dios y del alma toda es una, unida la luz natural del alma con la sobrenatural de Dios, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce ya la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 0

Porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito, que, como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la razón, para que no vea las cosas que están delante.

§ 0

Porque así como, poniendo sobre el ojo una cosa, por pequeña que sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas que están delante, por grandes que sean, así un leve apetito y ocioso acto que tenga el alma, basta para impedirla todas estas grandezas divinas, que están después de los gustos y apetitos que el alma quiere.

§ 0

73. ¡Oh, quién pudiera decir aquí cuán imposible le es al alma que tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque, para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar el apetito y gusto fuera, y no las ha de juzgar con él; porque infaliblemente vendrá a tener las cosas de Dios por no de Dios, y las no de Dios por de Dios.

§ 0

Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color y otras de otro, como ellas se le ponen; y piensa que la catarata es Dios, porque, como digo, no ve más que catarata que está sobre el sentido, y Dios no cae en el sentido.

§ 0

Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color y otras de otro, como ellas se le ponen; y piensa que la catarata es Dios, porque, como digo, no ve más que catarata que está sobre el sentido, y Dios no cae en el sentido.

§ 0

Por lo cual, los que no son tan espirituales que estén purgados de los apetitos y gustos, sino que todavía están algo animales en ellos, crean que las cosas que son más viles y bajas al espíritu, que son las que más se llegan al sentido, según el cual todavía ellos viven, las tendrán por gran cosa; y las que son más preciadas y más altas para el espíritu, que son las que más se apartan del sentido, las tendrán en poco y no las estimarán, y aun a veces las tendrán por locura, como lo da bien a entender san Pablo (1 Cor. 2, 14), diciendo: El hombre animal no percibe las cosas de Dios; son para él locura, y no las puede entender.

§ 0

Este sentido, pues, del alma que antes estaba oscuro sin esta divina luz de Dios, y ciego con sus apetitos y afecciones, ya no solamente con sus profundas cavernas está ilustrado y claro por medio de esta divina unión con Dios, pero aun hecho ya como una resplandeciente luz él con las cavernas de sus potencias.

§ 0

Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan miríficas y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo, están ellas enviando a Dios en Dios, demás de la entrega que de sí hacen a Dios, esos mismos resplandores que tienen recibidos con amorosa gloria, inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas también ellas unas encendidas lámparas en los resplandores de las lámparas divinas, dando al Amado la misma luz y calor de amor que reciben.

§ 0

Porque aquí, de la misma manera que lo reciben, lo están dando al que lo ha dado con los mismos primores que él se lo da; como el vidrio hace cuando le embiste el sol, que echa también resplandores; aunque estotro es en más subida manera, por intervenir en ello el ejercicio de la voluntad.

§ 0

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa en él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 0

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa en él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 0

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa en él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 0

De donde, como Dios se le está dando con libre y graciosa voluntad, así también ella, teniendo la voluntad tanto más libre y generosa cuanto más unida en Dios, está dando a Dios al mismo Dios en Dios, y es verdadera y entera dádiva del alma a Dios.

§ 0

Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y que, como cosa suya, le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella.

§ 0

Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y que, como cosa suya, le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella.

§ 0

En lo cual paga ella a Dios todo lo que le debe, por cuanto de voluntad le da otro tanto como de él recibe.

§ 0

Y porque, en esta dádiva que hace el alma a Dios, le da al Espíritu Santo como cosa suya con entrega voluntaria, para que en él se ame como él merece, tiene el alma inestimable deleite y fruición, porque ve que da ella a Dios cosa suya propia que cuadra a Dios según su infinito ser.

§ 0

Y porque, en esta dádiva que hace el alma a Dios, le da al Espíritu Santo como cosa suya con entrega voluntaria, para que en él se ame como él merece, tiene el alma inestimable deleite y fruición, porque ve que da ella a Dios cosa suya propia que cuadra a Dios según su infinito ser.

§ 0

Que, aunque es verdad que el alma no puede de nuevo dar al mismo Dios a sí mismo, pues él en sí siempre se es el mismo, pero el alma de suyo perfecta y verdaderamente lo hace, dando todo lo que él le había dado para ganar el amor, que es dar tanto como le dan.

§ 0

Y Dios se paga con aquella dádiva del alma (que con menos no se pagaría), y la toma Dios con agradecimiento, como cosa que de suyo le da el alma, y en esa misma dádiva ama él de nuevo al alma, y en esa reentrega de Dios al alma ama el alma también como de nuevo.

§ 0

Y Dios se paga con aquella dádiva del alma (que con menos no se pagaría), y la toma Dios con agradecimiento, como cosa que de suyo le da el alma, y en esa misma dádiva ama él de nuevo al alma, y en esa reentrega de Dios al alma ama el alma también como de nuevo.

§ 0

Acerca de lo cual se ha de advertir que, como quiera que el alma goce cierta imagen de fruición causada de la unión del entendimiento y del afecto con Dios, deleitada ella y obligada por esta tan gran merced, hace la dicha entrega de Dios y de sí a Dios con maravillosos modos.

§ 0

El primero es que aquí ama el alma a Dios, no por sí, sino por él mismo; lo cual es admirable primor, porque ama por el Espíritu Santo, como el Padre y el Hijo se aman, como el mismo Hijo lo dice por san Juan (17, 26), diciendo: La dilección con que me amaste esté en ellos y yo en ellos.

§ 0

El primero es que aquí ama el alma a Dios, no por sí, sino por él mismo; lo cual es admirable primor, porque ama por el Espíritu Santo, como el Padre y el Hijo se aman, como el mismo Hijo lo dice por san Juan (17, 26), diciendo: La dilección con que me amaste esté en ellos y yo en ellos.

§ 0

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios; porque, como el alma aquí une el entendimiento en la omnipotencia, sapiencia, bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 0

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios; porque, como el alma aquí une el entendimiento en la omnipotencia, sapiencia, bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 0

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios; porque, como el alma aquí une el entendimiento en la omnipotencia, sapiencia, bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 0

El primero, hacerlo de oficio, porque ve el alma que para su alabanza la crió Dios, como lo dice por Isaías (43, 21), diciendo: Este pueblo formé para mí; cantará mis alabanzas.

§ 0

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente amoroso y manso.

§ 0

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente amoroso y manso.

§ 0

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente amoroso y manso.

§ 0

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente amoroso y manso.

§ 0

Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella, moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido, ¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente amoroso y manso.

§ 0

Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

§ 0

Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

§ 0

Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

§ 0

Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

§ 0

Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud, todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

§ 0

Y cómo sea este movimiento en el alma, como quiera que Dios sea inamovible, es cosa maravillosa, porque, aunque entonces Dios no se mueve realmente, al alma le parece que en verdad se mueve.

§ 0

Porque, como ella es la innovada y movida por Dios para que vea esta sobrenatural vista, y se le descubre con tanta novedad aquella divina vida y el ser y armonía de toda criatura en ella con sus movimientos en Dios, parécele que Dios es el que se mueve y que toma la causa el nombre del efecto que hace, según el cual efecto podemos decir que Dios se mueve, según el Sabio dice: Que la sabiduría es más movible que todas las cosas movibles (Sab. 7, 24).

§ 0

Y es no porque ella se mueva, sino porque es el principio y raíz de todo movimiento; y, permaneciendo en sí estable, como dice luego, todas las cosas innova.

§ 0

Pero Dios siempre se está así, como el alma lo echa de ver, moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las criaturas, teniéndolas en sí virtual y presencial y sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que en sus criaturas en una sola vista, así como quien, abriendo un palacio, ve en un acto la eminencia de la persona que está dentro, y ve juntamente lo que está haciendo.

§ 0

Pero Dios siempre se está así, como el alma lo echa de ver, moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las criaturas, teniéndolas en sí virtual y presencial y sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que en sus criaturas en una sola vista, así como quien, abriendo un palacio, ve en un acto la eminencia de la persona que está dentro, y ve juntamente lo que está haciendo.

§ 0

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale de delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo entreoscuramente (porque no se quitan todos los velos) aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece moverse él en ellas y ellas en él con movimiento continuo; y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y la recordada.

§ 0

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale de delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo entreoscuramente (porque no se quitan todos los velos) aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece moverse él en ellas y ellas en él con movimiento continuo; y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y la recordada.

§ 0

Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale de delante algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo entreoscuramente (porque no se quitan todos los velos) aquel rostro suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y parece moverse él en ellas y ellas en él con movimiento continuo; y por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la movida y la recordada.

§ 0

Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como nosotros estamos, pensamos que están los otros, y como somos, juzgamos a los demás, saliendo el juicio y comenzando de nosotros mismos y no de fuera.

§ 0

Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como nosotros estamos, pensamos que están los otros, y como somos, juzgamos a los demás, saliendo el juicio y comenzando de nosotros mismos y no de fuera.

§ 0

Y de aquí es que, cuando nosotros estamos descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es el que está dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el salmo cuarenta y tres (v. 23), donde dice David a Dios: Levántate, Señor, ¿por qué duermes?, levántate, poniendo en Dios lo que había en los hombres, que, siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios que él sea el que se levante y el que despierte, como quiera que nunca duerme el que guarda a Israel (Sal. 120, 4).

§ 0

Y de aquí es que, cuando nosotros estamos descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es el que está dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el salmo cuarenta y tres (v. 23), donde dice David a Dios: Levántate, Señor, ¿por qué duermes?, levántate, poniendo en Dios lo que había en los hombres, que, siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios que él sea el que se levante y el que despierte, como quiera que nunca duerme el que guarda a Israel (Sal. 120, 4).

§ 0

Pero, a la verdad, como quiera que todo bien del hombre venga de Dios (Sant. 1, 16) y el hombre de suyo ninguna cosa pueda que sea buena, con verdad se dice que nuestro recuerdo es recuerdo de Dios, y nuestro levantamiento es levantamiento de Dios.

§ 0

Y así, es como si dijera David: Levántanos dos veces y recuérdanos, porque estamos dormidos y caídos de dos maneras.

§ 0

En éstas el alma estancada, queda terrible y sólidamente en ellas ordenada como haces de ejércitos (Ct. 6, 3) y suavizada y agraciada con todas las suavidades y gracias de las criaturas.

§ 0

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la flaqueza de la carne, que, en efecto, no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto sin desfallecer? Pues que, solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo en oro y piedras preciosas, temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció, como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su grande gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica (Prov. 25, 27).

§ 0

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la flaqueza de la carne, que, en efecto, no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto sin desfallecer? Pues que, solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo en oro y piedras preciosas, temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció, como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su grande gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica (Prov. 25, 27).

§ 0

La primera, porque estando ya el alma en estado de perfección, como aquí está, en el cual está la parte inferior muy purgada y conforme con el espíritu, no siente el detrimento y pena que en las comunicaciones espirituales suele sentir el espíritu y sentido no purgado y dispuesto para recibirlas.

§ 0

Aunque no basta ésta para dejar de recibir detrimento delante de tanta grandeza y gloria, por cuanto, aunque esté el natural muy puro, todavía, porque excede al natural, le corrompería, como hace el excelente sensible a la potencia; que a este propósito se entiende lo que alegamos de Job.

§ 0

Porque, así como Dios muestra al alma grandeza y gloria para regalarla y engrandecerla, así la favorece para que no reciba detrimento, amparando el natural, mostrando al espíritu su grandeza con blandura y amor a excusa del natural, no sabiendo el alma si pasa en el cuerpo o fuera de él (2 Cor. 12, 2).

§ 0

Que, si Ester se desmayó, fue porque el rey se le mostró al principio no favorable, sino, como allí dice (Est. 15, 10), los ojos ardientes, le mostró el furor de su pecho.

§ 0

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y su hermano, desde luego no teme el alma; porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de su poder y el amor de su bondad, la comunica fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, inclinado a ella, y tocándola con el cetro de su majestad, y abrazándola como hermano.

§ 0

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y su hermano, desde luego no teme el alma; porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de su poder y el amor de su bondad, la comunica fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, inclinado a ella, y tocándola con el cetro de su majestad, y abrazándola como hermano.

§ 0

Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma amigablemente, como su igual y su hermano, desde luego no teme el alma; porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de su poder y el amor de su bondad, la comunica fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, inclinado a ella, y tocándola con el cetro de su majestad, y abrazándola como hermano.

§ 0

Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce abrazo.

§ 0

Pero hay diferencia en este morar, y mucha. porque en unas mora solo y en otras no mora solo; en unas mora agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su casa, mandándolo y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.

§ 0

Pero hay diferencia en este morar, y mucha. porque en unas mora solo y en otras no mora solo; en unas mora agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su casa, mandándolo y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.

§ 0

El alma donde menos apetitos y gustos propios moran, es donde él más solo y más agradado y más como en casa propia mora, rigiéndola y gobernándola, y tanto más secreto mora, cuanto más solo.

§ 0

Y así, en esta alma, en que ya ningún apetito, ni otras imágenes y formas, ni afecciones de alguna cosa criada moran, secretísimamente mora el Amado con tanto más íntimo e interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de otra cosa que Dios.

§ 0

Pero a la misma alma en esta perfección no le está secreto, la cual siente en sí este íntimo abrazo; pero, según estos recuerdos, no siempre, porque cuando los hace el Amado, le parece al alma que recuerda él en su seno, donde antes estaba como dormido; que, aunque le sentía y gustaba, era como al amado dormido en el sueño; y, cuando uno de los dos está dormido, no se comunican las inteligencias y amores de entrambos, hasta que ambos están recodados.

§ 0

Pero a la misma alma en esta perfección no le está secreto, la cual siente en sí este íntimo abrazo; pero, según estos recuerdos, no siempre, porque cuando los hace el Amado, le parece al alma que recuerda él en su seno, donde antes estaba como dormido; que, aunque le sentía y gustaba, era como al amado dormido en el sueño; y, cuando uno de los dos está dormido, no se comunican las inteligencias y amores de entrambos, hasta que ambos están recodados.

§ 0

15. ¡Oh, cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar Dios descansando y reposando en su seno! ¡Oh, cuánto le conviene apartarse de cosas, huir de negocios y vivir con inmensa tranquilidad, porque aun con la más mínima motica o bullicio no inquiete ni revuelva el seno del Amado! Está él allí de ordinario como dormido en este abrazo con la Esposa, en la sustancia de su alma, al cual ella muy bien siente y de ordinario goza.

§ 0

Porque, si una vez que recuerda mala vez abriendo el ojo, pone tal al alma, como habemos dicho, ¿qué sería si de ordinario estuviese en ella para ella bien despierto?

§ 0

En otras almas que no han llegado a esta unión, aunque no está desagradado, porque, en fin, están en gracia, pero por cuanto aún no están bien dispuestas, aunque mora en ellas mora secreto para ellas; porque no le sienten de ordinario, sino cuando él les hace algunos recuerdos sabrosos, aunque no son del género ni metal de éste, ni tienen que ver con él, ni al entendimiento y demonio les es tan secreto como estotro, porque todavía podrían entender algo por los movimientos del sentido (por cuanto hasta la unión no está bien aniquilado) que todavía tiene algunas acciones y movimientos acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente puro espiritual.

§ 0

Mas, en este recuerdo que el Esposo hace en esta alma perfecta, todo lo que pasa y se hace es perfecto, porque lo hace él todo; que es al modo como cuando uno recuerda y respira.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Noche Oscura

§ 0

CAPÍTULO 18 Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.

§ 0

El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de la dicha canción.

§ 0

El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de la dicha canción.

§ 0

El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de la dicha canción.

§ 1

Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas.

§ 1.1.2

La amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma, eso mismo hace con ella; porque la hace hallar dulce y sabrosa la leche espiritual sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y en los ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor tierno, bien así como a niño tierno (1 Pe. 2, 2­3).

§ 1.1.3

Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.

§ 1.1.3

Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.

§ 1.1.3

Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.

§ 1.1.3

Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.

§ 1.2.1

Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su imperfección les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos.

§ 1.2.3

A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que estimen y alaben sus cosas), juzgan que no los entienden el espíritu, o que ellos no son espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello.

§ 1.2.3

Y así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se los deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos.

§ 1.2.4

Y a veces buscan otro confesor para decir lo malo porque el otro no piense que tienen nada malo, sino bueno; y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como lo diremos, deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.

§ 1.2.4

Y a veces buscan otro confesor para decir lo malo porque el otro no piense que tienen nada malo, sino bueno; y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como lo diremos, deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.

§ 1.2.6

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen.

§ 1.2.6

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen.

§ 1.2.6

Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por él, que todo lo que hacen no les parezca nada; y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen; y si advierten, todo es, como digo, creyendo que todos los demás son muy mejores que ellos.

§ 1.2.7

Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben.

§ 1.2.7

De que alaben a los demás se gozan; sólo tienen pena de que no sirven a Dios como ellos.

§ 1.2.7

Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males.

§ 1.2.7

Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios la niega (Sab. 4, 6).

§ 1.2.8

Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; que ya nos contentaríamos que no cayesen en las cosas contrarias.

§ 1.2.8

Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos adelante.

§ 1.3.1

Y veréis a otros arreados de "agnusdeis" y reliquias y nóminas, como los niños de dijes.

§ 1.3.2

Y así con gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, no me da más que sean cosas espirituales que temporales; porque, como digo, sólo ponen los ojos en las veras de la perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.

§ 1.3.3

Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga en la pasiva purgación de aquella oscura noche que luego diremos.

§ 1.4.1

Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio voy diciendo tienen muchos de estos principiantes, que por evitar prolijidad dejo, tocando algunas de las más principales, que son como origen y causa de las otras.

§ 1.4.1

Los cuales, sin ser, como digo, en su mano, proceden de una de tres causas:

§ 1.4.2

La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el natural en las cosas espirituales; porque, como gusta el espíritu y sentido, con aquella recreación se mueve cada parte del hombre a deleitarse según su porción y propiedad; porque entonces el espíritu se mueve a recreación y gusto de Dios, que es la parte superior; y la sensualidad, que es la porción inferior, se mueve a gusto y deleite sensual, porque no sabe ella tener y tomar otro, y toma entonces el más conjunto a sí, que es el sensual torpe.

§ 1.4.2

Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo.

§ 1.4.2

Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo.

§ 1.4.2

Que, como, en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo; porque, como dice el Filósofo, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo del mismo recipiente.

§ 1.4.2

Que, como, en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo; porque, como dice el Filósofo, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo del mismo recipiente.

§ 1.4.2

Y así en estos principios, y aun cuando ya el alma está aprovechada, como está la sensualidad imperfecta, recibe el espíritu de Dios con la misma imperfección muchas veces.

§ 1.4.3

Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración, que es lo que él pretende, por ponerse a luchar con ellos, mas algunos dejan la oración del todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad, porque se las pone el demonio más en aquella que en otra cosa, por que dejen el ejercicio espiritual.

§ 1.4.5

Hay también algunas almas, de naturales tan tiernos y deleznables, que, en viniéndoles cualquier gusto de espíritu o de oración, luego es con ellos el espíritu de la lujuria, que de tal manera les embriaga y regala la sensualidad, que se hallan como engolfados en aquel jugo y gusto de este vicio; y dura lo uno con lo otro pasivamente; y algunas veces echan de ver haber sucedido algunos torpes y rebeldes actos.

§ 1.4.5

La causa es que, como estos naturales sean, como digo, deleznables y tiernos, con cualquier alteración se les remueven los humores y la sangre, y suceden de aquí estos movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuando se encienden en ira o tienen algún alboroto o pena.

§ 1.4.5

La causa es que, como estos naturales sean, como digo, deleznables y tiernos, con cualquier alteración se les remueven los humores y la sangre, y suceden de aquí estos movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuando se encienden en ira o tienen algún alboroto o pena.

§ 1.4.6

Algunas veces también en estos espirituales, así en hablar como en obrar cosas espirituales, se levanta cierto brío y gallardía con memoria de las personas que tienen delante, y tratan con alguna manera de vano gusto; lo cual nace también de lujuria espiritual, al modo que aquí la entendemos; lo cual ordinariamente viene con complacencia en la voluntad.

§ 1.4.7

Pero cuando el tal amor nace del dicho vicio sensual, tiene los efectos contrarios; porque cuanto más crece lo uno, tanto más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si crece aquel amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de él con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por el contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y olvidándole, porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al otro, mas antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí mismo, como dicen los filósofos.

§ 1.4.7

Pero cuando el tal amor nace del dicho vicio sensual, tiene los efectos contrarios; porque cuanto más crece lo uno, tanto más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si crece aquel amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de él con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por el contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y olvidándole, porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al otro, mas antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí mismo, como dicen los filósofos.

§ 1.4.8

Cuando el alma entrare en la noche oscura, todos estos amores pone en razón; porque al uno fortalece y purifica, que es el que es según Dios, y al otro quita y acaba; y, al principio a entrambos los hace perder de vista, como después se dirá.

§ 1.5.1

Lo cual muchas veces acaece después que han tenido algún muy gustoso recogimiento sensible en la oración, que, como se les acaba aquel gusto y sabor, naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien así como el niño cuando le apartan del pecho de que estaba gustando a su sabor.

§ 1.5.1

Lo cual muchas veces acaece después que han tenido algún muy gustoso recogimiento sensible en la oración, que, como se les acaba aquel gusto y sabor, naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien así como el niño cuando le apartan del pecho de que estaba gustando a su sabor.

§ 1.5.3

De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre espiritual; que del todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura.

§ 1.6.2

Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia, que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los demás, a la penitencia corporal, que, dejada estotra parte, no es más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el apetito y gusto que allí hallan.

§ 1.6.3

Veréis a muchos de éstos muy porfiados con sus maestros espirituales porque les concedan lo que quieren, y allá medio por fuerza lo sacan; y si no, se entristecen como niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no los dejan hacer lo que querrían.

§ 1.6.3

Porque, como andan arrimados al gusto y voluntad propia, y esto tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios, se entristecen y aflojan y faltan.

§ 1.6.4

Y a esta causa, con ojo de ir comulgando, hacen como quiera las confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente; como quiera que fuera más sano y santo tener la inclinación contraria, rogando a sus confesores que no les manden llegar tan a menudo; aunque entre lo uno y lo otro mejor es la resignación humilde, pero los demás atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre tal temeridad.

§ 1.6.4

Y a esta causa, con ojo de ir comulgando, hacen como quiera las confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y perfectamente; como quiera que fuera más sano y santo tener la inclinación contraria, rogando a sus confesores que no les manden llegar tan a menudo; aunque entre lo uno y lo otro mejor es la resignación humilde, pero los demás atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre tal temeridad.

§ 1.6.5

Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es muy grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en la fe.

§ 1.6.6

Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacarle, como dicen, a fuerza de brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza; y, cuando no han hallado el tal gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han hecho nada.

§ 1.6.6

A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él, y a veces lo dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.

§ 1.7.1

Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar; porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el ojo no hacerse con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo.

§ 1.7.1

Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar; porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el ojo no hacerse con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo.

§ 1.7.1

Todo lo cual es muy contrario a la caridad, la cual, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la verdad; y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y holgándose de que todos le lleven la ventaja porque sirvan a Dios, ya que él está tan falto en ello.

§ 1.7.2

También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible; porque, como ellos están tan saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las fastidian.

§ 1.7.2

También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible; porque, como ellos están tan saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las fastidian.

§ 1.7.4

Estos, porque se andan al regalo y sabor del espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera, y oféndense de la cruz, en que están los deleites del espíritu; y en las cosas más espirituales más tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y gusto de su voluntad, háceles gran tristeza y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), de la vida.

§ 1.8.2

La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido, como ahora diremos.

§ 1.8.2

La segunda no tiene comparación, porque es horrenda y espantable para el espíritu, como luego diremos.

§ 1.8.2

Y porque en orden es primero y acaece primero la sensitiva, de ella con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como cosa más común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de propósito de la noche espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje, así de plática como de escritura, y aun de experiencia muy poco.

§ 1.8.2

Y porque en orden es primero y acaece primero la sensitiva, de ella con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como cosa más común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de propósito de la noche espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje, así de plática como de escritura, y aun de experiencia muy poco.

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.8.3

Y así, los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no solo no hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a andar por sus pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al revés.

§ 1.8.3

Y así, los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no solo no hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a andar por sus pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al revés.

§ 1.9.2

La primera es si, así como no halla gusto ni consuelo en las cosas de Dios, tampoco le halla en alguna de las cosas criadas; porque, como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar sabor.

§ 1.9.2

La primera es si, así como no halla gusto ni consuelo en las cosas de Dios, tampoco le halla en alguna de las cosas criadas; porque, como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar sabor.

§ 1.9.3

La segunda señal para que se crea ser la dicha purgación es que ordinariamente trae la memoria en Dios con solicitud y cuidado penoso, pensando que no sirve a Dios, sino que vuelve atrás, como se ve en aquel sinsabor en las cosas de Dios.

§ 1.9.3

De donde entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia; porque la que es tibieza tiene mucha flojedad y remisión en la voluntad y en el ánimo, sin solicitud de servir a Dios; la que sólo es sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud con cuidado y pena, como digo, de que no sirve a Dios.

§ 1.9.3

Y ésta, aunque algunas veces sea ayudada de la melancolía u otro humor, como muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su efecto purgativo del apetito, pues de todo gusto está privado, y sólo su cuidado trae en Dios; porque, cuando es puro humor, sólo se va en disgusto y estrago del natural, sin estos deseos de servir a Dios que tiene la sequedad purgativa, con la cual aunque la parte sensitiva está muy caída y floja y flaca para obrar por el poco gusto que halla, el espíritu, empero, está pronto y fuerte.

§ 1.9.5

Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del desierto son semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el desierto les comenzó Dios a dar el manjar del cielo, que de suyo tenía todos los sabores, y, como allí dice (Sab. 16, 20­21), se convertía al sabor que cada uno quería, con todo, sentían más la falta de los gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían antes en Egipto, por haber tenido el paladar hecho y engolosinado en ellas, que la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por las carnes entre los manjares del cielo (Núm. 11, 4­6).

§ 1.9.6

Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida purgativa del apetito sensible, aunque el espíritu no siente al principio el sabor por las causas que acabamos de decir, siente la fortaleza y brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior, el cual manjar es principio de oscura y seca contemplación para el sentido; la cual contemplación, que es oculta y secreta para el mismo que la tiene, ordinariamente, junto con la sequedad y vacío que hace al sentido, da al alma inclinación y gana de estarse a solas y en quietud, sin poder pensar en cosa particular ni tener gana de pensarla.

§ 1.9.6

Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen quietar, descuidando de cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer allí nada, luego en aquel descuido y ocio sentirán delicadamente aquella refección interior; la cual es tan delicada que, ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla, no la siente; porque, como digo, ella obra en el mayor ocio y descuido del alma; que es como el aire, que, en queriendo cerrar el puño, se sale.

§ 1.9.6

Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen quietar, descuidando de cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer allí nada, luego en aquel descuido y ocio sentirán delicadamente aquella refección interior; la cual es tan delicada que, ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla, no la siente; porque, como digo, ella obra en el mayor ocio y descuido del alma; que es como el aire, que, en queriendo cerrar el puño, se sale.

§ 1.9.7

Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve sino, como habemos dicho, de estorbar la paz interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu.

§ 1.9.7

La cual, como espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada, solitaria, satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esotros gustos primeros, que eran muy palpables y sensibles; porque es la paz ésta que dice David (Sal. 84, 9) que habla Dios en el alma para hacerla espiritual.

§ 1.9.8

La tercera señal que hay para que se conozca esta purgación del sentido es el no poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la imaginación, como solía, aunque más haga de su parte.

§ 1.9.8

Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las noticias, sino por el espíritu puro, en que no cae discurso sucesivamente, comunicándosele con acto de sencilla contemplación, la cual no alcanza los sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores, de aquí es que la imaginativa y fantasía no pueden hacer arrimo en alguna consideración ni hallar en ella pie ya de ahí adelante.

§ 1.9.8

Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las noticias, sino por el espíritu puro, en que no cae discurso sucesivamente, comunicándosele con acto de sencilla contemplación, la cual no alcanza los sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores, de aquí es que la imaginativa y fantasía no pueden hacer arrimo en alguna consideración ni hallar en ella pie ya de ahí adelante.

§ 1.9.9

Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas veces las tienen, otras veces no; y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el apetito porque no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito en el camino del espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido de los pechos de las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas, como habemos dicho.

§ 1.9.9

Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas veces las tienen, otras veces no; y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el apetito porque no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito en el camino del espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido de los pechos de las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas, como habemos dicho.

§ 1.10.1

En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba, sacando el alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha acabado el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena.

§ 1.10.1

En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba, sacando el alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha acabado el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena.

§ 1.10.1

Entonces se fatigan y procuran, como lo han habido de costumbre, arrimar con algún gusto las potencias a algún objeto de discurso, pensando ellos que, cuando no hacen esto y se sienten obrar, no se hace nada; lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia interior del alma, que gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar con las potencias.

§ 1.10.1

Y esto en esta parte es excusado, porque no hallará nada ya por aquel primer estilo de proceder, como queda dicho.

§ 1.10.5

Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo que estaba haciendo.

§ 1.10.5

Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo que estaba haciendo.

§ 1.11.1

La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente, por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué.

§ 1.11.1

La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente, por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué.

§ 1.11.1

La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: Mi alma tuvo sed a Dios vivo; que es tanto como decir: Viva fue la sed que tuvo mi alma.

§ 1.11.2

Pero hase de advertir que, como aquí comencé a decir, que a los principios comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo; y entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve; que no es para Dios poco agradable sacrificio ver andar el espíritu contribulado y solícito por su amor (Sal. 50, 19).

§ 1.11.2

Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:

§ 1.11.2

Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:

§ 1.11.3

Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle y sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar acerca de los discursos, como también después, al fin de purificar el espíritu para unirle con Dios, como después se dirá, le pone en la noche espiritual, gana el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y apertura del sentido de la parte inferior por esta dicha noche.

§ 1.11.3

Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle y sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar acerca de los discursos, como también después, al fin de purificar el espíritu para unirle con Dios, como después se dirá, le pone en la noche espiritual, gana el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y apertura del sentido de la parte inferior por esta dicha noche.

§ 1.11.4

La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos.

§ 1.11.4

La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos.

§ 1.11.4

La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos.

§ 1.11.4

Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas criadas, y caminar a las eternas, que es grande dicha y ventura: lo uno, por el grande bien que es apagar el apetito y afección acerca de todas las cosas; lo otro, por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar por este puerta angosta, y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14).

§ 1.11.4

Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas criadas, y caminar a las eternas, que es grande dicha y ventura: lo uno, por el grande bien que es apagar el apetito y afección acerca de todas las cosas; lo otro, por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar por este puerta angosta, y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14).

§ 1.11.4

Por el cual camino, por ser tan estrecho, oscuro y terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de aquélla, como diremos allí), son muchos menos los que caminan por él, pero son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de ésta.

§ 1.12.1

Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos dicho.

§ 1.12.1

Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos dicho.

§ 1.12.2

De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5), donde, queriendo Dios humillar a los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival con que ordinariamente andaban compuestos en el desierto, diciendo: Ahora ya de aquí adelante despojaos el ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo, para que sepáis el tratamiento que merecéis; lo cual es como si dijera: Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois, quitaos ya ese traje, para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros.

§ 1.12.2

De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5), donde, queriendo Dios humillar a los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival con que ordinariamente andaban compuestos en el desierto, diciendo: Ahora ya de aquí adelante despojaos el ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo, para que sepáis el tratamiento que merecéis; lo cual es como si dijera: Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois, quitaos ya ese traje, para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros.

§ 1.12.2

De donde la verdad, que el alma antes no conocía, de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de fiesta, hallando en Dios mucho gusto y consuelo y arrimo, andaba más satisfecha y contenta, pareciéndole que en algo servía a Dios; porque esto, aunque entonces expresamente no lo tenga en sí, a lo menos, en la satisfacción que halla en el gusto, se le asienta algo de ello y ya puesta en estotro traje de trabajo, de sequedad y desamparo, oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras éstas en esta tan excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no se teniendo ya en nada ni teniendo satisfacción ninguna de sí; porque ve que de suyo no hace nada ni puede nada.

§ 1.12.2

Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el alma y hacía, por más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba para muchas imperfecciones e ignorancias; y de este traje de sequedad, no sólo lo que habemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos y muchos más, que se quedarán por decir, nacen, que como de su fuente y origen, del conocimiento propio proceden.

§ 1.12.3

Como acaeció a Moisés (Ex. 3, 2­6): cuando sintió que Dios le hablaba, cegado de aquel gusto y apetito, sin más consideración, se atrevía a llegar, si no le mandara Dios que se detuviera y descalzara.

§ 1.12.3

Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con él, no fueron aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que solía tener en su Dios (Jb. 1, 1­8), sino tenerle desnudo en el muladar, desamparado y aun perseguido de sus amigos, lleno de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (29­30); y entonces de esta manera se preció el que levanta al pobre del estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, de descender y hablar allí cara a cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de su sabiduría, cual nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad (Jb. 38­42).

§ 1.12.4

Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar en él, y es: que en esta noche oscura del apetito (porque se verifique lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como habemos dicho, sino también de la grandeza y excelencia de Dios.

§ 1.12.4

Porque, demás de que, apagados los apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para entender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y embaraza el espíritu), y, demás también que aquel aprieto y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28, 19), que (con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va, como habemos dicho, instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros no hacía.

§ 1.12.4

Porque, demás de que, apagados los apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para entender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y embaraza el espíritu), y, demás también que aquel aprieto y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28, 19), que (con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va, como habemos dicho, instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros no hacía.

§ 1.12.5

Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28, 9), diciendo: ¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados, dice, de la leche, a los desarrimados de los pechos; en lo cual se da a entender que para esta divina influencia no es la disposición la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y desarrimo de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie y desarrimada, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1), diciendo: Estaré en pie sobre mi custodia, esto es, desarrimado el apetito, y afirmaré el paso, esto es, no discurriré con el sentido, para contemplar, esto es, para entender lo que de parte de Dios se me alegare.

§ 1.12.5

De manera que ya tenemos que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, de donde, como de fundamento, sale esotro conocimiento de Dios.

§ 1.12.5

Porque, como dicen los filósofos, un extremo se conoce bien por otro.

§ 1.12.6

De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que en la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra.

§ 1.12.7

Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por primer movimiento le parece que va mejor que los otros, ni que los lleva ventaja, como antes hacía; antes, por el contrario, conoce que los otros van mejor.

§ 1.12.7

Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por primer movimiento le parece que va mejor que los otros, ni que los lleva ventaja, como antes hacía; antes, por el contrario, conoce que los otros van mejor.

§ 1.12.8

Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no.

§ 1.12.9

Aquí también se hacen sujetos y obedientes en el camino espiritual, que, como se ven tan miserables, no sólo oyen lo que los enseñan, mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que deben hacer; quítaseles la presunción afectiva que en la prosperidad a veces tenían.

§ 1.13.1

Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos ejercicios y otros, con la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada; porque, como no halla el gusto y sabor que solía, antes halla en ellas sinsabor y trabajo, con tanta templanza usa de ellas, que por ventura podría perder ya por punto de corto como antes perdía por largo.

§ 1.13.1

Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos ejercicios y otros, con la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada; porque, como no halla el gusto y sabor que solía, antes halla en ellas sinsabor y trabajo, con tanta templanza usa de ellas, que por ventura podría perder ya por punto de corto como antes perdía por largo.

§ 1.13.3

Baste, para entender los innumerables provechos que demás de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de que habemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual.

§ 1.13.3

Porque, como Dios en esta seca y oscura noche, en que pone al alma, tiene refrenada la concupiscencia y enfrenado el apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo, y esto lo va continuando de tal manera que queda impuesta el alma, reformada y emprensada según la concupiscencia y apetito, pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace estéril, no usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar leche de la ubre se secan los cursos de la leche.

§ 1.13.3

Porque, como Dios en esta seca y oscura noche, en que pone al alma, tiene refrenada la concupiscencia y enfrenado el apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo, y esto lo va continuando de tal manera que queda impuesta el alma, reformada y emprensada según la concupiscencia y apetito, pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace estéril, no usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar leche de la ubre se secan los cursos de la leche.

§ 1.13.4

Sale de aquí otro segundo provecho, y es que trae ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás, como queda dicho, en el camino espiritual; el cual es grande provecho y es no de los menores en esta sequedad y purgación del apetito, porque se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le pegaban por medio de los apetitos y afecciones, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.

§ 1.13.5

Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es que se ejercita en las virtudes de por junto, como en la paciencia y longanimidad, que se ejercita bien en estos vacíos y sequedades, sufriendo el perseverar en los espirituales ejercicios sin consuelo y sin gusto.

§ 1.13.5

Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas sequedades.

§ 1.13.6

Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro provechos que habemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir, dícelo David (Sal. 76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé consuelo y ejercitéme, y desfalleció mi espíritu.

§ 1.13.8

Pues acerca de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás; porque, si alguna envidia tiene, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le llevasen la ventaja, porque ya aquí se la tiene dada, viéndose tan miserable como se ve; y la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos, lo cual es mucha virtud.

§ 1.13.8

Pues acerca de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás; porque, si alguna envidia tiene, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le llevasen la ventaja, porque ya aquí se la tiene dada, viéndose tan miserable como se ve; y la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos, lo cual es mucha virtud.

§ 1.13.9

Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son viciosas como antes; porque aquéllos procedían de los gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba; pero estos tedios no proceden de esta flaqueza del gusto, porque se le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta purgación del apetito.

§ 1.13.12

Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el amor de Dios, pues que ya no se mueve a obrar por el gusto y sabor de la obra, como por ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por dar gusto a Dios.

§ 1.13.12

Hácese no presumida ni satisfecha, como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y temerosa de sí, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está el santo temor que conserva y aumenta las virtudes.

§ 1.13.12

Apaga también esta sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también queda dicho; porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, por maravilla halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio espiritual, como ya queda dicho.

§ 1.13.12

Apaga también esta sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también queda dicho; porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, por maravilla halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio espiritual, como ya queda dicho.

§ 1.13.13

Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y las ansias por servirle, porque, como se le van enjugando los pechos de la sensualidad, con que sustentaba y criaba los apetitos tras que iba, sólo queda en seco y en desnudo el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios muy agradable, pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.

§ 1.13.13

Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y las ansias por servirle, porque, como se le van enjugando los pechos de la sensualidad, con que sustentaba y criaba los apetitos tras que iba, sólo queda en seco y en desnudo el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios muy agradable, pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.

§ 1.13.14

Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, sacó y consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no hace mucho en decir, en la canción que vamos declarando, el dicho verso, es a saber: ¡oh dichosa ventura! ­salí sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción de mis apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los dichos tres enemigos me lo pudiesen impedir.

§ 1.13.14

Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, sacó y consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no hace mucho en decir, en la canción que vamos declarando, el dicho verso, es a saber: ¡oh dichosa ventura! ­salí sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción de mis apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los dichos tres enemigos me lo pudiesen impedir.

§ 1.13.14

Los cuales, como habemos dicho, con los apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda dicho.

§ 1.13.14

Los cuales, como habemos dicho, con los apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda dicho.

§ 1.13.14

Los cuales, como habemos dicho, con los apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda dicho.

§ 1.13.15

De donde, en sosegándose por continua mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en durmiéndose en la sensualidad por ordinarias sequedades los apetitos naturales, y en alzando de obra la armonía de los sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como habemos dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte inferior del alma, que es lo que aquí llama su casa, diciendo:

§ 1.14.1

Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros.

§ 1.14.4

Estas tempestades y trabajos ordinariamente envía Dios en esta noche y purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra, aunque no todos pasan a ella, para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí les han de dar.

§ 1.14.5

A otras almas más flacas anda Dios con ellas como pareciendo y trasponiendo, para ejercitarlas en su amor, porque sin desvíos no aprendieran a llegarse a Dios.

§ 1.14.6

Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión de amor, por muy apriesa que Dios las lleve, harto tiempo suelen durar en estas sequedades y tentaciones ordinariamente, como está visto por experiencia.

§ 1.14.6

Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión de amor, por muy apriesa que Dios las lleve, harto tiempo suelen durar en estas sequedades y tentaciones ordinariamente, como está visto por experiencia.

§ 2.1.1

Un alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y trabajos de la primera purgación y noche del sentido, la pone Su Majestad en esta noche de espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años en que, salida el alma del estado de principiantes, se ejercita en el de aprovechados, en el cual, así como el que ha salido de una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con mucha más anchura y satisfacción del alma y con más abundante e interior deleite que hacía a los principios, antes que entrase en la dicha noche, no trayendo atada ya la imaginación y potencias al discurso y cuidado espiritual, como solía; porque con gran facilidad halla luego en su espíritu muy serena y amorosa contemplación y sabor espiritual sin trabajo del discurso.

§ 2.1.1

Un alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y trabajos de la primera purgación y noche del sentido, la pone Su Majestad en esta noche de espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años en que, salida el alma del estado de principiantes, se ejercita en el de aprovechados, en el cual, así como el que ha salido de una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con mucha más anchura y satisfacción del alma y con más abundante e interior deleite que hacía a los principios, antes que entrase en la dicha noche, no trayendo atada ya la imaginación y potencias al discurso y cuidado espiritual, como solía; porque con gran facilidad halla luego en su espíritu muy serena y amorosa contemplación y sabor espiritual sin trabajo del discurso.

§ 2.1.1

Aunque, como no está bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más fuerte haya sido, queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no son éstos durables, como será la noche que espera.

§ 2.1.1

Aunque, como no está bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más fuerte haya sido, queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no son éstos durables, como será la noche que espera.

§ 2.1.1

Aunque, como no está bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más fuerte haya sido, queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no son éstos durables, como será la noche que espera.

§ 2.1.1

Porque, habiendo pasado un rato, o ratos, o días de esta noche y tempestad, luego vuelve a su acostumbrada serenidad; y de esta manera va purgando Dios a algunas almas que no han de subir a tan alto grado de amor como las otras, metiéndolas a ratos interpoladamente en esta noche de contemplación y purgación espiritual, haciendo anochecer y amanecer a menudo, porque se cumpla lo que dice David (Sal. 147, 17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como a bocados.

§ 2.1.1

Porque, habiendo pasado un rato, o ratos, o días de esta noche y tempestad, luego vuelve a su acostumbrada serenidad; y de esta manera va purgando Dios a algunas almas que no han de subir a tan alto grado de amor como las otras, metiéndolas a ratos interpoladamente en esta noche de contemplación y purgación espiritual, haciendo anochecer y amanecer a menudo, porque se cumpla lo que dice David (Sal. 147, 17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como a bocados.

§ 2.1.1

Aunque estos bocados de oscura contemplación nunca son tan intensos como lo es aquella horrenda noche de la contemplación que habemos de decir, en que de propósito pone Dios al alma para llevarla a la divina unión.

§ 2.1.2

Y como, en fin, esta parte sensitiva del alma es flaca e incapaz para las cosas fuertes del espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de esta comunicación espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en ella muchas debilitaciones y detrimentos y flaquezas de estómago, y en el espíritu, consiguientemente, fatigas; porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15): El cuerpo que se corrompe, agrava el alma.

§ 2.1.2

Y como, en fin, esta parte sensitiva del alma es flaca e incapaz para las cosas fuertes del espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de esta comunicación espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en ella muchas debilitaciones y detrimentos y flaquezas de estómago, y en el espíritu, consiguientemente, fatigas; porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15): El cuerpo que se corrompe, agrava el alma.

§ 2.1.2

De aquí vienen los arrobamientos y traspasos y descoyuntamientos de huesos, que siempre acaecen cuando las comunicaciones no son puramente espirituales, esto es, al espíritu sólo, como son las de los perfectos, purificados ya por la noche segunda del espíritu, en las cuales cesan ya estos arrobamientos y tormentos del cuerpo, gozando ellos de la libertad del espíritu, sin que se anuble ni trasponga el sentido.

§ 2.2.1

Las habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía, como raíces, han quedado en el espíritu, donde la purgación del sentido no pudo llegar; en la purgación de los cuales la diferencia que hay a estotra, es la que de la raíz a la rama, o sacar una mancha fresca o una muy asentada y vieja.

§ 2.2.1

Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios.

§ 2.2.1

Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios.

§ 2.2.2

Estas habituales imperfecciones, todos los que no han pasado de este estado de aprovechados las tienen; las cuales no pueden estar, como decimos, con el estado perfecto de unión por amor.

§ 2.2.3

Mas algunos, como traen estos bienes espirituales tan afuera y tan manuales en el sentido, caen en mayores inconvenientes y peligros que a los principios dijimos.

§ 2.2.3

Porque, como ellos hallan tan a manos llenas tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales (porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acaece a muchos de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hace trampantojos al alma), y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con grande facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en fe de estas visiones y sentimientos.

§ 2.2.3

Porque, como ellos hallan tan a manos llenas tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales (porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acaece a muchos de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hace trampantojos al alma), y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con grande facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en fe de estas visiones y sentimientos.

§ 2.2.3

Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y profecías falsas; aquí en este puesto les procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos, y creen muchas veces a su fantasía; aquí los suele llenar el demonio de presunción y soberbia, y, atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parezcan de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias.

§ 2.2.5

Y, demás de esto, lo que arriba dejamos dicho, es a saber: que, por cuanto todavía participa la parte inferior en estas comunicaciones espirituales, no pueden ser tan intensas, puras y fuertes como se requieren para la dicha unión; por tanto, para venir a ella, conviénele al alma entrar en la segunda noche del espíritu, donde desnudando al sentido y espíritu perfectamente de todas estas aprensiones y sabores, le han de hacer caminar en oscura y pura fe, que es propio y adecuado medio por donde el alma se une con Dios, según por Oseas (2, 20) lo dice, diciendo: Yo te desposaré, esto es, te uniré conmigo, por fe.

§ 2.3.3

Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá.

§ 2.3.3

Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá.

§ 2.3.3

Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá.

§ 2.3.3

Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá.

§ 2.3.3

Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es criado en la novedad del sentido, que dice el Apóstol (Cl. 3, 10), desnúdales las potencias y afecciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a oscuras el entendimiento, y la voluntad a secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que antes sentía de los bienes espirituales, para que esta privación sea uno de los principios que se requiere en el espíritu para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión de amor.

§ 2.3.3

Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es criado en la novedad del sentido, que dice el Apóstol (Cl. 3, 10), desnúdales las potencias y afecciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a oscuras el entendimiento, y la voluntad a secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que antes sentía de los bienes espirituales, para que esta privación sea uno de los principios que se requiere en el espíritu para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión de amor.

§ 2.3.3

Todo lo cual obra el Señor en ella por medio de una pura y oscura contemplación, como el alma lo da a entender por la primera canción.

§ 2.5.2

Pero es la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina, que, como decimos, ilumina y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma noche oscura? A lo cual se responde que por dos casas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas también pena y tormento: la primera es por la alteza de la Sabiduría divina, que excede al talento del alma, y en esta manera le es tiniebla; la segunda, por la bajeza e impureza de ella, y de esta manera le es penosa y aflictiva, y también oscura.

§ 2.5.3

Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina del Filósofo, que dice que cuanto las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más son al alma oscuras y ocultas naturalmente; así como la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la pupila de la lechuza, y cuanto el sol se mira más de lleno, más tinieblas causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola por su flaqueza.

§ 2.5.4

Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa a estos principios, está claro; porque, como esta divina contemplación infusa tiene muchas excelencias en extremo buenas y el alma que las recibe, por no estar purgada, tiene muchas miserias también en extremo malas, de aquí es que, no pudiendo caber dos contrarios en el sujeto del alma, de necesidad haya de penar y padecer el alma, siendo ella el sujeto en que contra sí se ejercitan estos dos contrarios, haciendo los unos contra los otros, por razón de la purgación que de las imperfecciones del alma por esta contemplación se hace.

§ 2.5.5

5. ­Cuanto a lo primero, porque la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella embiste está oscura e impura, de aquí es que pena mucho el alma recibiéndola en sí, como cuando los ojos están de mal humor impuros y enfermos, del embestimiento de la clara luz reciben pena.

§ 2.5.5

Podemos entender a este sentido aquella autoridad de David (Sal. 38, 12), que dice: Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y contabescer su alma; como la araña se desentraña.

§ 2.5.6

6. ­La segunda manera en que pena el alma es causa de su flaqueza natural, moral y espiritual; porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con alguna fuerza, al fin de la ir fortaleciendo y domando, de tal manera pena en su flaqueza, que poco menos desfallece, particularmente algunas veces cuando con alguna más fuerza embiste.

§ 2.5.6

Porque el sentido y espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto, que tomaría por alivio y partido el morir.

§ 2.6.1

Que como el divino embiste a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una bestia, en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia.

§ 2.6.1

Que como el divino embiste a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una bestia, en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia.

§ 2.6.1

Que como el divino embiste a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una bestia, en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia.

§ 2.6.3

Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y espiritualmente, testifica bien Jonás (2, 4­7), diciendo así: Arrojásteme al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo cual dice, porque aquí purifica Dios al alma para verlo); cercáronme las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los cerrojos de la tierra me encerraron para siempre.

§ 2.6.5

Todo lo cual hace Dios por medio de esta oscura contemplación; en la cual no sólo padece el alma el vacío y suspensión de estos arrimos naturales y aprensiones, que es un padecer muy congojoso, de manera que si a uno suspendiesen o detuviesen en el aire, que no respirase, mas también está purgando el alma, aniquilando y vaciando o consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que ha contraído toda la vida.

§ 2.6.6

De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma sustancia del alma, con extremada pobreza, en que está como acabando, como se puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68, 2­4) por estas palabras, clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando, enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios.

§ 2.6.6

De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma sustancia del alma, con extremada pobreza, en que está como acabando, como se puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68, 2­4) por estas palabras, clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando, enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios.

§ 2.6.6

De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma sustancia del alma, con extremada pobreza, en que está como acabando, como se puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68, 2­4) por estas palabras, clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando, enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios.

§ 2.7.1

Esto dice Job (16, 13­17), también como lo experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.

§ 2.7.1

Esto dice Job (16, 13­17), también como lo experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.

§ 2.7.1

Esto dice Job (16, 13­17), también como lo experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.

§ 2.7.1

Esto dice Job (16, 13­17), también como lo experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.

§ 2.7.2

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1­20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos.

§ 2.7.2

Mis pisadas trastornó y desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a su saeta.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

De donde grande compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón), es de haberle gran dolor y lástima.

§ 2.7.3

Porque, como ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo que ella ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la verdad así es.

§ 2.7.3

Porque, como ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo que ella ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la verdad así es.

§ 2.7.3

Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor; cuánto más, que puede el alma tan poco en este puesto como el que tienen aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille, ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y delgado, que pueda hacerse uno con el espíritu de Dios, según el grado que su misericordia quisiere concederle de unión de amor, que conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o menos tiempo.

§ 2.7.4

Mas, si ha de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos años; puesto que en estos medios hay interpolaciones de alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente, en que el alma, bien como salida de tal mazmorra y tales prisiones, y puesta en recreación de anchura y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y amigabilidad amorosa con Dios con abundancia fácil de comunicación espiritual.

§ 2.7.4

Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, que, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y, cuando son bienes espirituales, también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó, diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre.

§ 2.7.4

Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, que, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y, cuando son bienes espirituales, también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó, diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre.

§ 2.7.5

Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás.

§ 2.7.5

Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás.

§ 2.7.5

Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda, piensa que se acabaron sus trabajos.

§ 2.7.6

Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que está acabada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué que le falta o que está por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo, que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas.

§ 2.7.6

Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que está acabada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué que le falta o que está por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo, que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas.

§ 2.7.6

Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya todo acabado y que no volverá como la vez pasada.

§ 2.7.6

Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.

§ 2.7.7

Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto; porque les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos; antes, como se ven privados de él, puestos en sus miserias, paréceles que tienen muy bien en sí por qué ser aborrecidos y desechados de Dios con mucha razón para siempre.

§ 2.7.7

Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque, queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser aborrecida, no sólo de él, sino de toda criatura para siempre, duélese de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.

§ 2.7.7

Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque, queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser aborrecida, no sólo de él, sino de toda criatura para siempre, duélese de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.

§ 2.8.1

Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho, y es que, como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lm. 3, 44), que ha puesto Dios una nube delante porque no pase la oración.

§ 2.8.1

Y si algunas veces ruega, es tan sin fuerza y sin jugo, que le parece que ni lo oye Dios ni hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la misma autoridad (Lm. 3, 8), diciendo: Cuando clamare y rogare, ha excluido mi oración.

§ 2.8.1

A la verdad no es éste tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías (Lm. 3, 29), su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza, sufriendo con paciencia su purgación.

§ 2.8.2

Y así, cuanto esta divina luz embiste más sencilla y pura en el alma, tanto más la oscurece, vacía y aniquila acerca de sus aprensiones y afecciones particulares, así de cosas de arriba como de abajo; y también, cuanto menos sencilla y pura embiste, tanto menos la priva y menos oscura le es.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.8.4

Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma, que, embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y, dejándola así vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como habemos dicho del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué topar, no se ve.

§ 2.8.4

Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma, que, embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y, dejándola así vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como habemos dicho del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué topar, no se ve.

§ 2.8.4

Y, ni más ni menos conoce la luz que tiene espiritual para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como cuando el rayo que habemos dicho está oscuro en el aposento, aunque él no se ve, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera cosa, luego se ve la mano, y se conoce que estaba allí aquella luz del sol.

§ 2.9.1

Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor estén afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de afecciones naturales, así actuales como habituales, para poder comunicar con libertad con la anchura del espíritu con divina Sabiduría, en que por su limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de excelencia.

§ 2.9.1

Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor estén afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de afecciones naturales, así actuales como habituales, para poder comunicar con libertad con la anchura del espíritu con divina Sabiduría, en que por su limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de excelencia.

§ 2.9.2

Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.

§ 2.9.2

Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.

§ 2.9.2

La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto, porque son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y eminente, que, para poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden estar juntos en un sujeto.

§ 2.9.3

Y así, por cuanto aquella fuerza que tenía de entender antes es natural, de aquí se sigue que las tinieblas que aquí padece son profundas y horribles y muy penosas, porque, como se sienten en la profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.

§ 2.9.3

Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad, y todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en seco y en aprieto, tanto cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá transformada divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y habituales, como decimos, que antes tenía.

§ 2.9.3

Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad, y todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en seco y en aprieto, tanto cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá transformada divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y habituales, como decimos, que antes tenía.

§ 2.9.3

Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad, y todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en seco y en aprieto, tanto cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá transformada divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y habituales, como decimos, que antes tenía.

§ 2.9.5

Y porque el alma ha de venir a tener un sentido y noticia divina muy generosa y sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas que no cae en el común sentir y saber natural del alma (que les mirará con ojos tan diferentes que antes, como difiere el espíritu del sentido y lo divino de lo humano), conviénele al espíritu adelgazarse y curtirse acerca del común y natural sentir, poniéndole por medio de esta purgativa contemplación en grande angustia y aprieto, y a la memoria remota de toda amigable y pacífica noticia, con sentido interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las cosas, en que le parece que todas son extrañas y de otra manera que solían ser.

§ 2.9.6

Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma para venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que, como dice la Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4, 7), conviénele al alma que toda la paz primera que, por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha alma le parecía (porque andaba a su sabor, que era paz, paz, dos voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales) que esta paz del sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta, sea primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba Jeremías en la autoridad que de él alegamos para declarar las calamidades de esta noche pasada, diciendo: Quitada y despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).

§ 2.9.6

Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma para venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que, como dice la Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4, 7), conviénele al alma que toda la paz primera que, por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha alma le parecía (porque andaba a su sabor, que era paz, paz, dos voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales) que esta paz del sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta, sea primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba Jeremías en la autoridad que de él alegamos para declarar las calamidades de esta noche pasada, diciendo: Quitada y despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).

§ 2.9.6

Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma para venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que, como dice la Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4, 7), conviénele al alma que toda la paz primera que, por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha alma le parecía (porque andaba a su sabor, que era paz, paz, dos voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales) que esta paz del sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta, sea primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba Jeremías en la autoridad que de él alegamos para declarar las calamidades de esta noche pasada, diciendo: Quitada y despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).

§ 2.9.7

David declara muy bien esto, como quien tan bien lo experimentó, en un salmo (37, 9) diciendo: Fui muy afligido y humillado, rugía del gemido de mi corazón.

§ 2.9.7

El cual rugido es cosa de gran dolor, porque algunas veces, con la súbita y aguda memoria de estas miserias en que se ve el alma, tanto se levanta y cerca en dolor y pena las afecciones del alma, que no sé cómo se podrá dar a entender sino por la semejanza que el profeta Job (3, 24), estando en el mismo trabajo de él, por estas palabras dice: De la manera que son las avenidas de las aguas, así el rugido mío; porque así como algunas veces las aguas hacen tales avenidas que todo lo anegan y llenan, así este rugido y sentimiento del alma algunas veces crece tanto, que, anegándola y traspasándola toda, llena de angustias y dolores espirituales todos sus afectos profundos y fuerzas sobre todo lo que se puede encarecer.

§ 2.9.9

Por eso, como dice Job (30, 16, 27), se está marchitando en sí misma el alma, e hirviendo sus interiores sin alguna esperanza.

§ 2.9.9

Y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el estado de perfección, a que por medio de esta purgativa noche camina, a innumerables bienes de dones y virtudes, así según la sustancia del alma como también según las potencias de ella, conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada de todos ellos y vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está tan lejos, que no se pueda persuadir que jamás ha de venir a ellos, sino que todo bien se le acabó; como también lo da a entender Jeremías en la dicha autoridad (Lm. 3, 17), cuando dice: Olvidado estoy de los bienes.

§ 2.9.9

Y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el estado de perfección, a que por medio de esta purgativa noche camina, a innumerables bienes de dones y virtudes, así según la sustancia del alma como también según las potencias de ella, conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada de todos ellos y vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está tan lejos, que no se pueda persuadir que jamás ha de venir a ellos, sino que todo bien se le acabó; como también lo da a entender Jeremías en la dicha autoridad (Lm. 3, 17), cuando dice: Olvidado estoy de los bienes.

§ 2.9.10

Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación tan suave y amigable para el alma, que no hay más que desear (pues, como arriba queda dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la perfección que desea), le cause con su embestimiento a estos principios tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.

§ 2.9.10

Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación tan suave y amigable para el alma, que no hay más que desear (pues, como arriba queda dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la perfección que desea), le cause con su embestimiento a estos principios tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.

§ 2.9.11

A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos dicho, y es que la causa de esto es que no hay de parte de la contemplación e infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena, antes mucha suavidad y deleite, como después se dirá, sino que la causa es la flaqueza e imperfección que entonces tiene el alma, y disposiciones que en sí tiene y contrarios para recibirlos; en los cuales embistiendo la dicha lumbre divina, ha de padecer el alma de la manera ya dicha.

§ 2.10.1

Porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo, y aun de mal olor, y, yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios a fuego; y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle tan hermoso como el mismo fuego.

§ 2.10.2

Porque, como esta divina purga anda removiendo todos los malos y viciosos humores, que por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí tanto mal; y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al ojo, y los ve tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina contemplación (aunque no es peor que antes, ni en sí ni para con Dios), como ve en sí lo que antes no veía, parécele claro que está mal, que no sólo no está para que Dios la vea, mas que está para que la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida.

§ 2.10.2

Porque, como esta divina purga anda removiendo todos los malos y viciosos humores, que por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí tanto mal; y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al ojo, y los ve tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina contemplación (aunque no es peor que antes, ni en sí ni para con Dios), como ve en sí lo que antes no veía, parécele claro que está mal, que no sólo no está para que Dios la vea, mas que está para que la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida.

§ 2.10.3

Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha de unir y transformar en el alma, es la misma que al principio la purga y dispone; así como el mismo fuego que transforma en sí al madero incorporándose en él, es el que primero le estuvo disponiendo para el mismo efecto.

§ 2.10.4

Lo segundo, echaremos de ver cómo estas penalidades no las siente el alma de parte de la dicha sabiduría, pues, como dice el Sabio (Sab. 7, 11), todos los bienes juntos le vienen al alma con ella, sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma para no poder recibir sin esta purgación su luz divina, suavidad y deleite (así como el madero, que no puede luego que se le aplica el fuego ser transformado hasta que sea dispuesto), y por eso pena tanto.

§ 2.10.4

Lo segundo, echaremos de ver cómo estas penalidades no las siente el alma de parte de la dicha sabiduría, pues, como dice el Sabio (Sab. 7, 11), todos los bienes juntos le vienen al alma con ella, sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma para no poder recibir sin esta purgación su luz divina, suavidad y deleite (así como el madero, que no puede luego que se le aplica el fuego ser transformado hasta que sea dispuesto), y por eso pena tanto.

§ 2.10.5

Porque el fuego no tendría en ellos poder, aunque se les aplicase, si ellos no tuviesen imperfecciones en qué padecer, que son la materia en que allí puede el fuego; la cual acabada, no hay más que arder; como aquí, acabadas las imperfecciones, se acaba el penar del alma y queda el gozar.

§ 2.10.6

Lo cuarto, sacaremos de aquí cómo al modo que se va purgando y purificando por medio de este fuego de amor, se va más inflamando en amor; así como el madero, al modo y paso que se va disponiendo, se va más calentando.

§ 2.10.8

Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al alma que todo bien se le acabó y que está llena de males, pues otra cosa en este tiempo no la llega sino todo amarguras; así también como al madero, que aire ni otra cosa da en él más que fuego consumidor.

§ 2.10.8

Pero, después que se hagan otras muestras como las primeras, gozará más de adentro, porque ya se hizo la purificación más adentro.

§ 2.10.9

Lo séptimo, sacaremos que, aunque el alma se goza muy anchamente en estos intervalos (tanto que, como dijimos, a veces le parece que no han de volver más), con todo, cuando han de volver presto, no deja de sentir, si advierte (y a veces ella se hace advertir) una raíz que queda, que no deja tener el gozo cumplido, porque parece que está amenazando para volver a embestir; y cuando es así, presto vuelve.

§ 2.10.9

En fin, aquello que está por purgar e ilustrar más adentro, no se puede bien encubrir al alma acerca de lo ya purificado; así como también en el madero lo que más adentro está por ilustrar es bien sensible la diferencia que tiene de lo purgado; y cuando vuelve a embestir más adentro esta purificación no hay que maravillar que le parezca al alma otra vez que todo el bien se le acabó, y que no piense volver más a los bienes, pues que, puesta en pasiones más interiores, todo el bien de afuera se le cegó.

§ 2.11.1

La cual inflamación, aunque es en cierta manera como la que arriba declaramos que pasaba en la parte sensitiva del alma, es en alguna manera tan diferente de aquélla ésta que ahora dice, como lo es el alma del cuerpo, o la parte espiritual de la sensitiva.

§ 2.11.1

La cual inflamación, aunque es en cierta manera como la que arriba declaramos que pasaba en la parte sensitiva del alma, es en alguna manera tan diferente de aquélla ésta que ahora dice, como lo es el alma del cuerpo, o la parte espiritual de la sensitiva.

§ 2.11.1

Porque ésta es una inflamación de amor en el espíritu en que, en medio de estos oscuros aprietos, se siente estar herida el alma viva y agudamente en fuerte amor divino en cierto sentimiento y barrunto de Dios, aunque sin entender cosa particular, porque, como decimos, el entendimiento está a oscuras.

§ 2.11.2

Va teniendo ya este amor algo de unión con Dios, y así participa algo de sus propiedades, las cuales son más acciones de Dios que de la misma alma, las cuales se sujetan en ella pasivamente; aunque el alma lo que aquí hace es dar el consentimiento; mas al calor y fuerza, y temple y pasión de amor o inflamación, como aquí la llama el alma, sólo el amor de Dios que se va uniendo con ella se le pega.

§ 2.11.3

Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, acaece en gran manera, pues tiene Dios tan destetados los gustos y tan recogidos, que no pueden gustar de cosa que ellos quieran.

§ 2.11.4

Según esto, en alguna manera se podría considerar cuánta y cuán fuerte podrá ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas, para que toda esta armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el primer precepto, que, no desechando nada del hombre ni excluyendo cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): Amarás a tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas.

§ 2.11.5

Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y fuerzas del alma, estando ella herida y tocada, según todos ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos, viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y satisfacción de él, en oscuridad y duda?; sin duda, padeciendo hambre, como los canes, que dice David (Sal. 58, 7, 15­16) rodearon la ciudad, y, no se viendo hartos de este amor, quedaron ahullando y gimiendo.

§ 2.11.6

Esta es la causa por que dice el alma en el verso que "con ansias en amores" y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y pensamientos que en sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y desea y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en todos los tiempos y lugares, no sosegando en cosa, sintiendo esta ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2­4) lo da a entender, diciendo: Así como el siervo desea la sombra y como el mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y conté las noches prolijas y trabajosas para mí.

§ 2.11.6

Esta es la causa por que dice el alma en el verso que "con ansias en amores" y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y pensamientos que en sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y desea y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en todos los tiempos y lugares, no sosegando en cosa, sintiendo esta ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2­4) lo da a entender, diciendo: Así como el siervo desea la sombra y como el mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y conté las noches prolijas y trabajosas para mí.

§ 2.11.6

Hácesele a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo ni en la tierra, y llénase de dolores hasta las tinieblas que aquí dice Job, hablando espiritualmente y a nuestro propósito: esperar y padecer sin consuelo de cierta esperanza de alguna luz y bien espiritual, como aquí lo padece el alma.

§ 2.11.7

Y la causa es entonces que, como la fuerza y eficacia del alma era pegada y comunicada pasivamente del fuego tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí es que, cesando de embestir en ella, cesa la tiniebla y la fuerza y calor de amor en el alma.

§ 2.12.1

Por lo dicho echaremos de ver cómo esta oscura noche de fuego amoroso, así como a oscuras va al alma inflamando.

§ 2.12.1

Echaremos de ver también cómo, así como se purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian con fuego amoroso tenebroso espiritual; porque ésta es la diferencia: que allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor.

§ 2.12.1

Porque la limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de Dios; porque los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir "enamorados", pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.

§ 2.12.2

Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio (Ecli. 51, 25­26) de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.

§ 2.12.2

Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio (Ecli. 51, 25­26) de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.

§ 2.12.3

Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad hacerlas Dios y hacerlas ellos; porque de ordinario las deriva por ellos, y ellos también de unos en otros sin alguna dilación, así como el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí; que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le envía e infunde en la otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo más abreviada y remisamente, según ella está más o menos cerca del sol.

§ 2.12.4

Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor, por ser puro espíritu, dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, naturalmente le ilumina, como arriba queda dicho, oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta que con suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia a modo de los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante el Señor.

§ 2.12.4

Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor, por ser puro espíritu, dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, naturalmente le ilumina, como arriba queda dicho, oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta que con suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia a modo de los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante el Señor.

§ 2.12.4

Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor, por ser puro espíritu, dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, naturalmente le ilumina, como arriba queda dicho, oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta que con suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia a modo de los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante el Señor.

§ 2.12.5

Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla, acaece que algunas veces esta mística y amorosa teología, juntamente con inflamar la voluntad, hiere también ilustrando la otra potencia del entendimiento con alguna noticia y lumbre divina, tan sabrosa y delgadamente, que, ayudada de ella, la voluntad se afervora maravillosamente, ardiendo en ella, sin ella hacerse nada, ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera que ya al alma le parece él vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se le da.

§ 2.12.7

De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como quiere.

§ 2.12.7

De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como quiere.

§ 2.12.7

De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como quiere.

§ 2.12.7

De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como quiere.

§ 2.13.2

Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y prende el amor subida, tierna y fuertemente, porque ya decimos que se unen algunas veces estas dos potencias entendimiento y voluntad, cuando se va más purgando el entendimiento; tanto más perfecta y calificadamente cuanto ellas más van; pero, antes de llegar aquí, más común es sentir la voluntad el toque de la inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.

§ 2.13.3

Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad; y así, ésta antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad.

§ 2.13.5

Pero aquí conviene notar que, aunque a los principios, cuando comienza esta noche espiritual, no se siente esta inflamación de amor, por no haber empezado este fuego de amor a emprender, en lugar de eso da desde luego Dios al alma un amor estimativo tan grande de Dios, que, como habemos dicho, todo lo más que padece y siente en los trabajos de esta noche, es ansia de pensar si tiene perdido a Dios y pensar si está dejada de él.

§ 2.13.5

Y vese que la mayor pasión que siente en estos trabajos es este recelo; porque, si entonces se pudiese certificar que no está todo perdido y acabado, sino que aquello que pasa es por mejor, como lo es, y que Dios no está enojado, no se le daría nada de todas aquellas penas, antes se holgaría sabiendo que de ello se sirve Dios.

§ 2.13.6

Esta es la causa por que María Magdalena, con ser tan estimada en sí como antes era, no le hizo al caso la turba de hombres principales y no principales del convite, ni el mirar que no venía bien ni lo parecería ir a llorar y derramar lágrimas entre los convidados (Lc. 7, 37­38), a trueque de, sin dilatar una hora esperando otro tiempo y sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba ya su alma herida e inflamada.

§ 2.13.8

Porque de noche se levanta, esto es, en estas tinieblas purgativas según las afecciones de la voluntad; y con las ansias y fuerzas que la leona u osa va a buscar sus cachorros cuando se los han quitado y no los halla (2 Re. 17, 8; Os. 13, 8), anda herida esta alma a buscar a su Dios, porque, como está en tinieblas, siéntese sin él, estando muriendo de amor por él.

§ 2.13.9

Pero es aquí de ver cómo el alma, sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios, como hace aquí en estas tinieblas purgativas, tenga tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios.

§ 2.13.9

La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con que le ame de veras, y la propiedad del amor sea quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa amada, para perfeccionarse en el bien de amor, de aquí es que, no estando esta alma perfeccionada en amor, por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta, que es la unión, y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la haga ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el entendimiento, por estar a oscuras y no ilustrado, se siente indigno y se conoce miserable.

§ 2.13.10

No quiero dejar aquí de decir la causa por que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma, no la da, luego que embiste en ella, luz, como lo hace después, antes le causa las tinieblas y trabajos que habemos dicho.

§ 2.13.11

Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace merced aquí al alma de limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo y especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas acerca de todo esto, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, y debilitándole y adelgazándole las fuerzas naturales del alma acerca de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma pudiera conseguir, como luego diremos) haciéndola Dios desfallecer en esta manera a todo lo que no es Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo.

§ 2.13.11

Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102, 5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios.

§ 2.13.11

Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102, 5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios.

§ 2.14.1

Porque, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera, porque el Amado no se halla sino solo afuera, en la soledad, que por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): ¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?, conviénele al alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y pasiones y apetitos de su alma adormidos y apagados por medio de esta noche, que son la gente de casa, que recordada, siempre estorban el alma estos sus bienes, enemiga de que el alma salga libre a ellos.

§ 2.14.3

3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de la sensualidad! No se puede bien entender si no fuera, a mi ver, el alma que ha gustado de ello; porque verá claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta cuando lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos y conocerá cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos en las siguientes canciones, en que se verá más claro cuánta razón tenga el alma de cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que arriba queda dicho.

§ 2.15.1

Dícelas, respondiendo a cierta objeción tácita, diciendo que no se piense que, por haber en esta noche y oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores, como se ha dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la oscuridad de esta noche se ganó; porque en ella se libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y disfrazada con tres libreas y colores que después diremos, y por una escala muy secreta, que ninguno de casa lo sabía, que, como también en su lugar notaremos, es la viva fe, por la cual salió tan encubierta y en celada, para poder bien hacer su hecho, que no podía dejar de ir muy segura, mayormente estando ya en esta noche purgativa los apetitos, afecciones y pasiones, etc., de su ánima adormidos, morticados y apagados, que son los que, estando despiertos y vivos, no se lo consintieron.

§ 2.15.1

Dícelas, respondiendo a cierta objeción tácita, diciendo que no se piense que, por haber en esta noche y oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores, como se ha dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la oscuridad de esta noche se ganó; porque en ella se libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y disfrazada con tres libreas y colores que después diremos, y por una escala muy secreta, que ninguno de casa lo sabía, que, como también en su lugar notaremos, es la viva fe, por la cual salió tan encubierta y en celada, para poder bien hacer su hecho, que no podía dejar de ir muy segura, mayormente estando ya en esta noche purgativa los apetitos, afecciones y pasiones, etc., de su ánima adormidos, morticados y apagados, que son los que, estando despiertos y vivos, no se lo consintieron.

§ 2.16.3

De aquí se sigue que, cuanto el alma va más a oscuras y vacía de sus operaciones naturales, va más segura; porque, como dice el profeta (Os. 13, 9), la perdición al alma solamente le viene de sí misma, esto es, de sus operaciones y apetitos interiores y sensitivos, y el bien, dice Dios, solamente de mí.

§ 2.16.4

Pero a la duda que de aquí nace luego, conviene a saber: que, pues las cosas de Dios de suyo hacen bien al alma y la ganan y aseguran, ¿por qué en esta noche le oscurece Dios los apetitos y potencias también acerca de estas cosas buenas, de manera que tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun en alguna manera menos? Respóndese que entonces conviene que tampoco le quede operación ni gusto acerca de las cosas espirituales, porque tiene las potencias y apetitos impuros y bajos y muy naturales; y así, aunque les den el sabor y trato a estas potencias de las cosas sobrenaturales y divinas, no le podrían recibir sino muy baja y naturalmente, muy a su modo.

§ 2.16.4

Porque, como dice el Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que lo recibe.

§ 2.16.4

De donde, porque estas naturales potencias no tienen pureza ni fuerza ni caudal para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de ellas, que es divino, sino sólo al suyo, que es humano y bajo, como habemos dicho, conviene que sean oscurecidas también acerca de esto divino, porque, destetadas y purgadas y aniquiladas en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo divino y sobrenatural alta y subidamente, lo cual no puede ser si primero no muere el hombre viejo.

§ 2.16.5

De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado del Padre de las lumbres (Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito humano, aunque más se ejercite el gusto y potencias del hombre con Dios y por mucho que les parezca los gustan, no los gustarán divina y espiritualmente, sino humana y naturalmente, como gustan las demás cosas, porque los bienes no van del hombre a Dios, sino vienen de Dios al hombre.

§ 2.16.5

Acerca de lo cual, si éste fuera lugar de ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay muchas personas que tienen muchos gustos y aficiones y operaciones de sus potencias acerca de Dios o de cosas espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello es sobrenatural y espiritual, y por ventura no son más que actos y apetitos más naturales y humanos, que, como los tienen de las demás cosas, los tienen en el mismo temple de aquellas cosas buenas, por cierta facilidad natural que tienen en mover el apetito y potencias a cualquier cosa.

§ 2.16.7

7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y apretadas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te penes por eso, antes lo ten a buena dicha; pues que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda; con las cuales, por bien que ellas te anduviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente, a causa de la impureza y torpeza de ellas, como ahora que, tomando Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a caminar.

§ 2.16.7

7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y apretadas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te penes por eso, antes lo ten a buena dicha; pues que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda; con las cuales, por bien que ellas te anduviesen, no obraras tan cabal, perfecta y seguramente, a causa de la impureza y torpeza de ellas, como ahora que, tomando Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a caminar.

§ 2.16.8

La causa también por que el alma no sólo va segura, cuando va así a oscuras, sino aún se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo mejoría de nuevo y aprovechando, es por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo, porque, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, antes piensa que se va perdiendo que acertando y ganando, como ve que se pierde acerca de lo que sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta.

§ 2.16.8

La causa también por que el alma no sólo va segura, cuando va así a oscuras, sino aún se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma va recibiendo mejoría de nuevo y aprovechando, es por donde ella menos entiende, antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo, porque, como ella nunca ha experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su primer modo de proceder, antes piensa que se va perdiendo que acertando y ganando, como ve que se pierde acerca de lo que sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta.

§ 2.16.8

Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras no sabidas, va por nuevos caminos no sabidos ni experimentados, que camina no guiado por lo que sabía antes, sino en duda y por el dicho de otros.

§ 2.16.8

Por tanto, siendo, como habemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma bien puede ella, ya que le ha venido a entender como aquí decimos, con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura.

§ 2.16.8

Por tanto, siendo, como habemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma bien puede ella, ya que le ha venido a entender como aquí decimos, con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura.

§ 2.16.10

Porque, como está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, tiénela Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, estragado el apetito para todas ellas; bien así como para que sane el enfermo, que en su casa es estimado, le tienen tan adentro guardado, que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida muy delicada y muy por tasa, de sustancia más que de sabor.

§ 2.16.10

Porque, como está puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, tiénela Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, estragado el apetito para todas ellas; bien así como para que sane el enfermo, que en su casa es estimado, le tienen tan adentro guardado, que no le dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa, y la comida muy delicada y muy por tasa, de sustancia más que de sabor.

§ 2.16.11

Todas estas propiedades, que todas son de seguridad y guarda del alma, causa en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios; porque, cuanto el alma más a él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su flaqueza; así como el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y pena le causaría su grande resplandor por la flaqueza e impureza de su ojo.

§ 2.16.11

La cual agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como vamos diciendo; la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de él, como tabernáculo donde él mora, cuando Dios a sí la va más juntando.

§ 2.16.11

La cual agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como vamos diciendo; la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de él, como tabernáculo donde él mora, cuando Dios a sí la va más juntando.

§ 2.16.11

La cual agua tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como vamos diciendo; la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de él, como tabernáculo donde él mora, cuando Dios a sí la va más juntando.

§ 2.16.11

Y así, lo que en Dios es luz y claridad más alta, es para el hombre tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas, conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), obtenebrata est in caligine eius.

§ 2.16.11

Y así, lo que en Dios es luz y claridad más alta, es para el hombre tiniebla más oscura, como dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo (17, 13), diciendo: Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron nubes y cataratas, conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), obtenebrata est in caligine eius.

§ 2.16.13

Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y morada, le servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto y de amparo perfecto y seguridad, aunque a ella en tinieblas, en que está escondida y amparada de sí misma y de todos los daños de criaturas, como habemos dicho.

§ 2.16.13

Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y morada, le servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto y de amparo perfecto y seguridad, aunque a ella en tinieblas, en que está escondida y amparada de sí misma y de todos los daños de criaturas, como habemos dicho.

§ 2.16.13

Donde, por tener el alma todos los apetitos y afecciones destetados y las potencias oscurecidas, está libre de todas las imperfecciones que contradicen al espíritu, así de su misma carne como de las demás criaturas.

§ 2.16.14

Porque, desde luego, ve el alma en sí una verdadera determinación y eficacia de no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios, ni dejar de hacer lo que parece cosa de su servicio; porque aquel amor oscuro se le pega con un muy vigilante cuidado y solicitud interior de qué hará o dejará por él para contentarle, mirando y dando mil vueltas si ha sido causa de enojarle; y todo esto con mucho más cuidado y solicitud que antes, como arriba queda dicho en lo de las ansias de amor.

§ 2.17.2

De donde, por cuanto las dichas potencias no la alcanzan, sino que el Espíritu Santo la infunde y ordena en el alma, como dice la Esposa en los Cantares (2, 4) sin ella saberlo, ni entenderlo cómo sea, se llama secreta.

§ 2.17.3

Porque, como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido e imaginativa, como no entró por ellas ni sintieron su traje y color, no saben dar razón ni imaginarla para decir algo de ella, aunque claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y peregrina sabiduría.

§ 2.17.3

Porque, como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido e imaginativa, como no entró por ellas ni sintieron su traje y color, no saben dar razón ni imaginarla para decir algo de ella, aunque claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y peregrina sabiduría.

§ 2.17.3

Bien así como el que viese una cosa nunca vista, cuyo semejante tampoco jamás vio, que, aunque la entendiese y gustase, no le sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más hiciese, y esto con ser cosa que la percibió con los sentidos; cuánto menos se podrá manifestar lo que no entró por ellos.

§ 2.17.4

De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es lenguaje de Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que es menos que espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les es secreto y no lo saben ni pueden decir, ni tienen gana porque no ven cómo.

§ 2.17.5

Otra cosa es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que entonces debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir.

§ 2.17.5

Otra cosa es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que entonces debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir.

§ 2.17.5

Pero este poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible, como habemos dicho, y por eso se llama secreta.

§ 2.17.6

Porque, demás de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura; de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura, como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve tan secreta cuando se ve sobre toda temporal criatura levantada.

§ 2.17.6

Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al alma, metiéndola en las venas de la ciencia de amor, que le hace conocer no solamente quedar muy baja toda condición de criatura acerca de este supremo saber y sentir divino, sino también echar de ver cuán bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas, y cómo es imposible, por vía y modo natural, aunque más alta y sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir de ellas como ellas son, sin la iluminación de esta mística teología.

§ 2.17.7

Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural esta divina contemplación, tiénela no sólo por ser cosa sobrenatural, sino también es cuanto es vía que guía y lleva al alma a las perfecciones de la unión de Dios; las cuales, como son cosas no sabidas humanamente, hase de caminar a ellas humanamente no sabiendo y divinamente ignorando.

§ 2.17.7

Porque, hablando místicamente, como aquí vamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino cuando las tiene halladas y ejercitadas.

§ 2.17.7

Porque, hablando místicamente, como aquí vamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino cuando las tiene halladas y ejercitadas.

§ 2.17.8

Porque "alumbrar las coruscaciones de Dios a la redondez de la tierra" es la ilustración que hace esta divina contemplación en las potencias del alma; y "conmoverse y tremer la tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y decir que "la vía y camino de Dios", por donde el alma va a él, "es en el mar, y sus pisadas en muchas aguas y que por eso no serán conocidas" es decir que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen.

§ 2.18

Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.

§ 2.18.1

Primeramente, porque así como con la escala se sube y escalan los bienes y tesoros y cosas que hay en las fortalezas, así también por esta secreta contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo.

§ 2.18.1

Lo cual da bien a entender el real profeta (Sal. 83, 6­8), cuando dice: Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que puso; porque de esta manera el señor de la ley dará bendición, e irán de virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión, el cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza.

§ 2.18.2

Podemos también llamarla escala porque, así como la escala, esos mismos pasos que tiene para subir, los tiene también para bajar, así también esta secreta contemplación, esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levanta en Dios, la humillan en sí misma.

§ 2.18.4

Y la causa de esto es que, como el estado de perfección, que consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí, no puede estar sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y haciéndola ahora probar lo otro y humillándola, hasta que, adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala, en quien la escala se arrima y estriba.

§ 2.18.4

Porque esta escala de contemplación, que, como habemos dicho, se deriva de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo de la escala (Gn. 28, 12).

§ 2.18.5

Pero, hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de contemplación secreta, diremos que la propiedad principal por que aquí se llama escala es porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es noticia infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el alma, hasta subirla de grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.

§ 2.18.5

Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás; porque conocerlos en sí, por cuanto esta escala de amor es, como habemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural.

§ 2.18.5

Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás; porque conocerlos en sí, por cuanto esta escala de amor es, como habemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural.

§ 2.19.1

Pero esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por el mismo Dios, como David (Sal. 142, 7) testifica diciendo: Desfalleció mi alma, esto es, acerca de todas las cosas a tu salud.

§ 2.19.1

Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los manjares y muda de color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas, y muda como amante el color y accidente de la vida pasada.

§ 2.19.1

Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los manjares y muda de color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas, y muda como amante el color y accidente de la vida pasada.

§ 2.19.2

Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3­4).

§ 2.19.2

Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3­4).

§ 2.19.2

Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3­4).

§ 2.19.2

Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.

§ 2.19.2

Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.

§ 2.19.3

Como a Jacob, que, con haberle hecho servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos por la grandeza del amor (Gn. 29, 20).

§ 2.19.3

Hácele aquí otro efecto admirable, y es que se tiene por más mala averiguadamente para consigo que todas las otras almas: lo uno, porque le va el amor enseñando lo que merece Dios; y lo otro, porque, como las obras que aquí hace por Dios son muchas, y todas las conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena, conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto Señor.

§ 2.19.4

Porque, como dice san Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el amor.

§ 2.19.4

En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno.

§ 2.19.4

En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno.

§ 2.19.4

En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno.

§ 2.19.4

En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno.

§ 2.19.4

El espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como el árbol a una de sus hojas.

§ 2.19.4

Harto levantado es este grado de amor, porque, como aquí el alma con tan verdadero amor se anda siempre tras Dios con espíritu de padecer por él, dale Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente, porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudirle.

§ 2.19.5

Padecen aquí hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7).

§ 2.20.1

En el cual grado también dice el profeta Isaías: Los santos que esperan en Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán (Is. 40, 31), como hacían en el grado quinto.

§ 2.20.1

En el cual grado también dice el profeta Isaías: Los santos que esperan en Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán (Is. 40, 31), como hacían en el grado quinto.

§ 2.20.1

A este grado pertenece también aquello del salmo (41, 2): Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios; porque el ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas.

§ 2.20.1

La causa de esta ligereza en amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy dilatada la caridad en ella, por estar aquí el alma poco menos que purificada del todo, como se dice también en el salmo (58, 5), es a saber: Sine iniquitate cucurri; y en otro salmo (118, 32): El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón.

§ 2.20.3

De este grado se sigue el nono, que es ya el de los perfectos, como diremos después, que es el que se sigue.

§ 2.20.5

Y, como decimos, esta visión es la causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san Juan (1 Jn. 3, 2), diciendo: Sabemos que seremos semejantes a él, no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios; por lo cual se llamará, y lo será, Dios por participación.

§ 2.20.5

Y, como decimos, esta visión es la causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san Juan (1 Jn. 3, 2), diciendo: Sabemos que seremos semejantes a él, no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios; por lo cual se llamará, y lo será, Dios por participación.

§ 2.20.6

Mas en este último grado de clara visión, que es lo último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación; de donde nuestro Salvador (Jn. 16, 23) dice: En aquel día ninguna cosa me preguntaréis, etc.

§ 2.21.4

Y para conseguir la gracia y unión del Amado no puede el alma haber mejor túnica y camisa interior, para fundamento y principio de las demás vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin ella, como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es agradar a Dios, y con ella es imposible dejarle de agradar, pues él mismo dice por el profeta Oseas (2, 20): Desponsabo te mihi in fide.

§ 2.21.4

Que es como decir: Si te quieres, alma, unir y desposar conmigo, has de venir interiormente vestida de fe.

§ 2.21.5

Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, cuando caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas y aprietos interiores, no dándole su entendimiento algún alivio de luz, ni de arriba, pues le parecía el cielo cerrado y Dios escondido, ni de abajo, pues los que la enseñaban no le satisfacían, sufrió con constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer y faltar al Amado; el cual en los trabajos y tribulaciones prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir aquel dicho de David (Sal. 16, 4), es a saber: Por las palabras de tus labios yo guardé caminos duros.

§ 2.21.6

Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí el alma el segundo color, que es una almilla de verde, por el cual, como dijimos, es significada la virtud de la esperanza; con la cual, cuanto a lo primero, el alma se libra y ampara del segundo enemigo, que es el mundo.

§ 2.21.6

Porque esta verdura de esperanza viva en Dios da al alma una tal viveza y animosidad y levantamiento a las cosas de la vida eterna, que, en comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo le parece, como es la verdad, seco y lacio y muerto, de ningún valor.

§ 2.21.7

Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.

§ 2.21.7

Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.

§ 2.21.7

Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.

§ 2.21.9

De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que habemos dicho, pues que va tan vacía de toda posesión y arrimo, que no lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29).

§ 2.21.10

De esta librea colorada va el alma vestida, cuando, como arriba queda declarado en la primera canción, en la noche oscura sale de sí y de todas las cosas criadas, con ansias en amores inflamada, por esta secreta escala de contemplación, a la perfecta unión de amor de Dios, su amada salud.

§ 2.21.11

Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de criatura, porque, como dice san Pablo (Rm. 8, 24), la esperanza es de lo que no se posee, y así aparta la memoria de lo que se puede poseer, y pónela en lo que espera.

§ 2.21.12

Y también atinársele a vestir y perseverar con él hasta conseguir pretensión y fin tan deseado como era la unión de amor, fue gran ventura, y por eso nos lo dice este verso:

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.22.2

Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo principalmente me puse en esto, que fue declarar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban de ella ignorantes, como en el prólogo se dice, está ya medianamente declarado, y dado a entender, aunque harto menos de lo que ello es: cuántos sean los bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa ventura le sea al que por ella va, para que, cuando se espantaren con el horror de tantos trabajos, se animen con la cierta esperanza de tantos y tan aventajados bienes de Dios como en ella se alcanzan.

§ 2.22.2

Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo principalmente me puse en esto, que fue declarar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban de ella ignorantes, como en el prólogo se dice, está ya medianamente declarado, y dado a entender, aunque harto menos de lo que ello es: cuántos sean los bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa ventura le sea al que por ella va, para que, cuando se espantaren con el horror de tantos trabajos, se animen con la cierta esperanza de tantos y tan aventajados bienes de Dios como en ella se alcanzan.

§ 2.23.1

En celada es tanto como decir: escondido o encubierto.

§ 2.23.3

Y así, es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el trato interior con Dios sea de manera que sus mismos sentidos de la parte inferior queden a oscuras y ayunos de ello y no lo alcancen: lo uno, porque haya lugar que la comunicación espiritual sea más abundante, no impidiendo la flaqueza de la parte sensitiva la libertad del espíritu; lo otro, porque, como decimos, va más segura, no alcanzando el demonio tan adentro.

§ 2.23.3

De donde podemos entender a este propósito aquella autoridad de nuestro Salvador (Mt. 6, 3), hablando espiritualmente, conviene a saber: No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como si dijera: Lo que pasa en la parte diestra, que es la superior y espiritual del alma, no lo sepa (la siniestra), esto es, sea de manera que la porción inferior de tu alma, que es la parte sensitiva, no lo alcance; sea sólo secreto entre el espíritu y Dios.

§ 2.23.4

Y entonces, como ve que no puede alcanzar a contradecirlas al fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y turbar la parte sensitiva, que es donde alcanza, ahora con dolores, ahora con horrores y miedos, con intento de desquietar y turbar por este medio a la parte superior y espiritual del alma, acerca de aquel bien que entonces recibe y goza.

§ 2.23.5

Y entonces es grande el tormento y pena que causa en el espíritu, y algunas veces más de lo que se puede decir; porque, como va de espíritu a espíritu desnudamente, es intolerable el horror que causa el malo en el bueno, digo en el del ánima, cuando le alcanza su alboroto.

§ 2.23.6

Porque las que son por este medio del ángel bueno, ordinariamente permite Dios que las entienda el adversario: lo uno, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho, diciendo que no le dan lugar para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9­11; 2, 4­8); lo cual sería si no dejase Dios lugar a que hubiese cierta paridad en los dos guerreros, conviene a saber, el ángel bueno y el malo, acerca del alma, y así la victoria de cualquiera sea más estimada, y el alma victoriosa y fiel en la tentación sea más premiada.

§ 2.23.7

Donde nos conviene notar que ésta es la causa por que, a la misma medida y modo que va Dios llevando al alma y habiéndose con ella, da licencia al demonio para que de esa misma manera se haya él con ella: que, si tiene visiones verdaderas por medio del ángel bueno (que ordinariamente son por este medio, aunque se muestre Cristo, porque él en su misma persona casi nunca parece), también da Dios licencia al ángel malo para que en aquel mismo género se las pueda representar falsas, de manera que, según son de aparentes, el alma que no es cauta fácilmente puede ser engañada, como muchas de esta manera lo han sido.

§ 2.23.8

Y no sólo en este género de visiones corporales imita, sino también en las espirituales comunicaciones, cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a ver, como decimos, porque, como dice Job (41, 25): Omne sublime videt, imita y se entremete.

§ 2.23.8

Y no sólo en este género de visiones corporales imita, sino también en las espirituales comunicaciones, cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a ver, como decimos, porque, como dice Job (41, 25): Omne sublime videt, imita y se entremete.

§ 2.23.8

Aunque en éstas, como son sin forma y figura (porque de razón del espíritu es no tenerla), no las puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna especie o figura se representan.

§ 2.23.8

Aunque en éstas, como son sin forma y figura (porque de razón del espíritu es no tenerla), no las puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna especie o figura se representan.

§ 2.23.9

Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la turbación y el horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le podría ser; porque, como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu, algo desnuda y claramente de todo lo que es cuerpo, es penosa sobre todo sentido; y dura esto algún tanto en el espíritu, no mucho, porque saldría el espíritu de las carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu; después queda la memoria que basta para dar gran pena.

§ 2.23.11

La causa es porque como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni ángel ni demonio puede llegar a entender lo que pasa, no puede conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí pasan.

§ 2.23.12

Dando a entender por esto que, siendo la comunicación que Dios le hiciese para sí sólo, como vamos diciendo, afuera y a excusa de todas las criaturas, que esto quiere decir "solo y afuera mamando", esto es, enjugando y apagando los pechos de los apetitos y afecciones de la parte sensitiva (lo cual es cuando ya con libertad de espíritu, sin que la parte sensitiva alcance a impedirlo, ni el demonio por medio de ella a contradecirlo, goza el alma en sabor y paz íntima estos bienes), que entonces no se le atrevería el demonio, porque no lo alcanzaría, ni podrá llegar a entender estos divinos toques en la sustancia del alma en la amorosa sustancia de Dios.

§ 2.23.13

Lo cual a oscuras, como largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como ahora habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor.

§ 2.23.13

Lo cual a oscuras, como largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como ahora habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor.

§ 2.23.14

Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en celada, que es sólo, como habemos dicho, en espíritu, suele en algunas de ellas el alma verse sin saber cómo es aquello, tan apartada y alejada según la parte espiritual y superior de la porción inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre sí, que le parece no tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que está muy remota y apartada de la una.

§ 2.24.1

Lo cual es tanto como decir: estando la porción superior de mi alma ya también, como la inferior, sosegada según sus apetitos y potencias, salí a la divina unión de amor de Dios.

§ 2.24.1

Lo cual es tanto como decir: estando la porción superior de mi alma ya también, como la inferior, sosegada según sus apetitos y potencias, salí a la divina unión de amor de Dios.

§ 2.24.2

Por cuanto de dos maneras por medio de aquella guerra de la oscura noche, como queda dicho, es combatida y purgada el alma, conviene a saber, según la parte sensitiva y la espiritual, con sus sentidos, potencias y pasiones, también de dos maneras, conviene saber, según estas dos partes sensitiva y espiritual, con todas sus potencias y apetitos, viene el alma a conseguir paz y sosiego.

§ 2.24.2

Que, por eso, como también queda dicho, repite dos veces este verso, conviene a saber, en esta canción y la pasada, por razón de estas dos porciones del alma, espiritual y sensitiva; las cuales, para poder ella salir a la divina unión de amor, conviene que estén primero reformadas, ordenadas y quietas acerca de lo sensitivo y espiritual conforme al modo del estado de la inocencia que había en Adán.

§ 2.24.3

Este sosiego y quietud de esta casa espiritual viene a conseguir el alma, habitual y perfectamente, según esta condición de vida sufre, por medio de los actos de toques sustanciales de unión que acabamos de decir, y que, en celada y escondida de la turbación del demonio y de los sentidos y pasiones, ha ido recibiendo de la Divinidad, en que el alma se ha ido purificando, como digo, sosegando y fortaleciendo y haciendo estable para poder de asiento recibir la dicha unión, que es el divino desposorio entre el alma y el Hijo de Dios.

§ 2.24.3

El cual, luego que estas dos casas del alma se acaban de sosegar y fortalecer en uno con todos sus domésticos de potencias y apetitos, poniéndolos en sueño y silencio acerca de todas las cosas de arriba y de abajo, inmediatamente esta divina Sabiduría se une en el alma con un nuevo nudo de posesión de amor, y se cumple como ella lo dice en el libro de la Sabiduría (18, 14­15) diciendo: Dum quietum silentium contineret omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet, omnipotens sermo tuus, Domine, a regalibus sedibus.

§ 2.24.4

Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al Amado y ser desnudado de su voluntad y mortificado, sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará a hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras y con ansia de amor.

§ 2.24.4

Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al Amado y ser desnudado de su voluntad y mortificado, sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará a hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras y con ansia de amor.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Otras del mismo a lo divino

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Que va por super flumina



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